“La gentrificación es un proceso profundamente conflictivo”. Entrevista

Alvaro Ardura

Daniel Sorando

31/12/2016

Una palabra que no ha sido elegida palabra del año -en contraposición a la “posverdad”, de marras- es “gentrificación”: un término creado por la socióloga marxista Ruth Glass  y que viene a nombrar el aburguesamiento elitista que ocupa los barrios de las ciudades, antes más populares y modestos. Es un término urbano por excelencia. Esta transformación paulatina está ocurriendo por todas partes, sobre todo en Barcelona y Madrid, como ya había ocurrido antes en Nueva York o Berlín, a veces, muy aceleradamente. Para tratar de indagar en la complejidad de estos procesos, el arquitecto Alvaro Ardura y el sociólogo Daniel Sorando se han lanzado a escribir un libro First we take Manhattan (La Catarata 2016), de título evocador, donde se suceden los ejemplos urbanos que previamente los autores se han pateado y estudiado cuidadosamente. Un libro que podrían las autoridades municipales comprarse para leer en Navidad y empezar con mejor pie el nuevo año. cuartopoder.es lo ha leído y se ha puesto al habla con sus autores, a los que ha entrevistado Elvira Huelbes.

— Los ricos que se fueron a las afueras prefieren ahora regresar al centro. Una reapropiación que desplaza a los que no pueden pagar la subida de alquileres. 

— Daniel Sorando: Es cierto, si bien habría que añadir algunos matices. Por un lado es cierto que a los barrios céntricos que estuvieron muchos años abandonados llegan personas que no lucharon por ellos en sus momentos más bajos y que, por el contrario, quienes sí lo hicieron a menudo se ven forzados a marcharse en un giro particularmente cruel de esta historia urbana. Eso está pasando en España, muy especialmente en Barcelona y también en Madrid. Pero, por otro lado, hay que diferenciar dentro de las clases dominantes. No todos sus componentes se desplazan a los centros urbanos. Los primeros en sentirse atraídos por los centros rehabilitados suelen pertenecer a clases medias ligadas al control social y la producción cultural (trabajadores sociales, trabajadores culturales, profesores universitarios, etc.) y no es hasta que su número es grande en un barrio, y su territorio ha sido pacificado por sus prácticas de uso del espacio, que empiezan a llegar clases más poderosas vinculadas a los poderes duros del Estado como el derecho, la economía o la ingeniería. En todo caso, estos últimos profesionales suelen preferir urbanizaciones valladas en las afueras donde la especulación inmobiliaria encuentra otras oportunidades de negocio paralelas a la gentrificación.

— Un término ideado por la socióloga marxista Ruth Glass, en los 60. Para que luego digan que Marx está superado.

— D.S.: Hace poco leía el último libro de César Rendueles, donde señala que tal vez el materialismo histórico no sirva para resolver las ecuaciones de la microeconomía pero que sigue siendo una de las mejores guías para comprender las estructuras que condicionan nuestros comportamientos. Y esto se observa una vez más en los procesos de gentrificación. Frente a las tesis que los describen como la respuesta a los cambios en los gustos de consumidores autosuficientes, en el libro nos sumamos a los autores que revelan las dinámicas políticas, sociales y económicas que preparan nichos de mercado a los que contribuimos no sólo de forma inconsciente sino, a menudo, seducidos por sus promesas de distinción. No se me ocurre mejor contribución desde las ciencias sociales que aportar claves para ser conscientes de los conflictos sociales en los que participamos y, de esta manera, poder tomar partido.

— Casualidad, les guían las canciones de Cohen y el viaje neoyorquino de Dylan: ambos han estado en los diarios hace poco. ¿Por qué esa elección?

