Reino de España: Elecciones 28A, marzo movido, abril incierto

Miguel Salas

24/03/2019

Este mes las movilizaciones de masas están siendo muy importantes. El 8 de marzo una nueva huelga feminista movilizó a millones de personas en todo el país. Las manifestaciones fueron muy masivas en las grandes ciudades, pero la oleada feminista llegó también a pequeñas ciudades y pueblos. Las mujeres se sienten dueñas de su acción y esta rebelión anuncia cambios profundos. No será fácil, costará muchas luchas y esfuerzos, pero las cosas ya no serán igual, tanto en lo que respecta a la conquista efectiva de derechos, de igualdad real en lo social y en lo económico como en una relación más solidaria y fraterna entre hombres y mujeres.

Las manifestaciones superaron en cifras a las del año anterior, con una presencia determinante de chicas jóvenes que dieron un tono festivo, de lucha y de renovación que expresa un futuro prometedor. Es difícil valorar la repercusión del paro laboral, del que todavía no existen cifras oficiales, pero, si nos remitimos a cifras del año pasado, el Ministerio de Trabajo publicó que 2.541.978 personas ejercieron su derecho a la huelga y que ese día se perdieron 721.954 horas de trabajo. Esos datos solo acumulan lo sucedido en las comunidades de Madrid, La Rioja, Cataluña, Asturias, Aragón y Castilla-La Mancha, y no están contabilizadas comunidades tan importantes como Andalucía o Valencia. La impresión generalizada es que este año el paro laboral superó al del año pasado, por lo que su repercusión es indiscutible. Una comparación puede ser útil para comprender su magnitud. De enero a noviembre de 2018 (los últimos datos oficiales) las huelgas por motivos laborales, negociación colectiva, despidos, etc. fueron secundadas por 215.383 personas y se perdieron 520.725 horas de trabajo. La huelga feminista multiplicó esos datos en un solo día.

Una semana después, el día 15, miles de jóvenes estudiantes salieron a la calle para exigir medidas enérgicas contra el cambio climático. Se respondía al grito de la joven sueca Greta Thunberg que en la cumbre sobre el clima de Katowice declaró: “Decís que por encima de todo queréis a vuestros hijos, pero en cambio les estáis robando el futuro”. Es otro movimiento que parece surgir espontáneamente pero que refleja el hartazgo de la sociedad frente a la destrucción de la naturaleza organizada por el capitalismo. Es también una expresión, como ha sucedido en otros casos, de una movilización que surge al margen de las organizaciones políticas y sociales y que refleja la distancia entre las preocupaciones sociales y el mundo de la política oficial, incluido el de las izquierdas. Es una expresión de la pérdida de confianza en los gobiernos que ni siquiera cumplen los compromisos de las cumbres sobre el clima. Es una protesta que pone en cuestión, incluso aunque no sea muy consciente de ello, el funcionamiento del sistema capitalista que hace inhabitable la vida en las ciudades y destruye el planeta en función del beneficio de unos pocos.

Al día siguiente, el 16 de marzo, y por primera vez en la historia, se concentraron en Madrid miles de personas, cualquier observador neutral no bajaría de alrededor de 100.000, para expresar la solidaridad con los presos políticos catalanes y defender que la autodeterminación es un derecho democrático y no puede ser un delito. La manifestación, pacífica y sin incidentes, para desmontar el supuesto carácter violento que azuzan las campañas de la derecha y que se pretende demostrar en el juicio contra los dirigentes independentistas, fue una nueva demostración de la potente fuerza de la exigencia del derecho a decidir. Duplicó de largo la concentración promovida hace unos meses por el trio calavera de la derecha, y tuvo el positivo de apoyo de sectores asociativos y sociales de Madrid, Andalucía, Aragón, Galicia y el País Vasco, conscientes de que no puede haber libertades plenas sin reconocer el derecho de autodeterminación. Ni Podemos, ni Izquierda Unida Federal, ni Catalunya en Comú, dieron apoyo a esta importante manifestación, que no era independentista sino de defensa de derechos democráticos, menos mal que Izquierda Unida de Madrid sí apoyó. Hasta ahora, el movimiento nacional catalán apenas se había ocupado de tejer alianzas con el resto de los pueblos del Estado, la manifestación de Madrid muestra que es una necesidad urgente para avanzar hacia un futuro republicano, de repúblicas de las distintas naciones que componen España.

Estos tres movimientos, con sus particularidades, diferencias y transversalidad, forman parte de lo que podríamos llamar la impugnación del actual régimen social y político. La combinación de exigencias democráticas y sociales es lo que podría unificar las distintas movilizaciones, incorporar otras, especialmente el movimiento sindical, para convertir la impugnación en un proceso de ruptura, constituyente, republicano.

Del caos puede salir la luz

A pesar de estas prometedoras movilizaciones, que no son las únicas, el abril de la política no se presenta tan esperanzador, sino más bien incierto. Que la derecha se divida y pelee para ver quien está más a la derecha (valga la redundancia) debería ser alentador para levantar una alternativa de izquierdas, radicalmente democrática y social. El PP está haciendo una limpieza general de sus cuadros dirigentes, no sin conflictos, que se agudizarán si los resultados del 28A no son los esperados. En Ciudadanos, las primarias amañadas han puesto al descubierto el dedazo de Rivera. El PNV ha roto su acuerdo con el PDCat para las elecciones europeas… Sin embargo, la situación de las izquierdas a la izquierda del PSOE está hecha unos zorros, por expresarlo de un modo coloquial. La convocatoria de elecciones generales ha acelerado la crisis larvada, en algunos casos anunciada, que parecía iba a retrasarse hasta después de las elecciones municipales y autonómicas.

