Shimon Peres (1923-2016): in memoriam

Uri Avnery

Robert Fisk

01/10/2016

Shimon Peres: La saga de Sisifo

Uri Avnery

Shimon Peres era un genio. Un genio de la suplantación.

Durante toda su vida trabajó su imagen pública. La imagen sustituye al hombre. Casi todos los artículos escritos sobre él desde que cayó enfermo son acerca de la persona imaginada, no la real.

Cómo les gusta decir a los estadounidenses: es tan falso que es real.

En la superficie, teníamos  algunas similitudes él y yo.

Era solo 39 días mayor que yo, que llegó a lo que sería Israel unos meses después de yo, cuando ambos teníamos 10 años. A mi me enviaron a Nahalal, un pueblo cooperativa. Él fue enviado a Ben Shemen, un pueblo de la juventud agrícola.

Se puede decir que los dos hemos sido optimistas, y que ambos hemos sido activos toda nuestra vida.

Ahí termina la similitud.

Yo venía de Alemania, de una familia acomodada. En Palestina perdimos todo nuestro dinero muy rápidamente. Crecí en la mayor pobreza. Él vino de Polonia. Su familia siguió siendo acomodada en Palestina. Yo retuve un ligero acento alemán, él mantuvo uno fuerte polaco.

Ya en su infancia había algo que provocaba la ira de sus compañeros de clase en la escuela judía de su pequeña ciudad natal. A menudo le pegaban. Su hermano más joven salía en su defensa. "¿Por qué me odian?" Shimon le preguntó una vez, contó.

En Ben Shemen su nombre era todavía Persky. Uno de sus profesores sugirió que adoptase un nombre hebreo, como la mayoría de nosotros hizo. Propuso Ben Amotz, el nombre del profeta Isaías, pero este nombre ya había sido elegido por otro alumno, Dan Tehilimsager, que también se hizo famoso. Así que el profesor le sugirió Peres, el nombre de un ave de gran tamaño.

Nos conocimos cuando teníamos 30 años. Ya era el Director General del Ministerio de Defensa, yo el editor en jefe de una revista que resultaba molesta en el país.

Me invitó al ministerio con el fin de pedirme que no publicara un artículo de investigación (sobre el hundimiento de un buque con refugiados ilegales en el puerto de Haifa por la Haganah antes de la fundación de Israel). Nuestro encuentro comenzó una historia de aversión mutua a primera vista.

Ya estaba predispuesto en contra antes de la reunión. En la guerra de 1948 ( "la Guerra de la Independencia") fui miembro de una unidad de comandos llamada los "zorros de Sansón". Todos nosotros, los soldados de combate de esa guerra, detestábamos a los miembros de nuestro grupo de edad que no se alistaron. Peres no se alistó, fue enviado al extranjero por David Ben Gurion a comprar armas. Un trabajo importante, pero que hubiera podido llevar a cabo un hombre de 60 años.

Este hecho pesó sobre la cabeza de Peres durante mucho tiempo. Eso explica por qué los miembros de su grupo de edad le detestaban y admiraban a Isaac Rabin, Yigal Alon y sus compañeros.

Shimon Peres, fue un político desde la infancia - un verdadero político, un político completo, un político y nada más. No tuvo otros intereses ni hobbies.

Ya empezó en Ben Shemen. Peres fue un "niño solitario" allí, un nuevo inmigrante que era diferente de todos los varones nativos, atléticos y quemados por el sol. Su aspecto, poco agradable, tampoco ayudó. Sin embargo, atrajo a Sonia, la hija del carpintero, que se convirtió en su esposa.

Anhelaba la simpatia de sus compañeros y quería ser aceptado como uno de ellos. Se unió a la "Juventud Trabajadora", la organización juvenil del omnipotente sindicato Histadruth y llegó a ser muy activo. Dado que los muchachos originarios de la localidad, los “sabras”, no les gustaba la actividad política, Peres ascendió en sus filas y rápidamente se convirtió en instructor.

Su primera oportunidad llegó después de haber terminado sus estudios en Ben Shemen y se unió a un kibbutz del Partido del Trabajo (Mapai), que gobernaba a la comunidad judía con mano de hierro. El partido se dividió, casi todos los líderes de la juventud se unieron a la "Fracción B", el grupo de la oposición. Peres fue casi el único que se mantuvo fiel a la fracción mayoritaria. Así que llamó la atención del supervisor partido, Levy Eshkol.

