Esta semana pueden meterme en la cárcel por un libro sobre violaciones de derechos humanos

Rafael Marques de Morais

29/03/2015

Me llamo Rafael Marques de Morais. Soy periodista de investigación en Angola y esta semana me pueden meter en la cárcel por un libro que escribí en 2011 denunciando las violaciones de derechos humanos en las ricas zonas diamantíferas de las Lundas.

Mañana, siete poderosos generales, entre ellos el ministro de Estado y jefe de la oficina de inteligencia del presidente, el general Kopelika, aprovecharán su turno para testificar en mi contra al inicio de mi juicio por nueve cargos de difamación.  

    

Son copropietarios de la empresa de seguridad privada cuyo personal fue ejecutor de muchos de los casos de tortura y asesinato de los que di cuenta en mi libro. También son destacados accionistas, en una empresa conjunta con el Estado, de la concesión diamantífera en la que tuvieron lugar todas las violaciones descritas.

No estoy asustado sino orgulloso de mi trabajo. La primera vez que me senté en el banquillo fue por llamar dictador y corrupto al presidente en 1999. Me metió en la cárcel por vez primera y luego me imputó el día que salí de prisión. Me gané una reputación dentro y fuera de la cárcel de defensor de los derechos humanos, simplemente porque, durante los 43 días en que fui encarcelado, seguí denunciando las violaciones de las que fui testigo dentro de ella. La cárcel me educó acerca de los derechos humanos.

El año pasado, mi hijo de 13 años me preguntó por qué no podía encontrar trabajo. Le preocupaba que pasara tanto tiempo en la cocina con mi ordenador portátil, aunque alaba mi forma de cocinar. Años de esfuerzos por parte del gobierno para destruir mi capacidad de ser independiente me han recluido en la cocina. Ahí es donde hago mi trabajo hoy en día, consciente de la vigilancia permanente en el exterior de la casa y sobre mi equipo de comunicación para asegurarse de mi aislamiento social y separarme de mis fuentes. Cortando cebollas y machacando ajos es cuando investigo la corrupción a alto nivel y las violaciones de derechos humanos en Angola. Este es mi trabajo. Algunos querían que me sintiera avergonzado de ser honrado, una condena a la pobreza y la exclusión social. Mi hijo sintió también la presión.

Tengo que explicar por qué estas dos cuestiones son para mí de la máxima importancia. La vida humana – a menos que se trate de un miembro de la élite dominante – se ha devaluado en Angola. Este país fue una de las diez economías de más rápido crecimiento del mundo durante varios años, hasta 2014. Ahora ha "conseguido" tener la mayor tasa de mortalidad del mundo. Debido a su abundancia de petróleo y diamantes, que se emplea para la corrupción y las relaciones públicas, esa paradoja no parece tener importancia en el país o en el extranjero.

Allí donde ni los dirigentes políticos ni la gente respeta la vida humana, es muy poco lo que puede lograrse por el bien común. Perpetúa la desconexión entre los que están al timón, la gente y la realidad; y los gobernantes se sienten autorizados a abusar del poder, saquear los recursos nacionales y extender la opresión.

Lucho contra la corrupción porque es el arma más sofisticada del régimen para someter a la sociedad, para subvertir a la ciudadanía. Ser periodista en Angola acarrea bastantes problemas, se mire como se mire. Para la mayoría que trabaja para medios del Estado, la propaganda es el punto de referencia que guía su trabajo. El régimen trata con generosidad a quienes hacen de propagandistas, por mucho que estos individuos sean detestados por el público.  

Luego tenemos a los periodistas de los medios pequeños, privados, la mayoría de los cuales está bajo el control indirecto del régimen gracias a las conexiones familiares entre los propietarios de los medios y la élite política. Lo que define a este periodismo es la autocensura, y lo que permite a sus protagonistas vivir bien. Otros son críticos para aumentar sus posibilidades de ser cooptados. Provocan una indiferencia general.

Y por último, hay una tercera categoría de inadaptados. Estos son los que de manera abierta y consistente desafían al régimen, y son figuras que polarizan.

Sin embargo, tratar de distinguir los hechos de la invención en los medios angoleños es un ejercicio de todos los días. Se desconfía de los periodistas, pero yo me he comprometido con el periodismo de investigación para contribuir a sentar un patrón de profesionalismo y crear un espacio para su independencia.   

Como respuesta a mis nueve cargos por difamación criminal, medito sobre la kafkiana situación en que me veo envuelto. Hoy no se me procesa oficialmente por el contenido de mi libro sino por haber presentado una demanda contra los generales por su responsabilidad moral en los hechos, y se trata del Estado contra mí. Los generales presentaron una demanda contra mí en Portugal, y su caso fue desestimado en 2013. La presentaron de nuevo en Angola, pero de acuerdo con la Constitución angoleña no me pueden juzgar dos veces por los mismos hechos, aunque el caso anterior se registrara en Portugal.

Ahora ha entendido mi hijo que tengo trabajo y me pregunta: "¿Cómo puedes cambiar esta situación?" Aunque también me pide que estilice la presentación  de la comida que le preparo. "Debería parecer comida de gourmet," dice.

Tengo recetas nuevas y estoy perfeccionando mis habilidades para mi doble actividad en la cocina.

Rafael Marques de Morais, periodista angoleño, trabaja en la red anticorrupción www.makaangola.org

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

 

Fuente:
The Guardian, 25 de marzo de 2015

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