Movimiento 15-M: crónica de un mes y medio de efervescencia social en Barcelona y anuncio de lo que se prepara

Luis Juberías

Quim Cornelles

10/07/2011

 

El pasado 30 de junio se desalojaba la Plaça Catalunya de Barcelona, donde permanecían unas pocas personas, después de que el grueso del movimiento decidiera descentralizarse por barrios y mantener Plaça Catalunya como un punto de encuentro y un símbolo. Durante 44 días la Plaça Catalunya había estado ocupada, al igual que muchas otras plazas del Reino de España. Tanto aquí como en otros países, en especial en Grecia, la toma de plazas está siendo un potente catalizador de la indignación popular ante el secuestro de la soberanía popular y la expropiación del patrimonio público que a través del chantaje que supone la especulación con la deuda pública está perpetrando la oligarquía financiera, con el consentimiento de la UE y de los partidos políticos que gobiernan. 

El lunes 16 de mayo, al calor de lo que sucede en Madrid, donde un grupo de personas acampa en Plaza de Sol el domingo 15 de mayo después de la manifestación y son violentamente desalojados, casi un centenar de personas decidieron acampar en Plaça Catalunya.  Convocadas a través de las redes sociales, bajo la atención de los medios de comunicación y el fenómeno de masas que se produce en la acampada de Plaza del Sol, en Madrid, primero centenares, luego miles de personas, acuden a la plaza. Miles de personas de diversas procedencias sociales, de diversas trayectorias vitales y diversas culturas políticas, de diferentes generaciones se dan cita en la plaza. 

La plaza se convierte en ágora, se discute de política, se produce un fenómeno de socialización política acelerado de decenas de miles de personas. Se abre la perspectiva que la acción colectiva es posible y la resignación, de repente, se desvanece. Todo parece posible en el círculo central de Plaza Catalunya. Se adoptan principios como la no visualización de siglas e identidades colectivas, el principio organizativo asambleario, la no violencia y el respeto, códigos para la discusión -donde impera la lógica del consenso- como el aplauso sordo consistente en agitar las manos para  expresar acuerdo y los brazos cruzados para expresar bloqueo y consignas como, entre otras, “no nos representan”, “el pueblo unido jamás será vencido”, “no es una crisis, es una estafa”, “recortar en sanidad, es asesinato”.

Es verdad: había jóvenes del movimiento estudiantil que vivieron la lucha contra el Plan Bolonia; mayores para los cuales la transición supuso una frustración;  jóvenes adultos que vivieron el ciclo de movilizaciones que finalizaron en 2004 y que confiaron en (y se han visto frustrados por) el proyecto político de Zapatero; activistas y militantes que vieron en 2008 la ruptura de las bases del mundo que conocíamos y el principio de un cambio de época; activistas de la izquierda autónoma implicadas en el ciclo de luchas de los movimientos sociales de la última década (movilización contra el banco mundial, movimiento V de vivienda…); activistas por la libertad en internet; personas del movimiento okupa;  pero también personas de la izquierda política y social organizada (comunistas, anarquistas, anarcosindicalistas, socialistas, sindicalistas, personas organizadas del mundo asociativo), etc.  Pero, sobre todo, y de forma absolutamente mayoritaria, gente para la cual esta era su primera experiencia de socialización política, con una gran presencia de clases medias y profesionales que empiezan a vivir en sus carnes la crisis, y de precarias y paradas sin expectativas de mejora, con gran competencia profesional.

La dinámica de la plaza, por su magnitud y su intensidad, desbordó a todo el mundo: a las organizaciones, colectivos e incluso a las redes que se estaban organizando a través de internet. Sólo los grupos de afinidad y los contactos personales tuvieron capacidad de reacción.  La plaza se convirtió en un mundo autoreferencial, casi un fin en sí mismo. Las comisiones de trabajo y sus respectivas subcomisiones funcionaban a pleno rendimiento durante horas, interminables, produciendo  debates reiterativos y muy ideológicos, en especial en la mastodóntica  comisión de contenidos. Lo mismo se replicó simultáneamente en centenares de asambleas y acampadas por distintas geografías de todo el Estado.

