Euskal Herria: Una gigantesca manifestación para abrir un nuevo escenario político democrático. Dossier

AAVV

12/01/2014

Gara, Deia, Luis R. Aizpeolea

Más de cien mil personas se han manifestado en Bilbao el pasado sábado tras la pancarta "Derechos Humanos, Acuerdo y Paz", convocados por el PNV y Sortu y apoyada por los sindicatos vascos, organizaciones sociales y políticas. La manifestación es la respuesta institucional y social en Euskadi a la prohibición de la manifestación convocada por el colectivo de solidaridad con los presos vascos Tantaz Tanta (Gota a gota), que fue prohibida por la Audiencia Nacional tras la reciente declaración de los presos de ETA y de los expresos puestos en libertad en las últimas semanas después de que el Tribunal de Estrasburgo se pronunciara en contra de la "doctrina Parot".

La multitudinaria manifestación de Bilbao ha abierto ya un debate político –similar al que tuvo lugar después de la gigantesca manifestación de la Diada en Barcelona de 2012- sobre sus consecuencias en la situación creada tras el fin unilateral de la violencia de ETA, que sin duda se ampliará en los próximos días y semanas. En cualquier caso, representa un masivo rechazo a la política seguida por el Gobierno Rajoy en relación con el fin de la violencia en el País Vasco y la política penitenciaria. Recogemos en este dossier los primeros análisis de las principales fuerzas convocantes, reflejadas en las editoriales de los diarios Gara y Deia y en una nota de Luis R. Aizpeolea. (SP)

Lo que ayer se mostró en Bilbo es un frente democrático

La manifestación de ayer en Bilbo es, sin lugar a dudas, la mayor de la historia de Euskal Herria. También es una de las más importantes. No en vano, es la primera vez en estos dos trascendentales años –en realidad desde hace mucho más tiempo– que las dos principales familias políticas que tienen como referencia a Euskal Herria, es decir, las coaliciones que están llamadas a provocar el cambio en Nafarroa y que son Gobierno y principal grupo de la oposición en Gasteiz, articulan una respuesta contundente, inequívoca y efectiva ante uno de los habituales ataques contra los derechos y las libertades procedentes de Madrid. Es cierto que durante este tiempo PNV y EH Bildu, junto a la mayoría sindical vasca, han desarrollado importantes trabajos en común dentro de los parámetros de la Declaración de Aiete. Pero hasta ahora no habían sido capaces de mostrar conjuntamente que ese programa para el respeto de todos los derechos de todas las personas, esa voluntad de lograr una paz justa y duradera, es un clamor popular. En definitiva, por una u otra razón, no habían sido capaces de dar cauce a la ilusión que generó en la sociedad vasca la apertura de un nuevo ciclo político. Ayer se demostró que la sociedad lo necesitaba, que quería poder expresar claramente que no se puede frustrar este momento, que hay que actuar como país. En definitiva, que en democracia, cuando un pueblo habla, «no es no» y «sí es sí».  

No obstante, pese a lo que ayer quisieron transmitir los medios de Madrid, e incluso a pesar del deseo legítimo de una gran mayoría de los presentes ayer en las calles de Bilbo, la de ayer no es la expresión de un frente nacionalista, sino de un frente democrático vasco. Un frente contra la humillación permanente, contra la vulneración de derechos, un frente por las libertades, por la libertad.

Son todos los que están, no están todos…

Si algo ha dejado claro el PNV de Urkullu desde un principio, en algunas ocasiones incluso de manera bastante descortés para con su predecesor, es que no quiere repetir el esquema de bloques que provocó el denominado Plan Ibarretxe, mucho menos Lizarra-Garazi. De hecho, hasta ayer mismo los jeltzales se habían mostrado totalmente leales al Gobierno de Rajoy, intentando modular su política a través del diálogo y con discreción. La respuesta ha sido más y mayores ataques a un incipiente proceso de paz. Pero a día de hoy el PNV no ha mostrado voluntad de conformar un frente abertzale para hacer efectiva la mayoría que formalmente existe en el país. El frente amplio representado en EH Bildu, por su parte, ha establecido la resolución del conflicto como prioridad y, asimismo, da mucha más importancia que los jeltzales a articular el país, sus diferentes territorios y a su ciudadanía tras décadas de desvertebración. Pese a todos los puntos en común que tienen, responden a culturas políticas distintas y en muchos ámbitos tienen intereses contrapuestos. Lo de ayer no responde, por el momento, a un acuerdo estratégico ni por el derecho a decidir ni mucho menos por la independencia. Puede facilitarlo, puede ser deseable, pero aún no lo es.

