Por qué los trabajadores blancos abandonaron al Partido Demócrata estadounidense. Entrevista a la historiadora Judith Stein

Judith Stein

17/07/2016

 

Larga y fascinante entrevista con Judith Stein, la gran historiadora norteamericana que ha demolido los mitos liberal-progresistas sobre el racismo, el New Deal y las causas de la derechización del Partido Demócrata en los EEUU.

 

El socialista Bernie Sanders hace decir a los liberales de izquierda las cosas más inopinadas.

 

El senador por Vermont gastó la mejor parte de 2016 lanzando su “socialismo” como una continuación de la mejor tradición reformista norteamericana. Y eso significaba hacer suyos los logros internos, nacionales, de Franklin Roosevelt y Lyndon Johnson.

 

De repente, sin embargo, algunos columnistas y comentaristas políticos habituales de la izquierda liberal dejaron de estar tan seguros de esos legados. El viejo testarudamente socialista estaría mirando al pasado con lentes de color de rosa, dijeron. Y escucharle alabar las reformas económicas progresistas de los viejos buenos tiempos bastó para que se pusieran ellos a revisar intelectualmente los fundamentos del logro legislativo más imponente del Partido Demócrata: el New Deal. 

 

¿Por qué se volvieron las elites liberales de izquierda tan ambivalentes con unas reformas que, salvo una breve interrupción, contribuyeron a que su partido favorito mantuviera el control del Congreso durante 60 años? Con ese conjunto de políticas que ellos mismos presentaron durante años como el tipo de reformas “responsables” y “pragmáticas” de las que tendrían que aprender los radicales socialistas.

 

¡Ah! La respuesta es: racismo. Sólo la supremacía blanca, arguyen ahora esos progresistas escarmentados, apoyándose en el trabajo de algunos historiadores recientes, hizo posibles tanto el New Deal como la edad de oro del sindicalismo obrero organizado.

 

Así como la socialdemocracia escandinava se habría supuestamente fundado en una homogeneidad étnica, así también el New Deal habría prosperado a causa de la exclusión racial.  Y cuando los norteamericanos negros habrían empezado a exigir sus derechos, el New Deal –y el sindicalismo obrero— saltó por los aires, porque los trabajadores blancos abandonaron el Partido Demócrata en favor de Ronald Reagan.

 

En su esquema, esta historia parte de una potente crítica de izquierda al New Deal: la inclemente exposición de las contradicciones de la socialdemocracia que radicales como Leon Trotsky o Martin Luther King habrían entendido cabalmente.

 

Pero en manos de la actual intelligentsia liberal funciona de un modo algo diferente.  Para ellos, el arco de la política del siglo XX mostraría que la deriva que apartó al  Partido Demócrata del populismo económico progresista no es un error de sus prósperas elites, sino del persistente racismo de los reaccionarios trabajadores blancos.

 

En la entrevista que el miembro del Consejo Editorial de la revista Jacobin Connor Kilpatrick realizó a Judith Stein, la historiadora explica su desacuerdo con esa tesis. Mientras que otros historiadores han separado “raza” y “política económica”, Stein se ha centrado en la conexión entre ambas durante toda su carrera académica. Su primer libro fue un estudio del líder pan-africano Marcus Garvey como característico representante del nacionalismo negro que perneó la cultura política norteamericana entre 1890 y la Gran Depresión.

 

Luego pasó a investigar la era del New Deal, cuando el trabajador asalariado se convirtió en un actor central de la política negra. Stein decidió centrarse en la industria del acero: el único lugar (además del carbón) en el que los afroamericanos trabajaban tanto en el Sur como en el Norte.

 

Esa línea de investigación –resultado de la cual fue el libro Running Steel, Running America: Race, Economic Policy, and the Decline of Liberalism— la llevó al Sur, a Birmingham. Este estudio de la raza y el declive de la industria del acero en la postguerra llevó a su siguiente libro: The Pivotal Decade: How the United States Traded Factories for Finance in the Seventiesuna investigación sobre las decisiones que apartaron al Partido Demócrata del progresismo del New Deal. 

 

Al contrario que los liberales de izquierda de nuestros días, Stein sostiene que no fue el racismo de los trabajadores blancos lo que empujó a la derecha al Partido Demócrata en materia económica. Sino que fueron las poderosas elites políticas y del mundo de los negocios quienes optaron por abandonar al trabajo organizado y a los sindicatos obreros y convertir al Partido de Roosevelt en el Partido de Clinton. 

 

1 El nacimiento de Jim Crow

 

Jacobin: Antes de hablar de la muerte de las políticas del New Deal y del papel del racismo en el desbaratamiento de esos movimientos de reforma política, necesitamos hablar primero de Jim Crow y de cómo se llegó a establecer el disfranchisement por vez primera, es decir, la privación de derechos civiles y políticos.

 

Judith Stein: Digamos para empezar que Jim Crow y la privación de derechos son cosas distintas.  La privación significa elevar las barreras del sufragio. Lo hicieron de varias maneras: con impuestos de capitación, con pruebas de alfabetización y con los controles de registro impuestos por el Partido Demócrata.

Las más recientes investigaciones historiográficas sobre la privación localizan sus orígenes en las exigencias, por parte de los propietarios de plantaciones, de control de un trabajo que se había vuelto desafiante durante la depresión de la década de 1890. J. Morgan Kousser probó eso remontándose a los orígenes de esas leyes en todas y cada una de las legislaturas de los estados.

El primer estado fue Misisipi en 1890. Esa es una de las razones por las que se sostiene que nunca llegó a haber un movimiento populista en Misisipi. El último estado fue Georgia en 1908.

Kousser sostuvo que esas leyes de privación vinieron luego de una derrota del Movimiento Populista; así pudieron abrirse paso luego de perder, cuando la oposición era más débil. Así introdujeron las elites esa legislación.