— Alvaro Ardura: Bueno, hay que aclarar que la elección fue previa a que estuvieran en el candelero estos días (Cohen, tristemente). En primer lugar los elegimos porque nos gustan, mucho, a ambos. En segundo, la canción de Cohen nos servía como hilo conductor desde el primer capítulo del libro, dedicado a la fase destructiva, que ejemplificamos en el Lower East Side de Manhattan, hasta el último, dedicado a las resistencias, en el que se trata el caso de Berlín. A Dylan le robamos unas estrofas de Desolation Row para el primer capítulo, que describen muy bien el ambiente de degradación del sur de Manhattan. Finalmente, ambos son muy representativos de esas “clases creativas”, con un alto capital cultural, que se adelantan en ocupar ese nicho urbano, que no les importa convivir con los habitantes originales.

— La clase media está siendo desplazada, eliminada, en un proceso que comenzó en EEUU hace 30 años, y que sigue también en España, ¿qué clase es la que expulsa a los habitantes genuinos de los barrios?

— D.S.: La gentrificación es fundamentalmente un proceso definido en términos de clase y, por tanto, profundamente conflictivo. A veces nos preguntan, a Alvaro y a mí, qué pasaría si en un proceso de gentrificación no hubiera desplazamiento de los habitantes más empobrecidos. Y la respuesta es siempre la misma: entonces no sería un proceso de gentrificación. Esa es la razón por la que a los técnicos y políticos municipales les causa espanto esta palabra y prefieren hablar de regeneración urbana. Hace poco tuvimos la suerte de compartir mesa y debates con el sociólogo urbano Jean Pierre Garnier, quien decía que palabras como regeneración, revitalización, participación, etc. son pseudo-conceptos sociológicos porque están completamente invadidos por una ideología que trata de ocultar los conflictos que suponen las acciones que nombran. Pero lo cierto es que la gentrificación no es un juego de suma cero, ni mucho menos uno de suma positiva. La distinción que ganan los nuevos residentes de las clases medias y, sobre todo, los beneficios económicos que obtienen los propietarios de las viviendas revalorizadas, se logran a costa del desplazamiento de residentes que pierden las redes de apoyo mutuo que necesitan para sobrevivir en un estado de inseguridad social.

La clase innovadora (Richard Florida) ¿regenera o finiquita el barrio?

— A.A.: Pues puede hacer ambas cosas.

D.S.: Así es. Como siempre, depende de la posición desde la que mires el proceso. Desde la perspectiva de las clases creativas (al mismo tiempo nuevos habitantes de estos barrios, agentes transformadores de sus actividades económicas y diseñadores de los planes urbanísticos que los modifican) el barrio acaba siendo mucho mejor que antes. No es extraño que consideren un éxito una obra que está moral y estéticamente guiada por sus principios de clase. Pero en el camino desatan espirales inflacionistas que terminan por impedir la permanencia de los grupos sociales y las prácticas que dotan de historia e identidad a estos barrios.

AA: Y esa espiral inflacionista en ultimo término pueden acabar engulléndoles, desplazándoles a ellos. Los colectivos (músicos, diseñadores, publicistas) que pusieron hace tiempo de moda Wiliamsburg, en Brooklyn, porque era una alternativa barata cercana a Manhattan, y llenaron el barrio de tiendas vintage y cafés donde servían cappuccino, ya no pueden pagar los alquileres del barrio y se están mudando hacia el interior de Brooklyn, a Bushwick, por ejemplo.

— Ni siquiera son nacionales los que llegan a gentrificar barrios: la especulación inglesa, china, rusa… compra edificios que rehabilita y luego vende caro.

