El aprendiz de Sostres

Max Pradera

01/09/2013

Si me he avenido a responder, por alusiones, al artículo de Arcadio Espada titulado ¡Jodete! (http://elmundo.orbyt.es/2013/08/21/tu_mundo/1377119677.html) en el que, incurriendo en la más baja de las argumentaciones, ad hominem, nos despacha al doctor Gaspar Llamazares y a mí mismo con el calificativo de andrajos morales es, únicamente porque varios amigos míos así me lo han solicitado.

A veces las personas que te estiman –compañeros, hijos, amantes – se sienten mucho más agraviadas por un ataque o descalificación gratuita a tu persona de lo que pudiera sentirse uno mismo. Los que me conocen bien saben que la mayoría de las veces, los insultos que me dedican en los medios –bufón, gentuza, etc– por un oído me entran y por el otro me salen. De modo que las palabras que siguen ha de considerarlas el lector más como un acto de reparación y afecto hacia mi pelotón de incondicionales que como un reproche periodístico o moral al susodicho plumilla,  al que siempre he tenido en tan baja consideración literaria e intelectual que podemos decir, con expresión de la calle, que todo cuanto escribe o profiere por la radio, con su voz aguardentosa, cansina y monocorde me la sopla, me la bufa y me la refanfinfla.

Por si no hubiera quedado claro en el párrafo anterior: la pereza mental que me produce este aspirante a provocador, este catecúmeno de la polémica, este aprendiz de Sostres, es de tal calibre que por no tener que ocuparme de su texto farragoso y repetitivo,  preñado de falacias, habría pasado por alto los epítetos que me dedica en su textículo, obviando incluso, de haberlas habido, injurias y calumias más graves, en las que a veces, como luego señalaré, es capaz de incurrir alegremente este infeliz. (http://www.cadenaser.com/cultura/articulo/cercas-arcadi-espada-quiere-hacerme-dano/csrcsrpor/20110216csrcsrcul_3/Tes)

Si como sofista, Arcadi es dificil de encuadrar (¿es de derechas, o de ezquerras, de arriba o de abajo, del centro o p´adentro?), en el terreno de la comunicación sólo cabe un nicho posible para él, que es de los pelmazos. No en vano en esta próxima temporada causa baja en uno de los programas punteros de la radio española, Julia en la Onda, desde el que ha estado martirizando a los oyentes durante un año interminable, con peroratas triviales y supuestamente transgresoras, a las que solo su pariodable y parodiado frenillo (dos geniales humoristas se reían de él en su propio programa) conferían cierto gracejo expresivo.

Pero vayamos a lo que tanto ha molestado a mis amigos, que es el hecho lamentable de que este pistolero a sueldo de Pedro J. Ramírez se ha permitido llamarnos al diputado Llamazares y a mí mismo, andrajos morales. Es preciso poner al tanto al lector de que los párrafos engendrados por Arcadio son posteriores a un artículo recientemente publicado por mí, en el Huffington Post, http://www.huffingtonpost.es/maximo-pradera/falacias-y-falocias_b_3731006.html en el que propiné tal somanta dialéctica a Salvador Sostres, que éste se ha tenido que dar de baja en Twitter, porque en pocos días se había convertido en el hazmerreír de la comunidad internauta. Y que da la casualidad de que ese mismo artículo, en el que el melifluo adulador lisonjeaba hasta la nausea al director de El Mundo,  contenía párrafos bien documentados, que denunciaban su incoherencia moral y su vanidad patética. Como los jerifaltes rara vez se rebajan a mancharse las manos con la sangre de los insolentes que les llevan la contraria, es harto verosímil que Pedro J., rencoroso y vengativo como un capitán Achab con corpiño, le haya dicho a Arcadio en una conversación informal: ocúpate de Pradera. Y que Arcadio, con la celeridad del lacayo que se derrite por agradar al amo, haya aprovechado la primera ocasión que se le ha presentado para regalarle el oído a este quiero y no puedo de Ben Brandlee.