Fue un ejercicio político brillante. Sus antiguos camaradas lo despreciaron, pero ahora estaba en contacto con la dirección superior del partido. Eshkol lo presentó a Ben Gurion, y cuando estalló la guerra de 1948, el líder lo envió a los EE UU a comprar armas.

Desde entonces Peres fue el brazo derecho de Ben Gurion, lo admiraba y - lo más importante - se convirtió en su sucesor político.

Ben Gurion marcó al nuevo estado con su visión política, y se puede decir que el estado continúa moviéndose en los márgenes establecidos por él. Peres fue uno de sus principales ayudantes.

Ben Gurion no creía en la paz. Sus posiciones partían del supuesto de que los árabes nunca harían la paz con el Estado judío, fundado en lo que había sido su país. No habría paz, al menos durante mucho, mucho tiempo. Por lo tanto, el nuevo estado necesitaba como aliado a una potencia occidental fuerte. La lógica dictaba que ese aliado tan sólo podía venir de las filas de las potencias imperialistas, que tenían miedo del nacionalismo árabe.

Era un círculo vicioso: Con el fin de defenderse de los árabes, Israel necesitaba un aliado colonialista anti-árabe. Pero esa alianza sólo aumentaría el odio de los árabes hacia Israel. Y así sucesivamente, hasta este mismo día.

El primer aliado posible fue Gran Bretaña. Pero quedó en nada: los británicos prefirieron abrazar el nacionalismo árabe. Pero en el momento justo, otro aliado apareció en la escena: Francia.

Los franceses tenían un gran imperio en África. Argelia, oficialmente un departamento de Francia, se rebeló en 1954. Ambas partes lucharon con enorme ferocidad.

Incapaz de creer que sus argelinos se levantarían contra ellos, los franceses echaron toda la culpa al nuevo líder que había llegado al poder en El Cairo. Pero ningún país estaba dispuesto a ayudarles en su "guerra sucia". Excepto uno.

Ben Gurion, que ya estaba envejeciendo, tenía miedo del nuevo líder pan-árabe, Gamal Abd-al-Nasser. Joven, enérgico, de buen aspecto, y carismático, "Nasser", un orador vehemente, no se parecía a los antiguos notables árabes a los que Ben Gurion estaba acostumbrado. Por eso, cuando los franceses le tendieron la mano, Ben Gurion la apretó con impaciencia.

Era de nuevo el viejo círculo vicioso: Israel apoyaba la opresión francesa contra los árabes, el odio árabe hacia Israel aumentó, e Israel necesitó a los opresores coloniales aún más. En vano he advertido en contra de este proceso catastrófico.

El emisario de Ben Gurion a Francia fue Shimon Peres. Con su ayuda, el proceso alcanzó niveles inimaginables. Por ejemplo: cuando la ONU debatió una propuesta para mejorar las condiciones de encarcelamiento del líder de Argelia, Ahmed Ben Bella, la única voz en la ONU que votó en contra fue Israel. (Los mismos franceses boicotearon la reunión.)

Esta nefasta alianza alcanzó su punto culminante en la guerra de Suez de 1956, en la que Francia, Gran Bretaña e Israel atacaron conjuntamente Egipto. Esta operación provocó la condena mundial unánime, los EEUU y la Rusia Soviética hicieron causa común y los tres conspiradores tuvo que retirarse. Israel tuvo que devolver el inmenso territorio que había ocupado.

Los franceses volvieron a llamar al poder a Charles de Gaulle, y él comprendió que tenía que poner fin a una guerra sin sentido. Peres continuó defendiendo la alianza que, anunció, no se basaba en meros intereses sino en profundos valores comunes. Publiqué ese discurso, oración por oración, con mi refutación de cada una de ellas. Pronostiqué que una vez que la guerra de Argelia hubiera terminado, Francia dejaría caer a Israel como una brasa caliente y renovaría sus lazos con el mundo árabe. Y eso, por supuesto, fue exactamente lo que sucedió. (Israel sustituyó a Francia por los EE UU).

Uno de los frutos de la aventura de Suez fue el reactor atómico en Dimona. La leyenda cuenta que le fue entregada a Israel como un regalo de Francia en agradecimiento por los servicios de Peres. En realidad fue parte del pacto de Francia con Israel, así como un impulso a la industria francesa. Los equipos necesarios se obtuvieron en muchos lugares mediante el robo y el engaño.

