Alemania, antiintervencionista por casualidad

Rafael Poch

27/03/2011

¿Es el no intervencionismo de Alemania en Libia resultado de un maduro pacifismo? ¿Es prudente clarividencia ante un avispero imprevisible? ¿O es un simple desbarajuste regado por improvisados intereses electoralistas? Cuando en esta decepcionante Europa hay algo que parece sentido común, resulta que es por casualidad.

La Europa que en las largas semanas de la crisis egipcia ni siquiera fue capaz de decirle a Mubarak que se tenía que ir, ha enviado armadas y barcos contra Gadafi. Sin Alemania.

Con un gobierno ya muy tocado por el accidente nuclear japonés, la Canciller Merkel ha preferido no meterse en líos, pensando en el poco entusiasmo de sus electores por estas aventuras. No hay coherencia. En 2003 Merkel exigía que Alemania apoyara militarmente a Bush en la catástrofe iraquí, propiciando luego la escalada de Obama en Afganistán con casi 5000 soldados, pero en Libia ve problemas, aunque, dice, Alemania no es neutral y quiere que la intervención triunfe.

El gobierno desmiente informes publicados ayer de que el liberal Ministro de Exteriores Guido Westerwelle quiso inicialmente votar en contra de la resolución de la ONU en el Consejo de Seguridad, pero que Merkel le convenció para dejar el asunto en abstención. Westerwelle justificó su oposición a la intervención diciendo que “cualquier operación militar exige bajas civiles, siempre debemos tener en cuenta la consideración humana de que siempre hay víctimas civiles”. Es como si Alemania no estuviera en Afganistán, donde, con 2400 muertos y 3200 civiles heridos en 2010, unos seis civiles mueren y otros ocho son heridos cada día. 

La inconsistencia también afecta a la oposición. En el “ecopacifista” Partido Verde unos dirigentes aprobaron la abstención, otros la condenaron y otros primero dijeron una cosa y luego otra, pero todos han ido cambiado de discurso en dirección a apoyar la ingerencia en los últimos días por semejantes razones de oportunismo electoral. El patriarca verde, Joschka Fischer que con Yugoslavia en 1999 metió a Alemania en la primera guerra desde 1945 con el lema “evitar un nuevo Auschwitz”, ha sido de los pocos en clamar contra el “escandaloso error” de la no participación, alegando razones estratégicas. Debilitará, dice, la posición de Alemania en Europa, en África del Norte y en el mundo, restando posibilidades al objetivo de un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sus argumentos se repiten también entre los políticos socialdemócratas, pero son los verdes los más entusiastas: “todos conocemos las imágenes del geto de Varsovia” ha dicho el parlamentario franco-alemán Daniel Cohn-Bendit.

Mientras tanto, el mando militar americano de la operación, el Africa Command de EE.UU, se encuentra en Sttutgart, Alemania es el tercer exportador de armas del mundo y ha sido un importante suministrador de armas y equipamientos militares de los caudillos del Norte de África, ahora denostados, incluido Gadafi, cuyo hijo Saif, residente en Munich, dirigía desde allá las operaciones. En Alemania se han citado las dudas sobre si Gadafi tiene algún arma química, pero sin mencionar apenas el origen del asunto: que la célebre fábrica de armas químicas de Gadafi en Rabta fue una obra, conocida por los servicios secretos germanos, de los ingenieros de la empresa alemana Imhausen Chemie en los años ochenta. Su jefe Jürgen Hippenstiel-Imhausen fue condenado a cinco años de cárcel por ello en 1990, pero ni cumplió toda la condena, ni se le confiscaron los 60 millones de marcos que ingresó con el negocio. Gadafi se comprometió en 2004 a desmantelar esos recursos, pero expertos como Alexander Kekulé, director del Instituto de Investigaciones de seguridad biológica de Halle, se preguntan si no le quedarán algunas toneladas de gas mostaza en el almacén. En 2005, con Gadafi ya vuelto al redil de los intereses occidentales, treinta veteranos de la policía alemana y de los grupos de operaciones especiales GSG-9 y SEK formaron en Libia a las unidades especiales del Coronel. La incongruencia es general, histórica y presente.

Rafael Poch, amigo y colaborador ocasional de SinPermiso, es el corresponsal en Berlín del diario barcelonés La Vangiuardia.

Fuente:
La Vanguardia, 24 marzo 2011
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