Para conmemorar el 80º aniversario de la fundación del PSUC: “Los separatistas a un lado y otro del Ebro” (1943)

Joan Comorera

24/07/2016

 

Para conmemorar el octagésimo aniversario de la fundación del PSUC (el 23 de julio de 1936, apenas cinco días después del estallido de la Guerra Civil,), reproducimos la versión castellana de una conferencia pronunciada en el exilio mexicano (1943) por su entonces secretario general, Joan Comorera, la cabeza política más cultivada y destacada que tuvo ese partido en toda su historia (1936-1983). La conferencia es interesante, no sólo porque es lúcido y revelador testimonio del estallido de una Guerra Fría avant la lettre en el exilio español, así como del papel jugado en ella por las derechas nacionalistas periféricas transterradas –singularmente, la vasca—, sino porque ayuda a entender cabalmente la posición nacional del que luego iba a ser “el” partido por antonomasia de la oposición al franquismo en Cataluña hasta el final del franquismo. La traducción al castellano de SinPermiso se ha hecho conforme a la versión publicada en catalán por la editorial Edicions en Lluita en Tolosa de Languedoc, Francia, en 1945. SP

Hace ya tiempo que Franco y su Falange ganaron una batalla en el continente americano sin necesidad de poner de su parte más que a un pequeño núcleo de agentes provocadores sobradamente conocidos, cuya misión no es otra que la de sembrar cizaña entre la emigración republicana. Las insanas pasiones que caracterizan a ciertos elementos emigrantes, harto conocidos también, enemigos sistemáticos de la unidad que son, lo primero, anticomunistas, y sólo luego, cuando se acuerdan, antifranquistas, se han exacerbado, y algunos republicanos honrados, pero flojos de mollera, se han añadido al coro. Se han arrojado más piedras contra los pueblos hispánicos que con tan ejemplar heroísmo luchan contra nuestro mortal enemigo: el régimen franquista.

 

Vayamos a los hechos.

 

El señor Aguirre, retorciendo completamente su función de presidente del Gobierno Autónomo de Euskadi, órgano constitucional de la República Española, y no de un Estatuto independiente, gobierno de coalición, y no de un partido, que se constituyó en virtud y en defensa del estatuto, que batalló por la causa de la legalidad republicana, que se mantiene en el exilio con las mismas características de origen, actúa como separatista, como presidente de uno de los partidos de la coalición gubernamental, al tiempo que reivindica la representación de todos los vascos. Los vascos de Santiago de Chile no quisieron desfilar en la columna de los republicanos españoles que se organizó para contribuir al homenaje que el pueblo chileno tributó a Mr. Wallace [el resueltamente antisfascista vicepresidente de Roosevelt], porque no fueron reconocidos como miembros y representantes de la nación vasca.

 

El Orfeón Catalán de México se negó a participar en el homenaje que la emigración republicana rindió al presidente Ávila Camacho [sucesor de Lázaro Cárdenas, el presidente benefactor del exilio republicano español en México], aduciendo que los catalanes no son españoles. Y finalmente, una sedicente Comunidad Catalana de México conmemoró con un banquete el 14 de abril –al que asistió el señor Monzón en representación del señor Aguirre— la proclamación de la Segunda República Catalana. Con motivo de esos hechos, se ha registrado un enorme griterío, se han pronunciado palabras muy gruesas y se han emitido conceptos muy graves que nos trajeron a la memoria los días grotescos de Royo Villanova y los trágicos de hoy bajo el terror bestial de Franco y la Falange. Unos, los llamados “socialistas” de Prieto, han enseñado la patita reaccionaria, y otros, los republicanos honrados, han demostrado una vez más la pobreza franciscana de su formación política y hasta qué punto son víctimas fáciles de la provocación más grosera.  

 

Tratemos de poner las cosas en su sitio.