Y Kousser demostró que las gentes que la introdujeron eran propietarios de plantaciones, no trabajadores. Venían de áreas dominadas por las elites, no de las regiones blancas pobres del Sur.

Fueran o no racistas los blancos pobres, lo cierto es que carecían de poder para promover la privación de sufragio (que, dicho sea de paso, les afectaba a ellos mismos también). Y las áreas blancas pobres fueron a menudo las únicas en las que se registró una viva oposición a las nuevas leyes.

 

¿A qué desafíos al poder de los propietarios de plantaciones trataban de hacer frente esas elites?

 

Al desafío que representaba el Partido Populista y al desafío que representaban los negros Republicanos. Entre 1894 y 1898, Carolina del Norte estuvo gobernada por una coalición birracial de Populistas y Republicanos. Era una coalición, porque los negros preferían seguir siendo Republicanos. Los negros y los blancos desafiaron al poder de los propietarios de plantaciones.

La coalición de Carolina del Norte consiguió un montón de cosas para los negros, no menos que para los blancos. Fue derrotada en 1898 por los Demócratas, blancos supremacistas que se sirvieron de la violencia para ganar las elecciones.

Y en otros estados, aun sin lograr acceder al poder, negros y blancos, separada o conjuntamente, desafiaron también el dominio de los propietarios de plantaciones.

 

¿Sobre qué se estaba luchando exactamente?

 

Muchos blancos abandonaron el Partido Demócrata a favor del Partido Populista, porque los Demócratas apoyaban políticas de tipos de interés elevados y ellos eran pequeños campesinos necesitados de crédito barato.

“Necesitamos que el gobierno regule los ferrocarriles. Queremos un gobierno que suministre crédito”. Esos eran los asuntos clave para los populistas.

Estaba el celebérrimo Tom Watson [un Populista de Georgia que luego se volvió un demagogo racista]. Es fama que Watson llevó a sus secuaces a defender a un granjero negro que estaba a punto de ser atacado.

No digo que eso sucediera cada día, no quiero pintar a los Populistas como ángeles. Lo único que trato de decir es que había mucho miedo entre las élites Demócratas a que esa insurrección popular durante la depresión de 1890 los desplazara y llegara a gobernar el Sur.

Actuaron de todas las maneras posibles. Violentamente, cuando lo consideraron necesario, aunque a largo plazo sabían que tendrían que conseguir alterar permanentemente el marco político mediante varias medidas de privación de sufragio. 

 

Así, pues, ¿no fueron tensiones raciales las que destruyeron la alianza Populista?

 

¡Claro que no! La gente no entiende que, en el Sur de 1890, las elites blancas abogaban abiertamente por la violencia,

Respondiendo a otra alianza Populista-Republicana en Louisiana, el Evening Judge, un diario de Shreveport, declaró que:

“… es religiosa obligación de los Demócratas robarles las elecciones a Populistas y Republicanos si y cuando se presente la ocasión… Los Populistas y los Republicanos son nuestra legítima presa política. ¡Vamos! ¿Para qué estamos, si no?”.

Esas técnicas y violencias llevaron a los Demócratas a la victoria. El nuevo gobernador se manifestaba feliz de haber mantenido el “control de las cosas” en manos de quienes describía como “la inteligencia y la virtud del Estado” y por encima de “la fuerza bruta de los números”.

 

¿Llegaron a matar a alguien?

 

 ¡Claro! Mataron a montones de gente. Blancos y negros. En 1896, en el punto culminante de la insurgencia política en Louisiana, fueron linchadas 21 personas, un quinta parte del total de toda la nación.

 

¿Quiénes eran exactamente en ese momento  las elites del Partido Demócrata que sometieron a los Populistas?

 

Representaban a la clase de los propietarios de plantaciones y a la nueva clase industrial. Hay debate abierto sobre lo burgués que era el Sur de la época. Pero el grueso de los líderes procedían de la clase de los propietarios de plantaciones, porque eran ellos quienes más tenían que perder si votaban los negros.

Después de todo, si todos tus trabajadores en el Cinturón Negro votan, eso se traduce en poder de la mayoría negra, Reconstrución. De ningún modo estaban dispuestos a esto. Por eso eran los más resueltamente opuestos al sufragio negro.

Y si levas la historia hasta 1950, ¿dónde se formó el  Consejo de los Ciudadanos blanco? Pues se formó en el delta del Misisipi, en donde la proporción negro/blanco era todavía de 5 a 1, con lo que cualquier cosa parecida a una democracia habría traído consigo un poder negro.

 

Lo que habría significado un poder de los trabajadores.

 

Evidentemente. No es que les disgustara el color negro. Los esclavos se trajeron de África para trabajar. Se trataba, básicamente, de control del trabajo.

 

¿Qué hay de Jim Crow?

 

El caso Jim Crow se originó también como un fenómeno de elite. Acuérdate de la sentencia Plessy v. Ferguson, la legalización de la segregación racial por parte de la Corte Suprema en 1896.

¿Por qué creció y prosperó Jim Crow? Primero, exigió la privación del sufragio negro. El grueso de las leyes de Jim Crow vinieron luego de la privación de sufragio, porque no puedes tener un Jim Crow si votan los negros.

En segundo lugar, la mayoría de los estudiosos piensa que la industrialización del Sur socavó el tradicional sistema agrario de control social y relaciones raciales. La industrialización también exacerbó la competición sectorial por el trabajo entre la agricultura y la industria.

Esas tensiones sociales y económicas jugaron en contra de los desafíos populares al poder de la elite en la década de 1890. La segregación fue la respuesta, porque mitigaba las tensiones de clase y de raza en las áreas urbanas, mediaba en la competición entre la industria y la agricultura y resolvía las luchas políticas persuadiendo a los blancos para que cerraran filas en torno a la supremacía blanca.

Así que, básicamente, el origen de Jim Crow no es tanto el control de los propietarios de plantaciones, sino la urbanización. En las zonas de las plantaciones podía funcionar la vieja forma de control del trabajo. Puedes controlar a la gente usando los inveterados métodos de terrateniente-aparcero, terrateniente-jornalero.

