Rusia: Unas elecciones con resultados predecibles pero consecuencias imprevisibles

Ilya Budraitskis

17/02/2018

Según las previsiones, las próximas elecciones presidenciales del 18 de marzo en Rusia se desarrollarán sin sorpresas, simplemente como la última legitimación de otro período presidencial para Vladimir Putin. Sin embargo, esta "victoria" previsible, ganada a través de una presión masiva sobre el electorado y el estricto control del Kremlin sobre la esfera política, marcará de todas formas una profunda crisis dentro del modelo de Putin de "democracia administrada". Durante la actual tercera legislatura de Putin, su régimen se ha vuelto, cada vez más, claramente basado en la personalidad, mientras que se ha hecho evidente más allá de toda duda razonable el hecho de que sus elementos "democráticos" son una mera fachada. En los últimos años, la retórica de Rusia como una "fortaleza sitiada", unida alrededor  de un "líder nacional" frente a enemigos externos ha significado que las elecciones en casi todos los niveles se hayan convertido en plebiscitos para confirmar la fe en el país y la lealtad al gobierno.

El problema de participación

La crisis económica en curso, la disminución de los ingresos de la mayoría de la población y la desigualdad social cada vez más evidente provocan un clima de protesta que ya no puede expresarse dentro de las instituciones políticas existentes. El descontento pasivo se manifiesta cada vez más en el absentismo o "votando con los pies". Como resultado, las últimas elecciones parlamentarias de otoño del 2016 fueron una señal de alarma para las autoridades: la participación fue del 47,8% en el conjunto del país, mientras que en las principales ciudades, como Moscú y San Petersburgo, apenas algo más del 30 % de los votantes acudieron a las urnas.

El escaso interés de los rusos en las elecciones ha sido, en el pasado, una bendición para las autoridades, haciendo más predecibles los resultados de las elecciones y ayudando al partido gobernante Rusia Unida a conseguir el poder. Sin embargo, las bajas participaciones en el clima político actual se han convertido en una clara amenaza para la legitimidad de la próxima victoria de Vladimir Putin. En diciembre, las encuestas indicaban que el 58% de los votantes pensaban votar en las elecciones presidenciales, el 30 % de los cuales respondían solo que "muy probablemente" irían a votar.

Antes de las elecciones de marzo de 2018, la administración del Kremlin ha promovido extraoficialmente un escenario de "70-70", según el cual Putin recibiría el 70% de los votos con una participación del 70%. Sin embargo, el Kremlin ha insistido reiteradamente en que un aumento tan marcado de la actividad electoral no puede lograrse a nivel local únicamente a través de los llamados "recursos administrativos" - que movilizan a los empleados y jubilados dependientes del presupuesto, que dependen de las autoridades locales. Según el plan del Kremlin, las elecciones deben dar como resultado una victoria triunfal para Putin, pero sin que haya un aluvión de denuncias por fraude electoral masivo, como fue el caso en 2011 en que  las noticias de falsificación generalizada de papeletas provocaron protestas en las calles.

El Kremlin espera lograr su objetivo ideando formas de conseguir un mayor interés en las elecciones, organizando conciertos y eventos locales el día de la votación, agrupando las elecciones presidenciales junto con referendos separados sobre asuntos locales apremiantes y, sobre todo, creando la impresión de competencia política real entre los candidatos. 

A pesar del hecho de que Putin, con sus características maneras de "César", elevándose por encima de la plebe, se ha abstenido de participar en cualquier debate, los otros participantes en la campaña tienen que pretender estar involucrados en una batalla entre ellos dentro del marco del  escenario aprobado en la cúspide. Su objetivo común es atraer potenciales votantes, actualmente apáticos o escépticos, para que participen en las elecciones y, lo que es igual de importante, desviar la atención de la campaña de boicot de las elecciones, convocada por el conocido político opositor Alexei Navalny. Veamos pues quiénes son los personajes de esta extraña carrera electoral.

Candidato Putin

Vladimir Putin anunció oficialmente su candidatura a las próximas elecciones el 6 de diciembre, en un discurso ante los trabajadores de la fábrica de automóviles GAZ en Nizhny Novgorod. Con reminiscencias del comienzo de su mandato anterior, tanto el lugar como el público fueron seleccionados de acuerdo con la imagen del presidente como hombre del pueblo, por encima de la política de partidos.