 

¿Qué es, qué representa el Orfeón Catalán? Conforme a sus estatutos, es una entidad apolítica, presidida por un señor que es, simultáneamente, “ultranacionalista” y socio conspicuo del Casino Español, en donde se cantan sardanas y misas de vez en cuando, un centro recreativo que no le hace ascos al juego cuando las circunstancias lo permiten. Es un centro que ha calificado de “luctuosa” la fecha gloriosa del 19 de julio, y un centro en el que ahora hacen y deshacen a su antojo y en plan separatista unos cuantos trotskistas, faístas y desertores. En relación con la emigración catalana es muy poca cosa, y de cara a Cataluña y en Cataluña no es nada. Pero a medida que se fue conociendo, por los hechos, su juego sucio, fue perdiendo socios hasta quedar reducida a lo que es hoy: un órganos de los deshechos de la emigración catalana. La preside el señor Tomàs i Piera, quien al dejar de ser ministro de la República Española, se creo para él solo el frente de Montreal (Canadá). Le prestan apoyo entusiasta los señores Ferrer y Fronjosà, desertores ante el enemigo en el curso de nuestra guerra, denunciadores implacables del “imperialismo” de la UGT, propugnadores acérrimos de una Central Sindical Catalana separatista, incorporados ahora ala UGT escisionista y verdaderamente imperialista del señor Prieto.  

 

Definidor político de la misma es el señor Arquer: trotskysta condenado a 20 años de prisión por el delito de alta traición en tiempos de guerra, uno de los dirigentes del putsch de mayo de 1937, el primer objetivo del cual era, de haber triunfado, el asesinato del presidente Companys y de prácticamente todos los consejeros de la Generalitat. Los catalanes decentes, es decir, la práctica totalidad, hacen frente a esta mal llamada “Comunidad”, centro de arribistas, de desertores y de provocadores. Incluso los militantes de Estat Català, los únicos que con pleno derecho histórico podrían levantar –y levantan— la bandera separatista.  

 

Así, pues, entonces ¿a qué tanto ruido con motivo de unos discursos pronunciados por individuos carentes de toda solvencia en la emigración y separados ya, esperemos que para siempre, de Cataluña? ¿Ignorancia? Es cuando menos dudoso, ya que esta “Comunidad” fue subvencionada por la JARE, cuando la JARE era propiedad discrecionalmente controlada por el señor Prieto. ¿Por qué deliberada y sistemáticamente se atribuyen a los catalanes, al pueblo catalán, las necedades de unos cuantos aventureros, o las afirmaciones legítimas de un partido auténtica e históricamente separatista? ¿Ignorancia, repitamos? Cuesta muy mucho creerlo, porque quienes más especulan, quienes más se apresuran a cantar las excelsas virtudes de la España de “sus amores” conocen muy bien la composición política de Cataluña, conocen muy bien el país y conocen muy bien la emigración, el volumen y el valor reales de las fuerzas Políticas y sindicales de Cataluña y sus principios.  

 

No ignoran estos señores chillones que las fuerzas políticas y sindicales fundamentales de Cataluña son: el PSU de C, Esquerra Republicana, Acció Catalana, Unió Democràtica, pequeños grupos de Izquierda y Unión Republicana, la Unió de Rabassaires, la UGT, la Confederació Regional del Treball, las Joventuts Socialistes Unificades, las Joventuts Llibertàries y las Joventuts Nacionalistes. No ignoran que ninguno de estos partidos, ninguna de estas organizaciones es separatista. No ignoran que la disuelta Lliga Catalana, partido de la alta y mediana burguesía catalana, tampoco era separatista. No ignoran que el movimiento separatista, representado antes por la Unió Catalanista y luego por el “Estat Català” que fundó Macià, ha sido en Cataluña absolutamente minoritario, tanto, que jamás llegó a obtener representación directa en los municipios, ni en el Parlament, ni en el Govern de la Generalitat. No ignoran que no fue por casualidad que Macià aceptara sin lucha la transformación de la  República Catalana en Generalitat de Cataluña. Que Companys proclamó, el 6 de octubre de 1934, el Estado Catalán dentro de la República Española, no fuera de ella.  No ignoran que nuestro pueblo, en Cataluña, dando prueba de un altísimo nivel político y de una sana y patriótica sensibilidad política, ha relegado a segundo plano sus ansias, sus aspiraciones, sus inquietudes nacionales, y que lucha sin reservas estrechamente unido a castellanos, vascos y gallegos, a todos los españoles honrados, contra el sanguinario enemigo común, contra los monstruosos planes militares de Hitler, que quería, con la complicidad de Franco y de Falange, convertir a España en un campo de batalla contra las Naciones Unidas. No ignoran que nuestro pueblo, en Cataluña, con ejemplar unanimidad, ha comprendido que la cuestión previa a resolver es la del régimen franquista, y que eso exige la más estrecha unidad catalana y de Cataluña con los otros pueblos de España; que sin la reconquista previa de la República, de un régimen verdaderamente democrático, toda reivindicación nacional, de tipo político, sindical, cultural, humano, sería o locura o necedad. ¿Por qué, pues, tanto alboroto en torno a unas palabras irresponsables de individuos que ni siquiera militan en el verdadero y, por lo mismo, respetable movimiento separatista?

