¿Los escépticos del clima cambian de opinión? Sí, pero no a menudo.

Brian Merchant

29/05/2011

 

¿Qué hizo cambiar de opinión a D.R. Tucker frente al calentamiento global?

Hasta hace unos meses, hubiera sido difícil en encontrar a alguien más escéptico sobre el cambio climático que RD Tucker. Un autor y locutor de radio conservador, no se tragaba la idea de que las emisiones de gases de efecto invernadero estuvieran causando un aumento en las temperaturas. Estaba bastante seguro de que el calentamiento global era un engaño perpetrado por Al Gore y un grupo de científicos liberales con hambre de subvenciones. Entonces Tucker hizo algo que los políticos partidarios y los escépticos rara vez hacen: cambiar de parecer.

"Fui derrotado por los hechos", anunció Tucker en FrumForum, un popular blog conservador. En un correo del 18 de abril, "Confesiones de un convertido del cambio climático", Tucker le contó a sus lectores cómo llegó a cuestionar las ideologías del debate sobre el clima, examinó la ciencia, y concluyó que el calentamiento global es, de hecho, muy real. El post de Tucker envió una onda de choque que atravesó los círculos verdes y avivó la ira de sus colegas liberales.

Este tipo de cosas no ocurren a menudo. O por lo menos, no lo parece. Según una encuesta de Gallup de 2010, sólo el 48 por ciento de los estadounidenses cree que el calentamiento global es por lo menos en parte, "resultado de actividades humanas", frente al 60 por ciento en 2007 y 2008.

Anthony Leiserowitz, director del Proyecto de Comunicación del Cambio Climático de la Universidad de Yale, atribuye esta reducción a cinco factores: el colapso económico, una fuerte disminución en la cobertura de los medios de comunicación, los fenómenos meteorológicos como el Snowmaggedon –cuando la precipitación de nieve alcanza niveles récord por dos años consecutivos–, los esfuerzos de la "industria de la negación" (una red financiada por think tanks de la industria y grupos políticos que impulsan la promoción puntos de vista escépticos), y la debacle del ClimateGate, que postula que todo el asunto es un engaño.

Este cambio hacia el escepticismo sobre el cambio climático hace que  la "conversión" de Tucker sea aún más remarcable. Entonces, ¿cómo ocurrió?

Leiserowitz ha venido documentando las tendencias en las creencias de los estadounidenses sobre el clima durante la última década. Él divide las actitudes hacia el cambio climático en seis categorías: "alarmado", "preocupado", "prudente", "desconectado", "dubitativo" y  "descalificador".

La categoría de "alarmado", en un extremo del espectro, es el típico activista verde de la nación conductor de Prius [coche híbrido fabricado pro Toyota. N de la R.]. En el otro extremo están los escépticos, los que dudan y los que descalifican el asunto. Leiserowitz llama a estos escépticos "pesimistas", y hasta hace poco representaban una pequeña minoría de estadounidenses. Cuando comenzó a estudiar las actitudes ante el cambio climático en 2002, los pesimistas representaban sólo el 7 por ciento de los estadounidenses. El año pasado, esa cifra había aumentado a 26 por ciento. (En comparación, 23% son "prudentes", 31% "preocupados", y 14% están "alarmados".)

Tucker era un negador. "Creía, en el punto de  vista de Rush Limbaugh de que el movimiento ambientalista era "el nuevo refugio del pensamiento socialista", me dice. Tucker imaginaba a Al Gore y Van Jones (otrora asesor de Obama en empleos verdes) como líderes liberales en una trama que utilizaba el fantasma del cambio climático para obtener más poder. Leiserowitz llamaría a este modo de pensar "descalificador".

La conversión de Tucker comenzó cuando leyó Disconnect de Morris Fiorina, que describe la forma en que se dan las divisiones partidistas entre demócratas y republicanos, y señala que el ambientalismo solía ser una de las principales preocupaciones de los conservadores. Esto despertó la curiosidad de Tucker.

"¿Por qué ahora se asocia el ambientalismo sólo con el Partido Demócrata? Y fue a partir de esos cuestionamientos políticos que surgieron las preguntas científicas", dice Tucker. "Iba desde la política hasta la ciencia".

Después de eso, un amigo convenció a Tucker de revisar el Cuarto Informe de la Evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, la revisión por pares autorizada más reciente. "Al principio estaba un poco escéptico. Pero seguí leyendo, y simplemente había tanta evidencia, y estaba tan detallada, respaldada y documentada que me quedé como diciendo, "Mierda , esto es real".

En los meses transcurridos desde entonces, Tucker se ha convertido en un activo promotor de legislación sobre el clima: Trabaja con grupos como el Citizens Climate Lobby, escribe cartas a su representante estatal en defensa de la EPA, llama abiertamente a un sistema de tarifa por emisiones de carbono y continúa interpelando sobre el tema a sus amigos libertarianos.

