Con crisis o sin ella, con déficit o con superávit, el primer derecho debe ser el de la existencia. Entrevista

Daniel Raventós

11/03/2012

La revista Diagonal entrevistó a Daniel Raventós, del comité de redacción de Sin Permiso, sobre algunos aspectos de la reforma laboral.

DIAGONAL: La reforma laboral apuntala el discurso de los sacrificios para salir de la crisis, en el caso del mercado laboral-productivo la llamada "devaluación competitiva", ¿Qué indicadores pueden tomarse para demostrar que no va a ser así?

DANIEL RAVENTÓS: Una reforma laboral no puede por sí misma motivar la creación de empleo. Todas las reformas laborales que ha habido en el Reino de España han tenido como objetivo declarado el incremento de la ocupación. Cuando un empresario debe decidir sobre inversión que puede crear empleo, lo que tiene en el primer lugar de sus preferencias es la obtención de beneficio. Y la perspectiva de la obtención del beneficio depende de variables económicas y políticas que solamente afectan de modo muy parcial al mercado laboral. Dicho lo cual, debe añadirse inmediatamente que esta reforma laboral del gobierno del PP tiene como objetivo no declarado decantar aún más que ya lo habían hecho las reformas laborales anteriores las relaciones de fuerza entre clases (por utilizar las buenas y viejas expresiones) a favor de la patronal. No hay nada parecido a “sacrificios compartidos”, no hay nada parecido a “interés de la economía española”; hay sacrificios de la gran parte de la población no rica y hay el interés económico de unas clases ricas cleptómanas y sin límite de codicia. Los indicadores del Banco de España, del FMI, de Funcas apuntan a una contracción del consumo privado, un aumento del paro y de la pobreza… consecuencias de las medidas de austeridad que el gobierno del PP viene adoptando como continuación de las puestas en marcha desde mayo de 2010 por el anterior gobierno del PSOE. La reforma del mercado laboral es una vuelta de tuerca más. La próxima vuelta será el ataque legal al derecho de huelga.

D.: Entretanto, las medidas apuntan a un cambio grave en el modelo de relaciones laborales establecido. ¿Qué definirá la estructura del mercado laboral después de la reforma?

D. R.: Muy resumidamente: el empresario gana mucho poder de decisión en las relaciones laborales, se busca el disciplinamiento de los trabajadores al abaratar más el despido y los contratos laborales. Se busca también debilitar las fuerzas sindicales y organizadas de la clase trabajadora. En definitiva, lo que comentaba más arriba: esta reforma laboral tiene como objetivo no declarado decantar aún más la estructura del mercado de trabajo, es decir las relaciones de fuerza entre clases, a favor de la patronal.

D.: A la espera de una huelga general que de momento sigue siendo bastante probable y con pruebas de la difícil aplicabilidad de algunos puntos (que se van a llevar al tribunal constitucional), dentro de las exigencias de derogación del texto ¿qué puntos crees que son los más problemáticos y que deberían focalizar la atención de las protestas de los sindicatos?

D. R.: En realidad, toda la reforma es problemática. Pero puestos a destacar los puntos quizás más peligrosos serían estos: el aumento de la movilidad geográfica y funcional, el descuelgue de los convenios colectivos, la supresión de la autorización administrativa para las suspensiones de contrato, los despidos y las modificaciones horarias, la eliminación de las causas de despido objetivo (que basten dos trimestres de descenso del volumen de ventas para despedir en las empresas con más de cien trabajadores al 10% de la plantilla es realmente algo terrorífico), la reducción de la indemnización por despido improcedente, y, solamente por añadir uno entre otros puntos, la posibilidad del despido de trabajadores fijos de la administración pública por razones bastante arbitrarias.

Para añadir una idea: los sindicatos y todas las fuerzas que se oponen a esta (contra)reforma laboral deberían defender el derecho a la existencia de toda la población. Con crisis o sin ella, con déficit o con superávit, el primer derecho debe ser el de la existencia. Aunque fueron dichas hace más de dos siglos, las palabras al respecto de Robespierre siguen siendo, desgraciadamente, de rigurosa actualidad:

“¿Cuál es el primer fin de la sociedad? Mantener los derechos imprescriptibles del hombre. ¿Cuál es el primero de esos derechos? El de existir. La primera ley social es, pues, la que asegura a todos los miembros de la sociedad los medios de existir; todas las demás se subordinan a ésta; la propiedad no ha sido instituida, ni ha sido garantizada, sino para cimentar aquella ley; es por lo pronto para vivir que se tienen propiedades. Y no es verdad que la propiedad pueda jamás estar en oposición con la subsistencia de los hombres.”

Algo que el gobierno del PP (y tantos otros en el mundo actual) parecen entender exactamente al revés. Para ellos, la propiedad no solamente es el primer objetivo a mantener y engrandecer sino que debe serlo aunque esté “en oposición con la subsistencia de los hombres".

Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del comité científico de ATTAC. Su último libro, coeditado con David Casassas, es La renta básica en la era de las grandes desigualdades (Montesinos, 2011).

Fuente:
http://www.diagonalperiodico.net, 7 de marzo de 2012

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