— A.A.: Esto es algo que ha cambiado muy recientemente. La gentrificación clásica que definió Ruth Glass era un proceso más lento y paulatino, porque se daba en el contexto de un capitalismo fordista, en el que las inversionistas inmobiliarios que identificaban el nicho de mercado en esos barrios degradados y trataban de aprovechar el diferencial de renta eran locales, o nacionales como mucho. En la actualidad, con la globalización de la economía, los operadores son globales, y la inyección de capital especulativo puede ser enorme, lo que acelera el proceso enormemente. Por ejemplo, en Londres existe actualmente una gran burbuja en su sector inmobiliario en tanto que actúa como capital refugio de todas partes del mundo.  Además, con la mejora de las comunicaciones y aparición de operadores como Airbnb, el rendimiento al capital inmobiliario tampoco surge de su explotación más clásica (alquiler y venta residencial), si no que puede venir del alquiler comercial, de los alquileres turísticos o incluso de eventos. Así la gentrificación canónica se superpone a otros procesos como la turistificación. Académicamente se puede discutir si se trata de un fenómeno o dos, pero los efectos son los mismos: desplazamiento, que puede ir acompañado de despoblamiento. Muchas viviendas están cambiando de uso residencial a turístico, más rentable, y en un mercado de alquiler reducido puede crear distorsiones importantes en muy poco tiempo. Eso ha hecho que la burbuja de los alquileres haya hecho que en Barcelona, por ejemplo, se  haya  pasado de 11 a 17 euros/m2 en 3 años, subiendo hasta un 20% en ese periodo y un 8% en 6 meses. Por ello se han transformado completamente algunos barrios, como la Barceloneta, de barrio tradicionalmente popular a un gran albergue turístico. Y este fenómeno amenaza con extenderse a otras zonas no tan centrales. En Madrid ocurre algo parecido, aunque el proceso va mas lento.

— Dicen en BCN que la invasión de extranjeros que llegan para comprar en las mismas franquicias de sus países, porque resulta más barato, han vaciado de carácter la ciudad, ¿es irreversible?

— D.S.: Ningún proceso social es irreversible pero este es particularmente complicado. Para frenar dinámicas tan poderosas, a las clases populares les quedan dos recursos: los derechos sociales y la resistencia activa. Algunos agentes cuentan con medios tan incontrolables en el capitalismo financiero desregulado que sólo una acción colectiva y concertada con los diferentes niveles institucionales podría pararles los pies. Además, haría falta desmontar mitos bien asentados en el imaginario colectivo como el que afirma que cualquier inversión es buena si trae trabajo. Por ese camino alimentamos ciudades cuyas lógicas cotidianas son cada vez más incompatibles con la reproducción de la vida.

— ¿También acabará pasando esta modernidad basada en franquicias que uniforma todas las ciudades? ¿No se está ya produciendo hartazgo?

— A.A.: Cuando antes hablábamos de los cafés de Williamsburg no era como mera anécdota. Sharon Zukin ha denominado ese proceso de resignificación “domesticación por el cappuccino” . Y es que en muchos casos el cambio de carácter de un barrio se aprecia en primera instancia en el zócalo comercial. A veces de forma progresiva, otras veces de manera claramente inducida como en el caso de creación de “barrios-marca” como el  Tribal de Madrid.

D.S.: Esta dinámica se está viendo hoy en día y responde a una dinámica bastante clásica. Con el tiempo, los pioneros en llegar a un barrio lo pacifican y de esta manera atraen a nuevos visitantes y residentes con un mayor poder adquisitivo junto a los cuales llegan las franquicias tradicionales. Al final del camino se puede llegar a matar la gallina de los huevos de oro, como pasa en algunos barrios donde al mercadillo vintage lo han sustituido las cadenas de cerveza low-cost y las despedidas de soltero. Entonces las clases creativas se van pero llegan los turistas. En ambos casos los especuladores inmobiliarios son los únicos actores que salen ganando. Y desde el comienzo, son las clases populares, tanto en su faceta de trabajadores como en la de residentes, las que salen perdiendo porque son relegadas a barrios cada vez más lejanos donde sus problemas permanecen ocultos e inaudibles.

— ¿Se sabe si las autoridades de Madrid y BCN están haciendo algo para que la gente corriente pueda alquilar en las ciudades y no a las afueras? 

