Las políticas energéticas de izquierda no pueden fundarse en el consenso. Entrevista

Hermann Scheer

09/04/2006

"No hay progreso sin disputa. No hay ciertamente progreso en el consenso energético. El sector energético se ha arrogado en el curso de los últimos 100 años –y se le ha concedido— el papel de un cuarto poder del Estado. Así que se han desarrollado relaciones muy intensas entre la política y las empresas. Por eso el consenso político es una vía falsa. No hay que arredrarse ante el conflicto, sino que la economía debe dividirse en lo atinente a las cuestiones energéticas"

Como publicista indómito, como pensador estratégico, como táctico consumado, Hermann Scheer es uno de los más caracterizados defensores mundiales de las energías renovables. Como diputado socialdemócrata en el Bundestag ha logrado reunir mayorías parlamentarias decisivas en favor de nuevas leyes de energía, y como presidente de "Eurosolar" ha venido organizando socialmente el compromiso con las energías renovables alternativas. Sus libros Solare Weltwirtschaft (Economía solar planetaria), Politiker (Políticos) y Energieautonomie (Autonomía energética) son, más allá de su competencia como experto, clásicos de la discusión de la reforma energética. Le entrevistó Hans Thie para el semanario alemán de izquierda Freitag .


FREITAG.- Las disposiciones generadoras y almacenadoras de corriente, vigentes desde hace 20 años, de la  "Ley de energías renovables" han generado un verdadero boom de parques eólicos, instalaciones solares y bioenergéticas. Como padre espiritual de esa ley debería estar más Usted que contento. ¿Por qué, sin embargo, llama a la cautela? 

HERMANN SCHEER.- No llamo a cautela. Prevengo contra la ingenuidad de creer a pies juntillas el sinnúmero de  declaraciones puramente de boquilla que entretanto han venido a convertirse en la norma. Oficialmente, hoy, todo el mundo está a favor de las energías renovables. Pero bajo el manto de esa toma de posición, el presente sistema energético recibido se prepara para una larga marcha, la resoluta falta de inhibiciones de la cual rebasa manifiestamente la fantasía del grueso de sus críticos. Basta observar en qué se está trabajando actualmente. No se trata sólo de volver a poner en el orden del día la energía atómica. A toda máquina, y cueste lo que cueste, se exploran para su explotación las fuentes energéticas fósiles no-convencionales, no sólo las pizarras bituminosas del Canadá, por ejemplo, sino también los metano-hidratos oceánicos. Y lo siguiente serán las reservas de gas y petróleo que se sospechan bajo las masas del hielo ártico. Este sistema energético recibido, responsable de la crisis climática planetaria, ignora toda cautela, librándose en cambio al más desapoderado cinismo, patente en la consigna: que se funda el manto de hielo que cubre los polos no es, desde luego, bonito, pero nos asegura posibilidades nuevas.

 
F.- Las transnacionales del petróleo y la electricidad podrían en el futuro subirse al carro del negocio de las energías regenerables. ¿Descarta Usted eso?

HS.- Hasta ahora, esos compromisos públicos no han pasado de ser meros ejercicios de relaciones públicas. Unas pocas empresas tratan de acompasarse un tanto a los nuevos desarrollos, pero jamás como fuerza impulsora de los mismos. La Shell, por ejemplo, se ha subido desde hace unos años, con gran alarde publicitario, al carro de la tecnología fotovoltaica, pero sólo en la producción de módulos solares. Es lo más fácil. Eso lo puede hacer cualquier empresario medio. En lo que la Shell podría verdaderamente contribuir, por sus posibilidades de aportar mucho capital, es en la producción en masa del silicio solar, el verdadero cuello de botella actual; y aquí no ha hecho nada. Mientras las grandes corporaciones petroleras se limiten a competir con empresas de tamaño medio, en vez de entrar en lo verdaderamente importante, sus compromisos públicos no podrán siquiera considerarse compromisos con reservas. No es pues sorprendente que la Shell se haya apeado hace poco de la tecnología fotovoltaica, un sector ajeno a la empresa. Si hubiera un interés serio en las energías renovables, los empresarios del petróleo y de las refinerías deberían mostrarse activos en sus sectores originarios y ofrecer energías basadas en la biomasa. Y eso es precisamente lo que no hacen.