En la ciudad, como dejó dicho Frederick Douglass del esclavo urbano, “es un hombre libre, el esclavo es un hombre libre”. Obviamente, exageraba. Pero distinguía bien entre la tiranía de vivir en una plantación y la relativa libertad de que gozas en la ciudad. 

En las ciudades, en donde tienes negros emancipados, la segregación se consideraba una forma de organizar la sociedad para minimizar el conflicto. Y, obviamente, para hacer imposible que negros y blancos legaran a unirse nunca.

Blancos y negros no podían jugar a las damas en el parque (había una ley que decía textualmente eso en Birmingham). Para unirte solidariamente con otros, necesitas al menos conocerlos. La segregación hacía eso mucho más difícil.

 

Así, pues, Jim Crow, como la privación de sufragio, es también una respuesta al Movimiento Populista…

 

Desde luego. Las elites vieron eso como una manera de crear orden en la ciudad.

Huelga decir que necesitas partir de una sociedad racista para separar negros y blancos, pero no fue un atavismo. Fue una manera –y subrayo esto— de todo punto moderna de organizar a la gente sobre la base de la separación racial.

Algo de eso ocurrió también en el Norte. En algunas de las fábricas de acero en Aliquippa, Pensilvania, tenían a europeos del Este en una sección, a italianos, en otra y a negros, en otra. Todo muy moderno.

 

2 El Norte durante Jim Crow

 

Partamos de eso para hablar de lo que ocurría en el Norte en ese momento. La clase dominante en el Norte, ¿qué hacían en esa época? ¿Trataban también de privar del sufragio a sus trabajadores?

 

Hasta cierto punto, sí. En toda la nación, a la vista de las huelgas y de la aparición de terceros partidos en las dos décadas depresivas  –la de 1870 y la de 1890—, se cuestionó mucho la democracia.

Pero las elites del Norte no podían reducir radicalmente el electorado, porque los caudillos del aparato del partido, los machine bosses, eran demasiado fuertes, y protegían a los trabajadores y a los inmigrantes porque eran la fuente de su poder.

Pero sí que consiguieron introducir criterios más estrictos de residencia, que todavía perduran, y establecer otras medidas que hacían más difícil ir a votar.

La privación del sufragio fue menos radical en el Norte, porque los trabajadores y los inmigrantes tenían más poder que sus equivalentes en el Sur.

Pero algunas de las restricciones al sufragio del Norte todavía están entre nosotros. Mira lo que acaba de ocurrir en las primarias presidenciales de la ciudad de Nueva York. Para poder votar en las primarias del partido del pasado abril, uno tenía que haberse registrado en octubre de 2015.

 

Bueno, me parece que el relato es que la clase dominante siempre querrá controlar el sufragio de la clase obrera tanto como pueda, en el Norte o en el Sur, y que explotará cualesquiera vías sociales existentes en una determinada zona para conseguirlo.

 

Ciertamente. Pero eso no explica por qué la privación de sufragio fue menos radical en el Norte que en el Sur. Los órdenes del Norte y del Sur eran diferentes.

Los propietarios de plantaciones, especialmente durante la depresión de la década de 1890, tenían menos margen de maniobra, por lo que reaccionaron con viva dureza a los desafíos planteados a su dominación.

Todo esto es importante, porque, en el Sur, casi toda la población negra y la mitad de la población blanca dejaron de poder votar conforme a líneas divisorias de clase.

Lo que tienes entonces, pues, es una elite que vota y cuyas facciones compiten entre sí, pudiendo ignorar al resto. Eso fue la dominación de la elite, y funcionó por un tiempo.  

 

3 Los Dixiecrats y el New Deal

 

Eso es dar un gran salto en la historia, pero vamos a entrar, si te parece, en la relación del New Deal con el Sur y con los trabajadores negros. La tesis de moda ahora es que el New Deal sólo pudo hacerse popular entre los trabajadores blancos porque, gracias a los Dixiecrats, excluyó a los trabajadores negros.

 

Si el New Deal era simplemente para blancos, ¿por qué se pasaron los negros del GOP [siglas de Great Old Party, el Viejo Gran Partido, como se conoce popularmente al Partido Republicano] al Partido Demócrata en 1934 y 1936, siguiendo el comportamiento electoral de los distritos de clase obrera negra? ¿Eran estúpidos? ¿O vieron en el New Deal algo que estos caballeros no son capaces de ver ahora?

Se podría argüir que los New Dealers hicieron demasiados compromisos con el Sur, pero eso no significa que hombres como el senador Robert Wagner, de Nueva York, escribieran leyes para una mayoría blanca lily-white.

Además, el argumento de que esas leyes eran simplemente racistas, porque excluían a los trabajadores agrícolas, es falso.

Por lo pronto, el grueso de las leyes de bienestar social excluían en todas partes a los trabajadores agrarios. Hoy, los trabajadores del campo en Nueva York tienen menos derechos que los trabajadores industriales. Encima, la mayoría de cultivadores en el Sur de los años 30 eran blancos, no negros. ¿Abogaban los legisladores sureños por salarios mínimos y pensiones para los cultivadores blancos?

Lo que el Sur temía era que el New Deal pusiera en peligro su control sobre el trabajo, negro y blanco. Después de todo, las ayudas y los empleos federales desafiaban su control sobre el trabajo al permitir que los trabajadores pudieran evitar la plantación.

Lo que a los sureños les gustaba del primer New Deal eran las ayudas a la agricultura y el crédito barato. Aunque FDR[oosevelt] no desafió al orden racial del Sur, muchos sureños blancos vieron en el New Deal y en el sindicato CIO [Congreso de las Organizaciones Industriales, por sus siglas en ingles] una amenaza de este tipo.