— D.S.: Hasta la fecha está habiendo reuniones compartidas entre ambos ayuntamientos porque, al menos en el plano del discurso, este problema se ha consolidado en la agenda pública de Barcelona y, en menor medida, en Madrid. Sin embargo, en términos prácticos ambos ayuntamientos tienen muy pocos recursos para implementar las políticas que verdaderamente puedan controlar las dinámicas del mercado inmobiliario, esto es, las políticas de vivienda social en los barrios donde hay mucha demanda de alquiler y donde la poca oferta que hay está en manos privadas, lo cual conduce a procesos inflacionistas vertiginosos como los que se dan hoy en día en ambas ciudades. Frente a ello sólo la vivienda social, es decir, en alquiler y de propiedad pública, puede oponer resistencia frente a semejantes dinámicas de revalorización.

— Ustedes dicen que los nuevos partidos han traído “una intención de cambio. Hay una enorme diferencia con lo anterior” ¿En qué se nota, por ejemplo?

— A.A.: De momento, la preocupación ante el problema, el análisis del mismo. Los gobiernos municipales anteriores y sus apoyos mediáticos ni siquiera se lo planteaban como problema. Un tertuliano de Telemadrid llegó a decirme que era un proceso “natural”. No, natural es la fotosíntesis. Este es un proceso sociocultural.  Sólo ven los aspectos positivos, de renovación material de los barrios, e ignoran deliberadamente los negativos, los desplazamiento de personas y actividades. Los ayuntamientos “del cambio” están empezando a construir herramientas (encargando estudios, bancos de datos, etc.)  que les permitan tener un conocimiento profundo de lo que ocurre -con todos sus matices porque es un proceso complejo- para tomar medidas ejecutivas, lo cual tampoco es fácil, por las competencias que tienen, que no son demasiadas.

— ¿Pueden sociólogos y arquitectos influir en los gobiernos? ¿Podría este libro?

— A.A.: Esperemos que sí. De momento, a las presentaciones del libro que hemos hecho han venido concejales y técnicos de varios ayuntamientos.

D.S.: Este libro tiene sin duda un objetivo político pero al mismo tiempo, un pecado original. En la medida en que ambos pertenecemos a las mismas clases medias atraídas por los centros gentrificados, el resultado expresa nuestra posición social en la manera de escribir o los referentes empleados (por ahí volvemos a Cohen y Dylan). Por tanto, nos cuesta llegar a los verdaderos afectados por el proceso: las clases populares. Para ello se necesita organización vecinal y, de ser posible, alianzas interclasistas en las que se atiendan las necesidades sociales de los más golpeados por este sistema violento pero con los medios de influencia política de otros grupos sociales. Por ejemplo, a raíz del libro hemos mantenido reuniones con diferentes concejales y técnicos municipales con los que prácticamente nunca pueden hablar los vecinos y vecinas desplazados. Mientras eso no cambie, el libro trata de despertar la mala conciencia de los responsables públicos de estos procesos y, como siempre me recuerda Jesús Leal que decía Boltanski, contribuir a armar la crítica.

— Por el momento, lo que se constata es que los problemas sociales en vez de resolverse, se desplazan. ¿Es esa la “regeneración”  que buscan los gobiernos locales? 

— D.S.: En el mejor de los casos no es una intención consciente sino una miopía social. Haciendo investigación sobre estos procesos nos hemos encontrado con aproximaciones muy diferentes: desde técnicos que explícitamente pretendían promover el encarecimiento de los barrios populares (por ejemplo, en la Generalitat Valenciana) hasta otros responsables administrativos que terminaban causando la misma inflación (por ejemplo, mediante la promoción desaforada de equipamientos de alta cultura en barrios populares), a pesar de oponerse a ella verbalmente. En el segundo caso estamos ante un ejemplo más de la miopía que produce la falta de autoanálisis social. Sólo comprendiendo los sesgos de nuestra mirada social podemos prevenirnos frente a las consecuencias no deseadas de nuestras acciones. En ambos casos la lógica del urbanismo neoliberal se repite una y otra vez: los problemas sociales no se resuelven sino que se desplazan donde no se vean, donde no se oigan y donde, sobre todo, no obstaculicen las operaciones de especulación en el territorio urbano.