 

Este es un hecho político grave que conviene analizar.

 

Los problemas nacionales de España no son una ficción, sino una realidad viva. Las monarquías austriaca y borbónica, ambas de origen extranjero y antiespañolas, quisieron crear a sangre y fuego una España falsa “unificada”.  La República encontró el verdadero camino histórico, y con su política de autonomías político-administrativas inició una etapa fecunda de reconstrucción de una España, una y diversa, realmente unida por la libre voluntad de sus componentes. Franco y Falange han destruido la obra de la República, han pretendido –agravando hasta el infinito los métodos terroristas de las monarquías austriaca y borbónica— exterminar todo espíritu, sentimiento y manifestación de tipo nacional en Cataluña, Euskadi y Galicia. ¿Acaso se preparan estos republicanos de la gresca bronca, valiéndose de pretextos fútiles, para una república bastarda que, en vez de recoger su propia herencia para desarrollarla valiente y consecuentemente, reniegue de la misma para seguir las sangrientas huellas de los austriacos, los borbones y los franquistas? Es preciso hablar claro, porque con las palabras y los actos de hoy se forja el mañana de una España recobrada.

 

El terror franquista no ha liquidado los problemas nacionales de España. Los ha exacerbado. El hecho de que los pueblos catalán, vasco y gallego hayan relegado a un segundo plano sus reivindicaciones nacionales para presentar un sólido frente único español a Hitler y a su Quisling Franco, no quiere decir, ni mucho menos, que las hayan abandonado. El hecho de que los partidos y las organizaciones fundamentales de Cataluña no planteemos hoy a las fuerzas republicanas españolas ninguna cuestión de principio de tipo nacional, no quiere decir, ni mucho menos, que hayamos abandonado nuestros programas. Los partidos y organizaciones fundamentales de Cataluña no son separatistas, pero todos tienen en su programa el principio de autodeterminación. El movimiento nacional en Cataluña ha llegado a su plena madurez, porque la clase obrera se ha incorporado al mismo de manera resuelta y definitiva, porque la clase obrera ha tomado en sus manos la bandera nacional con la voluntad de resolver este problema que solo ella puede resolver. No con el criterio anquilosado y reaccionario nacionalista, sino reforzando su adhesión a los principios del internacionalismo proletario. Con esa realidad hay que contar. Hoy y mañana. Si algunos republicanos españoles, si algunos pseudosocialistas españoles pretendieran, después de la inevitable victoria sobre el nazi-fascismo y su apéndice falangista, con palabras nuevas y métodos viejos, continuar una política de asimilación violenta que la experiencia de siglos ha demostrado absurda y criminal, substancialmente antiespañola, se condenarían ellos mismos a la destrucción mas completa. Porque los problemas que nos separan en una España recobrada no se resolverán con chistes malos, ni con vociferaciones de tertulias subsidiadas, ni con prohombres incapaces de sacudirse las telarañas de los sesos. Porque los obreros españoles, en la práctica consecuente del internacionalismo proletario, han encontrado el camino de la “convivencia”, dejando la conllevancia para pedantes, parásitos y reaccionarios.

