Lo positivo y lo contradictorio en la "Otra Campaña"

Guillermo Almeyra

05/02/2006

La Otra Campaña busca recorrer México y favorecer en cada localidad que la gente común se exprese, formule sus quejas y reivindicaciones. Construye así democracia, participación, autoconfianza y, de paso, permite al EZLN tomar conciencia de realidades locales que difieren de las chiapanecas y comprender mejor el país. Por eso –incluso sólo por eso- es sumamente positiva. Pero aquí empiezan los "peros" y los "asegunes" que los que han apoyado al zapatismo desde el comienzo están obligados a plantear porque la liberación de los oprimidos está por encima de la simpatía por las organizaciones.

La Otra Campaña, desgraciadamente, se queda en eso, en otra campaña electoral opuesta a la oficial. Pero el problema no son las elecciones (aunque también tenga importancia saber con quién tendremos que lidiar en el futuro y qué planes y proyectos tiene cada quien). Lo esencial es hacer avanzar la conciencia anticapitalista y la organización independiente de los explotados y oprimidos., como proclama por otra parte la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.

Ahora bien, hasta ahora, la salida por el Sureste de Marcos se caracteriza por reuniones, donde la gente expone sus problemas y discursos del subcomandante donde insiste en que están muy mal, pero muy mal, y en que las causas de todos sus males hay que buscarlas en el aparato estatal (porque los partidos forman parte del Estado, que los subsidia generosamente).

Por supuesto, los jodidos protestan porque saben que están jodidos y decírselo nuevamente no hace avanzar un milímetro su comprensión política. Otra cosa sería si en los largos discursos diarios del enviado se unieran los problemas locales con una explicación clara del origen de los mismos no en tal o cual político o partido sino en los mecanismos de explotación del sistema capitalista (que deben ser demostrados), razón por la cual hay que oponerse a éste. Además, escuchar es sólo el primer paso de discutir conjuntamente qué hacer para remediar las cosas sin esperar de ningún Salvador. Pero es necesario dar el segundo paso y demostrar que no podrá haber soluciones sin autoorganización, sin autonomía,  sin resolver localmente cuáles son los recursos de que se dispone y cuáles las necesidades. Una campaña de propaganda general para el futuro ("a 15 años") no puede prescindir del hecho de que la gente no puede esperar 15 años, porque en ese lapso se acaba el petróleo, nos quedamos sin agua, emigrarían otros ocho millones de jóvenes más y entonces ¿qué cambio sería posible?

La Otra Campaña debería hacer política por vías directas, pero sólo lo hace en parte porque no discute los grandes problemas del país, nacionales e internacionales, ni plantea ideas –no recetas- como base para la discusión y la verificación o rechazo en la práctica, con los oprimidos Además, no educa: Bolivia nos está mostrando, con enorme fuerza, la primera revolución  social de nuestro siglo. Esa revolución conmueve a todos los indígenas y pobres de América Latina y, seguramente, también a los chiapanecos y mexicanos en general. Pero el EZLN no siente la necesidad de saludarla y ni siquiera de mencionarla y estudiarla y dice, por el contrario, que "no vamos a ver hacia Bolivia o Sudamérica sino a nuestra gente". Es evidente que a nadie se le puede ocurrir imitar el proceso boliviano en México, que es diferente (habría que importar para ello millones de bolivianos, con sus luchas y experiencias previas, lo cual no es posible…). Pero de lo que se trata es de comprender que los movimientos sociales se desencadenan tratando de dar soluciones concretas a los problemas causados por el capitalismo, y con la autoorganización de las víctimas de éste y que la lucha contra el capitalismo se da en todos los terrenos (electoral, cultural, religioso, democrático, sindical, etc) y en ese lucha hay que marchar codo con codo con quienes se tienen diferencias circunstanciales pero que combaten por los mismos objetivos, sin pretender de nadie un examen de pureza de sangre ni creerse el poseedor de la Verdad, con V mayúscula..

El valor de la Otra Campaña es que demuestra que se puede intentar hacer política fuera de la politiquería oficial y que es importante luchar por el poder anticapitalista en la mente de cada uno frente al esfuerzo del capital que quiere demostrar que, por fuerza, hay que aceptar el marco de sus propuestas, que hay que tomar la sopa que ofrece o suicidarse por hambre. El defecto de la Otra Campaña es que es sólo antielectoral, no anticapitalista. Abre así el flanco a su utilización por las fuerzas más derechistas del capital ( dicho sea de paso, éste no es un bloque homogéneo y ni todos los candidatos son iguales en todo ni todos los sectores tienen la misma política represiva y proimperialista, entreguista). En este sentido, es evidente que la salida de Marcos es resultado, no de un impulso incontenible del zapatismo y de una crisis que obligó al gobierno a concederla sino de otra cosa: El gobierno, que es el representante de un grupo ultraconservador de empresarios, ve con temor la posibilidad de que otro sector capitalista, pero con una política estatista distribucionista, pueda ganar las elecciones. Intentó ilegalmente desaforar a López Obrador y las masas se lo impidieron. Ahora trata de quitarle apoyo de masas y se ve obligado a recurrir a un arma de dos filos: la gira de Marcos. Si éste se limita a hablar contra las elecciones, fomentando la abstención, los aparatos estatales del PRIAN podrán competir; si, por el contrario, trata de organizar antes, durante y después de las elecciones, eso podría resultarle como un tiro por la culata.

Porque las cosas no terminan con un papelito en la urna: allí empiezan. Porque sin organización popular para hacer que el candidato opositor cumpla lo poco que ha prometido, quien lo vote quedará colgado de la brocha, e imaginemos lo que será si gana la derecha frente a un país real desorganizado y que opta por emigrar…

La Otra Campaña confunde la gente común con el aparato del PRD y pone a todos en una misma bolsa, sin ver qué quiere aquélla y dándole a éste un peso que no tiene. En vez de politizar, despolitiza. Y, al negarse a mencionar el Diálogo Nacional y el programa de Querétaro, también condena al movimiento obrero como si éste dependiese totalmente de los charros que existen en varios sindicatos importantes y que se han visto obligados, indirectamente, por sus bases, a cambiar su alineamiento anterior con el PRI y la CTM. ¿Cómo echar a los charros? Con la lucha contra el capital, con el aumento en la  lucha de la seguridad, la experiencia, la conciencia de los trabajadores; en la victoria por las reivindicaciones obreras y en la lucha está al mismo tiempo la herramienta para favorecer la construcción de una conciencia anticapitalista y el insecticida antiburocrático infalible…

La Otra Campaña debería encontrar en el Diálogo Nacional la fuerza para evitar languidecer y la oportunidad para contribuir poderosamente a la construcción de otro México. Ha proclamado la necesidad de una Asamblea Constituyente. Esta sólo es posible con una mayoría parlamentaria que la convoque (o sea, con un cambio en las Cámaras) o por un movimiento social masivo que obligue, como en Bolivia, a otras elecciones y a imponer otras reglas del juego, o sea, a convocar la Constituyente. No se puede hablar de Asamblea Constituyente y rechazar ambas cosas: las elecciones y un plan de lucha nacional. La Otra Campaña necesita profundidad y coherencia.

Guillermo Almeyra es Profesor-investigador de la UAM-Xochimilco y columnista habitual del diario mexicano La Jornada

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Fuente:
www.sinpermiso.info, 5 enero 2006

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