 
F.- Pero hasta los ejecutivos de las petroleras saben que la era del petróleo se acabará en algún momento...

HS.- Claro que lo saben. Sin embargo, siguen como si nada, mientras la cosa, de uno u otro modo, marche. Por qué es así, es lo que he tratado de explicar detalladamente en mis libros Solare Weltwirtschaft [Economía solar planetaria] y Energieautonomie [Autonomía energética]. El axioma básico reza así: un sistema energético jamás es neutral respecto de sus fuentes energéticas. En todas y cada una de sus facetas, tiene que encajar con sus fuentes. Desde las técnicas de obtención y transformación de la energía hasta las formas empresariales, pasando por las infraestructuras necesarias: todo depende de las fuentes energéticas y se acopla funcionalmente a ellas. De aquí que todo sistema energético sea partidista y se atenga a sus fuentes energéticas, a fin de proteger un gigantesco entramado de inversiones, estructuras y poder. Tanto más ingenua y apolítica es la idea de que los actuales suministradores de energía podrían llegar a pasarse sencillamente a las energías renovables. Ocurre más bien, y esto es lo propiamente fatal, que se mantiene y tolera su actividad monopólica, como si sólo con ellos fuera posible un suministro continuado.

 
F.- En Alemania al menos, las corporaciones eléctricas están también a la defensiva. Las energías renovables les quitan segmentos de mercado, motivo por el cual se exigen garantías para la duración de las nuevas centrales de energía.


HS.- Exigir garantías de inversión sería directamente anticonstitucional, o al menos incompatible con la legislación europea. Hay que ver claramente qué posibilidades se dan para el aseguramiento de las inversiones futuras. Resulta entonces patente de qué se trata realmente. En primer lugar, y desde un punto de vista teórico, podría pensarse en el restablecimiento de los monopolios sectoriales. Eso sería ciertamente incompatible con el mercado interior europeo, lo que hace que no sea una opción realista. Podría, en segundo lugar, imaginarse una garantía planificada de reducción, algo así como una cuota elefantiásica a favor de las grandes centrales energéticas. Tampoco eso se compadecería con las reglas del mercado, y no resultaría ni justificable ni realizable. Sólo queda entonces, en tercer lugar, un ataque en toda regla a la "Ley de energías renovables". Con sólo que esta ley se empleara en lo venidero de una manera tan dinámica como ha venido aplicándose hasta ahora,  es claro que una gran inversión en una central energética tradicional, que necesita varios años para su construcción y que sólo funciona luego unos 20 o 25 años, apenas resultaría calculable. Esos proyectos resultan demasiado arriesgados cuando el incremento de las energías no renovables prosigue al ritmo ininterrumpido que hemos visto en los últimos tiempos.

F.- ¿Cómo podrían impedirlo las grandes empresas alemanas de electricidad, una vez que el roll back político-energético que se habría puesto en marcha con la coalición negro-amarilla [cristianodemócratas y liberales] ha quedado en nada?

