Paco Puche
29/03/2016“Es necesario aplicar el principio de precaución:
cuando una actividad amenace con daños para la
salud humana o el medio ambiente,
deben tomarse medidas precautorias
aun cuando no haya sido científicamente
determinada en su totalidad la posible
relación de causa y efecto. En este contexto,
a quien propone una actividad le corresponde
la carga de la prueba, y no a la gente.”
Declaración de Wingspread (Wisconsin), enero de 1998
Tenemos constancia de que en muchos Colegios, donde los niños y niñas pasan 5 horas al día, 40 semanas al año y un total de doce años, hay partes constructivas que contienen amianto. Pero no existe un inventario publicado sobre el orden de magnitud que manejamos. En un sondeo realizado en la provincia de Málaga el pasado 2015 sobre 80 Colegios, seleccionados previamente con google maps y luego visitados in situ, el 30 por ciento tenían amianto visible instalado (cubiertas de uralita, canalones, bajantes, jardineras, etc.)1.
Tenemos un serio problema que afecta especialmente a los más pequeños.
Los niños y niñas son más vulnerables que los adultos a la exposición al amianto
Hay un consenso general entre médicos, científicos e Instituciones acerca de esta afirmación, a pesar de que los estudios específicos sobre los efectos en los niños del amianto instalado en los Colegios son escasos.
Tres son los argumentos principales:
Los niños y niñas tienen más tiempo para desarrollar mesotelioma y cáncer por amianto que los adultos, por el conocido tiempo de latencia de estas enfermedades.
Exponerse por primera vez a los 5 años respecto a una primera exposición a los 30 años supone asumir un riesgo de contraer enfermedades graves cinco veces mayor.