Brasil: ajuste, política y religión

Gilberto Maringoni

17/05/2015

Hay un gran equívoco en la plaza. Se trata de la idea de que el ajuste fiscal en curso sería un conjunto de medidas económicas, que comprende el recorte de gastos, aumento de impuestos, realismo tarifario y racionalización administrativa.

El engaño es potenciado por el hecho de ser el ministro de Hacienda /1/ el comandante en jefe de la iniciativa. Se agrega la constatación de que los debates sobre el ajuste están siempre acoplados a evaluaciones acerca de la coyuntura económica del país.

Olvidarse. Todo eso es parte de la verdad. El ajuste no es una iniciativa en el terreno de la economía. Es una obra profundamente política, con una pizca de religión. El ajuste materializa una opción hecha por la Administración Federal en favor de un sector de la sociedad. Los de arriba.

Para hacer tragar medidas durísimas contra la mayoría de la población – en especial los más pobres – el ajuste es precedido por una avasalladora campaña mediática y de la construcción de una narrativa específica. Todos deben estar plenamente convencidos de que estamos al borde de una catástrofe, de que la casa se está prendiendo fuego y que…no hay alternativa.

Medidas impopulares

O sea, como las medidas son radicalmente antipopulares, ellas sólo pueden ser implantadas bajo el pretexto de que estamos frente a una cuestión de vida o muerte. No hay siquiera: dar el diezmo o el infierno.  Es dar o dar. Tenemos un solo tiro en la escopeta. No hay alternativa. ¡There is not alternative!

El ajuste requiere eliminar todo y cualquier ruido disonante. Requiere acabar con el debate. Y hace eso mostrando que, anteriormente, habíamos escogido otro camino – el de un leve desarrollismo -, pero llegamos a un límite. Ese es el tercer elemento constitutivo del ajuste, además de su carácter político y de la idea de que no hay opción.

Habíamos llegado a un límite de las políticas distributivas, de crédito, de transferencia de renta y de sea lo que fuere. No es necesario explicar mucho. Basta decir que llegamos al límite del gasto que todo queda claro. ¿Pero gastando cómo y qué? ¿Límite de qué?

Límite impuesto por los intereses dominantes en la sociedad. Límite que implica no hacer la reforma agraria, no gravar las grandes fortunas, no bajar los intereses (que controla la especulación financiera), en fin, la barrera de no contrariar los grandes intereses.

Los límites serían impuestos – en un lenguaje más sofisticado – por la correlación de fuerzas.  Correlación de fuerzas es la expresión mágica para convencer a la mayoría de la población. Ese contingente es alcanzado por el palabrerío de gastadores.  El uso de la correlación de fuerzas sirve para convencer a los sectores con posiciones más movilizadas y conscientes, que están en los partidos de izquierda y en el movimiento popular.

Recapitulemos el razonamiento. Es preciso hacer el ajuste. ¿Por qué? Porque la economía está con problemas. Con problemas no, con turbulencias. Fuertes. Turbulencias, no. Crisis abierta, descontrol fiscal e inflacionario, desequilibrio de los precios relativos, excesivo gasto del gobierno, corrupción, etc. etc. ¡La situación es horrible! Llegamos al límite.

¿Contra eso qué se hace? No hay alternativa. La correlación de fuerzas no permite otra cosa. Tiene que ser recetado un remedio amargo. ¿Cómo se convence a alguien para aceptar medidas que claramente van a perjudicarlo? Ahí entra el componente religioso del ajuste. No hay mucho que explicar. Es preciso tener fe.

Dolor y superación

Como en todo ritual místico, hay dos fases esenciales. La primera es la del sufrimiento, de la purga de los pecados y, en caso extremo, el de la crucifixión. Pero calma, gente. Después de tantas espinas y lágrimas, resucitaremos todos en el tercer día y conoceremos el reino de los cielos.

En términos concretos – casi diseñado, para quedar claro – nosotros hemos vivido un tiempo de lujuria en los últimos años. Compramos en Celta cero kilómetro, una TV de LCD, un celular de tres chips, entramos en la facultad con un Prouni o Fies, anduvimos en avión, distribuimos Bolsa-familia y entramos en Minha Casa Minha Vida /2/.