HS.- El sector eléctrico ya se había preparado programáticamente, organizando su congreso anual en julio de 2005 bajo el notable título siguiente: "Política energética, ¿sostenible o ecológica?".  Ese congreso resolvió exigir un modelo de cuotas. Con una cuota fija para las energías renovables y las correspondientes licitaciones, las grandes empresas eléctricas podrían sacar provecho del poder de su capital frente a ofertas nuevas e independientes, hacerse con el asunto y recuperar el monopolio inversor. Es decir, exactamente lo que, al menos parcialmente, habían perdido en los últimos cinco años. El caso es que el planeado ataque directo a los electores y a la SPD [partido socialdemócrata alemán] ha fracasado, manteniéndose firmes los socialdemócratas en la defensa de la "Ley de energías renovables", que consideran como propia. Pero con eso no ha terminado el conflicto; se ha trasladado éste ahora al plano de los Länder federales, sobre todo con trampas administrativas. Así, por ejemplo, en Baden-Würtemberg unas limitaciones muy restrictivas en lo que hace a su altura impiden el llamado repowering de las instalaciones captadoras de energía eólica. Los molinos de viento existentes apenas pueden ser substituidos por otros más altos y mucho más eficaces. En Renania del Norte/Westfalia normas más y más estrictas reguladoras de la distancia limitan la producción de energía eólica.

F.- Los grandes consorcios eléctricos preferirían contar con barreras mayores, lo más legales posible.

HS.- Por eso hay que esperar un ataque a escala europea. Los argumentos serán de este tenor: No podemos anticiparnos demasiado al desarrollo europeo; el mercado tiene que decidir respecto de la eficiencia de las fuentes energéticas; sólo las cuotas y el comercio de los certificados de emisiones son compatibles con las leyes del mercado. Se lanzarán a la opinión pública los consabidos códigos envenenados: armonización europea, favorecer lo que sea más eficiente, favorecer lo que resulte más conforme al mercado. Un peligro mayor es que partidarios honrados de las energías renovables, incluidas instituciones de la "eco-escena", se traguen esas eufónicas palabras, sin percatarse de que no responden sino a una ideología de mercado. Quien sólo se preocupa de que el sector eléctrico incorpore a su cartera de negocios una cuota fija de energía de origen eólico, solar o biomásico, no hace sino dar pasto a los enemigos de las energías renovables. 

F.- Tal peligro podría muy pronto ser ya una realidad en otro sector energético. Un reciente acuerdo gubernamental prevé acabar antes de lo previsto con las desgravaciones fiscales de que actualmente gozan las energías procedentes de la biomasa. Se comenzará por gravarlas con unos pequeños impuestos. Luego, posiblemente, las ventajas fiscales que ahora tiene una llamada mezcla obligatoria de transición –de Diesel a Biodiesel, por ejemplo— serán completamente anuladas. La oferta independiente de energías totalmente procedentes de la biomasa se quedaría sin la menor oportunidad, y las transnacionales pasarían a controlar algo en lo que no tienen el menor interés.

HS.- El proyecto gubernamental es irrealizable en muchos aspectos. Que el combustible puramente vegetal tenga un gravamen superior al del biodiesel es una tontería de todo punto injustificable, un puro acto de arbitrariedad. Porque en el caso de los combustibles vegetales hay que tomar en cuenta los costes de remodelación de los motores, y naturalmente también el hecho de que el mercado para los combustibles vegetales es un mercado incipiente, mientras que el mercado para el biodiesel está ya medianamente establecido. Es de una importancia capital que todas las bionenergías gocen de ventajas de precios frente a los combustibles fósiles, aun en el caso de que tengan que soportar una pequeña carga fiscal. El peso fiscal no debería ser proporcional a los costes de producción específicos de la bioenergía en cuestión. A pequeños costes de producción podrían corresponder impuestos más elevados, y al revés, de modo que el entero abanico de combustibles alternativos de origen vegetal tuviera una oportunidad. Una posterior carga fiscal diferenciada está ya en la fundamentación originaria de las actuales posibilidades de exención fiscal de los combustibles de origen mineral. De manera que los pequeños impuestos a la bioenergía que ahora están en el tablero no son lo capital de la disputa. La verdadera batalla se dará en torno del intento, ya anunciado, de sustituir completamente las actuales desgravaciones fiscales por una mezcla obligatoria. Una decisión así sería devastadora e inaceptable.

F.- No obstante, a muchos políticos les convence la idea de una cuota de mezcla legalmente fijada como un instrumento fácil y seguro de manejar. Se dicen a sí mismos: Fijamos la parte correspondiente, podemos gravar fiscalmente esa parte exactamente igual que el combustible de origen mineral y las empresas no tienen sino adaptarse a nuestras prescripciones.