Anteriormente, en 2012, la campaña electoral de Putin se centró en combatir a los agentes secretos de Occidente dentro de la oposición y a luchar por los "valores tradicionales".

Apelando a la "gente común", a diferencia de los miembros complacientes y antipatrióticos de la clase media, Putin se propuso combinar una retórica conservadora y paternalista. Una de sus principales promesas fue un aumento considerable de los salarios del sector público. Inmediatamente después de su victoria en la primavera de 2012, Putin firmó los "Decretos de mayo" que exigían a los gobiernos regionales cumplir con su plan de aumentar los salarios, así como informar regularmente sobre su progreso frente a las cámaras de televisión ante el jefe de estado. Aumentar los salarios durante una recesión económica, con la política del gobierno en su conjunto buscando reducir el gasto, significa que los "Decretos de mayo" en realidad tuvieron como consecuencia recortes de empleos para pagar los aumentos salariales de quienes mantuvieron sus puestos, sin mencionar algunos arreglos de las estadísticas.

Actualmente las autoridades ya no tienen los recursos necesarios para respaldar la teoría de que "estabilidad" significa mayores ingresos. Por el contrario, en el tercer mandato de Putin  ha habido inflación y una fuerte caída en los niveles de vida. Los dos sectores demográficos electoralmente más fieles al presidente en ejercicio, los jubilados y los empleados estatales, han sido los mayores perdedores de las políticas "anticrisis" del gobierno en los últimos años. Putin ya no está en posición de lanzar promesas de subidas del nivel de vida; solamente puede intentar asegurar a los votantes de que no habrá otro colapso importante. Esta es la razón por la cual Putin insiste en que la política exterior activa y la escalada de la histeria militarista dentro del país quedarán en suspenso en su nuevo mandato. Al anunciar su candidatura a principios de diciembre, declaró solemnemente el fin de las operaciones militares rusas en Siria. El tema de Ucrania oriental también ha sido eliminado deliberadamente de la temática de su campaña. El nuevo consenso es que Rusia debería centrarse en solucionar sus problemas internos, mientras que el conflicto en la región de Donbass, congelado después de los Acuerdos de Minsk, continúa indefinidamente.

El manifiesto electoral oficial de Putin todavía no se ha publicado, pero sabemos que se está escribiendo bajo la guía de Alexei Kudrin, un ex ministro de finanzas y un estratega clave de las políticas neoliberales de Putin en los años 2000. La visión principal será un crecimiento moderado del gasto en educación y salud pagado a través de aumentos de impuestos, la subida de la edad de jubilación y más políticas sociales "finalistas". Una vez más, la tendencia continua del gobierno de compensar las consecuencias de la crisis económica mediante la reducción del nivel de vida se disfrazará con declaraciones falsas sobre "invertir en capital humano".

Dada la total vacuidad sustantiva de la campaña electoral de Putin, el énfasis principal se pondrá en la ausencia de cualquier alternativa. Votar por el presidente en ejercicio debería parecer simplemente cumplir con un deber patriótico. De ahí la programación del voto para el 18 de marzo, el día oficial de la "reunificación" de Crimea con Rusia.

El nuevo candidato de los comunistas

Quizás el movimiento más exitoso del Kremlin para llamar la atención sobre las elecciones ha sido la aparición de un nuevo candidato del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), Pavel Grudinin. Durante la última década, el PCFR se transformó definitivamente de un partido militante de masas a una estructura burocrática centrada exclusivamente en la participación en las elecciones. El liderazgo del partido se ha integrado completamente en el sistema de "democracia administrada", apoyando al presidente en todos los asuntos políticos clave. El líder permanente del PCFR, Gennady Zyuganov, hace tiempo que dejó de ser visto como una alternativa seria a Putin. A fines del 2017 se le atribuía menos del 4% de cuota electoral. Estaba claro que Zyuganov ya no era capaz de atraer a un "electorado de protesta" cuya movilización había sido tradicionalmente responsabilidad del PCFR dentro del orden político existente. Un colapso en el  apoyo a los comunistas en las próximas elecciones podría llevar a un desequilibrio en el falso sistema de partidos, lo que a su vez podría provocar una grave crisis dentro del propio partido. Sin embargo, se ha encontrado una solución. A fines de diciembre, el Congreso del PCFR aprobó la candidatura oficial del empresario no partidista Pavel Grudinin.

