Francia: llegó la primavera social

Hugo Moreno

26/03/2006

« el telón de fondo sigue siendo el de una crisis mayor, una auténtica crisis de régimen, porque lo que está en cuestión es la legitimidad misma del poder y de la representación política. La multitud de jóvenes, muy jóvenes, que se incorpora estos días a la acción política con tanta fuerza, no da el menor crédito a los políticos, ni se hace tampoco ilusiones sobre el sistema político actual »

Desde hace un mes, Francia está sacudida por un movimiento de protesta contra la ley denominada « Contrato de Primer Empleo » (CPE), que otorga a las empresas  el derecho de despedir a su conveniencia, en los primeros dos años, a los menores de 26 años, sin justificación ni indemnización alguna. Presentada como una medida destinadada a «crear empleo », en realidad, legaliza la precaridad, la discriminación y la injusticia social. Esta ley, aprobada por el senado y la cámara de diputados, controlados por la derecha conservadora, a medianoche y sin discusion previa, se convirtió en el caballo de batalla del primer ministro, Dominique de Villepin, delfín del presidente Chirac. A este desafío, le respondió una poderosa movilización social, cuyas consecuencias son aún imprevisibles. En todo caso, se trata del mayor conflicto social después de las grandes huelgas del sector público del año 1995, lo que es ya un dato muy significativo.

Una primera manifestación el 7 de marzo, fue seguida  por  huelgas, agitaciones y ocupación de universidades; luego por otra mayor el 18, convocada por la totalidad de las organizaciones sindicales, una acción que puso en las calles un millón y medio de personas en más de 150 ciudades del país. En un día radiante de primavera y un ambiente festivo y  combativo, 300 mil manifestantes recorrieron las calles de París entre la plaza Denfert Rochereau y la plaza de La Nación, un recorrido que comenzó a las 14,30 horas y terminó pasadas las 20 horas.

En dos semanas, la protesta contra el CPE se ha transformado en un movimiento social, una movilización in crescendo por el aumento numérico de los participantes y, sobre todo, por la radicalización de las reivindicaciones, incluído el apoyo de la opinión pública. Detrás del « No » a la ley de la precarización de Villepin se encuentran los indicios y los signos de un « No » mucho más profundo: el rechazo a la política neoliberal del gobierno más conservador que ha tenido Francia desde la Liberación. El primer ministro Villepin parece enrocado en sus posiciones, no se sabe por cuanto tiempo. Afirma con insolencia, hoy mismo, no aceptar ninguna de las sugerencias para suspender la ley y abrir negociaciones (que nunca tuvieron lugar) que formularon recientemente los presidentes de universidades; menos aún anularla, como exigen de consuno jóvenes, sindicatos y partidos de izquierda.

 « Sobre esta ley –dijo Villepin este 21 de marzo— hay tres cosas imposibles : la primera, es retirarla ; la segunda, suspenderla; la tercera, desnaturalizarla ». Imposible, dice este hombre que ocupa tan alto cargo sin haber sido jamás elegido en las urnas. « Sería una violación de los principios republicanos », agrega, con muletilla que repiten tanto él como los fieles de la derecha chiraquiana.  « En una República, es el parlamento el que decide, no la calle… » Estos conservadores –que, en el colmo de la impostura, se dicen reformistas— no se cansan de repetirlo, olvidando de ligero lo que nadie tiene derecho a ignorar, a saber : que la República nació en las calles y barricadas, aupada por aquella continuada insurrección ciudadana que fue la gran Revolución desde 1789 hasta, al menos, el Thermidor de 1794. Antes de que la primera Asamblea constituyente pusiera sobre papel la Declaración de los Derechos del Hombre, el pueblo de París - los sans culottes - había tomado la Bastilla y el Palacio de las Tullerías, y con sus luchas y sus picas habían aplastado a la Guardia Suiza y al ejército realista. ¿Se habrán olvidado o prefieren ignorarlo ?

¿ Pasará indiferente esta gente ante la leyenda inscrita en el umbral del Ayuntamiento de París : « Aquí  fue proclamada la Segunda República en 1848 » ? ¿ Habrán olvidado los manuales de la historia escolar ? Pues si la Primera República fue instituida por la Gran Revolución, la Segunda República nació de la Revolución de 1848, que sucedió a la Revolucion de 1830, quehabía uesto puso fin a la restauración absolutista. ¿Habrán olvidado también que la Tercera vino después de la derrota en la guerra y la Comuna de París de 1871 ? ¿Y qué lugar ocupan en su memoria las huelgas y las ocupaciones de 1936, con las que se obtuvieron conquistas históricas como la jornada de ocho horas y las vacaciones pagadas ? 

