Salario mínimo, salario máximo

Manfred Sohn

06/11/2005

 "Quien reflexiona sobre una delimitación de los salarios por abajo (salario mínimo), tendría que atreverse a plantear también la cuestión de la delimitación de los ingresos por arriba (remuneración máxima), aunque sólo sea por motivos de geometría social"

Salario mínimo

"Un aumento del salario mínimo de un 4,1 por ciento". Dos motivos hay por los que ésta no podría ser una noticia alemana. El primero es que, a diferencia del grueso de los demás países europeos, no hay aquí en Alemania ley alguna que fije un salario mínimo. Y en segundo lugar, porque aumentos salariales de un 4,1 por ciento pertenecen desde hace mucho a un reino de los deseos, en cuya realizabilidad no osan ya creer los trabajadores y los empleados de este país, a no ser que pertenezcan al estrato de los mejor empleados que pueden permitirse concederse a sí mismos incluso tasas de aumento de hasta dos dígitos sobre sus ya más que saciantes remuneraciones.
Pero la noticia es de este mundo, y es actual. En este mismo mes, el salario mínimo legal para los trabajadores y los empleados mayores de 21 años en Gran Bretaña pasa de 4,85 libras [por hora trabajada] a 5,05 libras, y eso significa un 4,1 por ciento. 5,05 libras son aproximadamente 7,50 euros, una cantidad con la que las vendedoras alemanas de la cadena de supermercados Lidl o los taxistas alemanes que trabajan por horas no podrían ni soñar.
Y no podrá objetarse que el aumento del salario mínimo, precedido de las oportunas acciones sindicales, lo que viene es a corregir los males de una política salarial que iba con retraso de años en Gran Bretaña. Pues aumentos los hubo en los años pasados. Desde abril de 1999, cuando se introdujo el mínimo de 3,60 libras, el salario mínimo ha aumentado en un 49 por ciento, rebasando tanto el aumento de los precios (14 por ciento), como el los ingresos medios (27 por ciento).
La introducción legal de un salario mínimo fue una de las primeras –y desgraciadamente, últimas— grandes acciones del recién electo gobierno de Blair. Fue una de las reivindicaciones centrales del Partido Laborista en la campaña electoral, y tuvo que imponerse contra una encallecida resistencia de los Conservadores y de los círculos empresariales organizados. Los argumentos de éstos eran sobre poco más o menos los mismos que hoy se dan en Alemania: un salario mínimo equivaldría a la destrucción masiva de puestos de trabajo, y perjudicaría a los pobres, en vez de auxiliarlos. Pues bien; en Gran Bretaña ocurrió lo contrario. Gran Bretaña está hoy en muchos aspectos mejor económicamente que Alemania, y el que eso sea así no es retrotraíble al mito Thatcher, sino en buena medida  al salario mínimo y a su continuada subida. Dado que ha sido impuesto por ley de un modo relativamente consecuente, ha conseguido que la terrible caída que estaban experimentando los salarios sobre todo de las mujeres y de los trabajadores poco calificados que trabajan en el sector de la restauración, del comercio al por menor y de la limpieza no sólo se detuviera, sino que se transformara en un crecimiento salarial continuado, contribuyendo así además a una cosa que tan amargamente se echa hoy de menos en Alemania como es el crecimiento de la demanda.
Es urgente que nuestro país se homologue al resto de Europa en cuestiones como la del salario mínimo, desarrollando la normativa legal necesaria. También eso es bueno para los sindicatos. En Inglaterra han podido éstos identificarse con la introducción del salario mínimo y con su continuado aumento, de manera que en el último año, por ejemplo, han conseguido aumentar en 28.000 el número de sus afiliados (un 0,4%), sumando ahora casi 6,5 millones.
No importa quién vaya a gobernar en Berlín: en el centro de las reivindicaciones de la izquierda debe estar la fijación legal de un salario mínimo de por lo menos 7,50 euros la hora.

Salario Máximo

La exigencia de un salario mínimo decente está en el aire, al menos en los círculos sindicales y del Partido de la Izquierda. Está muy bien, y se corresponde con el estado de los debates internacionales. Pero la discusión que todavía falta en Alemania carece de equilibrio. Quien reflexiona sobre una delimitación de los salarios por abajo, tendría que atreverse a plantear también la cuestión de la delimitación de los ingresos por arriba, aunque sólo fuera por motivos de geometría social.

En los países anglosajones, en los que la codicia de los ricos desde Thatcher y Reagan se manifiesta aún más desinhibidamente que aquí, la discusión sobre un salario máximo está ganando una asombrosa amplitud, si hay que hacer caso a su prensa. Sam Pizzigati, un veterano del movimiento sindical estadounidense, y autor de un libro recientemente publicado, Greed and good (La codicia y el bien), acaba de conceder una entrevista al mensual norteamericano de izquierda Political Affairs, en la que expresa del siguiente modo la exigencia de un salario máximo:

»Cuanto más se concentra el bienestar en los bolsillos de unos pocos, tanto más brutal y odiosa se hace la sociedad para todos. En este comienzo del siglo XXI, hablar de salario máximo puede parecer un delirio. Hoy, ni siquiera estamos en condiciones de garantizar un salario mínimo. Sin embargo, yo creo que reflexionar y hablar sobre la idea de un salario máximo puede contribuir a revivificar al movimiento progresista y a elevar el vuelo del ideario de la América trabajadora. ¿Cómo podría funcionar un salario máximo? Si se fijara éste como diez veces el salario mínimo, todo lo que rebasara esa cifra quedaría automáticamente grabado fiscalmente con un 100%. Una vez establecida esa frontera que establece que los que más ingresos tienen, no pueden ingresar más que diez veces más de lo que ingresan los que menos ingresan, los ingresos de los más ricos sólo podrían seguir creciendo si crecían también el salario mínimo de los más pobres. En otras palabras:  las gentes más ricas y más poderosas de la sociedad tendrían entonces un interés eminente en que a los más pobres y a los más débiles les fuera mejor. En una sociedad así, yo viviría muy a gusto.«

Con razón dirá la izquierda culta instruida en el marxismo: »Eso es una ilusión; ¡así no funciona el capitalismo!« Pero esa izquierda, si es culta de verdad, ha tenido que aprender que, en sus comienzos, todos los grandes movimientos que se han propuesto poner en solfa y desbloquear unas circunstancias petrificadas, a menudo han tenido que tocar la melodía más acorde con esas mismas circunstancias. En una sociedad que postula que los hombres y las mujeres deben ser remunerados según su rendimiento, tendría que estar permitida la pregunta de si puede alguien rendir diez veces más que cualquier otro. Si la respuesta es negativa, la exigencia de un salario máximo va de suyo.

Quien esté interesado en seguir esta discusión en los EEUU, puede hacerlo en Internet a través de la página: www.toomuchonline.org

Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench

Manfred Sohn es un analista político alemán, que colabora regularmente en revistas de izquierda como el semanario Ossietzky

Fuente:
Ossietzky, 21 octubre y 5 noviembre 2005

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