Los elogios a Peres en Israel llegaron al cielo. Fueron elogios para un hombre de guerra, no de paz.

La carrera de Peres se asemeja a la leyenda de Sísifo, el héroe del mito griego que fue condenado por los dioses a rodar una pesada roca hasta la cima de una colina, pero que cada vez que se acercaba a su objetivo, la roca se deslizaba de sus manos y rodaba cuesta abajo.

Después de la guerra del Sinaí, la suerte de Peres volvió a remontar. El arquitecto de las relaciones con Francia, el hombre que había obtenido el reactor atómico, fue nombrado viceministro de Defensa y estaba en camino de convertirse en un importante miembro del gabinete, cuando todo se vino abajo. Ben Gurion insistió en revelar un odioso sabotaje en Egipto y fue depuesto por sus colegas. Insistió en fundar un nuevo partido, llamado Rafi. Peres, muy contrariado, fue obligado a unirse, y, con igual disgusto, Moshe Dayan.

Ben Gurion no hizo mucho, Dayan no hizo nada, como de costumbre, y le tocó a Peres hacer campaña. Con su incansable energía habitual aró la tierra, pero en las elecciones el partido, a pesar de todas sus estrellas rutilantes, sólo obtuvo 10 escaños en una Knesset de 120 miembros, y pasó a la oposición impotente. La roca de Peres rodó hasta el fondo.

Y luego vino la redención, o casi. Abd-al-Nasser envió a su ejército al Sinaí, en Israel estalló el pánico. El partido Rafi entró en el gobierno. Peres esperaba ser nombrado ministro de Defensa, pero en el último momento el carismático Dayan le arrebató el puesto. Israel ganó una resonante victoria en seis días, y el hombre con el parche negro en el ojo se convirtió en una celebridad mundial. Pobre Peres, se tuvo que conformar con un ministerio menor. La roca volvió a rodar al fondo.

Durante seis años Peres languideció, mientras Dayan recogía toda la admiración de los hombres, pero especialmente de las mujeres. Y entonces la suerte cambió de nuevo. Los egipcios cruzaron el Canal de Suez y obtuvieron una victoria inicial increíble: Dayan se derrumbó como un ídolo de barro. Después de algún tiempo, tanto Golda Meir como Dayan se vieron obligados a dimitir. Peres era el candidato obvio para primer ministro.

Pero lo increíble sucedió de nuevo. De la nada apareció Isaac Rabin, el sabra, el vencedor de la Guerra de los Seis Días. Fue elegido primer ministro, pero se vio obligado a nombrar a Peres, que no le gustaba, como Ministro de Defensa. La roca volvió a estar a mitad de camino.

Los años siguientes fueron un infierno para Rabin. El ministro de Defensa, sólo tenía una ambición en la vida: humillar y socavar al primer ministro. Fue un trabajo a tiempo completo,

Para pesar de Rabin, Peres hizo algo de importancia histórica: creó los primeros asentamientos israelíes en medio de la Cisjordania ocupada, comenzando un proceso que ahora amenaza el futuro de Israel. Un Rabin furioso le apodó para siempre: "el intrigante incansable".

Unos años más tarde Rabin tuvo que convocar elecciones anticipadas, porque los aviones de combate obtenidos de los EE.UU. llegaron a Israel un viernes, demasiado tarde para que los invitados de honor volvieran a casa sin profanar el Shabat. Las facciones religiosas se rebelaron. Rabin, por supuesto, encabezó la lista del partido.

Entonces sucedió algo. Al parecer, después de abandonar el puesto de embajador en los EE UU, Rabin había dejado tras de sí en América una cuenta bancaria, algo que estaba prohibido en ese momento. La esposa de Rabin fue acusada, Rabin se culpó a sí mismo y renunció, y Peres se convirtió en el número 1 en la lista y por fin la roca se acercó a la cima de la colina.

En la tarde del día de las elecciones, Peres ya estaba celebrando la victoria, cuando la rueda de la fortuna volvió bruscamente a girar durante la noche. Increíblemente, Menachem Begin, considerado por muchos un fascista, había ganado. La roca volvió a desplomarse.

En vísperas de la guerra del Líbano de 1982 (durante la cual me entrevisté con Yasser Arafat) los líderes de la oposición Peres y Rabin fueron a ver Begin y le pidieron invadir el Líbano.