¿ No recordarán que los decretos y leyes del Marechal Petain fueron posibles por el voto mayoritario de una Asamblea Nacional que le acordó los plenos poderes (con excepción de los 80 parlamentarios socialistas y algunos independientes que no aceptaron el opropio, cuando ya los diputados comunistas habían sido expulsados de la cámara) ?

¿ No les dice nada Mayo 1968, la revuelta más extraordinaria de la juventud francesa simultaneada con una huelga general de diez millones de trabajadores que arrancaron conquistas sociales y económicas fundamentales? Todo eso, valga recordarlo, se obtuvo en las calles, con las luchas, las barricadas, la violencia social frente al orden establecido. La memoria es corta, como es bien sabido, para los conservadores. Por otra parte, es lo más probable que en cualquiera de las circunstancias evocadas ellos se habrían situado del « otro lado de la barricada », del lado del partido del Orden, nunca con quienes dicen « No » a la arbitrariedad porque siguen creyendo en la máxima fundatriz de la Francia moderna y burguesa de la que ellos usufructuan los privilegios :  Libertad, Igualdad, Fraternidad.  ¿ Acaso no resuenan todavía en las calles del actual París burgués y burocrático, vacío de sus clases populares, los ecos estruendosos de aquel grito revolucionario de perenne vigencia ? Caminando con los jóvenes en  estos días de alegría, resistencia y revuelta, me parecía a mí que los muros de las viejas casonas y los petits-palais de esta siempre hermosa ciudad respondían positivamente.

En esta primavera radiante, una nueva generación ha irrumpido en la escena social y política. Ahi están esos cientos de miles de jóvenes en movimiento, los más, apenas adolescentes, rompiendo con imaginación y combatividad el corsé  de una sociedad que los excluye, los tritura e intenta convertirlos en mercancía más. « No, la juventud no es una mercancía » ; « No, no somos basura » ; « Chirac-Villepin-Sarkozy : se les terminó a ustedes el CPE », decían algunas pancartas del sábado pasado. Y un grito generalizado acompañaba el desfile : « Resistencia, resistencia ». Con esta expresión se unían a todos los que, en los más diversos lugares del  mundo, resisten la ofensiva brutal del capital mundializado de nuestra época. Quizá muchos no conocían el manifesto del primer Foro de Porto Alegre, pero respondían en la misma onda : « El mundo no es una mercancía ».

Finalmente, eso es lo que está planteado en Francia, 38 años después de aquel magnífico 1968 que modificó a fondo una sociedad anacrónica. O sea, la exigencia de un mundo mejor, la resistencia contra la ofensiva destructora del capital que saquea y vende todo sin escrúpulos. En aquel entonces, en 1968, el general De Gaulle pudo salir indemne, cediendo al empuje incontenible de la revuelta estudiantil y de la huelga general obrera, gracias al apoyo de unos sindicatos y una izquierda partidaria que aceptaron el juego a cambio de importantes concesiones. Un año después, sin embargo, tuvo que abandonar el poder perdiendo un plebiscito que creía ganado de antemano… El viejo conservador, que supo en 1940 decir « No » a la colaboración y  llamó a la resistencia, tuvo que plegarse al veredicto de la calle y de las urnas. Algunos de sus pretendidos discípulos deberían sacar lecciones del que fue entonces su jefe. ¿ O quizá hubieran preferido al otro, al que respetó las leyes y violó la República, como hacen siempre los hombres del orden ?

En esta primavera, Francia está enfrentada nuevamente a un dilema mayor. Se equivocan quienes creen que la revuelta juvenil viene sólo del rechazo al « Contrato de Primer Empleo ». Éste no es sino el indicio elocuente de los conflictos profundos que desgarran a una sociedad sumida en la encrucijada de la restructuración neoliberal impuesta por el capitalismo mundializado. En su búsqueda desenfrenada de beneficio, el capital no conoce límites ni fronteras, aumentando sin cesar todas las formas de explotación, dislocando la sociedad, enfrentando jóvenes y viejos, asalariados y desmpleados, nacionales y extranjeros. De aquí las privatizaciones, el desempleo crónico, la desvalorizacion de la fuerza de trabajo, la precaridad, el saqueo de las conquistas económicas y sociales, el desmantelamiento del Estado Providencia, el reino del mercado como vector de la vida social, la arrogancia y la tiranía del capital en todos los niveles. Todo eso, en fin, que fue repudiado con el estruendoso  « No » a la constitución neoliberal europea el 29 de mayo 2005.

¿También lo olvidaron ? ¿ Ignoran también ese veredicto de las urnas ?