A.A.: Esa miopía está poco a poco desapareciendo, y apareciendo una preocupación sincera. Nos han comentado responsables políticos y técnicos: “¿Es posible mejorar materialmente la ciudad sin causar esa espiral inflacionista?”. La respuesta es que sí, si no se actúa solo en lo material, si se aplican contramedidas. Pero para que la gente se haga una idea, estos mismos responsables nos comentaban cómo vecinos les había pedido que no arreglasen una calle ante el temor de una subida de precios.

— Después de su investigación y trabajo, ¿puede aclararse si la gentrificación mejora o empeora los barrios?

— D.S.: Depende del grupo social que lo evalúe. Algunos políticos obtienen beneficios de legitimidad por “limpiar los barrios malditos”, tal como son presentados por los medios de comunicación y muchas investigaciones académicas. Los inversores ganan grandes cantidades de dinero y los nuevos vecinos logran beneficios de distinción. Sin embargo, la ciudad cada vez resulta más segregada y los barrios tradicionales son suplantados por reproducciones clónicas de los nuevos centros vintage de todo el mundo, en un collage recurrente de signos del Soho neoyorkino, las calles de Montmartre y los mercadillos londinenses. Al final todos los centros terminan siendo especiales de la misma manera. Lo que está claro es que sus vecinos originales en el mejor de los casos se quedan como estaban pero, a menudo, añaden la ruptura de sus lazos sociales al resto de dinámicas de inseguridad social que caracterizaban sus vidas cuando vivían en barrios abandonados por las administraciones públicas.

— ¿Cuál es el barrio de ciudad ideal hoy en día, si es que existe tal cosa?

— D.S.: El ideal es un barrio donde los vecinos y las vecinas no tengan miedo. No tengan miedo ni al desplazamiento ni a la inseguridad social y puedan desarrollar su vida cotidiana en condiciones dignas. Y esto independientemente de la composición social del barrio. Sin embargo, un barrio así es inviable en un sistema económico y social donde el alojamiento es una mercancía en lugar de un derecho. Desde ese punto de partida y en plena crisis económica, los barrios y sus viviendas son demasiadas veces empleados como reservas de valor y para ello poco importa si han de destrozar las vidas de sus habitantes. ¿Un barrio ideal? Necesitaríamos viajar a una sociedad más igualitaria donde la brecha entre sus residentes no fuera tan enorme como en las ciudades actuales. Esa es la condición imprescindible y, junto con ella, un proyecto colectivo que proteja la vida compartida. No puede haber un barrio ideal en una ciudad atravesada por la desigualdad.

— ¿Qué acciones piensan llevar a cabo con motivo de la publicación del libro?

— A.A.: De momento, estamos intentando difundir el libro en una triple vertiente: académica, mediática y vecinal. Así a cada sitio que vamos, intentamos ir a una universidad, a un centro vecinal o una librería, y atender a un medio. No siempre se pueden los tres, pero por nosotros que no quede. De momento no le hemos dicho que no a nada, salvo coincidencia de fechas y hemos ido a Valencia, Zaragoza, y Gijón (se nos escapó Málaga). Tenemos previstos actos en Salamanca y Barcelona, donde hay mucho interés. Y todavía sin concretar, también en Bilbao, León, y varios más.  Lo mismo con los medios. Hemos atendido a todos los que nos han llamado, desde Rebelión a Telemadrid. Solo se nos ha escapado Carne Cruda, porque Dani estaba en un congreso en Oslo, pero esperamos que nos vuelvan a pedir que vayamos al programa: Javier Gallego, ¡llámanos!

Arquitecto y sociólogo, respectivamente, son coautores de First we take Manhattan (La Catarata 2016).
Fuente:
https://www.cuartopoder.es/otromilagro/daniel-sorando-la-gentrificacion-es-un-proceso-profundamente-conflictivo/8431

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