Portugal: La crisis del régimen en un régimen de crisis

Francisco Louça

08/06/2019

Que cada cual arrima el ascua a su sardina es una vieja ley de la humanidad y no hay excepciones (y mucho menos este cronista, por así decirlo). Sin embargo, saberlo no basta para interpretar la pequeña disputa provocada por las declaraciones del Presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa,  en una reunión en la Fundación Luso-Americana, en la que anticipó una larga crisis de las derechas. Se podría reducir todo a un presidente que teme desequilibrios en el sistema político y sabe que en este caso, la cooperación con el Gobierno del PS, lo que alguien ha llamado un "bloque central-institucional” sería devaluada por el predominio del Primer Ministro en caso de una victoria por un amplio margen, o de un líder del PSD que, en caso de emergencia, se refugiase en lugares comunes sobre la crisis universal de los regímenes políticos para evitar hacer comentarios sobre las perspectivas de su partido,

Podrían aumentar las críticas de algunas personalidades históricas sueltas del PSD contra Marcelo, pero ni son muchos ni sus críticas muy explícitas como para exigir pedir contención u otras rimas. Tenemos así una conversación en circuito cerrado, que se difuminará tan pronto como los resultados de las elecciones de octubre demuestren la incapacidad de las derechas de crear polarización política, de salir de su amargo pasado - todo gira alrededor del retorno anhelado de Passos Coelho, lo que lo dice todo sobre la novedad que la derecha supone para el país - y en disputar el centro donde el PS se ha instalado sólidamente.

Pero hay más fuego que humo. De hecho, hay una crisis de régimen y en varios países, crisis larvada en algunos casos, en otros explosiva. Por lo menos en la Unión Europea es así; sin embargo, vamos a ver a qué solución se llega para los cargos de la Comisión, el Consejo y el BCE. Y puesto que la UE es el alfa y omega de toda la ideología y la política de las derechas y el centro, lo que obliga a una convivencia comprometedora, esta inestabilidad descubre sus dificultades estructurales. En varios de los países más poderosos ya no saben qué es el  régimen, ni qué partidos lo componen, ni la hoja de ruta a seguir. Se apilan las fantasmagorías, los tratados son reemplazados por actos discrecionales, la gestión de la economía es incompetente, los acuerdos son minúsculos y las soluciones perversas, de la inmigración a la moneda, y los dirigentes dan miedo. Así las cosas, nuestra crisis nacional de régimen todavía tiene otros contornos, más allá de la contaminación europea. El modelo actual, aplazando la reestructuración de la deuda para hacer una gestión a corto plazo de las cuentas públicas, impone fuertes restricciones al desarrollo social y la reconversión energética, como se puede comprobar por el estertor de algunos servicios públicos y la falta de otras inversiones, a pesar del alivio en los bolsillos de los trabajadores. Diez años de recortes (o veinte años, en el caso de los ferrocarriles) suponen un alto precio en hospitales, escuelas y el transporte, que hacen estallar las costuras. No sé qué ventaja puede tener para las derechas sugerir que existe una crisis de régimen, pero implica que la cosa es más grave que su miseria actual: recuerda simplemente que ha estado haciendo de las suyas y que, a lo sumo, se limita a exhibir el argumento trivial de que todos son culpables.

Así que sí, hay una crisis de régimen, hay un régimen de crisis en esa crisis de régimen. Y eso es lo que preocupa a la derecha, el centro no puede obviar, y constituye un desafío para las izquierdas. Comencemos por la derecha: el régimen de crisis es esa forma de ser de las derechas cuando se limitan a ensayar trucos para evadirse. Las campañas de Nuno Melo y Paulo Rangel fueron ejemplares en este sentido. Hubo muchas fotos, casos, acusaciones, la política fue reemplazada por el frenesí. Continuará así. He escrito, y estoy cada vez más convencido de ello, que el efecto Trump o Steve Bannon será muy profunda en las derechas, que imitan las tecnologías tóxicas (¿quién lanzó el SMS que anunció la elección de Basta! y de la Alianza el domingo por la tarde de las elecciones?), radicalizan la política (la "ideología de género" es repetida por los más inesperados “mini-bolsonaristas”), tratan de crear una agenda de “corrupción", multiplican el odio, entran a tiros en los debates. Fue un fracaso en las elecciones europeas y, en lugar de aprender la lección, la apuesta se incrementará en las elecciones legislativas. La crisis de las derechas, como intuye el Presidente Rebelo de Sousa, está aquí para quedarse, reemplazará a los actuales líderes, volverá a orientar las políticas de estos partidos y será para peor. Este régimen de crisis es un camino sin vuelta atrás.

En el centro, la cuestión no está mejor. El régimen de la crisis es en este caso la sustitución de la política por el deseo de poder absoluto. ¡Mayoría absoluta o muerte! es un chantaje que ya fue ensayado en la crisis de la dimisión del gobierno a causa de la huelga de los maestros, grotesco episodio que muestra hasta qué punto se puede llegar en este desvarío. Ahora se acumulan los errores de presunción: la selección de la lista para las elecciones europeas tenía su precio, la eliminación forzada de Ferro Rodrigues puede ser aún más cara, y el deslumbramiento de algunos líderes socialistas y oponentes a los acuerdos con la izquierda, que ahora acarician la idea de una alianza PS-PAN, menospreciando al PAN como si fuera un nuevo Daniel Campelo, dice mucho de la forma descuidada y papanatas cómo se abordan las respuestas que un partido debe al país. Percibo la prisa, intuyo tiempos difíciles y el desgaste de la Unión, con tensiones económicas y costes adicionales para mantener el status quo de las políticas sociales: el gobierno quiere ganar margen de maniobra para evitar las presiones de la izquierda, que le permita una navegación de bajura que no pierda de vista la costa, volviendo a lo que siempre le ha gustado ser. Así, el PS, erigido en partido del régimen, quiere volver a ser el más sutil y peligroso de sus enemigos, él mismo.

Por último, la crisis del régimen no escatimará a las izquierdas. Les exige presentar propuestas coherentes y dirigentes capaces de responder a la crisis del régimen. El régimen de la crisis, en este caso, es el doble reto de mantener su representación social y ampliar su espacio de acción para llegar a ser el protagonista de las alternativas. Si la derecha vivirá sus años de crisis, la izquierda debe convertirse en quién condicione la política portuguesa. Veremos si es capaz.

catedrático de economía de la Universidad de Lisboa, ex parlamentario y miembro del Bloco de Esquerda, actualmente es Consejero de Estado.
Traducción:
G. Buster

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