Cuando los mineros del carbón organizaron una huelga en Birmingham y alrededores y el sindicato comenzó a afiliar a trabajadores negros, las elites volvieron a ver el fantasma de la Reconstrucción.

 

Los negros se pasaron repentinamente al Partido Demócrata, tras décadas de lealtad a los republicanos. ¿Qué estaba pasando en la política negra para hacer eso posible?

 

Bueno, en 1933 se desarrollaba una gran disputa en el seno de la NAACP [Asociación Nacional Para el Progreso de la Gente de Color, por sus siglas en inglés], cuando los “Jóvenes Turcos” querían que la NAACP se convirtiera en un grupo capaz de organizar a los trabajadores negros.

No sólo le disgustaba eso a W. E. B. Du Bois, sino que a Walter White, la cabeza de la NAACP, tampoco le gustaba nada el asunto.

Muchos de los negros radicales —y no estoy hablando comunistas, sino de gentes como Abram Harris, un economista, como E. Franklin Frazier, o como A. Philip Randolph, obviamente— pensaban que los viejos grupos de derechos civiles no se ocupaban de los asuntos materiales, del pan nuestro de cada día, que es lo que interesaba a la gente.

 

El asunto, pues, para estos jóvenes era la importancia de la clase social.

 

Exactamente. Esa era la disputa que tenían con DuBois. DuBois abandonó la NAACP por varias razones. Estaba la polémica con Walter White a cuenta del nacionalismo de DuBois,

Pero había también un importante divorcio entre DuBois y algunos de sus jóvenes admiradores, como George Streator.

Streator había ido a la Fisk University, amaba a DuBois y empezó a trabajar para la revista de la NAACP, Crisis. Luego se fue y se convirtió en un organizador del sindicato textil Amalgamated Clothing Workers en Virginia.

Sobre este asunto, precisamente, había disputado DuBois. Du Bois sostenía que los trabajadores blancos eran siempre racistas. Y Streator ponía en cuestión su conocimiento de los trabajadores blancos, así como la idea que DuBois se hacía de una burguesía negra progresista, y le citaba una miríada de casos de oposición de las clases medias negras a la sindicalización.

Le dijo a DuBois: “Yo he terminado con toda doctrina de ‘solidaridad racial’ como salida”. La esperanza de DuBois en los años 30 eran las cooperativas, unas cooperativas que, dirigidas por la clase media negra, podrían hacer salir a los negros de la Gran Depresión.

Ese no es el tipo de pazguato debate que oímos ahora. ¿Por qué? Porque ambos pensaban que lo que estaba en juego era mucho. Tu posición sobre el modo en que debían organizarse los negros no era postureo, era de vital importancia para las gentes de color.

Incluso la Liga Urbana se mueve a la izquierda y se interesa en la sindicalización. Y eso que la Liga Urbana estuvo en los años 20 totalmente controlada por el empresariado.

En 1935 tienes también el National Negro Congress, que quería ser un equivalente de izquierda de la NAACP. Los miembros del Congreso Nacional Negro pensaban que la NAACP era una organización de predicadores y profesores, mientras que ellos representaban a las masas. Había cierta verdad en esa conclusión.

Decían, en esencia, que los negros eran obreros. Nuestros intereses están con los de los obreros blancos, no con los intereses de los capitalistas blancos, que han sido los predominantes en las organizaciones raciales de los 20 y que desde los tempos de Booker T. Washington habían empezado a dominar la política negra a fines de la década de 1890. 

 

Todo esto suena familiar. Ahora mismo los mileniales negros generalmente apoyan a Bernie Sanders, mientras que la vieja guardia se aferra a esas organizaciones ilustradas financiadas por capitalistas.

 

Pero el movimiento hacia la izquierda fue más potente en la era de la Depresión. Los capitalistas dejaron de contribuir a la Liga Urbana.

En los años 20, la Liga solía hacer agitación a favor de más puestos de trabajo negro en las grandes empresas. Pero luego, con la Depresión, las grandes empresas despedían gente.

No es que de repente se encendiera una bombilla en sus cabezas; eran los hechos mismos de base los que hacían patente que sus viejas vías necesitaban rectificación.

El movimiento insurgente era activista, estaba cambiando potencialmente el curso de los acontecimientos y resultaba atractivo para los negros interesados en asuntos materiales.

Ralph Bunche era otro que, llegados a este punto, dijo: “Ya veis, cuando hacemos un mitin sobre derechos civiles, no viene nadie. Cuando hablamos de cosas materiales, viene todo el mundo”.

La gente no tenía trabajo. Un negro que había trabajado en la fábrica US Steel en Birmingham en 1937, preguntado por la posible discriminación en la factoría, respondió que lo único que le preocupaba era que en la fábrica “ganaba 37 centavos la hora y ahora apenas lograba 75 centavos por día en la hacienda agrícola”.  

 

¿Pero qué hay del racismo en el movimiento obrero? Los negros eran o no excluidos de los sindicatos?

 

En primer lugar, el CIO [Congreso de Organizaciones Industriales, por sus siglas en inglés] era un sindicato nuevo. Era nuevo porque incluía a inmigrantes del este europeo y a negros que más o menos estaban excluidos de la vieja AFL [Federación Americana del Trabajo, por sus siglas en inglés].

Pero la idea de que los negros estaban excluidos de la CIO es pura ideología, no realidad. Los empleadores en el Norte y en el Sur no se privaban de decir a los blancos y a los inmigrantes –no eran lo mismo entonces— que no se afiliaran a la CIO, porque era un sindicato “negro”.

Y la pauta de sindicalización refuta esta idea de “la raza, primero” como modo de organización. En Birmingham, al comienzo los mineros del carbón, luego los trabajadores del acero y finalmente los trabajadores de las minas de hierro, formaron sindicatos integrados, probablemente las primeras organizaciones integradas de la época en el estado de Alabama.

Estoy segura de que muy pocos blancos de los que se juntaron con negros eran igualitaristas, pero medido con los criterios entonces habituales en Alabama muy probablemente lo eran. 

