Rebelión de escolares y estudiantes en Chile

Marcelo Padilla V.

11/06/2006

Rebelión masiva e inesperada de los estudiantes en Chile. Son hijos de la democracia, viven interconectados al mundo virtual, se vinculan de otro modo con su sexualidad y son el resultado de una profecía autocumplida por la Concertación. ¿Qué otras razones explican al nuevo poder ciudadano que nace en Chile? Aquí algunas respuestas…

Fue una irrupción. Casi una sorpresa total…

De pronto, los escolares chilenos dejaron de tirar las piedras y las consignas habituales y, de la mano de una asamblea nacional organizada y eficiente -con voceros capaces, representativos y certeros-, dejaron las calles y desde sus colegios hicieron trizas la agenda tradicional, forzando el cansino paso de la administración pública y la lenta toma de decisiones del poder.

Los secundarios cambiaron totalmente el eje de la discusión, dejaron al gobierno -y al mundo político completo- paralogizado y sumaron una masiva corriente de simpatía pública a su causa, por la vía de tocar cuerdas cotidianas en las vidas de todos nosotros.

¿Qué pasó? ¿De dónde salieron? ¿Por qué fueron y son capaces de sostener un discurso país tan estructural y de fondo? ¿Qué efectos tendrá este movimiento ciudadano sobre la política nacional? ¿Quiénes son los que parecen adultos hoy día?

Las preguntas suman y las respuestas no sobran. Pero hay algunas muy relevantes y clarificadoras. Quizás lo primero sea decir que la entrada a escena de los llamados “pingüinos” no es más que una especie de inesperada profecía autocumplida para el establishment concertacionista, porque fue ese propio conglomerado el que promovió la participación de los escolares, mediante cambios legislativos recientes que permitieron, por ejemplo, la creación de los Consejos Escolares.

La ley que permitió su existencia comenzó a operar el año pasado, más o menos en paralelo al inicio de las conversaciones entre los dirigentes secundarios y el Ministerio de Educación, por entonces en manos de Sergio Bitar. Se trata de un ente asesor o consultor, progresivamente presente en cada establecimiento educacional e integrado por el director y representantes del sostenedor, de los profesores y de dos actores nuevos: estudiantes y apoderados.

La sola necesidad de representación estudiantil fortaleció la existencia de centros de alumnos, los que a su vez comenzaron a involucrarse en los temas y a participar directamente en las discusiones. El sociólogo de Flacso José Olavarría, experto en temas de género, explica a El Periodista que además, “el trabajo de los estudiantes con el ministerio incentivó su importancia y la de sus demandas, lo q           ue transformó su discurso en una plataforma. Entonces sin querer, o incluso queriendo, se construyó un actor -los centros de alumnos- y se le dio una agenda propia. Ambas cosas son nuevas, pero eran previsibles, porque si construyes un interlocutor, debes prever las consecuencias”.

OTRA ADOLESCENCIA

Para Olavarría, otra cuestión central en todo esto es que estamos en presencia de una adolescencia muy distinta de cualquier otra de las anteriores, primero porque “nacen cuando ya no hay dictadura” y segundo, porque llegan a un mundo en que ya existe una masiva comunicación virtual (chats, páginas webs, correos electrónicos, blogs), “cuyo uso ya está generalizado en el país”.

Para muestra, un botón: un reciente estudio del Instituto de Estudios Mediales de la Universidad Católica indica que entre 2003 y 2004 ha aumentado notoriamente la cantidad de usuarios de internet en Chile. Tanto, que incluso en los estratos socioeconómicos C3 y D, su consumo directo o indirecto llega al 78 y al 66,3 por ciento, respectivamente. Confirma Olavarría: “De hecho, gracias a los computadores en los colegios, hasta en el sector rural pueden disfrutar de esta experiencia”.

Y hay todavía un tercer factor, porque se trata de una generación que se relaciona de otra forma con su cuerpo, de modo mucho más libre que antes: “Ellos se pueden teñir, cortar, vestir. Pueden hacer lo que quieran con su cuerpo, y además, en esta generación desaparece el tradicional límite que había antes entre los afectos y la sexualidad. Es un mundo completamente distinto”, agrega el experto.

Menciona, por último, un cuarto elemento de análisis: una paradoja o contradicción, pues mientras estos jóvenes se muestran reflexivos, profundos y propositivos, la sociedad por otro lado los ve como niños, aun cuando la legislación los considera incluso susceptibles de responsabilidad penal, como en el caso de los delitos sexuales.

Dispara José Olavarría: “La nueva legislación protege de estos delitos a los menores de 14 años, de modo que si una adolescente de 13 se embaraza, estamos ante una violación. ¿Y qué pasa si el padre del niño tiene 16 o 17 y es otro escolar? ¿hay que denunciarlo? Y si esa adolescente va al consultorio, ¿hay que denunciar el delito o hay que protegerla? Hay cerca de 500 alumnos activos que son padres… ¿todos fueron violados? Y lo mismo con el consumo de drogas o la nueva ley de responsabilidad penal juvenil. Es una contradicción”.

¿NUEVOS LÍDERES, NUEVA POLÍTICA?