Peor: estábamos queriendo más. Llegamos al límite, la correlación de fuerzas no lo permite, es mucho gasto, eso provocó un agujero y la inflación va a volver por culpa de toda esa irresponsabilidad. Eso sin contar la corrupción.

En una palabra, pecamos. No hay alternativa. Tenemos que pagar por eso hasta 2017. Merecemos el desempleo que está comenzando, la reducción de la renta, los quebrantos que vendrán, los aumentos de luz, agua, teléfono, el tomate, etc. Todo va a empeorar. Después de limpiar nuestra alma y aprender a no pecar más, tendremos la redención divina: crecimiento económico, empleo y vida mejor.

¿Fantasía?

¿Parece fantasiosa toda esta historia? Parece, pero no lo es. El escenario de caos económico fue meticulosamente conducido por el sistema financiero, que hegemonizó el gobierno y buscó sensibilizar a la opinión pública sobre la situación de descontrol.

Es bueno dar una mirada de la situación de la economía al final de 2014, para ver si el caos era tan feo como se pintaba. La deuda pública líquida del sector público sumaba R$ 1,88 trillones /3/, o sea el 34% del PBI. La deuda bruta sumaba R$ 3,56 trillones, o sea el 64% del PBI, según el Banco Central.

Por increíble que parezca, no es nada grave, si comparamos con Alemania (74,4% del PBI), Francia (95% del PBI), España (97,7% del PBI), o Portugal (134% del PBI). Vivíamos una situación de virtual pleno empleo, con una de las tasas más bajas del mundo (4,8%). En los Estados Unidos, durante el mismo período, 6,2% de los estadounidenses no tenían ocupación regular. La inflación, medida por el IPCA, estaba dentro de la meta: 6,41%. Hoy, después de iniciado el ajuste, llega al 8,17%.

El problema real

El problema real de la economía era no crecer. Al final de 2014, el PBI se estancaba en el 0 por ciento anual. Ese era un problemazo. ¿Y por qué no se crecía? Porque la elevadísima tasa básica de los intereses (11,75% en diciembre) encarecía el crédito, frenaba las inversiones, sobrevalorizaba la tasa de cambio, dejaban de ser competitivas nuestras exportaciones, se tornaba imposible el financiamiento de nuestra deuda pública y dilapidaba la balanza comercial.

La cuenta de los intereses, principal factor para la realización de los recortes presupuestarios, superaba los R$ 250 billones al final del 2014. Eso resultaba un déficit público de R$ 297,4 billones, el equivalente al 5,84% del PBI. Estos eran los factores preocupantes. No se puede subestimarlos.

La economía necesitaba al final del año, de una alternativa perfectamente viable. Una reducción drástica de las tasas de interés, lo que disminuiría el déficit y realinearía el tipo de cambio en un nivel razonable. La situación era grave, pero había alternativas. Necesitábamos un ajuste desarrollista. No había necesidad alguna de una opción recesiva y ultra liberal patrocinada por el gobierno. 

Ella fue decidida para garantizar la no penalización del gran capital durante la fase más aguda de la crisis externa, que es real, pero no determinante de los problemas internos. No obstante, eso no puede quedar claro.  Si lo estuviese, surgirían opciones a la ortodoxia en el debate público. De ahí la necesidad de hacer la campaña del caos.

Y es poco probable que – manteniéndose el rigor actual y frente a la persistencia de la crisis mundial – la economía vuelva a crecer al cabo de dos años. Eso poco importa. Los dogmas religiosos no se discuten. Se cumplen. Se no salimos del pozo en que nos hemos metido, la culpa es nuestra, sólo nuestra, porque continuamos pecando…

Notas:

1.- Joaquim Levy, proveniente de las finanzas, ex director de Bradesco, uno de los principales bancos de Brasil.

2.- Prouni, Fies: programas de becas y crédito educativo; Minha Casa Minha Vida: programa de financiamiento de vivienda popular. 3.-Trillón y Billón: escala numérica usaba en Brasil, equivalente a miles de millones en español.

Gilberto Maringoni, periodista, profesor de Relaciones Internacionales de la UFABC.

Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos A. Suárez

 

Fuente:
http://www.cartacapital.com.br/politica/ajuste-politica-e-religiao-8193.html

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