Y en el oeste de Pensilvania sólo después del éxito del sindicato de trabajadores del acero a fines de los 30 se unieron los trabajadores blancos a los negros en la exigencia de que se contratara a maestros negros en las escuelas públicas y hubiera integración en las piscinas, en los teatros y en los restaurantes.

El sentimiento igualitario racial es a menudo la consecuencia, no la causa, de la sindicalización.

Déjame darte un ejemplo: Packinghouse Workers era otro sindicato organizado en los 30. Los trabajadores de plantas de empaque tenían terribles relaciones raciales en Chicago, porque en una huelga habida tras la I Guerra Mundial, las empresas empaquetadoras importaron negros como esquiroles.

Rompieron la huelga. Así que en los años 30 la animosidad entre negros y blancos era grande.

Lo que ocurrió y lo que hizo la unidad atractiva para los blancos es que sabían que había montones de negros, y que si no los incorporaban, no lograrían tener un sindicato.

Y en lo tocante a los negros, aunque habían sido antes los favoritos de la empresa, reconocieron también que eran los primeros en ser despedidos. Las empresas tenían “listas negras”, literalmente.

Como dije, a menudo, los buenos sentimientos raciales son la consecuencia, no la causa de la sindicalización. Jim Cole, un hombre negro que trabajaba en Chicago, fue entrevistado en 1938 por alguien del Federal Writers Project. Declaró esto:

“A mí no me preocupa si el sindicato no hace un poco más por aumentar nuestra paga o por mediar en agravios sobre algo. Yo creo siempre que ellos hacen la mejor cosa del mundo juntando a todos los que trabajan y rompiendo el odio y los malos sentimientos que eran antes tan frecuentes en relación con el negro. Todos hacemos ahora nuestro trabajo, y yo no puedo decir nada que no sea bueno del CIO.”

 

Eso es como un bofetón en la cara a los relatos académicos, ahora tan de moda, escépticos con la clase obrera, y según los cuales la gente tiene primero que purgarse de racismo antes de poder proceder a una revitalización exitosa del movimiento obrero.

 

La idea de que necesitas gente perfecta antes de afiliarse a los sindicatos se estrella contra la elocuente evidencia de los hechos.

Eso sólo lo dicen gentes que no necesitan realmente un sindicato. En otras palabras, quienes son incapaces de entender que la gente se une a los sindicatos por razones prácticas.

Yo me he servido de la locución “racialización de la explicación” para explicar este fenómeno académico. Especialmente en la era de Jim Crow, la gente a menudo concluye que cada vez que fracasaba un sindicato, tenía que ser a causa de la raza.

Eso carece de sentido. Los trabajadores pueden ser racistas, pero esa no es la razón esencial de que fracasen las uniones sindicales. Sólo si tu ves sólo la raza e ignoras todo lo demás.

Los historiadores del movimiento obrero muestran ese contexto, geografía, religión, género, calificación laboral, etnicidad y, sí, también raza: todos esos factores hacen de la solidaridad algo contingente, no algo que inexorablemente se sigue de las condiciones económicas o de las relaciones sociales de producción.

La actual escuela académica de los “wages of whiteness” [salarios de la blancura] reifica la blancura y la hace omnipotente para oponerse a un marxismo de caricatura que ya nadie sostiene.

 

¿Pero no fue W.E.B. DuBois quien dijo que los trabajadores blancos recibían un “salario psicológico” por su status racial que les alejaba de forjar alianzas interraciales?

 

La cita de DuBois aparece en su Black Reconstruction, que se publicó por vez primera en 1935. DuBois avanzó la idea de un “salario público y psicológico” para blancos contestando a la vieja cuestión planteada por Werner Sombart (“¿Por qué no hay socialismo en los EEUU?”).

¿Por qué rechazaban los trabajadores blancos hacer causa común con los trabajadores negros para hacer la revolución? DuBois sostenía que los agentes de la estrategia del divide y vencerás eran quienes detentaban el poder.

Pero en otra pieza publicada en 1933 DuBois se acercaba más a la tesis de Sombart de que el socialismo “naufragaba en bancos de roast-beef”: en otras palabras, que los norteamericanos eran demasiado prósperos para el socialismo. Aquí los “salarios de blancura” eran simplemente salarios convencionales. 

Puesto que la cuestión de la agencia es crítica, ¿con cuál nos quedamos? ¿Y lleva razón DuBois? Inmediatamente después de estas líneas de la Black Reconstruction, Du Bois caracteriza al negro como “un ser humano enjaulado, empujado a un curioso provincianismo mental”, dominado por un “complejo de inferioridad”, “alguien que no se cree él mismo un hombre como los otros hombres”, “que no puede enseñar autorrespeto a sus hijos y que se hunde en la apatía y el fatalismo”.

Esa caracterización justificaba la creencia de DuBois de que sólo el decil talentoso podría producir la libertad negra.

¿Pero era correcta esa descripción suya de los negros? El grueso de la historia posterior refuta las tesis de DuBois.

Si estaba equivocado con los negros, ¿por qué tendría que estar en lo cierto con los blancos? En suma, DuBois ofrece visiones muy certeras de los blancos y de los negros, pero no siempre dio en el clavo.

Dadas mis dificultades para aceptar su formulación como un instrumento para comprender el Sur posterior a la Guerra Civil o los años 30 del siglo XX, aún es menos probable que me resulte útil para entender la historia contemporánea, cuya dinámica DuBois jamás experimentó y no digamos estudió.

 

4 El movimiento obrero y el movimiento de derechos civiles

 

¿Cómo fue la relación entre el moviendo obrero y  el movimiento de derechos civiles?

 

Para empezar, tanto el movimiento obrero como el movimiento de derechos civiles fueron diversos. Pero puedo hacer algunas generalizaciones. Empecemos con la AFL-CIO y su líder, George Meany.

