Italia después del terremoto: “Asegurar el territorio es hoy un deber cívico, político y moral”. Entrevista

Renzo Piano

31/08/2016

Renzo Piano, arquitecto italiano de fama internacional y senador vitalicio de la República, se ha distinguido en los últimos días por sus valerosas e imaginativas sugerencias prácticas, audaces y sensatas, para una reconstrucción segura y duradera de los lugares destruidos en el último terremoto. Le entrevista Giangiacomo Schiavi para el diario milanés Il Corriere della Sera.

Siempre se dice lo mismo después....

La verdad es que se ha dicho antes tantas veces. Pero no se ha querido escuchar.

¿Irresponsabilidad?

Somos herederos indignos de un gran patrimonio que hemos dejado abandonado. Indignos porque no lo protegemos. No escuchar es algo culpable. Ante las catástrofes no se puede hablar de fatalidad. 

Los terremotos no son siempre previsibles.

La naturaleza sigue su curso, es indiferente a nuestros sufrimientos. Pero nosotros disponemos de una gran fuerza: la inteligencia. Hablar de fatalidad es engañar a la inteligencia humana. La Historia nos lo enseña: siempre nos hemos defendido con protecciones, fortalezas, magias. Nos toca a nosotros, a nuestro sentido de la responsabilidad poner la energía justa para asegurar el territorio.

Debemos defendernos mejor...

Pero no lo hemos hecho. Donde se levantan defensas se limitan los daños. En Norcia, por ejemplo, el terremoto no ha sido desastroso como en los pueblos vecinos porque se llevaron a cabo las labores apropiadas. Tras los últimos terremotos se actuó bien. No hace falta buscar en Japón o en California para encontrar ejemplos imitables. Cada vez que se ha hecho un esfuerzo, ha habido un resultado positivo.

Arquitecto Piano, ante los muertos, la desesperación de los supervivientes, el extravío de los evacuados, la extraordinaria labor de los socorristas, dice usted: más que palabras hacen falta respuestas. ¿La primera?

No se debe alejar a la gente de dónde ha vivido. Amatrice, Pescara del Tronto, Arcuata, Accumoli, Grisciano: hay que reconstruirlo todo tal cómo era y dónde estaba. Desarraigar a la gente de sus lugares es un acto cruel. Quiere decir añadir sufrimiento al sufrimiento.

Eso opina también el Gobierno. Y en última instancia no hay polémica.

Me complace. Si busca a un hombre, siempre hay una casa. Hay que reconstruir entre las piedras, los umbrales y la gente que la habita.

Los pueblos de los que hablamos están destruidos.

El alma de los lugares no se puede borrar. Quien ha sufrido un trauma terrible tiene que poder volver a vivir dónde siempre ha estado. Ni contenedores ni campamentos de tiendas de campaña. 

¿Cómo tendría que ser el proyecto de reconstrucción?

Un proyecto ligero. Superada la prima fase, se han de prever viviendas ubicadas en la zona sísmica, estructuras temporales, no definitivas. Se pueden hacer en poco tiempo casas de madera a 600 euros el metro cuadrado. Como en Onna, en los Abruzos. Concluida la reconstrucción, se recicla todo: el terreno ocupado vuelve luego a ser campo de cultivo o terreno de pasto. 

Muchos evacuados duermen en el coche, junto a lo que queda de su vivienda. 

Es un apego que conmueve. La gente quiere quedarse allí para contrarrestar la sensación de abandono.

¿No corremos de ese modo el riesgo de que sea más lenta? 

Los tiempos del proyecto ligero son más largos, esta es una operación sutil, casi homeopática. Un remiendo que se acerca a mi compromiso como senador en lo tocante a las zonas periféricas. Seguridad, terremoto, inestabilidad hidrogeológica llevan consigo una idea de fondo común: la de remendar sin destruir, la ligereza como dimensión técnica y humana.

¿Hay antecedentes?

