Moscú mira al este

Àngel Ferrero

26/06/2016

“Cada encuentro de nuestros jefes de Estado es un acontecimiento a escala global”, afirmó hace unos días el embajador ruso en Pekín, Andréi Denisov, a la agencia TASS. No es para menos. Rusia es el país geográficamente más grande del mundo y posee algunas de las mayores reservas de recursos naturales que existen. China es el país con mayor población del planeta y, dependiendo de quien haga los cálculos, la primera economía mundial. Ambas son potencias regionales que determinan también en buena medida los asuntos internacionales, tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y son clave en el impulso de nuevas organizaciones multilaterales.

El Kremlin espera que la visita del presidente ruso, Vladímir Putin, a la capital china sirva para reforzar las relaciones entre ambos países, que desde hace unos años han visto un aumento de la cooperación como no se veía en décadas. Denisov avanzó al comienzo de esta semana que el gobierno ruso espera firmar una treintena de proyectos, los detales de los cuales prácticamente se han estado ultimando hasta el último día. “No es ningún secreto que el acuerdo final de determinados proyectos en ocasiones se consigue, literalmente, en los últimos días, incluso en el último día o las horas anteriores a la firma”, dijo el embajador ruso.

Algunos de estos acuerdos, empero, trascendieron días antes. Los medios rusos informaba que se prevé, entre otros, dar luz verde a la construcción de un tren de alta velocidad entre Moscú y Kazán, por el cual China concederá a Rusia un crédito de 400 mil millones de rublos, y la construcción de una planta de gas natural licuado (GNL) en el Ártico que convertiría al gigante asiático en el mayor consumidor de gas natural ruso con 68 mil millones de metros cúbicos anuales. Rusia también ha dado su visto bueno a participar en el ambicioso proyecto político-económico chino de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda.

A pesar de que también se firmarán acuerdos de cooperación aeroespacial o agrícola –como el suministro de trigo y legumbres a China– ha sido el campo de la energía el que ha obtenido una mayor repercusión. El año pasado Putin y el presidente chino, Xi Jingping, firmaron un acuerdo –bautizado por los medios de comunicación como “el acuerdo del siglo”, por el cual Rusia suministrará durante los próximos años gas natural por valor de unos 400 mil millones de dólares.

Esta misma semana Reuters informaba de que Rusia había superado por tercer mes consecutivo a Arabia Saudí como principal proveedor de petróleo a China. El mayor consumidor del mundo importó de su vecino 5.245 millones de toneladas de petróleo, o unos 1,24 millones de barriles por día (bpd), superando la cifra récord del mes de mayo de 1,17 millones bpd. La agencia de noticias UPI añadí que otro de los objetivos de esta visita es que China entre como accionista de la petrolera Rosneft, que el gobierno ruso quiere privatizar parcialmente como parte de su plan de choque anticrisis.

Retos geopolíticos comunes

En el encuentro entre los dos presidentes también se hablará, evidentemente, de cuestiones políticas. La agenda de los mandatarios, según detalló el Kremlin en un comunicado, “incluirá cuestiones clave de la actualidad internacoinal, la colaboración en el marco de las organizaciones internacionales y regionales, sobre todo la ONU, los BRICS y el G-20, y la puesta en práctica de los cauerdos que se consigan la víspera en el marco de la cumbre de la Organizacion de Cooperación de Shanghai (SCO) en Tashkent”.

En esta cumbre, la SCO –que es generalmente vista como un contrapeso a la influencia occidental en la región– amplió su lista de miembros con India y Pakistán. Forman también parte Kazajistán, Kirguizistán, Tadyikistán y Uzbekistán. El triángulo Moscú-Nueva Delhi-Pekín “ofrece una influencia sin precedentes en la región, aunque reducir sus diferencias será un reto formidable”, escriben los profesores James Wertsch, Shen Dingli y Swaran Singh en el South China Morning Post.

Los analistas occidentales esperan que el oso pardo y el oso panda también saquen las uñas en esta reunión y se hable de cuestiones militares y geoestratégicas. Rosoboronexport vendió en 2015 a China sistemas de defensa antiaéreos S-400 y espera que la compraventa de armamento aumente en los próximos años, ya que la industria militar de ambos países se encuentra actualmente bajo las sanciones de Occidente.

Moscú y Berlín no comparten únicamente las sanciones. Ambas potencias ven con preocupación la creciente presencia militar de EEUU en sus fronteras. Mientras en la Unión Europea Washington ha comenzado el desplegamiento del popularmente conocido como “escudo antimisiles”, que el Kremlin considera destinado a romper el equilibrio estratégico que mantenía con la OTAN, en el sudeste asiático EEUU construirá el sistema THAAD, otro escudo antimisiles el objetivo del cual es, oficialmente, interceptar el eventual lanzamiento de un misil por parte de Corea del Norte, pero que China ve como parte de una estrategia occidental para contener su influencia en la región.

Periodista, residente en Moscú. Miembro del comité de redacción de Sin Permiso.
Fuente:
http://www.elpuntavui.cat/politica/article/17-politica/979832-moscou-mira-a-lest.html
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