En todo caso, si algo caracteriza al PNV es su capacidad de adaptación a la sociedad vasca. En los dos últimos días sus dirigentes y militantes han podido palpar en primera persona cómo respira su base social, qué ilusión genera esta clase de acuerdos, cómo valoran sus adversarios –unos y otros– este tipo de pasos, qué sensaciones y poso dejan movimientos como el de ayer en esta sociedad. El soberanismo latente que Ibarretxe insufló a sus bases despertó ayer en todo su esplendor y no será fácil controlarlo. La inteligencia política y la empatía por parte del frente amplio serán determinantes en este terreno. 

Por otro lado, las izquierdas republicanas y unionistas vascas –esa parte de la ciudadanía vasca que se identifica con PSE/PSN, con las dos Ezker Batuak y partidos ecologistas o con los sindicatos CCOO y UGT, entre otros– se van a topar una y otra vez con la realidad de que las fuerzas reaccionarias del Estado no cejan en su empeño por imponer su voluntad centralista y totalitaria, que van a continuar promoviendo la excepcionalidad jurídica, una visión represiva, una agenda involucionista en derechos y libertades. Como estructuras con intereses particulares, esos partidos y sindicatos pueden seguir colocándose fuera de este frente democrático, pero esa posición va a ser cada vez más insostenible para su base social. La realidad no es blanca o negra, ni la vasca ni ninguna otra, pero ese espacio que por diferentes razones ayer no asistió o apoyo la manifestación pese a compartir sus objetivos (y en este punto hay que recordarlos: derechos humanos, resolución y paz), va camino de ser cada vez más oscuro. Todas las que estaban ayer en Bilbo son personas que quieren que se garanticen los derechos humanos para todos, que haya acuerdos para la resolución del conflicto y, en consecuencia, que en Euskal Herria se establezca una paz que tiene que posibilitar que todos los proyectos democráticos y pacíficos sean viables. Pero, por definición, hay mucha gente que ayer no asistió que comparte esos principios democráticos. Es importante lograr que se impliquen en la defensa de esos objetivos inexcusables.


El segundo frente se está abriendo

Tal y como vaticinó Arnaldo Otegi, es hora de abrir desde Euskal Herria un segundo frente que, tras el de Catalunya, plantee una confrontación democrática con el Estado español en clave de derechos. Ayer se dio un paso de gigante en ese sentido y, más allá del análisis, es momento de disfrutarlo. Sin soberbia ni prepotencia, pero hoy es un día para saborearlo. Hay un trabajo bestial por delante y los acontecimientos de estos días deben servir para impulsarlo. Zorionak, #BasquesForSolution!

Gara, 11 de enero 2014

La manifestación que colapsó ayer Bilbao fue la masiva respuesta ciudadana, aunque no del todo "silenciosa" pese a lo pactado, a la estrategia de bloqueo y supone, por ello, un impulso al proceso de paz y un llamamiento al gobierno y a ETA

LA multitudinaria manifestación que recorrió ayer las calles de Bilbao -una de las mayores movilizaciones que se recuerdan- fue una masiva y contundente, aunque, en contra de lo pactado, no fue "silenciosa", respuesta ciudadana a una estrategia del Estado dirigida a bloquear sine díe el proceso de paz en Euskadi, aunque para ello se vulneren derechos básicos. Precisamente el lema de la marcha, convocada por todas las fuerzas abertzales y secundada por decenas de miles de personas, quiso visualizar un anhelo absolutamente mayoritario en la sociedad vasca pero que se quiere poner en riesgo por intereses políticos espurios: Derechos humanos. Acuerdo. Paz.

El mantenimiento de la dispersión de los presos cuando ETA está ya desactivada y cuando los propios reclusos han dado pasos -aún insuficientes, pero significativos-; las injustificables operaciones político-judiciales con puro afán mediático; y los vetos al ejercicio de un derecho básico como el de expresión y manifestación forman parte del muro que el PP y sus instrumentos quieren levantar para evitar que el nuevo escenario en Euskadi prospere y es también lo que ha agotado la paciencia de una gran parte de la sociedad. En este sentido, la gigantesca manifestación de ayer supone un impulso, ojalá que definitivo, para que el proceso de paz avance.