Hace cuarenta años trabajé para la UNESCO con Gianfranco Dioguardi en el proyecto experimental para la recuperación de los centros históricos. La idea de base guardaba relación con la ciencia médica: usar el diagnóstico para llevar a cabo intervenciones lo menos invasivs posibles, como con la microcirugía.

Será difícil reconstruir los lugares tal como eran antes. 

Difícil, ciertamente, pero posible.

Será todavía más difícil lanzar una gran obra de mantenimiento en todo el país.

Hay que empezar. Hagámonos cargo del legado que hemos recibido del pasado y ocupémonos de ello en serio.

¿Por dónde empezamos?

Empezemos por el patrimonio público: cometido inmediato del Estado es asegurar  escuelas y hospitales. La legislación está ahí. Tenemos leyes para construir de forma antisísmica. Hay que hacer que se respeten. Hay que proteger a niños y enfermos. El Gobierno no debe esperar.

¿Y el patrimonio privado? En buena medida, es este el que necesita mantenimiento.

Hace falta un programa de inversiones e incentivos, como los que se han concedido para la energía. Desfiscalizaciones, facilidades, descuentos de IVA. ¿No teníamos los  Ecobonus? Pues hagamos unos Casabonus. En Italia hace falta una ordenación energética, sísmica, hidrogeológica. Tenemos las empresas y las competencias para poder hacerlo.

Habrá mayores costes para el que construye y para el que compra.

Cierto: esos costes más elevados tiene que reconocerlos el Estado mediante alguna forma de facilidades. Pero se trata de inversiones que tienen un retorno. No estamos hablando de minucias. Estamos reclamando asegurar un patrimonio inseguro. Esto puede alimentar un ciclo virtuoso. Para la construcción y el mundo del trabajo, para las pequeñas empresas y para las más grandes. 

¿Cuanto tiempo cree que puede hacer falta?

Una operación de este género tiene que ser sistemática. No se hace en un par de años. Hacen falta dos generaciones o incluso más. Por otra parte, la naturaleza razona con tiempos mucho más largos. Es importante comenzar. Esta vez en serio. 

Después de cada desastre se reclaman planes extraordinarios de mantenimiento del patrimonio inmobiliario y del territorio. Y luego, puntualmente, nos olvidamos.

Y nos equivocamos, hacemos mal. Estamos faltando a nuestro deber. El de garantizar más seguridad a las personas y salvaguardar un patrimonio único en el mundo. Hoy no tenemos coartada. Nos lo reclaman los supervivientes, lo impone la Historia.

La Historia, como ha escrito Emanuele Trevi, citando a Voltaire y el terremoto de Lisboa, nos recuerda una larga ineptitud...

Hay que defender nuestro territorio. Lo pide desde hace años. Mañana podrá decirse: hermoso, bueno, sólido. Nuestra belleza es un valor profundo. La esperanza que debe guiarnos, después de las lágrimas y de tantos, demasiados muertos, es la de una gran operación para el futuro: borrar el fantasma de la fatalidad, tutelar las vidas humanas, hacer menos frágil esta gran belleza.

(1937), uno de los mayores arquitectos contemporáneos, nació en Génova y se formó en la Facultad de Arquitectura de Florencia y en la Politécnica de Milán. Entre 1971 y 1977 trabajó con el arquitecto británico Richard Rodgers, concluyendo con él proyectos tan célebres como el Centro Pompidou en París. Su estudio, el Renzo Piano Building Workshop, tiene desde 1981 sedes en Nueva York, Génova y París. Con edificios destacados en los Estados Unidos, Japón, Italia, Suiza, Noruega, Alemania, Grecia y Francia, recibió el Premio Pritzker en 1998, el más importante galardón de su profesión. Su primera obra en España, el Centro Botín de las Artes y la Cultura, en Santander, iniciado en 2012, se encuentra todavía en fase de construcción.
Fuente:
Il Corriere della Sera, 27 agosto de 2016
Traducción:
Lucas Antón

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