La Unión Europea y el quinto poder

Elmar Altvater

18/06/2006

Elmar Altvater escribe con su lucidez habitual sobre los intentos de revigorizar con otro nombre el Tratado constitucional de la Unión Europea cuando se cumple un año del Non francés y del Nee holandés.

La „pausa de reflexión“ que el Presidente de la Comisión Europea, Barroso, ordenó hace ahora un año tras el Non francés y el Nee holandés al Tratado constitucional de la Unión Europea ha sido interrumpida. La Canciller Merkel y el Presidente Chirac están ahítos de pausas reflexivas: cuando le toque a Alemania a comienzos de 2007 la Presidencia del Consejo, tiene que elaborarse un nuevo proyecto de Constitución que habrá de ser aprobado en 2008, cuando Francia presida el Consejo. ¿En calidad de qué? El espabilado ministro de exteriores Steinmeier ya lo ha dejado dicho: no bajo el nombre de Constitución Europea. La eurolengua tiene ya algo entre manos: Acta Unitaria Europea II, Pacto Europeo, Directivas Comunes para la Acción de Gobierno, y otras combinaciones prosísticas por el estilo. Ya en sus Ensayos escritos en el siglo XVI, Michel de Montaigne decía lo siguiente:”Por mucha verdura cruda comestible que pueda haber, toda se come bajo el nombre de ensalada”. La Presidencia alemana del Consejo puede, pues, atar todas las moscas que quiera por el rabo: las moscas etiquetadas revolotean ya, mientras se trabaja en una Constitución No-logo.

La obliteración del nombre „Constitución“ tiene dos razones sobresalientes. La primera es una consecuencia directa de la frívola reacción al naufragio en los referenda de Francia y Holanda. La Comisión diagnosticó –un mero problema de comunicación—, y propuso un „plan de acción para la mejora del trabajo de comunicación”. Cuyos tres principios eran: “Escuchar, comunicar, establecer contactos”. Dejar una pausa para la reflexión, y al propio tiempo, querer comunicarse con los ciudadanos: actitud valetudinaria, que escala al ridículo. Tristeza sería el estado de ánimo apropiado, si se piensa en los países de la „nueva“ Europa, en los que la CIA pudo mantener cárceles manifiestamente secretas.

La segunda razón se halla en los artículos IV 443-445 del Tratado constitucional rechazado y en el Tratado de Niza. De acuerdo con ellos, una colaboración franco-alemana „robustecida“ sólo es posible con estrictos apoyos. Al menos ocho Estados miembros de la Unión Europea deben colaborar, y esto vale sólo como „último recurso”; los objetivos de la Unión deben ser así activamente promovidos. Es dudoso que el impulso franco-alemán, tal como se decidió recientemente en la cumbre de Rheinsberg, pueda satisfacer esos criterios. De alguna manera reaparecen aquí las ideas del antiguo primer ministro francés Balladur  a comienzos de los 90 acerca de una Europa de „geografía variable” y “velocidades diversas”.

El proyecto franco-alemán puede interpretarse como aborto de la globalización y de la estrategia decidida en Lisboa en el año 2000. Se reconocen implícitamente unas restricciones objetivas que llevan al naufragio de la vertebración político-democrática. Los mercados financieros son el “quinto poder” de una democracia que vive bajo la presión de la globalización, como dejó dicho hace ya algunos años el ex-jefe de la Deutsche Bank, Rolf Breuer. Y ese poder es más eficaz que los controles del ejecutivo por el parlamento, por los tribunales de justicia o por los medios de comunicación. Que la adaptación a sus condiciones transcurra sin fricciones, es, para la clase política de la Unión Europea, la tarea principal que ha de cumplir una Constitución europea. ¿Se necesita para eso un tratado constitucional de 448 artículos?

No; no todos son necesarios. Una Constitución debe regular preferentemente cuatro complejos. En primer lugar, tiene que anclar con firmeza la irreversibilidad de la política neoliberal en la economía y en la sociedad. Pero mucho de lo que la parte III del presente tratado constitucional regula comprehensiva y circunstanciadamente puede perfectamente tacharse, porque ya se halla en otros tratados de la Unión Europea. La renuncia a la parte III no haría a la Unión Europea menos neoliberal de lo que es hoy. Que el proyecto neoliberal se quedara sin la corona constitucional, no pasaría de ser una carencia cosmética.

En segundo lugar, en una Constitución hay que regular los derechos de los ciudadanos de modo tal, que los europeos no sean meros agentes en el mercado y nacionales dotados de derechos formales, sino que puedan también, como ciudadanos económicos y sociales, contribuir a determinar sus asuntos. Difícilmente está eso en el interés de los promotores de un nuevo debate constitucional. En consecuencia, los ciudadanos reciben las raciones de estrategia comunicativa de Barroso, que deja al poder económico intacto.

En tercer lugar, hay que regular el funcionamiento de las instituciones. La Unión Europea es un sistema multinivel con déficit de legitimación de las instituciones y de las decisiones políticas, con vacíos de control democrático y de responsabilidad. Crear un sistema transparente, y por lo mismo, aceptado, sería en verdad una tarea hercúlea. Por eso Alemania y Francia han renunciado a ello, resolviéndose en cambio a tratar el sistema europeo multinivel como un nudo gordiano que precisa ser atajado: con una mayor influencia de los grandes Estados de la “vieja Europa” y con menos derechos para los países pequeños (salvo que, como en el caso de Luxemburgo, pueda compensarse el ínfimo peso demográfico con el poder de los inversores financieros).

Y en cuarto lugar: el papel de la Unión Europea en el mundo. Ya el Tratado constitucional de 2004 contiene tácitamente el mandato de construir una segunda superpotencia imperialista junto a los EEUU. Pues si de lo que se trata es de convertir a la Unión en la nación más competitiva del mercado global, ha de ser necesariamente posible socavar el terreno de otras economías. Llegado el caso de conflictos graves en las regiones dependientes del planeta, con consecuencias negativas para Europa, se enviarán “misiones” militares: todo eso convenientemente regulado por el Tratado. ¿Es esa la Constitución que Europa necesita? Las razones para el Non y para el Nee siguen vigentes un año después.

Elmar Altvater es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO

Traducción para www.sinpermiso.info : Amaranta Süss

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Fuente:
Freitag, 16 junio 2006

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