A diferencia de Walter Reuther, del sindicato automovilístico United Auto Workers, Meany no apoyó la marcha sobre Washington en 1963. Sin embargo, él fue el músculo de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964, incluido su importante Título 7, que prohíbe la discriminación en el empleo.

El movimiento de derechos civiles y los negros en general no tenían mucho peso en el Congreso, de manera que los sindicatos obreros jugaron un papel crucial para que se aprobara la legislación. Y cuando el mundo del trabajo era débil, las iglesias tomaban el relevo.

Una de las razones por las que Meany insistió tanto en el Título 7 era que el proyecto de ley había evolucionado hasta un punto en que se hacía responsables a los sindicatos, pero no a las empresas, de la discriminación en el empleo. Ilegalizar la discriminación en el empleo cargaba las culpas sobre los empresarios, a quienes los líderes sindicales creían causantes de la discriminación.

Además, no sólo Reuther dio dinero a Martin Luther King Jr. En 1963, los United Steelworkers de Birmingham dieron 40.000 dólares para pagar la fianza que sacó de prisión a los manifestantes encarcelados. Claude Ramsay, cabeza de la AFL-CIO en Misisipi, trabajó muy estrechamente con Medgar Evers, el principal líder del movimiento de derechos civiles en el estado. 

Dicho esto, también es verdad que el huracán de racismo que se abatió sobre el Sur a fines de los 50 y comienzos de los 60 incluía a muchos trabajadores blancos sindicalizados. Ese período detuvo un poco el progreso que se había hecho en la postguerra y reemplazó a los populistas, que ponían énfasis en cuestiones económicas, por racistas en los gobiernos locales y del estado.

Sin embargo, el grueso de los líderes sindicales en el Sur hicieron todo lo que pudieron por promover los derechos de los negros, porque veían el sufragio negro como algo crucial para el éxito del sindicato, así como para su propio progresismo.

No hay duda de que hubo conflictos, en general sobre los métodos y la velocidad del progreso negro. Los conflictos escalaron cuando cayó el empleo.

Y algunos sindicatos lo hicieron mejor que otros. Los sindicatos de artesanos estaban menos dispuestos a cambiar que los sindicatos industriales del CIO, el cual, sobre todo en el Norte, había eliminado muchas de las discriminaciones de la era presindical.

Aun así, las empresas de construcción sindicalizadas [bastiones del sindicalismo artesanal] tenían mejores registros en punto a entrenar a trabajadores negros para el trabajo calificado que las no sindicalizadas. 

 

Bayard Rustin dijo en algún momento de comienzos de los 70 que el movimiento obrero era la institución norteamericana más capaz de empoderar a los negros. 

 

Sí. Y creo que todavía es verdad. En el Birmingham de los años 30, los trabajadores del acero, organizados junto con los mineros del carbón y del hierro, eran la única institución integrada de toda la ciudad.

Y estamos hablando del Birmingham de Jim Crow. Los sindicatos no eran perfectos, pero los negros tenían voto en la elección de sus líderes y, por lo tanto, tenían voz. Y muchos de ellos estaban lo bastante calificados como para servirse de eso en ventaja propia. ¿En qué otro sitio de    Birmingham tenían esa clase de poder?

Si no entiendes el empoderamiento que trae consigo el ser un miembro de una unión sindical, teniendo voz en tu vida laboral, lo importante que es para una persona que carece de derechos fuera del sindicato; si no entiendes eso, no sabes qué fue el Sur de Jim Crow. Por eso estos primeros negros sindicalizados fueron tan entusiastas con las uniones sindicales.

Yo entrevisté a un trabajador negro, Willie George Phillips, de la fábrica de cables de Birmingham, llevada realmente por negros. “A finales de los 40”, me dijo, “decidimos elegir a un negro como presidente del comité de quejas y agravios”, que era en la práctica el comité más importante del sindicato.

Yo le dije: “¿Entonces usted piensa que ya era el momento de elegir a un negro para la presidencia?”. Me dijo que no. “Pero cada vez que elegíamos a un blanco, lo promovían a capataz. Y nosotros sabíamos que jamás harían capataz a un negro”.

Aquí yo había supuesto que eran los tiempos en que los negros estaban en marcha, en pos de subir posiciones. Y no, había una razón muy práctica, él reconocía el racismo en curso en la fábrica, su imperfecto mundo. Eso explica por qué los trabajadores negros se unían a gentes de las que diríamos que eran probablemente un poco racistas.

Y había razones que nada tenían que ver con la raza para tener un sindicato. Una vez le pregunté a Jimmie Lee Williams, un líder negro de la planta metalúrgica de coque, cuál había sido su logro más importante. Pensé que me diría el haber facilitado la promoción de negros o el registro electoral de negros, cosas, ambas, en las que había trabajado muy bien. Pues va y me dice: “La mejor cosa que yo he hecho nunca en la planta de coque fue conseguir aire acondicionado para los trabajadores”. La gente que nunca ha trabajado en una planta de coque en el verano de Birmingham necesita hacer un buen esfuerzo de imaginación para poder entender esta historia.

Había dos instituciones en las que la gente de clase obrera –no me importa de qué raza— podía obtener calificación para el liderazgo. Una era la iglesia y la otra, la unión sindical.

Cuando pregunté a otro  obrero negro jubilado qué era lo que más le gustaba del sindicato, me dijo: “Yo estaba en el comité de las pensiones”. Sorprendida, le pregunté: “¿Por qué?”. Repuso: “Me dio la oportunidad de salir de Birmingham y viajar a otras ciudades. Yo nunca había viajado”.

 

Yo creo que muchos liberales de izquierda ven este tipo de cosas y dicen: “Ah, vale, pero estar en un sindicato, ¿qué significa realmente? ¿Es un negocio realmente tan bueno?”.

 

Pues lo significa todo.

 

Crea democracia.

