Política laica: ¿tiene sentido hablar de un “Islam moderado”

Omair Ahmad

10/07/2016

Podemos tratar de construir un mundo mejor, más abierto, más tolerante, justo. Pero eso es un desafío político, como el laicismo de raíz ilustrada; no un desafío religioso, como piensa el multiconfesionalismo de cierta izquierda postlaica.

 

Tras cada crimen sombrío perpetrado en nombre del Islam, vienen las inevitables llamadas al “Islam moderado”.

 

Siempre he tenido curiosidad por saber qué significa eso exactamente. ¿Cómo se modera una religión? ¿Declarando sagrados unos textos y otros, no? ¿Quién decide? Y, seamos francos, ¿quién observaría las normas de esta nueva y moderada religión?

 

Quienes llaman a la moderación parecen de uno u otro modo creer: (1) que los humanos pueden elegir cómo interpretar una religión, es decir, que pueden, de alguna manera, “moderarla”; y, al propio tiempo, creen (2) que, una vez “moderada” una religión, la gente secundará sólo la versión moderada, no las versiones extremistas. Por alguna razón, parecen incapaces de percatarse de que la hipótesis (1) está en perfecta contradicción con la hipótesis (2). Si (1) es verdad, no puede serlo (2), y viceversa.

 

Sea como fuere, ¿cómo diferenciar a un musulmán “moderado” de un musulmán “inmoderado”? ¿Acaso porque el moderado tiene una educación occidental? ¿Tal vez porque él o ella ha viajado mucho y se ha expuesto al mundo, no se viste de manera tradicional o no lleva barbas?

 

Quizá un musulmán moderado no tiene nada contra el alcohol, tal vez no tiene nada contra los clubs nocturnos de alterne y los bares, ni siquiera, acaso, contra los locales gays. Si así es, entonces hay que decir que los musulmanes moderados se parecen mucho a los que perpetraron los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York y al Pentágono el 11 de septiembre de 2001. Y mucho también a Omar Matten, cuyo crimen en Orlando acaba de convertirlo en uno de los peores asesinos en masa de los EEUU.

 

Hasta donde yo sé, nadie sabe cómo transformar una religión en una religión moderada. ¡Ah, un momento! ¿Qué hay de la Ilustración europea, esa pequeña fase a la que con tanta afición invocan muchos supuestos reformadores como el punto de inflexión del cristianismo?

 

¿Pero cómo consiguió exactamente reformar el cristianismo? ¿Acaso la Iglesia Católica o las varias iglesias protestantes adoptaron prácticas moderadas y pronunciamientos moderados? ¿Acaso se borraron de la Biblia los pasajes que justifican el asesinato, la misoginia y las masacres, y de ahí salió una nueva Biblia “moderada”? (Por si se lo están preguntando: buena parte de esos pasajes se hallan en el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia compartidos con la Torah judía , y no, tampoco tenemos una Torah purgada o moderada.)

 

La Ilustración no fue un proyecto teológico, sino un proyecto político

 

La Ilustración no fue un proyecto teológico, sino un proyecto político. Sus dirigentes no buscaron cambiar los contenidos de la Biblia, sino cambiar la relación entre las autoridades públicas y las autoridades religiosas.

 

Como tal proyecto político que fue, la Ilustración libró una batalla por el poder, merced a la cual los ingresos fiscales y la autoridad de los mandamases religiosos resultaron severamente socavados. La consecuencia de eso fue la extinción del poder de los obispos y de los Papas y de su consiguiente capacidad para declarar la guerra o –como hizo el Papa Alejandro VI— para dividir el mundo en dos, a fin de que lo saqueara España en Occidente y Portugal en Oriente.

 

De hecho, incluso entonces, el poder del Papa para decidir estas cosas ya se había debilitado, y el grueso de los Estados, señaladamente Inglaterra –que luego se libró a la conquista de todo lo que se le presentara a la vista—, ignoraban sus órdenes.

 

Si alguna lección cabe extraer de la Ilustración europea en punto a moderación, es ésta: las religiones no cambian, pero si tú privas a las instituciones religiosas de los latifundios y del poder político, su capacidad para influir en el mundo disminuye y, a la par, se ensancha el espacio de la libertad individual. Tal cual.

 

Pues bien, ¿qué nos está diciendo el discurso del “Islam moderado”? Nos está diciendo que, en vez de identificar problemas reales y claramente definibles –la defensa de ideales como la libertad de expresión, la libertad de asociación, la igualdad ante la ley, la democracia y la justicia—, la gente prefiere discutir sobre ideas teológicas carentes de sentido.

 

Lo que permite a quienes no quieren comprometerse en la lucha contra el sinfín de atrocidades y crímenes de guerra que asolan nuestro mundo, de Irak al Yemen, de Afganistán a Egipto o Siria y tantos otros sitios, obscurecer los problemas políticos que están llevando a más y más gentes a rendirse ante el sistema de gobernanza global actualmente existente y, en vez de criticarlo y combartirlo, echarle las culpas a una religión.

 

También –y eso es crucial— permite a los musulmanes “liberales” y “moderados” lavarse las manos ante los crímenes cometidos en nombre de su religión y por sus correligionarios diciendo: “No somos nosotros, nosotros bebemos alcohol, no rezamos ni ayunamos ni llevamos barbas, ni visten nuestra mujeres con purdah. No creemos en nada, somos como vosotros. El problema son los analfabetos extremistas religiosos”.

 

En ambos casos, ese sinsentido de la moderación de una religión –sinsentido, porque no lleva a cambio alguno y hace que todo el mundo quede eximido de dar cuentas— contribuye a que sigamos viviendo en un mundo profundamente injusto. Lo que, a su vez, significa que jóvenes idiotas –¿y cuando y dónde no lo han sido los jóvenes?— sean fácilmente atraídos a ensoñaciones utópicas locoides e inducidos a querer matar inocentes para poner aquellas por obra, porque no se les muestra senda alguna de cambio.

 

El mundo está roto. Es profundamente injusto y está profundamente interconectado. Podemos sentarnos en nuestras confortables butacas y no hacer nada contemplando el espectáculo ofrecido por la creciente proliferación de los secuaces de quienes están dispuestos a matar y a masacrar obnubiladamente hasta llegar a ser capaces de extender la muerte hasta el último rincón del planeta.

 

O podemos tratar de construir un mundo mejor, más abierto, más justo. Es un desafío político, no un desafío religioso. Pero es un desafío más para los musulmanes que para cualesquiera otros, porque las zonas de conflicto se hallan, y por mucho –aun cuando no exclusivamente—, en el mundo musulmán.

 

O lucháis por la justicia para vuestros hermanos y hermanas y creáis un mundo mejor, u os limitáis a contemplar cómo son reclutados por otro demagogo chiflado para alguna misión que allane sangrientamente su camino al poder. Podéis elegir, pero no podéis arrogaros el privilegio de decir que no es responsabilidad vuestra. Olvidaos de ser moderados en esto o en aquello, porque lo que se necesitan son gentes inmoderadas dispuestas a arrostrar riesgos extraordinarios para cambiar el mundo y hacer de él un lugar mejor.

 

es un escritor indio.
Fuente:
http://communalism.blogspot.fr/2016/07/after-every-gruesome-crime-undertaken.html
Temática: 
Traducción:
Ventureta Vinyavella

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