Begin cayó enfermo de alzheimer y fue sucedido por otro ex terrorista, Isaac Shamir. Durante una especie de interregno ninguno de los dos grandes partidos pudo gobernar solo. Se estableció un turnismo bipartidista. En uno de sus períodos como primer ministro, Peres ganó laureles indiscutibles como el hombre que derrotó a una inflación de tres dígitos en Israel e instituyó el Nuevo Shekel, nuestra moneda.

La roca subió de nuevo, pero sucedió algo muy desagradable. Cuatro chicos árabes secuestraron un autobús lleno de gente y se dirigieron hacia el sur. El autobús fue tomado al asalto. El gobierno afirmó que los cuatro fueron asesinados durante la batalla, pero se publicó una foto que mostraba a dos de ellos con vida después de haber sido capturados. Parecía que habían sido ejecutados a sangre fría por los Servicios de Seguridad.

En medio de la historia, Peres sustituyó a Shamir, según lo acordado. Peres consiguió el perdón para todos los ejecutores, entre ellos el jefe del Shin Bet.

Rabin volvió al poder, con Peres como Ministro de Asuntos Exteriores. Un día, Peres pidió verme: un evento inusual, porque nuestra enemistad ya formaba parte de la leyenda.

Peres me dio una conferencia sobre la necesidad de hacer la paz con la OLP. Dado que este había sido el principal objetivo de mi vida durante muchos años, casi no pude contener la risa. Luego me contó las interioridades secretas de las negociaciones de Oslo, y me pidió que usara mi influencia para convencer a Rabin.

Peres fue responsable en parte del acuerdo, pero fue Rabin quién tomó la decisión trascendental - y pagó con su vida.

En mi imaginación, veo el asesino esperando al pie de la escalera con su pistola cargada, dejando a Peres pasar por delante unos pasos, a la espera de Rabin, que llegó unos minutos más tarde.

El comité del Premio Nobel decidió otorgar el Premio de la Paz a Arafat y a Rabin. Los admiradores de Peres en todo el mundo protestaron de tal manera que el comité añadió a Peres a la lista. Era de justicia que el premio también incluyera a Mahmoud Abbas, que había firmado con Peres. Sin embargo, los estatutos solo permiten tres co-premiados. Así que Abbas no recibió el premio Nobel.

Después de la muerte de Rabin, Peres se convirtió en primer ministro en funciones. Si hubiese convocado elecciones inmediatas, habría ganado por goleada. Pero Peres no quería gobernar a la sombra del muerto. Esperó durante unos meses, durante los cuales desencadenó una guerra desacertada en el Líbano. Al final perdió las elecciones frente a Binyamin Netanyahu.

(Dando lugar a mi broma: "Si unas elecciones se pueden perder, Peres, las perderá; si las elecciones no se pueden perder, Peres, las perderá de todos modos").

En todas las campañas electorales, Peres fue maldecido e insultado. Una vez que se quejó de "un mar de (obscenos) gestos orientales", lo que le hizo aún más antipático a los ojos de los ciudadanos israelíes de origen oriental.

Durante ese tiempo Peres hizo algo inteligente: se sometió a cirugía plástica. Sus facciones mejoraron notablemente.

La desgracia final llegó cuando Peres se presentó a las elecciones a la presidencia del estado. El presidente, una figura ceremonial carente de poder real, es elegido por la Knesset. Sin embargo, Peres perdió ante un cero a la izquierda, un apparatchik del partido Likud llamado Moshe Katzav. Parecía el insulto final.

Pero, de nuevo lo increíble sucedió. Moshe Katzav fue detenido y condenado por violación. En la siguiente elección, la Knesset optó por Peres en un ataque de remordimiento colectivo.

La roca había llegado a la cima de la colina. Con su incansable energía, Sísifo había ganado después de todo. El político de toda la vida, que nunca había ganado unas elecciones, era ahora el presidente - y de la noche a la mañana se hizo muy popular.

Peres pudo disfrutar del nuevo amor de la gente varios años, su objetivo de toda la vida. Y luego, hace dos semanas, tuvo un derrame cerebral y cayó en coma.

Ya no los hacen así.

http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1474654260/

 

Peres: un “pacifista” de huella sangrienta

Robert Fisk

Cuando el mundo escuchó que Shimon Peres había muerto, gritó: “¡Pacifista!” Pero cuando yo escuché que había fallecido, pensé en sangre, fuego y asesinatos.