En la torpe redacción de Arcadio, nuestro supuesto deterioro moral aparece como causa del hecho censurable, que es el aprovechar un accidente de moto para hacer lo que él llama propaganda

“andrajos morales como el político Llamazares o el cómico Pradera aprovechaban su esternón crujido (el de Cifuentes) para hacer propaganda”

Se ve que estamos ante una descalificación ad hominem, sin duda la falacia de mas baja estofa de todo el repertorio sofista, porque no es que el hecho de aprovechar el accidente para nuestros aviesos fines propagandísticos nos convierta en andrajos morales, sino que dada nuestra baja catadura moral – que para Arcadio preexiste indudablemente al hecho que se censura– no cabía esperarse otra cosa que no fuera un uso torticero de una desgracia ajena. En otras palabras:

No es que Arcadi se indigne porque Llamazares y yo nos hayamos reído de la persona que resbala con la piel de plátano –cosa que, desde luego, no hemos hecho– sino que no le soprende nada el hecho de que el buen doctor y yo mismo (¡ya tenía yo fichados a estos dos! pero ahora se confirma, ¿eh?) hayamos aprovechado la formidable costalada con la piel de plátano de la Delegada Cifuentes  para denunciar el estado inmundo en el que el PP tiene la acera.Por decirlo en lenguaje coloquial, veníamos censurados ya de casa, y este supuesto cagarro moral sólo es para Arcadio la confirmación de nuestra incontinencia ética.

 Si no la redacción del texto habría sido bien distinta. Por ejemplo:
“el hecho de haber aprovechado la caída de la delegada para hacer propaganda me parece digno de un andrajoso moral”

Semejante enunciado le hubiera permitido al licenciado Espada expresar su desagrado ante una acción puntual, pero sin incurrir en la descalificación ad hominem, que consiste, ¿hace falta recordarlo?en dar por sentada la veracidad de una afirmación –o en este caso lo vituperable de la misma– tomando como argumento quién es el emisor de ésta y no la fundamentación de la afirmación en sí.El secuaz de Rosa Díez podría haber aprovechado para convertir en más contundente y verosímil todavía la censura, haciéndola preceder de un juicio postivo de valor de los censurados:

“me produce arcadas” (perdón por el juego de palabras, pero no se puede llamar uno Arcadio y como dicen los ingleses, get away with it) “que dos personas de la solidez intelectual y del rigor moral de Llamazares y Pradera hayan podido aprovechar la caída de la delegada para hacer denuncia social.”

Es evidente que la forma de argumentar que propongo sólo está al alcance de un razonador medianamente diligente, no de un zángano dialéctico como el que nos ocupa, pues en ambos casos se habría llamado la atención sobre el hecho supuestamente censurable, sin presuponer nada de la catadura moral del censurado. Hay también, en el desmañado argumentario de Espada, un intento de descalificación ulterior hacia nuestras personas, en el empleo de las palabras cómico, en vez de humorista, que tiene más aureola intelectual (humorista es, por ejemplo, Mark Twain o incluso Cervantes, cómicos son Milikito o Félix el Gato)  y político (en el caso de Llamazares) en vez de diputado o militante de izquierdas.  En mi caso, lo más neutro hubiera sido, desde luego periodista, que es la actividad que me ha dado más renombre, tanto en radio, prensa o televisión, pero hay un problema: Arcadio también es periodista y resulta harto probable que le causara repugnancia constatar que pertenece al mismo club que me tiene a mí como miembro. Arcadio es un reverso pomposo de Groucho Marx, intelectual de autoestima tan sólida que le permitía practicar la autoironía. Para Arcadio, el self–deprecating humor que practican las personas inteligentes es un imposible ontológico, porque de la misma manera que hay personas que vienen al mundo con una importante tara física, a él lo parió su madre con la más grave de las minusvalías del alma, que es la carencia absoluta de sentido del humor. De modo que Arcadio evita periodista o humorista–ignoro si conscientemente o no, eso poco hace al caso– y opta sandiamente por cómico, porque le parece que, al menos en este contexto, el subtexto de cómico, es payaso. El mensaje subliminal de lo que quiere transmitir al lector (dicen las malas lenguas que sólo tiene uno: él mismo) quedaría pues en este prepotente enunciado:

“El payaso (=cómico)Pradera acompaña al corrupto (=político)Llamazares en el uso torticero de la noticia del accidente de la Delegada.”

