La polémica en torno al boicot a Eurovisión lo confirma: no importan las vidas palestinas

Arwa Mahdawi

12/05/2019

Eurovisión ha sido siempre un ejercicio de mal gusto, pero la edición de este año lleva las cosas al extremo. Si queremos disfrutar del festival de la canción kitsch, que tendrá lugar del 14 al 18 de mayo en Tel Aviv, Israel, tenemos entonces que ignorar el sangriento contexto político que lo rodea. Desde luego, Israel se muestra tan decidido a mantener Eurovisión aparte de la política que impedirá la entrada en el país a todo aquel de quien afirme que pueda perturbar el espectáculo.

Una de las cosas más frustrantes de ser palestino (yo misma soy medio palestina) es que parece que no hay modo aceptable de defender tu humanidad o protestar contra tu opresión. Las apelaciones a boicotear Eurovisión, por ejemplo, se han denunciado como causa de división. El mes pasado, celebridades entre las que se contaban Stephen Fry, Sharon Osbourne y Marina Abramović firmaron una carta que declaraba que el “espíritu de unidad” se ve “atacado por quienes llaman a boicotear [el festival] porque se celebra en Israel, subvirtiendo el espíritu del concurso y haciendo que pase a ser de una herramienta de unidad a un arma de división”.

Echémosle un vistazo a ese lenguaje. Se describe una forma pacífica de protesta como un “ataque” y un “arma”. Los palestinos y quienes les apoyan son agresores irrazonables y violentos. Mientras tanto, se ignora el contexto más general. El hecho de que la mayoría de los palestinos, incluso aquellos que viven a sólo unos kilómetros de  Tel Aviv, no tenga la más mínima esperanza de asistir a Eurovisión, gracias a las severas restricciones de viaje que se les imponen, es algo que se ignora. Se ignora el hecho de que exista toda una infraestructura  – de una frontera de cemento a carreteras segregadas –que está diseñada para separar a palestinos e israelíes,  

A no ser que hayan estado en Palestina, resulta difícil comprender la violencia diaria de la ocupación, Resulta difícil hacerse a la idea de que alguien como mi padre, que nació en Cisjordania, no tenga derecho a volver allí. Resulta difícil imaginar lo que significa ver tu hogar y tu historia derruidas. Resulta difícil comprender la humillación que entraña atravesar los puestos de control israelíes para ir a visitar a un pariente en la aldea de al lado. Resulta difícil imaginar lo que significa que te digan constantemente que no existes.

A los palestinos se les deshumaniza no sólo en vida, se les deshumaniza en la muerte. No hay más que ver, por ejemplo, algo de la cobertura de la violencia reciente en Gaza. Según el Washington Post del 6 de mayo, “Mataron a cuatro civiles israelíes…y murieron 23 palestinos”. La CNN informaba de forma parecida que 23 personas “han muerto en Gaza”, mientras que “en Israel mataron a cuatro personas”. No importan las vidas palestinas. Los medios de comunicación norteamericanos lo dejan claro cada vez que hablan de muertes palestinas, que se describen de forma rutinaria con una voz pasiva que las describe como accidentes al azar. Qué raro esto de que los palestinos sigan andando en dirección a las balas; la verdad es que no sé a quién echarle la culpa.

La verdad es que mejor borramos esto. A los que hay siempre que culpar es a los palestinos, de acuerdo con algunos medios de información. La violencia israelí, se nos dice repetidas veces, no es más que autodefensa. “Milicianos de Gaza lanzan 250 cohetes e Israel responde con ataques aéreos” proclamaba el domingo el New York Times; este ubicuo marco podría hacer creer que Gaza estaba en paz hasta que Hamás empezó a lanzar cohetes. Lo que no se menciona es el hecho de que el viernes [3 de mayo] fuerzas israelíes dispararon sobre docenas de manifestantes palestinos desarmados antes de que se lanzara cohete alguno; dos de esos manifestantes murieron, uno de ellos de sólo 19 años.  

Muertes palestinas como las del viernes no reciben mucha cobertura  porque la violencia en la región sólo parece importar cuando mueren israelíes. El Washington Post y el New York Times vinieron a decir eso mismo cuando declararon el lunes [6 de mayo] que esta reciente violencia constituía “los enfrentamientos más violentos desde  la guerra de 2014”. El 14 de mayo del año pasado mataron a 50 palestinos y más de 2.400 resultaron heridos, en el curso de las protestas desatadas por la apertura de la embajada norteamericana en Jerusalén. Los últimos días no fueron, en modo alguno, los de “los enfrentamientos más mortíferos” desde 2014 para los palestinos.

La vida en Gaza, bajo un bloqueo que dura ya 12 años, resulta insoportable. El desempleo sobrepasa el 50%; se dispone de escasa electricidad, y menos del 4% del agua es potable. Es prácticamente imposible entrar o salir; el lugar es una cárcel al aire libre. De la situación de Gaza se culpa a que la gente eligiera a un gobierno extremista con la forma de Hamás, pero hasta los militares israelíes han reconocido que Israel tiene que mejorar las condiciones de vida en Gaza si quiere evitar una mayor violencia.

Es difícil imaginar lo que significa que te digan que no hay forma correcta de protestar contra este tratamiento. La resistencia violenta está evidentemente fuera de lugar. Pero también, al parecer, lo están las formas no violentas de resistencia, tales como el movimiento de boicot, desinversión y sanciones, que los EE. UU. tratan de convertir en ilegal. Parecería que lo único aceptable que puedes hacer como palestino es callarte y morirte. Pero por el amor de Dios, ¡no vayamos a protestar contra Eurovisión!

escritora y publicitaria radicada en Nueva York, es columnista del diario británico The Guardian.
Fuente:
The Guardian, 8 de mayo de 2019
Traducción:
Lucas Antón

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