La tarjeta de visita de Grudinin es la empresa que posee en las afueras de Moscú, que lleva el aparatoso nombre de "Lenin State Farm" ("Sovhoz"). En realidad, este "sovhoz" se ha convertido desde hace mucho tiempo en una sociedad anónima, cuyos intereses están controlados por un pequeño grupo de gerentes, mientras que Grudinin posee una participación del 40%. La mayoría de los ingresos de este especial "sovhoz" provienen del alquiler de terrenos a supermercados mayoristas y centros de distribución, para compañías como Cash & Carry, Toyota, Nissan, entre otras. Sin embargo, nada de esto ha impedido que Grudinin y otros funcionarios del PCFR presenten este negocio como un "oasis de socialismo", donde los trabajadores disfrutan del acceso a los programas sociales de la era soviética. Grudinin se presenta a sí mismo como el candidato de una coalición de "fuerzas patrióticas", que agrupa a la extrema izquierda, los nacionalistas imperiales y las medianas empresas "de orientación nacional" en torno al CPRF. El líder del Frente de Izquierda, Sergei Udaltsov, quien probablemente ve esto como un camino hacia la "gran política", está activamente involucrado en la campaña de Grudinin, tal como podría esperarse también de los patriotas generales del ejército retirados.

La no afiliación de Grudinin a ningún partido también beneficia al liderazgo del CPRF puesto que ello significa que no hay cambios dentro del partido. Lo más  probable es que se trate de un "matrimonio de conveniencia" que finalizará inmediatamente después de las elecciones.

Su presencia constante en los programas de entrevistas de la televisión rusa, generalmente bajo un estricto control de la cúspide, sugiere que Grudinin está en buenas relaciones con el Kremlin. El manifiesto de Grudinin no contiene nada nuevo en comparación con el conjunto habitual de propuestas del CPRF: aumentos en el gasto social, restricciones a las salidas de capital, desarrollo del mercado nacional, etc. Sin embargo, la frescura en su forma de hablar en público y su viva presencia en los medios de comunicación ya le están casi garantizando un segundo lugar en Marzo (a mediados de enero, la cuota de Grudinin era de alrededor del 7%).

La oposición liberal

Uno de los principales desafíos del Kremlin en el marco narrativo de las elecciones de marzo es distraer a los votantes con inclinación liberal de la idea de un boicot. Dos candidatos, Grigory Yavlinsky y Ksenia Sobchak, se han postulado para intentar involucrar a los liberales en el espectáculo de la campaña.

Yavlinsky, el viejo líder del partido Yabloko, es un veterano de la política rusa desde la década de 1990. Su mensaje nunca ha cambiado: Rusia ha sido tomada por un régimen autoritario y nacionalista, que debe ser eliminado pacíficamente y reemplazado por libertades civiles y "valores europeos". Yavlinsky declara abiertamente que no tiene ninguna posibilidad de ganar estas elecciones, puesto que todo el mundo conoce ya su resultado. Sin embargo, presenta el voto para él como una opción ética, una demostración a las autoridades de que hay una parte de la sociedad en desacuerdo con la corrupción, la agresión imperial y la desigualdad social.

La segunda candidata liberal, Ksenia Sobchak, más conocida anteriormente como presentadora de programas de televisión de entretenimiento dirigidos a los jóvenes, también afirma ser una candidata de protesta. Ha pedido a los votantes jóvenes que utilicen las elecciones como una forma de expresar su insatisfacción con la falta de justicia sistémica y la falta de movilidad social. Ha habido repetidas acusaciones de que la candidatura de Sobchak es una artimaña, apoyada en secreto por el Kremlin, para desorientar a los posibles partidarios de Alexei Navalny.

Un resultado insignificante para ambos candidatos - se predice actualmente no más de un 3-4% conjunto del voto total - también permitirá a las voces progubernamentales afirmar que hay poca demanda de liberalización política en la sociedad rusa.

El eterno Zhirinovsky

El tercer lugar en las próximas elecciones probablemente corresponda al populista de derecha, Vladimir Zhirinovsky. Zhirinovsky ha participado en todas las elecciones presidenciales de Rusia desde 1991. Su estilo político es promover demandas absurdas e inconmensurables -como rebajar el precio del vodka o bombardear a los Estados Unidos- que proyectan las imaginaciones irracionales de las clases sociales más bajas y lumpenizadas. La papeleta de Zhirinovsky ayudará a aumentar la participación de este grupo demográfico.