El sociólogo Manuel Antonio Garretón complementa la visión de Olavarría con nuevos elementos. Por ejemplo, explica que este fenómeno cambia aquel de los ‘90, en que los propios jóvenes se refugiaban en el país del “ni ahí”, para escapar -dice- de la perplejidad que les causaba el fin de los discursos épicos presentes hasta entonces. “Los jóvenes en ese momento tenían una dificultad de ligar su subjetividad personal con una misión o causa colectiva, cosa que en Chile siempre había asegurado la política”.

Para él, una característica central del actual movimiento secundario es que por primera vez no forma parte de otro más amplio. “Ellos son el origen, ellos lanzan el movimiento. Segundo, no se quedan en movilizaciones de reivindicación sectorial, sino que lo ligan a algo más amplio, transformar el campo en el que se desarrollan, en este caso la educación, y más allá, a una transformación de la sociedad”.

Otra característica que ha llamado la atención ahora tiene que ver con los modos de liderazgo y representación de estos jóvenes. Germán Westhoff, presidente del Centro de Alumnos del Instituto Nacional y cercano al pensamiento de la UDI, sorprendió esta semana, cuando explicó que su obligación como representante de una mayoría que no piensa como él, es defender tales intereses y no los propios. Otro golpe a la cátedra, porque por esa vía, los secundarios “ciudadanizaron” temas que hasta ahora eran vistos desde un prisma puramente político, y dieron solidez a sus posturas.

Garretón explica que en estos jóvenes sí hay visiones ideológicas o políticas, pero “no hay una ideología sistemática, que pertenezca a un determinado partido, de modo que la única manera de llegar a acuerdos es a través de una forma en que el liderazgo no convoca desde arriba, desde una idea, sino que va surgiendo de la interacción, de la intersubjetividad, para lo cual los medios tecnológicos les sirven bastante. Están obligados a dialogar y a ponerse de acuerdo para definir sus posturas”.

Además, dice, los jóvenes no han hecho más que hacer suyo el estilo que Michelle ya definió para su gobierno: dialogante, participativo, convocante e inclusivo, con lo cual han anulado cualquier reacción contraria desde Palacio.

“Todo conflicto que no nace de un actor, inicialmente desborda a ese actor. Si este conflicto no nace del gobierno, es entendible un nivel de sorpresa, con respuestas iniciales contradictorias, sobre todo si tampoco acá hay un origen partidario, sino que estrictamente desde la sociedad. No es oposición al gobierno. Un movimiento como éste no había existido nunca en Chile, entonces no hay categorías para analizarlo. Lo importante es que el gobierno no encasille al movimiento según parámetros tradicionales. Eso sería muy masculino”.

Al sociólogo no le preocupan los efectos políticos del actual movimiento. Al contrario, cree que es una oportunidad para que la Concertación evite un próximo gobierno opositor, por la vía de recoger y asimilar otros discursos o temas presentes en la sociedad. “Precisamente su gran déficit, producido incluso por su éxito, es este distanciamiento y la dificultad de comprensión de estos movimientos y reivindicaciones sociales. Pero el mejor espacio para debatir lo ofrece la Concertación”.

Siempre certero y crítico, Manuel Antonio Garretón habló largo sobre el actual escenario e hizo incluso disparos personales e intransferibles:

“Ellos piden resultados concretos en la que ya se ha hablado largamente (PSU, pase escolar), y piden debatir los temas de fondo (JEC, LOCE) mediante proyectos que pongan el tema en discusión. Es un movimiento de oposición a un tipo de sistema educacional y a un tipo de sociedad, no a un gobierno”.

“Nuestra sociedad tiene una institucionalidad enteramente heredada de la dictadura. Hay una hipocresía profunda en la derecha cuando dice que esto se debe a la mala performance educacional del gobierno”.

“Este es un problema de inequidad y calidad en el marco de un tema más de fondo, que es el sentido de la educación. La LOCE es una camisa de fuerza, pensada para una sociedad que no es la nuestra, de modo que construye inequidad basándose sólo en mecanismos de mercado. Uno puede criticarle a la Concertación no haber puesto este tema desde el comienzo, pero la derecha siempre se ha opuesto radicalmente a modificar o regular el mercado educacional”.

“En 1991, el Presidente Aylwin creó una comisión de Educación Superior. Yo sostuve muy fuertemente, y hay un capítulo entero con mi voto en contra de los acuerdos de esa comisión, que había que reformar radicalmente el sistema heredado. José Joaquín Brunner, que presidía la comisión, contestó que sólo había que “consolidarlo”. Hoy vemos oportunismo en algunos sectores ligados a la Concertación, que prefirieron mantener el sistema y no cambiarlo radicalmente”.

“El movimiento secundario le ha dado un golpe de muerte a la institucionalidad heredada de la dictadura, hecha para una sociedad egoísta, competitiva y que la Concertación ha corregido sólo parcialmente. Creo que tendremos una transformación muy profunda del sistema educacional, que implicará también un proceso para que el país genere su propia Constitución. Sin eso, no es posible cambiar la LOCE”.

Marcelo Padilla V. es un analista político que escribe regularmente en el quincenal chileno de izquierda El periodista.

Fuente:
El Periodista de Chile, 2 junio 2006

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