Parece que sí, a la vista de la insistencia. Pero no vieron venir la revuelta de los jóvenes, como tampoco vieron ni comprendieron el estallido de los suburbios de París y de las grandes ciudades en noviembre de 2005. Esa revuelta de los pobres, de los excluídos, de los hijos y nietos de los inmigrantes, que también decían a su manera : « No, ya basta ». Solo quedó el recuerdo de los actos de violencia y los « vandalismos » –la quema de autos–, último recurso de los desesperados. Pero ésta fue también una revuelta contra el mundo insoportable en que viven : condenados por una ideología que afirma la fatalidad y el darwinismo social; criminalizados con la amalgama fácil de « extranjero=pobre=delincuente ».¿Quien se preguntó entonces cuáles eran las condiciones de existencia de esos ghetos donde la desocupación llega al 50 % (9,5 en toda Francia,  25 % entre los 18 y 30 años)? La provocación injuriosa del ministro del interior, Nicolás Sarkozy, tratando indiscriminadamente de « canalla » y « delincuentes » a los jóvenes suburbanos, no hizo más que encender la chispa. El « incendio » y los ánimos pudieron calmarse solo dos meses después. Pero quedaron rescoldos. Esta capa de jóvenes franceses (de origen extranjero) se ha replegado, participan marginalmente en el actual movimiento social. La exclusión  material, social, cultural, racial, los ha mantenido encapsulados en sus barrios. Pero las fronteras son permeables, y los ecos de la revuelta estudiantil y popular contre el CEP no los dejan indiferentes. Saben por experiencia que son ellos los más expuestos, los que difícilmente tendrán acceso al mundo del trabajo, los que encontrarán siempre dificultades para alquilar un departamento, para organizar su vida, sufriendo el racismo y la xenofobia cotidianos.

Las manifestaciones recientes, con tanta presencia juvenil, fueron protagonizadas mayoritariamente por estudiantes universitarios y secundarios, empleados, funcionarios públicos, en su mayoría blancos y pertenenientes a las clases medias. Pero paulatinamente, con la incorporación de los estudiantes secundarios de los colegios e institutos suburbanos, el panorama se modifica y el ambiente se colorea en todos los sentidos. La juventud francesa es un arcoiris extraordinario, una de las riquezas con las que hay que contar.  No es infundado el  temor de que se vuelvan a « incendiar » los suburbios, una preocupación que embarga a los partidarios del orden existente y los reaccionarios de toda laya. Con el cínico desparpajo que le caracteriza, Sarkozy intentó trazar la diferencia entre los buenos « estudiantes que protestan » y los « delincuentes » … Inútil sofisma, que vuelve imprudentemente a jugar con fuego.

La derecha en el poder está dividida ante una situación que la desborda. Sin controlar, desviar o desbaratar la movilización, sus expectativas electorales en 2007 quedarán seriamente tocadas. Mientras tanto, la extrema derecha representada por Le Pen y Philippe de Villiers apoya al gobierno en su defensa a ultranza del CPE, llama a la represión, se frota las manos pensando a la disgregación de la derecha liberal y levanta como siempre el fantasma del « peligro comunista ». A veces, el delirio cobra formas no por grotescas, menos peligrosas. ¿ Cómo se las arreglará el ministro del interior, Sarkozy, para navegar por estas aguas ? ¿Qué perspectivas se ofrecen al gobierno Villepin ? Muchas cosas andan en juego en estos próximos días y semanas.

La jornada convocada para el martes 28 de marzo por todas las organizaciones sindicales y estudiantiles exigiendo la retirada del CPE será seguramente un momento clave. El gobierno Chirac-Villepin-Sarkozy se enfrenta a la perspectiva de la primera huelga general (aunque no quieran nombrarla así unos y otros y por razones diversas) después del gran movimiento social de 1995. Entonces, el primer ministro Alain Juppé, que se proponía una embestida contra la proteccion social y el sistema de jubilaciones,  tuvo que dar marcha atrás. La « calle » forzó su dimisión e impuso la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas. El escenario no es ahora el mismo. La situación actual es peor aún, pero el telón de fondo sigue siendo el de una crisis mayor, una auténtica crisis de régimen, porque lo que está en cuestión es la legitimidad misma del poder y de la representación política. La multitud de jóvenes, muy jóvenes, que se incorpora estos días a la acción política con tanta fuerza, no da el menor crédito a los políticos, ni se hace tampoco ilusiones sobre el sistema político actual.

Lejos estamos, por cierto, de una situación como la de 1968 : pleno empleo, poderoso movimiento obrero, vigorosa resistencia contra las guerras coloniales, resuelta aspiración a transformar el mundo a mejor. El movimiento social y las luchas actuales de la juventud  tienen como objetivo resistir a la ofensiva del capital, impedir que los siga triturando y que acabe con lo que queda de las conquistas de las generaciones precedentes. No es una lucha, por ahora, por imponer conquistas, sino para defender lo adquirido, para evitar que venga lo peor. Eso ya es suficientemente positivo, aunque por el momento no aparezca clara una salida inmediata. Entre otras cosas, porque buena parte de la izquierda tradicional fue ganada al social-liberalismo, y la izquierda radical aún no logra concertar un proyecto común de alternativa.

