Llegó temprano el águila pescadora (o lo que nos dicen los pájaros del cambio climático)

Jeffrey St. Clair

12/04/2015

En el cuerpo del águila pescadora que se cierne sobre el agua picada de la Bahía de Young las manchas de blanco y negro casi centellean contra el fondo de un cielo color de pizarra. Las alas largas y puntiagudas forman un ángulo diedro. Parece que se mantiene totalmente inmóvil durante un momento antes de zambullirse en picado. Choca contra el agua, se sacude y sale con una pequeña trucha degollada en sus garras. Se vuelve arriba y se posa en la rama de una pícea de Sitka ya muerta y comienza a devorar su presa.

            No tengo que consultar a mi Guía Sibley. No hay duda de la especie. Es aquella potente ave de rapiña, el águila pescadora o el halieto. Pero, espera un momento: sí que hay una duda. No debe estar aquí un halieto, cerca de la desembocadura del río Columbia en el lejano noroeste de Oregón. En esta estación, no. La primera semana de febrero, no. Pero el pájaro ya está aquí, tranquilamente desollando una trucha a menos de noventa metros de mí.

            Los halietos son migrantes neotropicales. Como muchos californianos más, pasan el verano en el noroeste del país y se dirigen hacia el sur y tierras más soleadas a principios de otoño. En la costa oeste, el halieto suele pasar el invierno en Honduras, Guatemala, Panamá o Colombia y volver hacia el norte en primavera.

            Los observadores de aves, una tribu obsesiva de la cual formo parte desde hace mucho tiempo, vigilamos atentamente las primeras fechas de llegada del halieto y de otras aves migratorias. La ciencia de controlar este ritmo migratorio tiene un nombre sofisticado. Se llama fenología.

            Durante 80 años como mínimo los ornitólogos de Oregón han estado documentando con asiduidad las primeras fechas de llegada del halieto. En Astoria, el asentimiento americano más antiguo al oeste de las Montañas Rocosas, los registros son bastante más antiguos. Se remontan a los hombres de la American Fur Company [Empresa de Pieles Americanas] de Jacob Astor, que se estableció en el año 1812, y al Cuerpo de Descubrimiento del Ejército o la expedición liderada por Lewis y Clark de 1805-1806.

            Lewis y Clark, naturalistas bastante talentosos, hicieron apuntes muy detallados, sobre todo el taciturno Meriwether Lewis. Vale la pena decir que ni Lewis, ni Clark, ni el otro cronista de la expedición, Patrick Gass, anotó ninguna observación del halieto durante el tiempo que pasaron en Fort Clatsop, las ruinas de la cual se encuentran sólo a 400 metros del lugar donde vi mi halieto invernal. Salieron de este cenagoso puesto de avanzada para volver a St. Louis el 23 de marzo de 1806.

            Tiene sentido el hecho que no vieran ningún halieto aquel duro invierno de lluvia constante porque la fecha promedia de la primera llegada del halieto en la Bahía de Young es aproximadamente el 1 de abril. Así que mi águila pescadora había llegado al menos 55 días antes de tiempo. Y resulta que no vino sola. Durante los últimos tres años en la Bahía de Tillamook, unos 80 kilómetros hacia el sur, se ha observado un halieto todos los meses del año. Observaciones parecidos, durante todo el año, se han hecho en muchas partes de Oregón: en el río Columbia cerca de la presa de Bonneville, el lago Detroit en la cordillera de las Cascadas y a lo largo del río Illinois en las montañas Siskiyou. Durante la última década y por todo el Noroeste del Pacífico, las águilas pescadoras han estado llegando más o menos dos días antes de la fecha del año anterior.

            Y vienen acompañadas. El aura gallipavo, las golondrinas, los parúlidos y todo tipo de aves limícolas aparecen también por todo el hemisferio del norte, días y hasta semanas antes de lo previsto. Por ejemplo, un reciente estudio de larga duración hecho por la Real Sociedad de Londres señala que la aguja colinegra ya llega a sus sitios de anidamiento en el sur de Islandia más de 22 días antes de la fecha de 1988. En todos estos casos el clima parece ser la fuerza impulsora que explique estas migraciones prematuras hacia el norte.

            Es cierto que hemos pasado un invierno raro aquí en Oregón. Aquella primera semana de febrero supimos que el paso de Santiam en el centro de la cordillera de las Cascadas ya se quedaba sin nieve. El paso de Santiam se encuentra a 1.143 metros y en toda su historia registrada ha tenido un promedio de un metro de nieve sobre la tierra en el mes de febrero y a menudo mucho más. Unos 240 kilómetros hacia el sur, el Parque Nacional del Lago del Cráter registró el manto de nieve más fino en más de un siglo. Más preocupante aún, el manto de nieve del lago del Cráter queda a sólo el cincuenta por ciento del nivel más bajo de los que se tenga registro. Aquí en el Noroeste del Pacífico vamos a tener un verano seco e inflamable.

            La factura ecológica ya se posó aunque los que la notan son pocos. En Florida, el estado que vive con el peligro inminente del alza de los niveles del mar, el gobernador multimillonario Rick Scott emitió un decreto ejecutivo que prohíbe a los funcionarios del estado hablar del cambio climático global o del recalentamiento del planeta. El hombre que dio la alerta sobre la orden de mordaza de Scott es un ecologista, Bart Bibler, que ha trabajado muchos años en el Departamento de Protección Ambiental de Florida. Bibler, después de que desobedeciera el mandamiento grotesco de Scott en una reunión pública sobre temas de la gestión del litoral, recibió una reprimenda oficial, perdió su trabajo y le obligaron a someterse a una evaluación de salud mental. Parece que el señor Scott ha estudiado el señor Stalin. Pero ni el camarada Iósif sabia detener el alza de los mares.

            En casa, unos días después de ver el halieto en la costa, los arbustos forsythias ya florecían, lo narcisos salían y un colibrí calíope revoloteaba por el jardín, dos meses antes de lo provisto. El clima está cambiando de manera extraña e inescrutable y los pájaros, por lo menos, bregan para mantenerse al corriente.

Jeffrey St. Clair es editor de CounterPunch. Su libro más reciente es Killing Trayvons: an Anthology of American Violence (con JoAnn Wypijewski y Kevin Alexander Gray).

 

Traducción para www.sinpermiso.info: Julie Wark

 

Fuente:
CounterPunch (edición impresa), Vol. 22, No 3, 2015.

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