 

Ortega y Gasset hizo un daño atroz a la República, a España, cuando afirmó que los pueblos hispánicos están condenados a “conllevarse”. Efectivamente, los pueblos hispánicos se han “conllevado” bajo las corrompidas monarquías austriaca y borbónica. Volverían a “conllevarse”, acaso, si ciertos políticos que no han aprendido nada ni antes ni en el curso de la guerra, que no se han corregido en la excesiva comodidad de su emigración, si esos discípulos de Ortega y Gasset, filósofo traductor al servicio de Franco y de Falange, tuvieran campo libre para repetir los errores conocidos y agravarlos con nuevas asfixias. A la “conllevancia” de parásitos y aventureros; de demócratas aparentes y de reaccionarios verdaderos, nuestros pueblos oponen su vehemente voluntad de “convivencia”. Los pueblos de España han “convivido” cuando la República proclamó la Constitución, cuando los admirables obreros madrileños dieron la gran paliza a los “isidristas” catalanes que fueron a Madrid a pedir el gullotinamiento de la Generalitat de Cataluña, cuando el 6 de Octubre [de 1934] se levantaron contra los filofascistas, cuando las juventudes catalanas corrieron a defender Madrid en las jornadas de gloria imperecedera de noviembre de 1936, cuando las juventudes castellanas vinieron al Ebro a defender Cataluña y, con ella, la República y la independencia de España. Los pueblos de España “conviven” hoy en la lucha sin cuartel contra Franco y sus pistoleros falangistas, contra Hitler y sus bandas de asesinos mezclando su dolor y su sangre generosa por amor a un mismo ideal de una España libre, independiente, democrática, de pueblos fraternalmente unidos. Esta es y esta será su voluntad inquebrantable, a despecho de los separatistas del otro lado del Ebro, más poderosos que los nuestros porque se apoyan en los inveterados intereses de las castas parasitarias alimentadas por Austrias y Borbones y por el régimen terrorista franquista.

 

No son mejores unos que otros.

 

Nuestros separatistas –los de verdad, no los provocadores— se hallan también en la pendiente reaccionaria.

 

Pero no plantamos en relación con ellos ninguna cuestión de principio. La idea separatista es tan legítima como cualquier otra en un régimen democrático y para los verdaderos demócratas. Los republicanos españoles están en su derecho de combatir la idea separatista, como lo estamos nosotros de proclamarnos no-separatistas. Pero la idea separatista no se combate con sistemas ni excomuniones, con reacciones à la Royo Villanova o con la pistola del falangista. No se combate oponiendo la voluntad del más fuerte a la voluntad del más débil. Se combate con el ejercicio, pleno y sin reservas, de la democracia. Cataluña, Euskadi y Galicia tienen el derecho indiscutible de ejercer su derecho de autodeterminación. Los demócratas españoles tienen que admitir este ejercicio libre del derecho de autodeterminación sin desconocer que éste implica el derecho a separarse, a constituirse en estados independientes. Así es como, rompiendo con un pasado de oprobio, siendo demócratas consecuentes, forjaremos una España unida, liquidaremos el separatismo de los dos lados del Ebro.

 

Así es como ha surgido, desde el punto de vista nacional, la invencible y gloriosa Unión Soviética.