HS.- También el ministro de finanzas ha caído de pleno en la trampa avanzada por este argumento corruptor. Sin embargo, eso tendría efectos devastadores. Porque ¿qué traería consigo la obligación legal de que un porcentaje de biodiesel se añadiera al diesel mineral, o de que un porcentaje de bioetanol se añadiera a la gasolina? En primer lugar, quedaría intacto el monopolio exclusivo de la oferta por parte de las actuales empresas petroleras. Las bioenergías puras, sin exenciones fiscales, no tendrían la menor oportunidad. Se le arrebataría toda dinámica al sistema. Eso es hostil a los innovadores y a los productores medianos. Cualquier intento de elevar luego la cuota, la parte de mezcla, sería una batalla campal. Se entregaría así la iniciativa de introducir en el mercado las energías renovables a quienes no tienen el menor interés en introducirlas. En segundo lugar, los fabricantes de vehículos no tendrían la menor presión para colocar en el mercado una nueva generación de automóviles que pudieran funcionar sólo con combustibles procedentes de biomasa. En vez de eso, lo que habría que esperar son los llamados combustibles biosintéticos, para los que no se necesita una nueva generación de motores. Eso significaría, empero, que en los próximos quince años no pasaría nada, un aplazamiento de todo punto irresponsable. Y en tercer lugar,  las transnacionales petroleras harían todo lo posible a escala planetaria para minimizar, sin asomo de consideración ecológica, los costes de sus bio-obligaciones. Puesto que la energía de origen vegetal más barata es la procedente de las grandes plantaciones tropicales, habría que contar con una acelerada deforestación de las selvas húmedas.

F.- ¿Cómo quiere Usted impedir la anulación de las ventajas fiscales de los combustibles procedentes de biomasa?

La posición por mí mantenida es inequívocamente mayoritaria en la fracción parlamentaria de la SPD. Incluso en la CDU [unión democristiana]  y en los gobiernos de los Länder las exenciones y ventajas fiscales gozan de amplias simpatías, porque sin ellas quedaría amenazada toda la industria de tamaño medio. La cuestión es sólo: ¿quién mantendrá el tipo cuando las cosas se pongan bravas, cuando el gobierno comience a trenzar unas decisiones con otras y las presente en paquete? Mi respuesta: tal será, precisamente, la hora del Parlamento. Entonces tendrán que dejar claro los diputados del Bundestag que no aceptan asaltos a mano armada. Hay que arriesgarse al conflicto.

F.- Considerando la cantidad de políticos que figuran en las nóminas de las grandes empresas energéticas, ¿hay todavía en el Parlamento coraje y libertad suficientes para dejarse guiar exclusivamente por los criterios de la razón?

HS.- No hay progreso sin disputa. No hay ciertamente progreso en el consenso energético. El sector energético se ha arrogado en el curso de los últimos 100 años –y se le ha concedido— el papel de un cuarto poder del Estado. Así que se han desarrollado relaciones muy intensas entre la política y las empresas. Pero más allá de los vínculos personales –muchas veces corruptos—, hay causas estructurales de ese apego a un sistema energético obsoleto. Porque no es el caso que todas las inversiones en el sistema se amorticen simultáneamente en el mismo instante. Eso vale no sólo para las centrales energéticas, sino también para los sistemas de transporte y distribución, para las licencias de suministro y para muchas más cosas. De continuo se avanzan inversiones complementarias, que generalmente están concebidas para el largo plazo. De aquí la pretensión de persistir en el negocio original mientras, de una u otra forma, éste funcione y sin atender a las consecuencias. Por eso el consenso político es una vía falsa. No hay que arredrarse ante el conflicto, sino que la economía debe dividirse en lo atinente a las cuestiones energéticas.

Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss

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Fuente:
Freitag, 7 abril 2006

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