Los derechos de autor de la Baja Edad Media. El partido Pirata y el software libre

Dean Baker

20/05/2012


Una de las singularidades de los resultados en Alemania de las recientes elecciones y en otras partes de Europa es la subida del partido Pirata. Esta formación recibió el 7,8% de los votos en Renania-Westfalia ayer (14 de mayo), siendo el cuarto estado alemán en donde tiene el necesario apoyo electoral para entrar en el parlamento. También alcanzó los votos suficientes para conseguir escaños en el parlamento europeo. Se espera de forma generalizada que el partido Pirata supere el umbral del 5% en las elecciones alemanas generales del próximo año, lo que permitiría que entrase en el parlamento nacional.

Como muchos de los nuevos y rápidamente crecientes partidos, el partido Pirata tiene un programa ideado a medio hacer e indudablemente supone muchas cosas diferentes para diferentes partidarios. Sin embargo, un objetivo claro es apoyar la libertad en Internet. Eso quiere decir una rebelión contra los esfuerzos gubernamentales para rastrear a los usuarios y limitar las descargas de la red.

En la cabeza de la lista de los demonios del partido Pirata está acertadamente la protección de los derechos de autor. La protección de los derechos de autor es una reliquia anticuada de la Baja Edad Media sin sentido en la era digital. Es disputable si algunos monopolios concedidos por el gobierno fueron siempre la mejor manera para financiar la producción del trabajo creativo y artístico, pero ahora que Internet permite que este material sea descargado instantáneamente a coste cero en cualquier parte del mundo, los derechos de autor son claramente una restricción contraproducente para la tecnología.

Como sabe todo aquel que haya cursado una clase introductoria de economía, el mercado trabaja mejor cuando los productos se venden a su coste marginal. Lo que quiere decir que maximizamos la eficiencia cuando la música registrada, las películas, los vídeo-juegos y el software están disponibles para los usuarios a coste cero. Los honorarios que el gobierno permite que impongan los beneficiarios de los derechos de autor crean distorsiones económicas en el mismo sentido que los aranceles sobre los coches o la ropa de importación conllevan asimismo distorsiones económicas.

La gran diferencia es que las distorsiones de la protección de los derechos de autor son mucho mayores. Mientras que los aranceles sobre coches y ropa raramente exceden del 20-30%, el coste adicional impuesto por la protección de los derechos de autor es el entero precio del producto. Las películas que serían libres en un mundo sin protección de los derechos de autor pueden costar 20 ó 30 dólares. Lo mismo vale para los vídeo-juegos, y el precio del software protegido por los derechos de autor puede dispararse en miles de dólares.

En total, centenares de miles de millones de dólares al año fluyen desde nosotros hacia aquellos monopolios con los derechos de autor concedidos por el gobierno, como Disney, Time-Warner y Microsoft. Este flujo de dinero canalizado por el gobierno empequeñece el tamaño de las cuestiones que calientan a los políticos de Washington, como es el caso del recorte hecho por Bush de impuestos a los ricos.

Claro que necesitamos pagar a los trabajadores creativos, pero debemos buscar mecanismos más eficientes, donde un mayor porcentaje del coste sufragado públicamente termine en los bolsillos de los trabajadores. Ya existen algunas alternativas. Hay mucho trabajo creativo en los Estados Unidos y alrededor del mundo que es apoyado directamente por los gobiernos o por organizaciones privadas sin ánimo de lucro. De esta manera, escritores, músicos y otros trabajadores creativos son remunerados por su trabajo en el tiempo en que lo realizan. No es necesaria ninguna protección de derechos de autor.

Sin embargo, necesitaríamos claramente mucha más financiación si se pierde el flujo del dinero de la protección de los derechos de autor. Una posibilidad es un comprobante de libertad artística. Se trata de un crédito fiscal reembolsable de alrededor de 100 dólares que cada persona podría usar como apoyo al trabajador(es) creativo(s) de su elección. Sería algo similar a la deducción fiscal por beneficencia, excepto que sería un crédito. La condición para la obtención del dinero es que el trabajador no estaría autorizado para obtener una protección de los derechos de autor durante un cierto período de tiempo (por ejemplo, cinco años).

Un programa como este debería generar una gran cantidad de material que podría ser accesible libremente en todo el mundo. Los poderes del gobierno ya no serían utilizados para atascar Internet, y podríamos ver el final de desastres legislativos, como la ley de alto a la piratería por Internet (Stop Online Piracy Act), que pretende convertirnos a todos en vigilantes de los derechos de autor.

También necesitamos nuevos mecanismos para apoyar el desarrollo del software. Aquí también hay una gran cantidad de software que se desarrolla año tras año que no depende de ninguna protección de los derechos de autor. Mucho de este material es software de encargo para compañías específicas. Otro software está explícitamente creado para ser de libre disposición para todos.

El desarrollo de los mejores mecanismos para apoyar al trabajo creativo aportará más pensamiento y más debate. Pero ya hace mucho tiempo que deberíamos haber iniciado este proceso y que deberíamos habernos librado de un sistema de derechos de autor anticuado y sin futuro.

El partido Pirata ha hecho una contribución enormemente importante a este proceso. Aunque es poco probable que se convierta nunca en un partido dominante en Alemania o en cualquier otro lugar de Europa, puede ayudar a remodelar la agenda política en el mismo sentido que el partido Verde lo hizo hace más de tres décadas.

Dean Baker es co-director del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy and False Profits, Berret-Koehler Publishers, 2009.

Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Raventós

Fuente:
Counterpunch.org, 15 de mayo de 2012

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