Moción de censura en Madrid, el cáncer de la división

Carlos Girbau

11/06/2017

El jueves 8 de junio se debatió en la asamblea de Madrid la moción de censura que Podemos había presentado contra la presidenta de dicha Comunidad, Cristina Cifuentes. El resultado de la votación se conocía de antemano. Todo el mundo sabía que la moción no iba a ser aprobada. Los votos contrarios a la iniciativa, Partido Popular (PP) y Ciudadanos (C’s), que suman mayoría en la cámara, iban hacer inviable que esta prosperase. En consecuencia, el centro de la cuestión no estaba en ese hecho, sino en ver si había espacio para empezar a organizar un mundo más allá de la política neoliberal extrema que viene practicando el PP desde el gobierno autonómico los últimos 20 años, primero en solitario y ahora de la mano del pacto que mantiene con C’s.

La correlación parlamentaria en la asamblea de Vallecas imposibilitaba, como ya se ha señalado, que la moción saliese triunfante, pero en esta ocasión no impedía el empate en la votación. Recordemos que el tándem PP (48)-C’s (17) conserva el control del gobierno de la Comunidad por un solo diputado (65), frente a los 64 que suman PSOE (37) y Podemos (27). El pasado jueves, un diputado del PP estuvo ausente: dejar al tándem neoliberal casi desnudo era posible. El escaso margen parlamentario con el que cuenta la mayoría neoliberal extrema en Madrid provoca situaciones de este tipo, que la pluralidad de la izquierda madrileña desaprovecha, como ya vimos hace tres semanas en la aprobación del presupuesto, una y otra vez. Lamentablemente, esta vez tampoco el rey se quedó desnudo.

El día 8 y subsiguientes, el PP, C’s y el conglomerado mediático profusamente subvencionado que les hace, sin disimulo, los coros, desautorizaron por tierra, mar y aire la iniciativa de Podemos. Su objetivo previo y posterior fue triple. De un lado, intentar desautorizar a Podemos por osar plantearse robarle el fuego a los dioses; por otro, impedir que las políticas del PP y la corrupción que las acompaña pudieran ser debatidas con luz y taquígrafos en la Asamblea regional a través de constantes interrupciones, provocaciones e insultos; y finalmente, reforzar la impotencia y aire de derrota en las filas de las izquierdas.

Como se ha señalado en esta revista en repetidas ocasiones, corrupción, vaciado de las arcas públicas, depredación del territorio,  reducción de la industria, fragmentación social, desigualdades crecientes, deuda pública, recorte de derechos y servicios y una democracia de muy baja calidad, son el saldo que deja la política neoliberal extrema -de la que el ladrillo y las privatizaciones han sido el buque insignia durante los últimos decenios de actividad del gobierno autonómico y de muy buena parte de los municipales-, bajo el reinado del PP.

Transformar el presupuesto público, y el poder que ello da, en un botín que repartirse a través de múltiples contratos amañados es el resumen de lo que esta detrás de tramas como Púnica, Lezo o Gürtel, con las que se ha financiado al Partido Popular y con las que una parte de sus jefes se han enriquecido y con lo que se han pervertido los resultados electorales. Pero el intento repetido de que el asalto y saqueo queden impunes es lo que de nuevo vimos en la Asamblea, mediante un braceo histérico dirigido por los jefes de la bancada del PP y amparado por la presidenta de la cámara. Justamente por ello, y por el histrionismo empleado por el PP en el debate de la moción de censura, se puso aún más de relieve, si cabe, el problema de que Cristina Cifuentes siga al mando de la Comunidad de Madrid.

La intervención de la moción de censura de la portavoz de Podemos, Lorena Ruiz Huerta, demostró que, efectivamente, hay algo más allá de la ciénaga de corrupción y desigualdad en la que nos obliga a vivir el neoliberalismo extremo del PP y sus amigos de C’s. Un más allá que nace de la recuperación por parte de lo público del control de los resortes fundamentales sobre los que basan los derechos de las personas. Que hay posibilidad de regeneración democrática y de uso de los recursos públicos para garantizar una mayor igualdad. Ahora bien, el resultado de la votación también demuestra que la división en las izquierdas es un cáncer que aleja las posibilidades de cambio en la Comunidad y aumenta la sensación de fuerza en el tándem que sostiene a Cifuentes. Esa división transformó en irrelevante la intervención del PSOE en dicha moción e impidió demostrar lo que sus dirigentes dicen:  que hay mucho más de 27 diputados dispuestos a buscar una alternativa al PP.

A estas alturas, liberar a las izquierdas del mal de la división, igual que liberar a Madrid de la ciénaga en la que se la obliga a chapotear, no depende tanto de un pacto por arriba como de la unidad de todo el Madrid social. Una unidad que se suelda en la calle; una unidad que necesita paciencia,  reconocimiento de la diferencia y que únicamente se puede hacer fuerte a partir de afrontar los ejes que las perentorias demandas de la gente significan. Empleo, protección social, sanidad, educación, limpieza democrática y un largo etcétera solo encontrarán ya el espacio que permitirá su recuperación a condición de que el tejido asociativo se una y fuerce cambios en los modelos de acción. Solo grandes unidades permitirán doblegar, aunque sea solo un poco, al monstruo neoliberal. Mientras eso llega, el PP y sus medios de comunicación únicamente dan carnaza, circo, corrupción y mucha vergüenza.

El texto completo de la moción de censura de Lorena Ruiz Huerta, una radiografía de la catástrofe y el saqueo neoliberal en la Comunidad Autónoma de Madrid, puede leerse AQUI.

Amigo y colaborador de Sin Permiso, es activista social en Madrid
Fuente:
www.sinpermiso.info, 11 de junio 2017

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