 

Exactamente. Establece el imperio de la ley. Te protege del despido arbitrario y somete a los blancos al contrato, a la ley. Si no puedes entender qué significa eso, digas lo que quieras no puedes ni remotamente entender qué fue el Sur de Jim Crow.

 

5 Los años 70 y el ascenso de Ronald Reagan

 

¿Qué le pasa al orden del New Deal en los años 70?

 

La pérdida de sufragio Demócrata entre los trabajadores blancos comenzó en las elecciones de 1980. Tras las aberrantes elecciones presidenciales de 1972, en la contienda de 1976 se asistió a un regreso del sufragio de clase, en el Norte y en el Sur.

Había mucho debate racial y muchas divisiones a escala nacional y local en 1976, pero no afectó al voto. Cualesquiera que fueran sus tendencias raciales en 1976, el grueso de los trabajadores blancos no abandonó al Partido Demócrata.

Muchos blancos, especialmente los más prósperos, abandonaron al Partido Demócrata en el Sur. Pero los que se mantuvieron tenían características similares a los Demócratas blancos del resto de la nación –mayores, católicos, sindicalizados, trabajadores manuales, de clase obrera, menos instruidos y menos prósperos—, de acuerdo con los politólogos Richard Nadeau y Harold W. Stanley, que estudiaron el voto del Sur entre 1952 y 1990.

Durante los 70, los Demócratas sureños aprendieron a representar a un electorado birracial. El reclutamiento de votantes negros y el abandono de más blancos prósperos hizo a los políticos Demócratas blancos más progresistas que sus antecesores en materia económica. La aparición de nuevos Demócratas negros robusteció al liberalismo progresista.

Luego, en 1980, y en todas las regiones, los Demócratas pierden votos a causa de la economía, de las terribles condiciones económicas.

 

¿Qué condiciones?

 

Tienes desempleo, tienes inflación. Si observas el voto de la clase obrera blanca en 1980, para empezar, hay más abstención.

Luego, en todos los grupos, salvo los negros, ves una proporción de sufragio que va a parar a Reagan en 1980 mayor que la que fue a parar a Ford en 1976. Población femenina suburbana, Norte, Sur, lo que tú quieras. Católicos. Todos los grupos.

El gran asunto en 1980 era la economía. ¿Así que volvemos a la raza? ¡Por favor! ¡No tiene el menor sentido! La dimensión de clase del voto se mantuvo en 1980. Donde Carter fue más débil y Reagan más fuerte fue en las zonas residenciales blancas y en otras comunidades prósperas.

El Sur estuvo en juego en los 70. Pero los Demócratas no ofrecieron a los trabajadores blancos (o a los trabajadores negros) democracia social.

Los líderes nacionales Demócratas no alimentaron una política de clase birracial. Los Demócratas promovieron la movilización negra (y, eventualmente, los distritos negros, para garantizarse la representación racial), pero no los sindicatos birraciales, la vía más segura para anclar el voto Demócrata.

Los blancos sindicalizados votaron Demócrata más que los blancos no sindicalizados. Pero el Presidente Carter sólo superficialmente y con la boca pequeña apoyó la reforma laboral en 1978, una reforma que habría hecho avanzar el proceso de sindicalización de los trabajadores sureños, negros y blancos.

Se hizo filibusterismo parlamentario con la ley, hasta que murió. A finales de los 70 –ahí empezó la cosa—, cuando el Partido Demócrata abrazó el neoliberalismo, perdió la capacidad para convencer a los trabajadores de que podía reparar la economía.

Sí, algunos blancos de clase obrera en el Sur viraron hacia el Partido Republicano, especialmente cuando era el partido en el poder en su ciudad y en su condado. Pero muchos más simplemente dejaron de votar.

 

¿Se puede decir que la clase obrera encogió como porcentaje de la población general?

 

¡No! Dejaron de votar.

 

En cierto modo, sospecho que eso no es tan sorprendente. Lo que hizo Carter fue básicamente pedir a la clase obrera que hiciera más con menos.

 

Absolutamente. Hoy resulta muy difícil representarse eso, porque Jimmy Carter se dedica a mediar y poner fin a conflictos por todo el mundo. Pero fue enormemente criticado.

El senador Edward Kennedy lo desafió en las primarias, y los sondeos de opinión mostraron en 1980 que la gente votaba a Reagan, no porque fuera más conservador, sino porque pensaban que Jimmy Carter era incapaz de gestionar la economía.

Los reaganianos se complacían en sostener que se trató de una victoria ideológica conservadora, pero los sondeos demuestran concluyentemente que lo que se había perdido era la fe en la capacidad de Carter para reparar la economía.

Fue como en las elecciones de 1932, cuando la gente votó a Roosevelt porque Hoover tuvo tres años para mejorar la economía, pero fracasó.

Los sondeos de opinión de 1984 prueban que  el 60% del electorado prefería las ideas de [Walter] Mondale de ayuda a los necesitados; sólo el 25% prefería las de Reagan. Pero creyeron que los Demócratas no podrían manejar la economía y Reagan, sí.

Hasta ese momento, los Demócratas podían proclamar: “Nosotros somos el partido de la prosperidad. Los Republicanos son el partido de la Gran Depresión”. Después de 1984, ya no fue así.

 

6 El giro a la derecha del Sur

 

¿En qué medida el giro a la derecha de la política sureña puede atribuirse al hecho de que las uniones sindicales nunca llegaron a tener mucha presencia allí?

 

Seguro que en muy buena medida, porque, después de todo, los trabajadores permean la cultura circundante. Por eso hay que distinguir, en el Sur, entre las pautas de voto de los trabajadores blancos sindicalizados y las de los trabajadores blancos sin sindicalizar.

Es típico que un cabildero de la industria petrolera se opusiera en 1978 a la reforma laboral, porque temía que la ley trajera consigo la sindicalización del Sur, y “el Sur seguiría entonces el camino de Ohio… a causa de la fortaleza del trabajo organizado”.

