Reino de España: lecciones de Andalucía

G. Buster

10/05/2015

"Espectáculo surrealista". Esta es la definición que ha ofrecido Susana Díaz de las consecuencias de lo que vendió como una maniobra táctica maestra: romper el gobierno de coalición PSOE-IU, una vez aprobado el presupuesto de 2015, alegando que la posible convocatoria de una consulta interna en su socio de coalición sobre su participación en el gobierno provocaba "inestabilidad". Puestos a decidir, que decidieran todos los andaluces en las urnas el 22 de marzo.

Los objetivos, confesables o no, de la maniobra eran varios: provocar una derrota de Podemos, en un territorio poco propicio, que rompiese la tendencia de crecimiento de una opción para la que todo lo que no fuese obtener una mayoría de gobierno era una derrota y hacerlo antes del comienzo del largo ciclo electoral de 2015; aprovechar la debilidad manifiesta del PP andaluz y hacer que su derrota fuese la de Rajoy; soltar lastre de una coalición en la que IU actuaba como conciencia de las propias limitaciones bipartidistas del PSOE antes de las elecciones municipales y autonómicas en el resto de España; conseguir una mayoría de gobierno con un giro al centro que le permitiese a Susana Díaz descabalgar a Pedro Sánchez como nuevo dirigente del PSOE y su candidato a la presidencia del gobierno. Mucho ruido para tan pocas nueces.

Efectivamente, El PP se hundió, a pesar de las cinco visitas en campaña de Rajoy. En Andalucía cargó con el grueso del desgaste del bipartidismo neoliberal, de esos recortes impuestos desde Madrid, que el PSOE ha aplicado, "por imperativo legal" pero a su manera, es decir, priorizando los intereses de su red clientelar frente a la gran burguesía andaluza, cuyo partido es el PP.

IU sufrió un durísimo castigo, consecuencia directa de su papel subalterno y co-responsable en la Junta de Andalucía. A pesar de su conflicto entorno a los desahucios y la política de vivienda, se avino a aprobar unos presupuestos sin que se hubiesen puesto en práctica las medidas que había negociado para entrar en la Junta. La mitad de sus votantes se fueron a Podemos, que recoge de manera muy importante el voto de los parados, de los precarios y de los sectores empobrecidos que la crisis ha excluido del sistema clientelar de redistribución vía presupuestos de la Junta. Pero en la campaña, Podemos no supo ni articular un programa ni una mayoría alternativa: a pesar de la crisis del régimen del 78, Podemos, solo, no pudo convertirse en la punta de lanza del cambio. Necesita un programa y una política de alianzas para construir una mayoría social, que no se agrupa espontáneamente por vía electoral.

Ciudadanos, con sus 9 diputados, se convierte en una opción lampedusiana para la crisis de la derecha bipartidista del PP: cambiarla, al menos parcialmente, para que sea de nuevo a medio plazo una opción de alternancia en Andalucía, o pueda condicionar el régimen clientelar del PSOE directamente, sin depender de las presiones del gobierno central de Madrid.

Después de 35 años de gobernar Andalucía, el PSOE ha desarrollado un régimen corporativo propio que, en el marco de las políticas neoliberales y el bipartidismo dinástico, funciona frente al gobierno central como un mecanismo redistributivo de "mal menor" para sectores importantes de las clases medias y trabajadoras. Las mismas que, a pesar de la perdida de 120.000 votos, han otorgado a Susana Díaz una minoría mayoritaria del 35,4% y 47 de 109 escaños. Depende para gobernar al menos de la abstención de las "fuerzas emergentes" de Ciudadanos y Podemos o pasar por la humillación de apoyarse en los votos del PP.

Susana Díaz si puede

A pesar de estos resultados, buena parte de los comentaristas políticos y los principales medios de comunicación han mantenido durante gran parte del mes de abril la ilusión del gran éxito de la maniobra de Susana Díaz. Las condiciones para abrir negociaciones de Podemos y Ciudadanos (la asunción de responsabilidades políticas de los dos ex Presidentes de la Junta, Chaves y Griñan, por las políticas de subvenciones a los ERE, a las que Podemos añadió la no utilización de los servicios financieros de los bancos que desahucian y la reducción del 10% de los asesores políticos para la contratación de nuevos profesores y personal sanitario) fueron presentadas como una mera formalidad para salvar la cara ante su supuesta pero evidente, aparentemente, responsabilidad en la estabilidad de la Junta de Andalucía, con el argumento de que "no se puede hacer oposición si no hay gobierno".