El aprendiz de Sostres trata de avergonzarnos (aún más, si cabe) por nuestra falta, al señalar, con el repugnante y mugriento dedo del delator habitual, que estamos en una supuesta lista (confeccionada por él mismo) en la que figuran personas que le deseaban una muerte pronta a la delegada –ni Llamazares ni yo hemos incurrido en tal cosa– junto a otras que simplemente se alegraban de que estuviera en el hospital (ni el diputado ni yo hemos dado pie a tal conjetura). De forma que aunque el único pecado que se nos podría atribuir, con las pruebas disponibles, es el de haber hecho denuncia social aprovechando la increíble notoriedad que se le ha dado a un accidente de moto, Llamazares y yo quedamos contaminados de más iniquidad moral todavía, porque Arcadio ha decidido hacinarnos, como el alcaide malvado de una serie americana, en una celda infestada de pérfidos y carcajeantes demonios.

De la misma manera que el nacionalista español (él se ha subido ahora al ascendente carro de UPyD, en un gesto que líbreme Dios de calificar de oportunista) necesita del nacionalista periférico para reafirmar su personalidad y su ideario, que no suele ser más que un montón de humo, el idiota moral (aquel que no sabe distinguir realmente el bien del mal) necesita decirse a sí mismo que tiene criterio para escoger la diritta via por el procedimiento de situar al otro en el abismo de la degradación moral. No sé ni dónde estoy –parece decirse Arcadio– pero como no estoy con ellos, en la sima a la que yo mismo les he arrojado, debe de ser que soy éticamente superior.

Es evidente que las miles de personas que han deseado, botella de champán en mano, que el ingreso hospitalario de Cifuentes –motivado, recordémoslo, por su propia imprudencia– culminara en su fallecimiento no estaban añorando la muerte de un ser humano sino la desaparición de un torturador callejero. Pocas personas como la voluntariosa y luchadora Cifuentes han abrazado con más entusiasmo la política represora del Partido Popular, han defendido con más encarnizamiento el uso indiscriminado de las unidades antidisturbios, para impedir que los ciudadanos pudieran hacer uso de su inalienable libertad de expresión o han especulado sin menos fundamento con la posibilidad de que se pudiera modular el derecho a manifestarse, al objeto de que las protestas se celebraran donde a la Delegada le diera la gana. ¿Tal vez en el extraradio de la ciudad, para que el hartazgo de los españoles ante este secuestro bochornoso de la soberanía popular que está llevando a cabo su partido, no molestase a esa supuesta mayoría silenciosa y anuente a la que no para de hacer guiños y arrumacos el Presidente del Gobierno?

De modo que, incluso en el supuesto de que el Dr. Llamazares o yo mismo hubiésemos expresado –que no ha sido el caso– el deseo de que Cifuentes se marchara anticipadamente al otro barrio (en un país en el que no dimite nadie ¿a qué otro clavo ardiendo puede agarrarse ya el ciudadano, sino al de la Parca justiciera), eso no autorizaría en modo alguno a este aprendiz de Sostres a estigmatizarnos desde su patético Olimpo de superioridad moral, mientras exclama

¡Mirad qué alimañas, se alegran de que muera un semejante!

Porque el único subtexto posible, extraíble del revuelo que está armando la mayoría insurgente (Arcadio dixit) no es más que una pregunta desesperada:

¿Será ya éste el único modo que tengamos los madrileños de liberarnos de esta implacable y odiosa carcelera? 

(http://www.diario-octubre.com/2013/08/18/cristina-la-porra-cifuentes-intenta-criminalizar-la-convocatoria-antimonar/)

 

Max Pradera es un periodista de Madrid

Fuente:
http://maxpradera.wordpress.com/2013/08/23/el-aprendiz-de-sostres/

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