Todo empezó el domingo 15 de mayo. ¿Qué pasó el 15 de mayo?  De entrada, podemos decir que se prendió la mecha de un bidón lleno de gasolina: el del malestar creado por una situación económica y social que destaca por un 20% de desempleo; cerca del 45% de paro juvenil, la tasa más alta de Europa; un elevado nivel de precariedad laboral, que afecta principalmente a la juventud y a las mujeres. Situación agravada con el  giro político del gobierno Zapatero adoptando la autodenominada política de austeridad: reforma laboral por decreto, acuerdo de pensiones que aumentaba a 67 años la edad de jubilación, entre otros recortes de derechos.

En Catalunya, hemos de sumar a esta situación los salvajes  recortes y privatizaciones puestos en marcha por el gobierno de CiU que supondrán en la práctica el colapso del sistema de salud pública. En segundo lugar, podemos hablar de la insurgencia social durante los últimos meses, que había dado lugar a mucha iniciativas ciudadanas como las Mesas de Convergencia Social, presentadas en febrero en Madrid; Juventud Sin Futuro, que convocó a miles de personas el 7 de abril a través de las redes sociales; Estado del Malestar, que llamaba a la gente cada semana a salir a la calle para mostrar su descontento, etc. En tercer lugar, hemos de destacar el papel de la plataforma Democracia Real Ya, que recoge la experiencia del activismo en internet, que se había activado con experiencias como #nolesvotes, a raíz de la Ley Sinde y la lucha por la libertad en internet.

Democracia Real Ya, fue capaz de organizar, a través las redes sociales, 60 manifestaciones simultáneas en diversas ciudades del Estado. Las claves del éxito de la convocatoria, que fue capaz de conectar con el subconsciente popular, pueden concretarse en un lenguaje sencillo y eficaz "no somos mercancía en manos de políticos y banqueros" y el uso de las redes sociales, capaces, utilizadas con buen criterio, de movilizar grandes masas humanas en espacios enormes. En Madrid salieron varias decenas de miles de personas y una pocas decidieron acampar, la represión contra ellas y el seguimiento en directo que miles y miles de personas hicieron a través de las redes sociales, provocaron una reacción solidaria, como hemos visto, que provocó el efecto de las acampadas en Madrid y en todo el Estado español.

El domingo 22 de mayo eran las elecciones municipales y la crítica se centra en la crisis de representación: "No nos representan". Se denuncia la falta de capacidad para hacer algo que no sea lo que los poderes económicos imponen. La Junta Electoral Central prohíbe el 19 de mayo las acampadas en el día de reflexión. La policía se ve desbordada para disolverlas y el 21 de mayo las acampadas continúan.

A partir de las elecciones, en Plaça Catalunya va bajando la participación (lo cual quiere decir que la afluencia de gente deja de crecer y poco a poco se pasa de asambleas de 10.000 a asambleas de 8.000, 6.000, etc.) y se empiezan a organizar las asambleas de barrio, pueblos y ciudades, mientras van surgiendo más asambleas y acampadas por toda Catalunya. El 27 de mayo a primera hora de la mañana, con la excusa de limpiar y evitar incidentes ante una celebración de la posible victoria del Barça en la final de Champions en ciernes, los mossos d'esquadra, la policía catalana, intentan desalojar Plaça Catalunya y, de hecho se llevan y maltratan todo el material y estructuras construidas hasta entonces. La respuesta popular es impresionante y muchas personas dejan sus trabajos y ocupaciones, decenas de miles de ciudadan@s cercan a la policía y fuerzan su huida en pocas horas, recuperando la plaza e iniciando la reconstrucción de todo. Muchas de las  personas que llevaban allí dos semanas fueron a descansar, muchas personas nuevas las relevaron. El apoyo popular vuelve a aumentar una vez más, reforzado por las imágenes impactantes que circulan por internet, se cuestiona la actuación policial y se pide la dimisión del Conseller de Interior, Felip Puig.