Hasta el pasado 4 de mayo, cuando sin contar con los apoyos necesarios, Susana Díaz decidió guiarse por la enjundia de su propia argumentación sobre la "estabilidad" y presentar su candidatura. Como su programa electoral, su discurso de investidura giró entorno a un programa anti-corrupción de regeneración de las instituciones, "el más potente de España", presentado además, por primera vez, por una mujer. El nivel de esa "potencia" había que medirla con el alcance de las declaraciones de Griñán, abandonados ya sus cargos, y de Chávez, agarrado al escaño hasta el fin de la legislatura, ante el Tribunal Supremo el 14 de abril: nadie sabia nada en la Junta sobre la ilegalidad de las subvenciones y, además, habían sido aprobadas por el Parlamento andaluz durante 10 años, prueba de su transparencia.

Como estaba previsto, el resto de los partidos votaron en contra. Pero lo que no estaba previsto, al menos no en la argumentación de Susana Díaz, es que Podemos y Ciudadanos se negasen a abstenerse en la segunda votación, en la que ya solo necesitaba una mayoría simple, el 8 de mayo, por pura "responsabilidad", a pesar de que ninguna de sus condiciones había sido aceptada más que en términos vagos. Un día antes y ante la perspectiva, Susana Díaz decidió otra "maniobra táctica" y ser ella la que adelantase que rompía el diálogo porque querían humillarla y "dejar sin gobierno a Andalucía por motivos electorales".

Subordinación de la política andaluza a la española

La próxima votación del Parlamento andaluz será el 14 de mayo y la candidata tiene hasta el 5 de julio para conseguir formar gobierno o convocar nuevas elecciones autonómicas. Pero no hay más remedio que señalar como anécdota el cambio del clima político en el Parlamento andaluz, cuya expresión ha sido el acoso verbal a la dirigente de Podemos, Teresa Rodríguez en su turno de intervención en la sesión de investidura ("¡calladita estás más guapa!").

Que la "maniobra táctica" de Susana Díaz era un callejón sin salida fue tan obvio que incluso los habituales editorialistas de Sinpermiso, cuyos errores son legendarios, apuntaron que, dadas las últimas encuestas, que situaban a poca distancia a PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos y las tres fases del largo ciclo electoral de 2015, cualquier coalición o apoyo (bien de centro-derecha PP-Ciudadanos, de centro PSOE-Ciudadanos, de "gran coalición" PP-PSOE, o incluso de centro-izquierda PSOE-Podemos) tendría efectos electorales desastrosos en la lucha por la hegemonía del centro-derecha y del centro-izquierda. Un escenario del que se podía excluir por principio a la izquierda alternativa que, a pesar de los llamamientos a la "unidad popular", se desangraba en una lucha cainita también por la hegemonía de su propio espacio.

¿Puede cambiar este escenario después de las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo? Evidentemente depende de los resultados. La última encuesta del CIS (1 y 2) apunta a una creciente presión para reformular el actual sistema bipartidista –con los espacios políticos diferenciados de Cataluña y País Vasco por el nacionalismo- entorno a un eje centro-derecha / centro-izquierda, en el que lo que estaría fundamentalmente en juego es la hegemonía en cada uno de estos campos políticos. En este escenario, las formulas de coalición en cada campo solo sumarían votos después de las elecciones autonómicas y las fórmulas transversales después de las elecciones generales a finales de 2015. Por lo tanto, la convocatoria o no de nuevas elecciones autonómicas en Andalucía dependerá de los resultados de las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo y de las valoraciones que hagan de ellas los partidos políticos cara a su estrategia para las elecciones generales. Además del argumento de la estabilidad y la responsabilidad políticas pesará sin duda el de hacer una avería considerable al PSOE a través de Susana Díaz, dándole la vuelta como a un calcetín a su "maniobra táctica".