Ohio había sido antes un estado fiablemente Republicano, pero se hizo fiablemente Demócrata a causa de la sindicalización. El cabildero temía que fuera a ocurrir lo mismo en el Sur.

 

¿Cómo afectó la desindustrialización al Sur en comparación con el Norte?

 

El Sur empezó el período de desindustrialización con una base de sindicalización más débil. En la medida en que las uniones sindicales ralentizaban la pérdida de empleo, los trabajadores sureños  fueron más vulnerables.

Pero la composición de la industria sureña –muebles, textil, confección y otras industrias intensivas en trabajo— expuso a la región a las importaciones baratas de los 80 y luego a la NAFTA en los 90 y a China en la primera década de este siglo.

 

¿En qué medida crees que el ascenso de la derecha en el Sur puede atribuirse al hecho de que el Sur se hiciera más rico luego de la II Guerra Mundial?

 

Los primeros Republicanos en el Sur de postguerra venían de las áreas prósperas. El Presidente Eisenhower ganó en Texas, Virginia, Florida y otros estados sureños periféricos. Los Republicanos del Sur venían principalmente de la clase media alta. Eso fue un fenómeno de clase, no de raza.

La industrialización del Sur fue dual.

Por un lado, tienes empresas manufactureras, textil, confección, muebles, metal.

Pero luego tienes la nueva industria de alta tecnología, a menudo vinculada a la defensa, en los suburbios que circundan a las universidades y que tenía demanda de población con instrucción académica superior. Muchos eran yankees del Norte que venían al Sur.

Más recientemente, las nuevas plantas automovilísticas extranjeras que proliferan en el Sur no han alterado mucho la situación política. En primer lugar, porque no están sindicalizadas y los trabajadores entienden la precaria naturaleza de su empleo.

Mercedes abrió una planta en Alabama en 1997, y un tipo que conozco en Alabama me dijo: “Es más difícil entrar a trabajar en esta planta de Mercedes que ser admitido en Harvard. Y no te digo si llegas a estar afiliado a un sindicato, jamás lograrás un empleo allí”.

 

¿Por qué?

 

No quieren sindicalistas. Si ven en tu curriculum laboral que has trabajado en una planta que estaba sindicalizada, probablemente no conseguirás el empleo. Muchas de las plantas automovilísticas se ubican en zonas blancas, porque creen que los negros son mas pro-sindicatos que los blancos.

 

Bien, volvamos a la situación de los norteamericanos negros en relación con la economía: ¿cómo se vieron afectados específicamente los trabajadores negros por la desindustrialización y, luego, por el NAFTA?

 

Algunos dicen: “Bueno, los negros nunca estuvieron en las fábricas; para ellos sólo cuentan el empleo público y los puestos de trabajo en el sector servicios. Así que la desindustrialización es un fenómeno blanco”.

Es falso. Hay montones de negros que trabajan en la industria en el Sur desde siempre y en el Norte, desde la I Guerra Mundial.

A. Philip Randolph, en pleno fregado del Montgomery Bus Boycott, cuando la cuestión era cómo transportar a los negros esquiroles hasta sus puestos de trabajo, dijo: “Bueno, los trabajadores negros de la industria del acero en Birmingham son tan ricos, que tienen dos coches: pueden ayudarnos”.

Tras la introducción de una cosechadora mecánica de algodón y el rápido declive del empleo agrícola en los 50 y los 60, el empleo industrial fue la salida perfecta para los negros despedidos de las haciendas.

Y muchos empezaron a trabajar en las industrias textiles del Sur gracias a la lucha de los trabajadores negros para sacar provecho de las nuevas leyes antidiscriminatorias.

Pero justamente cuando los negros estaban empezando a conseguir esos puestos de trabajo, el número de empleos textiles comenzó a declinar a causa de las importaciones japonesas y del extremo Oriente.  Y lo mismo vale para industrias como el acero.

 

Así, pues, la desindustrialización y la derechización económica del Partido Demócrata no eran inevitables…

 

Producimos menos que lo que solíamos, pero eso no es simplemente el resultado de la globalización. Otros países siguen produciendo tanto como producían en el pasado.

No volverás a traer las camisetas. No volverás a traer el calzado. Pero tenemos déficits comerciales en la industria de alta tecnología.

Desde que entró en vigor el NAFTA, se han perdido 5 millones de empleos en la industria. El grueso de los tratados comerciales de los últimos treinta años no versaban sobre aranceles, sino que han sido concebidos para proteger la inversión estadounidense en el resto del mundo.

Eso crea incentivos para la deslocalización del trabajo. El gobierno de los EEUU ha ignorado completamente la manipulación de la divisa, un factor de enorme peso en el déficit comercial norteamericano.

Nunca es una cuestión de comercio, sino una cuestión de las reglas del comercio. De lo que es permisible y de lo que no lo es: son cuestiones de política gubernamental. Y con toda la cháchara sobre el empleo generada por ambos partidos, lo cierto es que, cuando se trata de acuerdos comerciales, quienes gozan de la mayor influencia son las grandes empresas.

Las elites políticas estuvieron dispuestas a sacrificar puestos de trabajo (aunque nunca lo dijeran así) en favor de la seguridad nacional en la era de la Guerra Fría.

También permitieron a las elites económicas resolver sus problemas industriales a través del trabajo barato extranjero en los 90 y después.

En los 80, las grandes empresas se mantenían en la brega, pero en los 90, con el NAFTA, y luego con la entrada de China en la Organización Mundial de Comercio, las grandes empresas rejuvenecieron con las deslocalizaciones.

Tomadas de consuno, todas esas políticas generaron la desindustrialización, una de las fuentes principales de la alienación política de los trabajadores.

es profesora de historia y economía política afroamericana en el City College de Nueva York
Fuente:
https://www.jacobinmag.com/2016/06/white-working-class-new-deal-racism-reagan-democrats/
Traducción:
Mínima Estrella

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