Saltamos al 15 de junio, en que unos pocos miles de personas convocadas por la acampada y las recién constituidas asambleas de barrios cercan el Parlament de Catalunya intentando evitar que los diputados y diputadas entren a votar unos presupuestos que consagran unos recortes sociales sin precedentes, una política que, por cierto, no estaba refrendada por las urnas. Tras incidentes aislados con algun@s diputad@s, y con un más que cuestionable operativo policial, el Parlamento en pleno hace una resolución contra la movilización, alegando que estaría poniendo en cuestión la legitimidad del Parlament y utilizando la violencia.

Comienza una campaña de criminalización del movimiento de la que se hacen eco todos  los principales medios de comunicación. La batalla comunicativa es brutal, se tilda al movimiento de antisistema, violento e incluso Felip Puig, llega a hablar de “kale borroka”. En pocos días los medios de comunicación tienen que dar marcha atrás. La fuerza contrainformativa del movimiento, respaldado por las redes sociales en internet es apabullante.

En este contexto, el domingo 19 de junio, se convoca una manifestación contra el pacto del euro, y, en Barcelona, también contra los recortes sociales y por la dimisión del Conseller de Interior. Vienen columnas ciudadanas de todos los barrios y de todos los pueblos y ciudades. 275.000 personas según la organización, 75.000 según el Ayuntamiento y 50.000 según el Departament de Interior, se manifiestan por las calles de Barcelona (y simultáneamente por otras partes del Reino de España y de Europa). En todo caso, se trata de una de las principales manifestaciones de la historia de Catalunya. Es la primera experiencia incontestable de la fuerza y el apoyo activo que tiene el movimiento y toda la retórica criminalizadora es abandonada ipso facto. Una vez más cuanta más represión se utiliza contra el movimiento, más crece. Cabe destacar la presencia y apoyo de los sindicatos mayoritarios y de la plataforma de entidades Prou retallades (Basta de recortes) que reúne a la izquierda social del país, que convocó una importante manifestación contra los recortes el 14 de mayo y que es un  buen antecedente para la necesaria confluencia de la respuesta social ante la dura situación que estamos viviendo, que sin duda requiere de la implicación a fondo del movimiento obrero organizado en toda su extensión.

A partir de ese momento, Plaça Catalunya empieza un proceso de degradación, puesto que lo más dinámico del movimiento ha entendido que el efecto socializador y simbólico ha sido positivo, pero que hay que proseguir con acción y abandonar el círculo vicioso de la autoreferencialidad del movimiento y de la acampada. El peso de gravedad ha pasado definitivamente a la organización de las asambleas de barrios, pueblos y ciudades y a la articulación de luchas concretas. La lucha es barrio a barrio y hospital a hospital contra los recortes sanitarios, liderada por el colectivo Indignad@s por la Sanidad; la lucha contra los desahucios, impulsada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, pasan a primer plano. Democracia Real Ya se centra en organizar la movilización global del próximo 15 de octubre.

El 30 de junio se desaloja sin incidentes a los últimos resistentes de esta primera experiencia que ha sido la toma de plazas. Estemos atentas al segundo acto de la función este otoño y a un interludio este verano: el 20 de julio se aprueban los presupuestos de los recortes en Catalunya y el 15 de julio se lanzará una nueva campaña impulsada por DRY: ¡Toma la playa!

Luis Juberías y Quim Cornelles son miembros del Ateneu Roig, de la Fundació Pere Ardiaca, y del Col·lectiu Inflexió. Los dos estuvieron acampados en la Plaça de Catalunya.


Fuente:
www.sinpermiso.info, 10 de julio de 2011

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