El "régimen andaluz"

Esta subordinación de la política andaluza a la más general del Reino de España –la peor pesadilla de los distintos regímenes autonómicos y sus barones territoriales – no debe hacer perder de vista las características especificas del modelo andaluz. En definitiva son ellas las que están en el origen de la crisis política iniciada con imputación de funcionarios y políticos de la Junta en el caso de los ERE que provocó las dimisiones sucesivas de Chaves y Griñán, la elección de Susana Díaz, la formación de un gobierno de coalición con IU –a condición de que se crease una comisión de investigación en el Parlamento andaluz- la crisis del gobierno de coalición por las contradicciones internas insalvables en IU, la "maniobra táctica" por la estabilidad de Susana Díaz y la actual situación de bloqueo en el Parlamento andaluz a la formación de un gobierno minoritario del PSOE.

Reconocer estas características del "régimen andaluz" es adentrarse en la complejidad del estado de las autonomías en la Constitución de 1978, más allá de la pretensión de excepcionalidad que se atribuye a Cataluña o el País Vasco por la importancia de las fuerzas políticas nacionalistas. Después de 35 años de gobierno continuado de Andalucía, la huella del PSOE ha sido determinante en la configuración de su actual estructura económica y social, en un proceso de cambio desde los finales del franquismo en el que era un ejemplo de un "desarrollo del subdesarrollo" que hundía sus raíces en una estructura de propiedad agrícola que se remontaba a la reconquista, primero, y a la desamortización del siglo XIX, después, con un desarrollo industrial cortocircuitado desde finales del siglo XIX hasta entrados los años 60 del siglo pasado.

Esta descripción puede resultar un poco apocalíptica. Pero basta comparar algunas cifras en la gestión de la Gran Recesión en la región más poblada del Reino: tasas de paro del 34,7% (25% en España), de pobreza del 38,3% (27,3), de pobreza infantil del 45,3% (32,6%), de 980 euros per capita de gasto sanitario (1.205) -ver aqui y aqui Ello a pesar de una balanza fiscal con el resto de las autonomías que suponía transferencias del 4,29% del PIB en 2005 y un endeudamiento total que, con la crisis, ha pasado del 24% en 2007 al 97% en 2013.

La evolución del gasto público de la Junta de Andalucía, desde un mero 5% de su PIB en 1985, hasta alcanzar el 22% del PIB en 2010, es la crónica del despliegue de una red clientelar específica de un "capitalismo de amiguetes" peculiar, ligado al desarrollo de una sanidad y una educación públicas con sectores privados concertados y subvenciones a sectores agro-industriales y manufactureros ligados a la exportación y la energía, al tiempo que se dejaba caer sectores industriales públicos, como la construcción naval. Todo ello en paralelo al mantenimiento de bolsas de campesinos sin tierras, mantenidos gracias al PER, con el argumento adicional de evitar una concentración urbana inmanejable en pleno hundimiento de su salida tradicional en el sector de la construcción (Ver la colección de los Informes económicos y financieros de la Junta).

Esa estructura clientelar –que está detrás de la explicación no solo de porqué se produjeron las subvenciones irregulares a los ERE sino también de porqué el Parlamento andaluz los aprobó sin objeciones durante 10 años- ha salido fuertemente dañada de la crisis. El gasto social público de la Junta es un componente esencial para importantes sectores de la población en el mantenimiento de un nivel de vida cuando parten de un ingreso per capita que le sitúa en el puesto 18 de las comunidades autónomas.

Para estos sectores de la población andaluza, el PSOE al frente de la Junta, después de 35 años, es a falta de una alternativa de gobierno a su izquierda, un "mal menor" capaz de asegurar en ciclos alcistas una serie de transferencia fiscales gracias a la aportación de los votos del PSOE andaluz a la mayoría necesaria para los gobiernos del PSOE en el estado central. Y durante la crisis, un "neoliberalismo de rostro humano" justificado en el miedo a una Junta en manos del PP como representante de los intereses de los sectores más reaccionarios de la burguesía andaluza. Esta ha sido en definitiva la raíz estructural del "felipismo" y el mantenimiento de su influencia tanto en la Junta de Andalucía como en el PSOE, como fue patente en el 38º congreso del partido en Sevilla en 2012. Ese "felipismo" es el que continua operando en las "maniobras tácticas" de Susana Díaz y que parece entrar ahora en un callejón sin salida, que es una muestra más de la crisis del régimen del 78.

Gustavo Buster es miembro del comité de redacción de Sinpermiso

 


Fuente:
www.sinpermiso.info: 10 de mayo de 2015

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).