Es -debe ser-, por ello, un doble llamamiento. Por una parte, al Gobierno de Mariano Rajoy para que de una vez ceje en su estéril inmovilismo y aborde por fin una hoja de ruta hacia la resolución definitiva. Por otra, es también una exigencia a ETA para que atienda también la demanda mayoritaria de la sociedad vasca para que dé pasos hacia su desarme y disolución. Muchos han pretendido ver en la convocatoria y manifestación de ayer una especie de alianza nacionalista en pos de objetivos distintos al lema y motivo de la misma, en clave soberanista al estilo de Catalunya.

No parece que lo sea en absoluto, ni siquiera como embrión o inicio de un acuerdo de mayor alcance. La convocatoria conjunta de PNV y Sortu, tal y como explicaron sus responsables, fue una respuesta excepcional a una situación excepcional y con el objetivo del respeto a los derechos humanos y la paz. Un mensaje necesario en el actual contexto, aunque fuese manipulado por sectores de la izquierda abertzale con gritos a favor de los presos. Nada más, pero tampoco nada menos.

Deia, 12 de enero 2014

Euskadi exige una política de Estado

Cuando al lehendakari, Iñigo Urkullu, le notificaron que el juez Velasco, siguiendo la pauta de la fiscalía, había prohibido la manifestación convocada para este sábado en Bilbao en favor de los presos de ETA, se indignó y recordó que esa marcha anual del mundo de la izquierdaabertzale siempre había sido tolerada por los jueces, incluso en etapas en que la banda terrorista asesinaba.

Para Urkullu, aseguran en su entorno, ha llegado el momento de poner pie en pared, porque la política del Gobierno de Rajoy está poniendo en riesgo el proceso unilateral de final de ETA al adoptar medidas coercitivas que ni siquiera se tomaban cuando el terrorismo estaba activo. Y que se toman por intereses partidistas, del PP, ajenos al País Vasco, cuando hace ya dos años que cesó el terrorismo etarra.

Por eso dio ayer luz verde para que el PNV se sacara la foto con Sortu, una foto que no se producía, conviene recordar, desde los tiempos dellehendakari Ibarretxe y del frente nacionalista. Un triste mérito que puede apuntarse el Gobierno de Rajoy por su incapacidad política, al encontrarse agarrotado por el Tea Party español.

Urkullu lleva un año gobernando y mantiene un contacto fluido con Rajoy. El titular de La Moncloa ha hecho caso omiso a todas las propuestas de Urkullu para activar la política penitenciaria —como un acercamiento de presos de ETA a las cárceles vascas, con el precedente de Aznar— con el fin de agilizar el proceso unilateral de desmantelamiento de ETA que protagoniza Sortu. Y el lehendakari ha aguantado el silencio de Rajoy por no hacer el juego a la izquierda abertzale.

Pero a lo que ya no está dispuesto Urkullu es a soportar un retroceso —como estos días, con la guinda de la prohibición de la manifestación— cuando el fin de ETA está al alcance de la mano, solo porque Rajoy tiene que satisfacer al Tea Party español. Si Urkullu no se planta, puede verse desbordado, y ya sabemos lo que pasa entonces porque lo tenemos cerca. Así es que el Ministerio del Interior no va a tener una manifestación, sino una remanifestación, con el PNV sumado, y un clamor en las calles vascas en favor de una nueva política penitenciaria.

El fin efectivo del terrorismo de ETA, con dos años sin atentados ni extorsión; la asunción de los presos etarras de la legalidad penitenciaria, y el próximo desarme de ETA, antesala de su disolución, está pidiendo a gritos para Euskadi una política de Estado y no desde el Ministerio del Interior. Rajoy no debe abordar la situación vasca como si estuviéramos en los años de plomo, como esta semana, porque convierte a Euskadi en una fábrica de independentistas. No hace falta esperar a la reunión que Rajoy y Urkullu van a celebrar a final de mes para un cambio de rumbo. Rajoy aún está a tiempo de evitar otro incendio como el de Cataluña.

Luis R. Aizpeolea es corresponsal político de El País y autor de diversas obras sobre ETA, entre ellas Los entresijos del final de ETA

El País, 10 de enero 2014

 

Fuente:
Varios

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