La danza de las tasas de interés

Hal R. Varian

24/09/2006

La escena mundial de las tasas de interés puede ser comparada con un minué en el que cualquier traspié tendría un alto costo para los Estados Unidos.

Ahora que el Mundial de Fútbol y el Tour de Francia quedaron atrás, el espectáculo deportivo mundial más atrapante es observar a Ben Bernanke: ¿subirá o no las tasas de interés en agosto? Y ¿qué significará su decisión para los mercados financieros del mundo?.
Cuando la Fed sube las tasas de interés, los inversores internacionales se sienten más atraídos por las inversiones denominadas en dólares. Esa mayor demanda de activos estadounidenses tiende a elevar el valor del dólar.
Pero cuanto mayor es el valor del dólar, más caros son los bienes estadounidenses para los extranjeros y más baratos los bienes extranjeros para los estadounidenses, lo cual empeora la balanza comercial. Un dólar muy alto puede causar una caída de la producción en industrias sensibles a las importaciones o que dependen de las exportaciones.
Los mercados financieros internacionales responden a los cambios de las tasas de interés casi instantáneamente, en tanto que al "lado real" de la economía (la producción, el empleo, las importaciones y exportaciones) la adaptación le lleva meses o años.
Si el dólar sigue fortaleciéndose este verano (boreal), en un futuro cercano podría debilitarse la demanda de exportaciones de EE.UU. y aumentar la demanda de importaciones, lo cual desmejoraría la balanza comercial.
Pero eso no es todo. La demanda de dólares no depende sólo de las tasas de interés de los EE.UU. sino también de las tasas de los activos en otras divisas, y éstas también están aumentando.
El 14 de julio, el Banco de Japón puso fin a seis años de tasa cero y subió su tasa de interés overnight a 0,25%. Las tasas de interés en euros también suben, fundamentalmente como respuesta a las presiones inflacionarias en Europa, pero también al alza de tasas en los EE.UU. Esas subas de tasas en los activos en euros y yenes tenderán a reducir la demanda de activos estadounidenses, contrarrestando los efectos de los aumentos de las tasas de interés estadounidenses.
El sistema financiero internacional es como un minué del siglo XIX. Los bancos centrales inician el baile con sus ajustes de tasas. Sus socios, los inversores del mundo, los observan de cerca, tratando de anticiparse a sus movimientos. En el fondo de la escena, los mozos llevan hacia adelante y hacia atrás sus bandejas de importaciones y exportaciones, al compás de los bailarines.
¿Pero cómo terminará la danza? Parece que los aumentos de la tasa de interés de los EE.UU. pararán pronto, si no en agosto, en septiembre. Las tasas en euros y yenes probablemente sigan subiendo varios meses.
Dada la dirección de las tasas extranjeras, también es posible que el dólar se vuelva relativamente menos atractivo para los inversores externos en los próximos meses. Un dólar más débil estimularía la demanda de exportaciones estadounidenses, lo que en parte, contrarrestaría el impacto de las altas tasas de interés en el país. Al menos, ese sería el panorama más rosado. Pero pueden ocurrir muchas cosas de acá a entonces. Los conflictos en Medio Oriente encarecen el petróleo y golpean sobre el empleo.
Los bancos centrales probablemente detengan o reviertan sus aumentos de tasas de interés para amortiguar un golpe de ese tipo.
Otra preocupación es la posibilidad de un desastre natural o provocado: un huracán o un ataque terrorista importante podrían afectar a los mercados.

Enigma chino

China también es una incógnita. Podría modificar su política cambiaria, dejando subir el yuan para enfriar su economía. O podría alterar su política de inversiones e inclinarse por bonos denominados en euros, en vez de privilegiar los bonos del Tesoro estadounidense. Nada de eso es necesariamente malo para los EE.UU., pero son transformaciones que podrían tener un gran impacto en los tipos de cambio y en los mercados mundiales.
En estos días, hay una palpable ansiedad en los mercados financieros, ya que los inversores están considerando ésas y otras posibilidades. Con las tasas de interés bajas, los mercados se relajaron. Ahora que las tasas comienzan a moverse hacia arriba, la volatilidad de los precios de las acciones volvió con creces.
Todo esto está ocurriendo en un contexto en el que persisten el gasto deficitario de los hogares y del gobierno federal. Si no podemos equilibrar nuestros presupuestos privados y públicos ¿seguiremos teniendo que pedir dinero al resto del mundo para compensar la diferencia? Y ellos ¿nos seguirán prestando?
Las subas de tasas de interés de hoy en día son un intento para desacelerar la economía y evitar la inflación. Pero en la próxima década, puede que nos veamos obligados a aumentar las tasas de interés sólo para atraer préstamos extranjeros para financiar nuestro déficit presupuestario.
Esas tasas altas lesionarían el crecimiento económico y presionarían a la Fed a volver a la política de interés bajo y dinero fácil que hemos visto en los últimos cinco años.
Una política semejante corre el riesgo de estimular la inflación. Las políticas de dinero barato de los últimos años han tenido un impacto sorprendentemente insignificante en los salarios, en parte por la amenaza de que los puestos de trabajo migren a países de salario bajo. Pero si el dólar cayera bastante, el trabajo extranjero ya no sería tan buen negocio, y eso fortalecería a los trabajadores estadounidenses en las negociaciones salariales.
En esta cadena, una espiral inflacionaria sería una posibilidad cierta, lo cual volvería más alto el costo de una decisión errada. Esperemos que los bancos centrales puedan seguir bailando con buen paso mientras las tasas de interés vuelven a normalizarse.

Hal R. Varian es economista. Universidad de Berkeley, California. Columnista de New York Times.

Fuente:
Clarín, 30 julio 2006

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