 

Pero nuestros separatistas, lo mismo que los de allende el Ebro, han tomado el peor de los caminos. Por su esfuerzo no se llegaría jamás a una democracia que aceptara el derecho de autodeterminación. Porque por su táctica reaccionaria, por sus métodos reaccionarios, los encontraremos siempre en el campo del enemigo. Son enemigos sistemáticos de la unidad combatiente, de la unidad de los catalanes y de la unidad de Cataluña con los otros pueblos de España, cuando esa unidad en la lucha es indispensable para reconquistar un régimen democrático que haga posible el derecho de autodeterminación. Al oponerse a la lucha de los pueblos hispánicos contra el enemigo común –obstáculo supremo de no importa qué ideal democrático en la península—, refuerza la táctica predilecta de Franco y Falange: oponer unos pueblos a otros para enseñorearse de todos. Hace ya algún tiempo, el sindicato falangista del Puerto de Barcelona colgó un gran cartel con esta leyenda: «EN ESTE PUERTO SÓLO PODRÁN TRABAJAR OBREROS CATALANES» ¿Por qué? ¿Por súbito amor a Cataluña? La intención de provocar a los obreros catalanes, de insertar una cuña en el bloque combatiente de los pueblos hispánicos, es tan grosera, que no vale la pena seguir deteniéndose en ella. Si los fines son diferentes, la identidad táctica los reagrupa.

 

Nuestros separatistas van acentuando su oposición anticomunista. Coinciden con trotskistas y faístas. Coinciden con los separatistas del otro lado del Ebro. Coinciden con los sectores reaccionarios internacionales que prestan apoyo a Franco y Falange, los cuales sectores, como alternativa, maniobran a favor de una dictadura militar o de la restauración monárquica en España, a favor de Petain y contra De Gaulle [en Francia], a favor de Otto de Habsburgo contra el pueblo austriaco, a favor del príncipe Humberto contra el pueblo italiano, a favor del traidor Mijailovic contra el gobierno popular yugoslavo, a favor de los fascistas del comité polaco de Londres contra el gobierno y los patriotas combatientes en Polonia, a favor de la ruptura del bloque de las Naciones Unidas –y en particular, de la coalición anglo-soviético-americana—, a favor del cordón sanitario contra la URSS y a favor de la inmovilización del segundo frente para alcanzar una paz negociada. Coinciden con la reacción aliada de Hitler, los planes de la cual presuponen la consolidación de la dictadura en España y, por ende, el inevitable sacrificio de Cataluña por generaciones.

 

Nuestros separatistas se consideran obligados a aceptar una especie de tutela del Partido Nacionalista Vasco. El movimiento nacional catalán es avanzado y progresista, mientras que el Partido Nacionalista Vasco es conservador: salidos de Euzkadi, miles de nacionalistas vascos, buenos soldados, se quedaron en Francia por orden de sus jefes, mientras Cataluña se desangraba por los cuatro costados. Y mucho menos ligados podemos sentirnos los catalanes cuando los jefes nacionalistas vascos son los peores enemigos de la unidad combatiente de los pueblos hispánicos al lado de las Naciones Unidas y contra Hitler y sus Quislings.

 

Por su táctica negativa, antiunitaria, anticomunista, los separatistas de este y del otro lado del Ebro se dan la mano. Y por mucho que se nieguen a admitirlo, cuentan con la bendición de Franco y de Falange.

 

Por fortuna, la inmensa mayoría de los catalanes, de los republicanos españoles, hemos comprendido nuestro deber. En el país, los separatistas catalanes son la lucha común de los pueblos hispánicos contra el enemigo común. En la emigración, la línea de unidad ha penetrado profundamente en la masa republicana y el aislamiento de los anti-unitarios de toda laya se agudiza día a día.

 

¡Acentuemos nuestra lucha unida contra el enemigo común!

 

La hora de los combates gigantescos y definitivos se acerca a marchas forzadas. Somos un Ejército más, disciplinado, unido, de los inmensos Ejércitos democráticos que avanzan para asestar el golpe mortal a la bestia nazi-fascista.

 

¡PENSEMOS, HABLEMOS, ACTUEMOS COMO REPUBLICANOS Y DEMÓCRATAS!

 

 

 

Enfrentado a la dirección del Partido Comunista de España, fue expulsado del PSUC en 1949. Volvió clandestinamente a la España franquista en 1950 siendo detenido en Barcelona en 1954.
Fuente:
Edicions en Lluita, 1945
Traducción:
Antoni Domènech

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