Sin embargo, una chispa de esperanza está encendida. La irrupción masiva de la juventud permite pensar y madurar, mientras se reconstruyen con formas inéditas, y a menudo sorprendentes, nuevas capacidades de organización y de acción. Si los sindicatos y los partidos de izquierda saben sacar provecho de esta coyuntura, abandonando los temores,  sectarismos y compromisos con el sistema capitalista, la posibilidad de crear una alternativa republicana y socialista, ausente por el momento, puede abrirse. Vale la pena recordarlo : no estamos en vísperas de la revolución, ni menos en una situación abiertamente revolucionaria como la de 1968.  Pero la derrota del gobierno conservador –que pasa por la retirada incondicional del CPE– es una condición fundamental para empezar a reconstruir la esperanza.  No nos queda otra, y ellos lo saben tan bien como nosotros. De aquí la crispación y el juego al borde del abismo que desarrolla Villepin con su intransigencia. Una brecha está abierta, aunque sólo sea porque la vieja clase dominante francesa algo aprendió de las turbulencias de la historia, y sabe que si no puede ingfligir una derrota, tiene que negociar. Tampoco a ellos les queda otra.

Para ensanchar esta brecha hay que pensar y sugerir ideas, avanzar proyectos alternativos. Las alternativas electorales, como se ha visto en los últimos 25 años, no modificaron substancialmente la situación. Incluso las grandes luchas de 1995, 2002 y 2004, que lograron frenar provisionalmente la ofensiva del capital en varios planos, no pasaron de ahí. Tras repetidos fracasos, nuevas propuestas programáticas y nuevas formas de « hacer política » podrían ahora abrirse camino.

El proyecto de una « renta básica social » asignada incondicionalmente a todos los ciudadanos, por ejemplo, podría ser una de las ideas idea-fuerza portadoras de alternativas, como respuesta inmediata, factible y fácilmente comprensible por todos al desempleo crónico,a  la injusticia y a la precariedad social (1). Porque no se trata solo de decir « no » al CPE u a otras propuestas en el mismo sentido, sino también de proponer alternativas viables y aglutinadoras, potencialmente capaces de unir a todos los productores y ciudadanos, cualquiera que sea su condición. El grito que lanzaron los jóvenes de los ghetos suburbanos en el otoño de la revuelta de los pobres : «¡ República para todos ! », está más vigente que nunca. Que Chirac, Villapin, Sarkozy y todos los de su casta hagan oídos sordos, es cosa que corre de su cuenta.

Para nosotros, no prestar oídos a ese grito sería, como poco, perder una oportunidad histórica. Porque el reto al que se enfrentan los jóvenes hoy (y no solo ellos) es el de construir las premisas políticas, ideológicas y culturales de una alternativa al capitalismo decadente ; abrir el camino hacia una sociedad de ciudadanos libres e iguales, capaces de administrar por sí propios la economía y la sociedad entera. ¿Utopía ? Si acaso, « utopía concreta » en el sentido del Ernst Bloch de 1968, o sea : necesaria y posible. Por esas mismas fechas (1968), nacía en la universidad de Nanterre el movimiento « 22 de marzo », núcleo iniciador de lo que luego explotó en mayo-junio. Los tiempos han cambiado, el mundo se modificó profundamente, pero la esperanza y el espíritu de rebelión de los que no se resignan a la fatalidad ni se pliegan frente a los dueños del poder, siguen germinando. La alegría contagiosa, los colores, las consignas, la combatividad y la creatividad de los jóvenes franceses en esta primavera de 2006 son síntomas de nuevos y frescos aires que pueden contener la regresión social que nos amenaza y ya nos está apretando en todos los niveles de la vida social. El martes 28 y en los próximos tiempos, en las calles de París y de las ciudades francesas se juega una baza capital. Sus consecuencias veladas sobrepasan la oposición al CPE y a la precarización agravada del trabajo. Lo que anda en juego es la perspectiva del movimiento social por un período histórico. Resistir, resistir, resistir, corea esta magnifica y colorida juventud que se ha lanzado a la calle exigiendo justicia, libertad, igualdad, fraternidad : las viejas y venerandas consignas de las revoluciones sociales de todos los tiempos. No queda, por ahora, sino resistir. Única manera, empero, de preparar el porvenir.- París, 22 marzo 2006.

Nota

(1)   Ver el artículo de María Julia Bertomeu y Daniel Raventós (Red Renta Básica, 27 de febrero 2006) publicado en « Sin Permiso ».

Hugo Moreno, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es docente investigador en la Universidad de Paris 8, Saint Denis. Acaba de publicarse su libro: Le désastre argentin. Péronisme, politique et violence social (1930-2001), París, Syllepse, 2005.

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Fuente:
www.sinpermiso.info, 26 marzo 2006

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