Navalny y la campaña de boicot

El activista anticorrupción y populista anti-sistema Aleksei Navalny no pudo participar en las elecciones debido a falsas acusaciones penales por las que fue condenado provisionalmente hace varios años. Sin embargo, el verdadero motivo de la decisión de la Comisión Electoral radica en la imprevisibilidad de un posible voto para Navalny. Ha demostrado ser capaz de obtener un apoyo significativo de los votantes. Durante el año pasado, en respuesta a las llamadas de Navalny, se llevaron a cabo varias protestas públicas a nivel nacional, lo que demuestra un creciente clima de protesta entre los jóvenes y las clases medias provinciales. Navalny también ha logrado establecer una formidable red de seguidores, que operan en las principales ciudades del país y con casi 200,000 voluntarios registrados, de hecho la única organización opositora masiva del país.

El manifiesto de campaña de Navalny consiste en una serie de demandas populistas, una parte de las cuales tiene un marcado carácter social, tales como la lucha contra el "enriquecimiento ilegal", la tributación progresiva y límites al gasto policial y de defensa. Incluso el eslogan principal de su campaña, "riqueza para todos, no solo para el 1%", refleja claramente su orientación anti-élite. Al mismo tiempo, Navalny repite sistemáticamente las llamadas liberales a la "desmonopolización" de la economía (o privatización de los activos del estado), mientras coquetea con los nacionalistas al solicitar la introducción de regulaciones respecto a la obtención de visas para los trabajadores migrantes de Asia Central.

Bajo las circunstancias políticas actuales, las políticas de la campaña de Navalny tienen, en última instancia, una importancia marginal. A diferencia de Navalny, Yavlinsky tiene un mensaje claro que aboga por los derechos de los sindicatos; Grudinin se centra en la nacionalización de los recursos naturales; Sobchak – la única candidata a este respecto - hace un llamamiento a la igualdad de género y el fin de la discriminación contra las minorías sexuales. El principal significado de Navalny no está en su programa, sino en la promoción de sus principios de protestas masivas de base. Repite con insistencia que a diferencia de las falsas elecciones, solo la política comprometida en la calle, puede cambiar el estado actual de las cosas. A principios de enero, Navalny llamó abiertamente a una "huelga de votantes", un boicot electoral activo que combina la no participación en la votación con eventos de protesta masiva y el control de posibles fraudes en los colegios electorales.

La posición de la izquierda

El movimiento izquierdista fuera del CPRF se ha dividido con respecto a las próximas elecciones. Un número significativo de sus filas se inclina por un boicot activo, otros apoyan a Pavel Grudinin, mientras que el pequeño

Frente Unido Stalinista Ruso del Trabajo (ROT-Front) todavía está intentando registrar a su propio candidato del partido de los “trabajadores “. La situación tal como la he descrito aquí, apunta a la conclusión de que cualquier participación en las elecciones de Marzo contribuirá en última instancia a una estabilización temporal del régimen actual y a la legitimación de otros seis años de gobierno personal de Putin.

Dicho esto, el apoyo acrítico a Navalny podría terminar diluyendo su movimiento populista, un riesgo magnificado por su carácter claramente centrado en el líder y antidemocrático. Un movimiento independiente para un "boicot de la izquierda", que articularía una alternativa anticapitalista al orden político y social existente en Rusia, podría, mediante una unidad coordinada, trazar una línea entre una posición de izquierda y la de Navalny, al mismo tiempo que  establecería un fundamento para una posterior consolidación de los izquierdistas radicales rusos que se niegan a jugar con las reglas del Kremlin.

(1981) es historiador, activista cultural y político. Desde 2009 es doctorando en el Instituto de Historia Mundial, Academia Rusa de las Ciencias, Moscú. En 2001-2004 organizó a activistas rusos en movilizaciones contra el G8, en Foros Sociales europeos y mundiales. Desde 2011 ha sido activista y portavoz del Movimiento Socialista Ruso. Miembro del comité editorial de la "Revista de Arte de Moscú". Colaborador habitual de varios websites políticos y culturales.
Fuente:
http://www.criticatac.ro/lefteast/russian-presidential-elections-2018-predicable-results-with-unpredictable-aftermath/
Traducción:
Anna Maria Garriga Tarré

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