El tratado fiscal europeo es enemigo de la democracia. Por eso votaré en contra

Sahra Wagenknecht

24/06/2012

Decantados definitivamente la vieja SPD y los Verdes del lado populista del suicida pacto fiscal europeo propuesto por Merkel, la única voz parlamentaria de la razón económica y de la justicia social en el Bundestag alemán parecen ser ya sólo los diputados de la Linke.

La canciller alemana, Angela Merkel, ha resultado clave a la hora de decidir el curso de la política europea respecto a la crisis. El tratado fiscal y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (el ESM) son un intento de dictar indefinidamente esta política a los países de Europa. Esta estrategia ignora, sin embargo, dos hechos fundamentales. En primer lugar, sólo después de la crisis financiera mundial de 2008 comenzaron a aumentar las deudas del Estado, debido a la recesión global y a los paquetes de rescate bancario. No es cierto que los países europeos hayan estado viviendo por encima de sus medios. En segundo lugar, la política de crisis ignora el hecho de que los intensos recortes presupuestarios tienen repercusiones negativas sobre el crecimiento económico.

En el peor de los casos, este tipo de política lleva a la recesión. En Grecia se ha llevado esta política al extremo. En los últimos años, la economía griega se ha desplomado en un 20%, lo que habitualmente sucede sólo en tiempos de guerra. El desempleo juvenil de Grecia, al igual que el de España, llega hoy hasta el 50%. El resultado consiste en un brusco descenso de los ingresos tributarios que conduce a un creciente aumento de la deuda del Estado griego, pese a todos los recortes del gasto. Esta política, entretanto, ha llevado a la recesión a toda la zona euro. La Comisión de la UE prevé un crecimiento negativo para 2012.

Aplicar el tratado fiscal en una situación así coaccionaría al conjunto de Europa a recortar presupuestos durante décadas y con ello estrangularía de modo permanente el crecimiento económico. Ningún país de la eurozona – con la excepción de Finlandia y Estonia – habría satisfecho los criterios de del tratado fiscal en 2011. Esto quiere decir que el 98% de la economía y la población de la eurozona se habrían visto sujetos a recortes presupuestarios cuasi automáticos en 2012, con Bruselas controlando su puesta en práctica. El tratado fiscal es enemigo de la democracia porque ningún gobierno electo tendría la posibilidad de revocar esta política al dictado. El tratado internacional no permite una terminación unilateral. Su incumplimiento llevaría a procesos judiciales ante el Tribunal Europeo y por ultimo al pago de una multa por parte del país en cuestión. El tratado fiscal constituye una escandalosa privación de la voluntad de la población.

Es extraño que de todos los gobiernos sea el de Alemania la fuerza impulsora de este dislate. Al fin y al cabo, fue Alemania la que a comienzos de los años 30 experimentó de primera mano una política que llevó a la catástrofe, primero nuestro país, y luego al mundo entero. Una política carente de toda solidaridad resulta también incomprensible, pues el capital alemán es el que por medio de una agresiva política de exportaciones se ha beneficiado muy por encima de la media de la moneda común desde que entró en vigor. Por esta razón es por lo que resulta importante recordarle a Merkel siempre que se pueda su destructivo papel. Muchos son los que de momento consideran los acontecimientos de Europa un peligro para la economía mundial. Las declaraciones de los jefes de gobierno en la cumbre del G20 mostraron esto con claridad. Peor incluso resulta, por supuesto, que esta política divida a Europa y destruya el futuro del pueblo.

A fin de romper el círculo vicioso, se hace necesario detener el tratado fiscal y la política de recortes presupuestarios que lo acompaña. De otro modo, todas las decisiones destinadas a añadir impulsos para el crecimiento solo podrán considerarse hojas de parra. No se pueden conseguir unas finanzas públicas sólidas mediante un tratado fiscal que estrangula el crecimiento y los ingresos fiscales. Los presupuestos del Estado sólo pueden restañarse aumentando los ingresos estatales mediante una estricta redistribución de la riqueza. Las elevadas deudas en ascenso y la riqueza desigualmente distribuida son dos caras del mismo problema, que puede resolverse adecuadamente con tributos a los millonarios y a las ganancias elevadas. Con el tratado fiscal, no se podrá  aplicar una política alternativa durante mucho tiempo, pues el tratado establece de modo explícito que resulta primordial la consolidación presupuestaria mediante los recortes del gasto.  

Por esta razón, votaré en contra de la ratificación del tratado fiscal y del programa de rescate permanente en el Bundestag alemán, junto con mi grupo parlamentario, Die Linke (La Izquierda). De aprobarse, lo que por desgracia es probable, dado que los demás partidos de oposición en el Parlamento alemán han cedido en su postura, tomaremos acciones legales y presentaremos recurso  ante el tribunal constitucional alemán.   

Sahra Wagenknecht es miembro del Bundestag alemán, vicepresidente de Die Linke y de su grupo parlamentario. Ha publicado varios libros sobre cuestiones económicas, el último Freiheit statt Kapitalismus  (Libertad en lugar de capitalismo).

Fuente:
The Guardian, 23 junio 2012

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