Los dueños del cielo en Varsovia

Alejandro Nadal

24/11/2013

 

Hace un año, durante la Conferencia de las partes de la Convención sobre cambio climático en Doha (la COP18) el delegado filipino Yeb Saño exhortó a los participantes a hacer de 2012 el año en que el mundo tuvo el valor de enfrentar el cambio climático con soluciones verdaderas. La semana anterior a las negociaciones el tifón Bopha había golpeado con saña en Filipinas, dejando 250 mil damnificados.

Hoy la historia se repite y la tragedia continúa. La COP19 se desarrolla en Varsovia en un ambiente de rutina y hace 10 días el súper tifón Haiyan arrasó Filipinas, dejando un saldo de 9 mil muertos y cientos de miles de damnificados. Haiyan tuvo una dimensión comparable al Golfo de México con vientos sostenidos de 250 kilómetros por hora (ráfagas de 300 km/h). La ola que levantó el meteoro rebasó los cinco metros de altura y en Leyte y Samar el impacto fue devastador. Como dijo Yeb Saño el año pasado, siempre los más pobres son los más vulnerables.

La magnitud excepcional del súper tifón es consistente con las proyecciones sobre la relación entre concentraciones de CO2 (y otros gases de efecto invernadero) y la frecuencia de eventos atmosféricos extremos. La pregunta es entonces, ¿qué se está haciendo para reducir las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI)?

Desde hace 20 años las negociaciones sobre cambio climático se organizan alrededor del Protocolo de Kioto. Lo cierto es que han sido incapaces de detener el aumento inexorable de la concentración de GEI en la atmósfera. Este año las mediciones de CO2 en el observatorio atmosférico de Mauna Loa registraron niveles de 393 partes por millón: ese nivel es el más alto en por lo menos 800 mil años. Si se considera el boom absurdo del gas de esquisto y de las arenas bituminosas en Estados Unidos y Canadá, respectivamente, todo indica rebasaremos el umbral de las 450 ppm en 20 años. Ese nivel podría desencadenar fenómenos acumulativos que conducirían a transformaciones profundas en la biósfera tal y como la conocemos.

En profundo contraste con los pésimos resultados en lo que concierne la estabilización de concentraciones de CO2 en la atmósfera, las negociaciones internacionales sobre cambio climático han sido muy exitosas para abrir nuevas oportunidades de rentabilidad financiera a través de los mercados de carbono. Este año veremos cómo sale de Varsovia un esfuerzo por consolidar y extender la falsa solución del mercado internacional de bonos de carbono. Además de propiciar la especulación, estos esquemas contribuyen a la permanencia de la matriz energética basada en los combustibles fósiles y retrasan la transición al uso de fuentes de energía renovables.

Europa tiene un objetivo claro en la COP19: fortalecer su esquema de comercio de derechos de emisiones (EU ETS por sus siglas en inglés). Este sistema ha sido un estrepitoso fracaso por el colapso en el precio de la tonelada de carbono. Sin embargo una poderosa coalición de proveedores y consumidores de hidrocarburos (en especial las industrias intensivas en energía), así como la típica fauna de acompañamiento compuesta por corredores y ‘consultores’ financieros, han sostenido este mercado y ahora lo quieren apuntalar. Por eso están proponiendo el Nuevo mecanismo de mercado (NMM) para aumentar el alcance de los esquemas de ‘compensación’ que ya existen, como el muy mal llamado Mecanismo de desarrollo limpio. Estos esquemas están basados en la idea de que una tonelada de CO2 emitida en Europa puede compensarse con esquemas de reabsorción de CO2 en otra parte del planeta, de preferencia donde no cuesta mucho hacer la farsa de que la absorción es real.

El NMM conlleva el peligro de la expansión de mercados de carbono a las emisiones derivadas de la deforestación, dando nuevo impulso al moribundo (pero muy dañino) sistema REDD. La estructura precisa del NMM está aún por definirse, pero sus promotores desean que cubra muchos sectores de las economías de los países subdesarrollados con graves implicaciones, en especial por impedir la ‘descarbonización’ de las economías del planeta.

No es casualidad que este año la COP sea la más dominada por las grandes corporaciones vinculadas a la matriz de hidrocarburos. El gobierno de Polonia es bien conocido por sus posturas a favor del uso de carbón y en contra de los esfuerzos más ambiciosos de la UE para frenar las emisiones de GEI. Por eso la COP tiene este año por primera vez “patrocinadores corporativos”, entre los que se encuentran algunos de los peores delincuentes climáticos: ArcelorMittal, Alstom, Rio Tinto, BMW (que se ha opuesto durante años al establecimiento de normas más rigurosas sobre emisiones de automóviles) y muchos más. Una guía. Ahora que se necesita más que nunca frenar el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero veremos a la COP19 capturada por las empresas ligadas a los combustibles fósiles. Esas poderosas corporaciones quieren hacer su voluntad, aquí en la tierra como en el cielo.

Alejandro Nadal es miembro del consejo editorial de Sin Permiso y autor, entre otros, de Rethinking Macroeconomics for Sustainability (Zed, 2011)

Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2013/11/20/opinion/024a1eco

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