La "enfermedad argentina" y las gallinas brasileñas

José Luis Fiori

25/06/2006

 

Existe un enigma que continúa sin respuesta en la historia argentina: ¿por qué el país más rico de América Latina no consiguió realizar en el siglo XX su “destino manifiesto” de gran potencia?

En el último cuarto del siglo XIX, después del fin de la guerra del Paraguay, entre 1870 y 1914, tal como el caso de Estados Unidos, Alemania y Japón, la economía y la sociedad argentina vivieron una “edad de oro”. En este período de 34 años, el PBI creció de forma continua, a una tasa media cercana al 7 por ciento por año – la mayor del mundo en ese período – al mismo tiempo en que la renta per cápita de los argentinos crecía a una tasa del 3,8 por ciento, igualmente la mayor del mundo. En consecuencia, al inicio del siglo XX, la renta per cápita de los argentinos era cuatro veces mayor que la renta de los brasileños y el doble de la renta de los norteamericanos. El crecimiento de la economía argentina, luego de la guerra del Paraguay, fue liderado, en la mayor parte del tiempo, por la exportación agro-ganadera; además se dio en la industria, inducido en la mayor parte del período por las inversiones en la construcción de la extensa red ferroviaria que integró el mercado nacional argentino antes de finalizar el siglo XIX. Entonces su pauta de exportaciones era diversificada, mientras que su población ya vivía predominantemente en las regiones urbanas, donde el 64 por ciento trabajaba en la industria, el comercio o el sector de los servicios. Finalmente, en los inicios del siglo XX, un tercio de los argentinos vivía en Buenos Aires, una ciudad sofisticada, con alto nivel educacional y cultural, y que fue durante mucho tiempo, una especie de capital europea en América Latina. En síntesis, en vísperas de la primera Guerra Mundial, la Argentina era el país más rico del continente latinoamericano, uno de los diez países más ricos del mundo, y tenía todas las condiciones para transformarse en la potencia hegemónica de América Latina, y una potencia económica mundial. Pero no fue esto lo que ocurrió. Particularmente es después de 1930, cuando Argentina comienza a perder el impulso económico de su Edad de Oro y sufre un proceso social de fragmentación política, cada vez más profundo y radical.

Sin embargo, recientemente entre los economistas, y en particular entre los neoliberales, se volvió un lugar común atribuir la responsabilidad de ese “fracaso argentino” al “populismo macroeconómico” del gobierno de Perón. A pesar de que Juan Domingo Perón sólo había gobernado la Argentina entre 1945 y 1955, y después, muy fugazmente, entre 1973 y 1974. Aún cuando todas las evidencias indiquen que fue en las décadas de 1930 y 1970 que la economía argentina perdió de hecho su aliento expansivo, atrasándose con respecto al ritmo de sus competidores más próximos. Exactamente, en la dos décadas en que Argentina enfrentó las dos grandes crisis internacionales,  respondió a la turbulencia global reforzando su opción del siglo XIX, por una “economía abierta”, y por una política económica ultraliberal. Primero en los años ´30, con la “restauración conservadora” del Gral. Justo, y luego, en los años ´70, con el “fascismo de mercado” del Gral. Videla y su ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, que implantaron en la Argentina el modelo político y económico que ya había sido introducido en Chile en 1973, y en Uruguay en 1974. Según la estimación del economista argentino, Roberto Lavagna, entre 1930 y 1945, el Brasil creció a una tasa media que duplicaba su PBI cada 28 años, en tanto la Argentina necesitaría 42 años para hacer lo mismo. Y nuevamente, en la década del ´70, el Brasil creció a una tasa que duplicaba el producto cada 9 años, mientras que la Argentina necesitaría 29 años. Pero atención: porque asimismo después de la primera Guerra Mundial y de la crisis de 1930, la economía argentina siguió creciendo e industrializándose y su sociedad también siguió creciendo y sofisticándose. De tal forma que el PBI argentino sólo fue superado por Brasil y México en la primera mitad de la década del ´50, a pesar de esto, la renta per cápita y el nivel de la educación de la población argentina continuó siendo casi el doble de la brasileña y de la mexicana hasta el final del siglo XX. El problema es que después de 1930 el crecimiento de la economía argentina se dió de forma cada vez más inestable, con una sucesión de ciclos económicos cada vez más cortos e intensos (“bi-polares”), con grandes tasas de crecimiento seguidas de profundas crisis y depresiones económicas. Y a pesar de esto, la política económica se mantuvo casi la misma: una combinación de inversiones y créditos externos con políticas monetarias y fiscales ortodoxas, y limitado papel del Estado en la dinamización de la economía en nombre del equilibrio fiscal. Una especie de “recurrencia inercial” que no resultó de una política consistente, por el contrario, fue una consecuencia “no buscada” de la diversidad de intereses exportadores, y de la heterogeneidad de los intereses industriales y de los trabajadores; que pudieron convivir de forma relativamente pacífica durante el período de alto crecimiento continuo, la Edad de Oro, pero que después no consiguieron encontrar algún denominador común entre ellos que pudiese ser políticamente eficiente. Por esto, una de las lecciones más importantes de esta historia argentina, es que del punto estrictamente coyuntural, este “patrón” de desenvolvimiento posterior a 1930, tuvo un desempeño medio extremadamente razonable. La economía argentina creció a una tasa media de 2,95 por ciento anual, entre 1913 y 1950; de 3,78 por ciento anual, entre 1950 y 1973; y del 2,06 por ciento anual, entre 1973 y 1998. (Madison, 2001, pag. 197)*. Un desempeño mejor que el de Brasil entre 1980 y 2006. El problema es que la reproducción de estos mini ciclos de crecimiento, junto con la preservación de la política reaccionaria y liberal, acompañado de un conflicto distributivo cada vez más intenso, acabó erosionando el horizonte de expansión a largo plazo de la riqueza y del poder de la Argentina.

Luego de 1930, fue cada vez más difícil formar una coalición de poder consistente y con la fuerza suficiente para arbitrar intereses e imponer un proyecto nacional de largo plazo, por encima y en contra de la imposición mecánica de los mini ciclos del mercado, semejante a los “vuelos de gallina” del nuevo padrón de desenvolvimiento brasileño, imperante desde 1994.

·         Maddison, A. (2001) The World Economy. A Millennial Perspective, (OCDE).

José Luis Fiori es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO

Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez

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Fuente:
www.sinpermiso.info, 25 junio 2006

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