La división se ha ido colando por muchas rendijas. Algunas confluencias han saltado por los aires, el goteo de dirigentes está siendo continuo, la vida democrática interna deja mucho que desear, la toma de decisiones es todo menos colectiva, en alguna comunidad autónoma se presentarán más candidaturas que en el 2015 y, lo que es peor, esta división no es el resultado de procesos de clarificación y reorganización política sino una expresión de agotamiento político de las fuerzas surgidas tras el empuje del 15M. Un asunto suficientemente serio para analizarlo en profundidad y que necesitará de muchos debates y reflexiones.

Para explicar algunas de las causas de esta situación habría que huir de simples explicaciones psicológicas y/o personales. Cierto que puede haber egos que pongan por delante sus intereses antes que la política y la organización (de todo hay en la viña del señor) pero lo que debería interesar son las razones por las que las exigencias de cambios sociales y democráticos no han encontrado correspondencia suficiente en el ámbito político y porque se ha producido un determinado divorcio entre las exigencias de la gente movilizada y las políticas defendidas por las direcciones de esas izquierdas. Avancemos algunos elementos para el debate:

a/ adaptación de las políticas y la organización a las instituciones. Una cosa es estar en las instituciones y otra, bien diferente, pensar que desde ellas se pueden hacer cambios profundos. Se pueden conseguir algunas mejoras, y hay que hacerlo, pero las instituciones no son neutras, sino que forman parte de un determinado régimen político, el monárquico surgido del régimen del 78, y su función es protegerlo.

b/ esa institucionalización ha significado que, en la mayoría de los casos, los movimientos iban por un lado y las organizaciones y su representación institucional a remolque.

c/ se ha pasado de cuestionar el régimen del 78 a adaptarse a él, ya sea porque se considera que no es posible cambiarlo o sencillamente porque se ha abandonado el proyecto republicano del que apenas se habla los días de fiesta.

d/ la movilización democrática en Cataluña sigue siendo el más importante movimiento de masas que pone en cuestión el régimen monárquico y ha situado como problema real práctico el debate republicano. Hay que dejar de oponerse a él o mirarlo desde la barrera, hay que pasar a una actitud fraterna, de alianza, de apoyo democrático, tanto exigiendo la libertad de los presos como el derecho a la autodeterminación. No se podrá construir una mayoría social de cambio en el conjunto del Estado sin el apoyo de la movilización social catalana. Es ilusoria, y hoy irreal, pensar en una salida de izquierdas, de avance social y democrático, sin resolver el problema nacional en España.

Hace unas semanas publicaba Sin Permiso una aportación de varios dirigentes políticos, encabezada por Xosé Manuel Beiras, en la que se planteaba: “Necesitamos una gran alianza republicana y de izquierdas para vencer a la coalición del 155 y del 135. La respuesta de las izquierdas merece sumar todas las fuerzas posibles para la impugnación de este régimen, para abrir una perspectiva de cambio, que, a nuestro entender, debe ser republicana para frenar la ofensiva desdemocratizadora de la derecha, abrir un nuevo horizonte constituyente y desactivar las políticas de austeridad. Para que haya cambios sociales y democráticos se necesita un cambio de Régimen. […] queremos oponer la mirada positiva, democrática y social de los valores republicanos: la libertad, la igualdad y la fraternidad entre las gentes y los pueblos. […] en situaciones de riesgo y amenazas hay que responder con políticas valientes e innovadoras que rompan los corsés establecidos, que sean la expresión de la movilización y organización de los movimientos sociales y asociativos, que, manteniendo las opiniones y particularidades, pongan por delante la unidad necesaria para abrir perspectivas de cambio social y político, republicano. […] una perspectiva republicana es la respuesta democrática y social a la crisis del régimen de la Monarquía y la manera más efectiva de unir y reagrupar la mayoría de las fuerzas sociales que detengan efectivamente las amenazas de las derechas”.

La crisis del actual régimen no es solo un deseo o una fórmula política, el desprestigio de las instituciones y la ingobernabilidad son algunas de sus expresiones. En 2015 se tuvieron que repetir las elecciones porque Rajoy no lograba reunir una mayoría suficiente, solo la dimisión de Sánchez de la secretaría del PSOE, obligado por sus barones y baronesas, permitió que el PP gobernara. Lo hizo sin aprobar los Presupuestos y tuvo que dimitir por la alianza de las izquierdas y el soberanismo e independentismo que dio la mayoría a Sánchez. Si proyectamos las encuestas que se han publicado, las posibilidades de gobierno pasarían por una alianza de las derechas (que parece difícil pero no imposible); por una victoria del PSOE sin mayoría suficiente que le obligaría a una posible alianza con C,s (que ha manifestado que no gobernaría con el PSOE) o una nueva mayoría con la suma de todas las izquierdas más las fuerzas soberanistas e independentistas… o una nueva repetición de las elecciones. De hecho, un informe económico del Deutsche Bank avisa de que “no hay que subestimar el riesgo de una repetición de las elecciones en otoño”.

No será posible para el 28 de abril una alianza republicana de las izquierdas, en su sentido más amplio, pero seguirá siendo la alternativa para derrotar al trío calavera de las derechas y abrir un proceso de cambio profundo. Del caos también puede surgir la claridad suficiente para dar un giro social y democrático. El 28A se necesitará el máximo de participación en las urnas para poner en valor las movilizaciones de este mes de marzo (y otras, sin duda) y sus exigencias y para abrir una perspectiva de alianzas republicanas en todo el Estado.

Sindicalista. Es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 24 de marzo 2019

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).