Pero Tucker no ha encontrado mucha solidaridad desde su confesión. "No he recibido ningún correo electrónico, o contacto de nadie que haya tenido un recorrido similar", dice.

Sin embargo, antes de escribir el artículo, Tucker se reunió con dos compañeros conversos en el tema del cambio climático: el matrimonio Susan y Shamel Roger, ex-republicanos de Bedford, Massachusetts que se habían convertido en 2006 después de ver Una Verdad Incómoda. Antes de eso, los Shamels eran de los "dubitativos", en la terminología de Leiserowitz. Ambos eran republicanos de toda la vida, aunque el compromiso de Susan había comenzado a decaer cuando los republicanos atacaron a los derechos reproductivos de las mujeres.

Después de que su hija les instó a ver la película, comenzaron a investigar las cuestiones climáticas, abandonaron su afiliación con el partido republicano, y crearon la ONG Global Warming Education Network.

Pero desde entonces, han sido por lo general incapaces de convencer a sus amigos y familiares de la veracidad de la ciencia del clima, e incluso fueron ocasionalmente marginalizados. "Hemos encontrado nuevos amigos", dice Susan con ironía.

Esto es sorprendente, las ideologías arraigadas a menudo nublan la razón. Las personas somos propensas a lo que los psicólogos llaman "razonamiento motivado", por el que instintivamente ajustamos los datos disponibles para apoyar nuestras creencias preexistentes. Lo que significa que ni cuando se les confronta con los hechos, cambian los escépticos.

Es por eso que Tucker tenía que cuestionar la política primero, antes de intentar luchar con la ciencia. Y la debilitada ideología de los Shamels probablemente abrió la puerta a un análisis lúcido. El tener amigos y familiares dispuestos a guiarlos ciertamente ayudó, al igual que la decisión de mantener la mente abierta mientras vadeaban a través de los densos informes científicos (hay más estadounidenses que han leído Guerra y Paz de principio a fin que una sola página del 4 º Informe del PICC).

La renuencia de los escépticos a aceptar la nueva información es un rasgo que el físico John Cook conoce bien. Cook dirige Skeptical Science, un sitio web sumamente comprensivo destinado a refutar los argumentos de los escépticos del clima. Pero después de dirigir el sitio durante cinco años, sólo puede confirmar un caso único de un escéptico que se haya retractado.

Le pregunté a Anthony Watts, el meteorólogo que dirige el que puede ser el blog más popular de los escépticos del clima, Watts Up With That, qué podría llevarle a aceptar la ciencia del clima. Un "punto de partida para el proceso", dijo, no se iniciaría con más hechos, sino con una disculpa pública de parte de los científicos de alto perfil que los han designado a él y a sus colegas los "negadores".

Afortunadamente, la mayoría de los estadounidenses siguen siendo persuasibles. Las encuestas revelan que la opinión sobre el clima de la mayoría de los estadounidenses es relativamente fluida, y formada en gran medida por los acontecimientos actuales. "Gran parte del flujo y reflujo de la actitud del clima…  parece agua chapoteando en un pozo poco profundo", dice el escritor de temas del clima Andrew Revkin, del New York Times: "Muchas olas, muy poco contenido".

En otras palabras, un invierno particularmente crudo puede llevar a los estadounidenses hacia el extremo de los "dubitativos", y una ola de calor, al territorio de los "prudentes", pero estos eventos rara vez tienen efectos duraderos en el tiempo. Así que la creencia general en el cambio climático podría rebotar cuando la economía mejora, o a medida que aumenta el calor del verano. Pero, por supuesto, somos propensos a rebotar, a menos que, como Tucker y los Shamels, estemos convencidos de que hay evidencia suficiente como para unirse a las filas de los "interesados" o los "alarmados". Entonces, ¿qué es lo que podría llevar a los escépticos y indecisos hacia tales conversiones?

Para los escépticos, se requeriría probablemente desmontar grandes segmentos de la "industria de la negación": las corporaciones multinacionales, los thin-tanks conservadores, las cadenas de noticias partidarizadas que tienen un interés en promover la duda en torno a la ciencia del clima. Esto no sucederá en el corto plazo.

Los que simplemente "no están convencidos", requieren principalmente una mayor y mejor exposición a la ciencia. Las escuelas deberían proporcionar una mejor educación climática en sus programas de ciencia y los medios de comunicación deben mejorar su cobertura. Con la creciente evidencia científica cada vez menos refutable y los impactos del calentamiento cada vez más visibles, es posible que los estadounidenses se inclinen hacia los "preocupados". Y se queden allí.

Brian Merchant es un escritor independiente que reside en Brooklyn que escribe habitualmente sobre cambio climático


Fuente:
www.slate.com, 12 de mayo de 2011

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