Vi los resultados: bebés descuartizados, refugiados dando alaridos, cuerpos achicharrados. Era un lugar llamado Qana, y la mayoría de los 106 cadáveres –la mitad eran niños– yacen ahora bajo el campamento de la ONU donde fueron destrozados por proyectiles israelíes en 1996. Yo estaba en un convoy de ayuda de la organización justo afuera de esa aldea del sur de Líbano. Los proyectiles zumbaban arriba de nuestras cabezas y caían sobre los refugiados arracimados allá abajo. Duró 17 minutos.

Shimon Peres, que competía en la elección para ser primer ministro israelí –puesto que heredó cuando su predecesor Yitzhak Rabin fue asesinado–, decidió elevar sus credenciales militares antes del día de la elección asaltando Líbano. El ganador conjunto del Premio Nobel de la Paz usó como excusa el disparo de cohetes Katyusha sobre la frontera israelí por el Hezbolá. De hecho, esos cohetes fueron represalia por la muerte de un muchacho libanés en una trampa explosiva dejada, según sospechaban, por una patrulla israelí. No importaba.

Unos días más tarde, soldados israelíes en Líbano fueron atacados cerca de Qana y se vengaron abriendo fuego sobre la aldea. Sus primeros proyectiles dieron en un cementerio que usaba el Hezbolá; los demás cayeron directamente en el campamento del ejército de paz de la república de Fiji en Líbano, donde cientos de refugiados recibían albergue. Peres anunció: “no sabíamos que varios cientos de personas estaban concentradas en ese campo. Fue una amarga sorpresa para nosotros”.

Era mentira. Los israelíes ocuparon Qana durante años después de su invasión de 1982, tenían videos del campamento, incluso hicieron volar un dron sobre el lugar durante la masacre de 1996, hecho que negaron hasta que un soldado de la ONU me dio su video del dron, del cual publicamos tomas en The Independent. La ONU había advertido repetidas veces a Israel que el campo estaba repleto de refugiados.

Esa fue la contribución de Peres a la paz en Líbano. Perdió la elección y probablemente nunca pensó mucho en Qana. Pero yo no olvidé. Cuando llegué a las puertas de la ONU, éstas chorreaban sangre en torrentes. Podía olerla. Se derramó sobre nuestros zapatos y se adhirió a ellos como pegamento. Había brazos y piernas, bebés sin cabeza, cabezas de ancianos arrancadas. El cuerpo de un hombre colgaba en dos pedazos de un árbol en llamas. Lo que quedaba de él ardía. Una chica, sentada en las gradas del cuartel, sostenía el cadáver de un hombre de cabello gris, rodeándolo con sus brazos y meciéndolo mientras gemía sin cesar: “Mi padre, mi padre”. Si ella vive todavía –hubo otra masacre en Qana en los años posteriores, esta vez de la fuerza aérea israelí–, dudo que la palabra “pacifista” cruce por sus labios.

Hubo una investigación de la ONU, la cual expresó en su estilo soso que no creía que la matanza hubiera sido un accidente. El informe fue tildado de antisemita. Mucho después, una valiente revista israelí publicó una entrevista con los soldados de artillería que dispararon en Qana. Un oficial se refirió a los aldeanos como “nada más que un montón de árabes” (arabushim en hebreo). “Mueren unos cuantos arabushim, no hay daño en eso”, declaró. El jefe de estado mayor de Peres se mostró casi igual de despreocupado: “No conozco otras reglas del juego, ya sea para el ejército (israelí) o para los civiles…”

Peres llamó a su invasión libanesa Operación Uvas de la Ira, frase que, si no fue inspirada por John Steinbeck, debió de haber venido del Deuteronomio: “Por fuera desolará la espada”, dice el Capítulo 32, “y dentro de las cámaras el espanto: así al joven como a la doncella, al niño de pecho como al hombre cano”. ¿Podría haber mejor descripción de aquellos 17 minutos en Qana?

Sí, claro, Peres cambió en años posteriores. También cuando murió Ariel Sharon –cuyos soldados observaron la masacre perpetrada por sus aliados cristianos libaneses en los campamentos de Sabra y Chatila, en 1982–, dijeron que era un “pacifista”. Por lo menos no le dieron el Nobel de la Paz.

Peres se volvió partidario de una “solución de dos estados”, aun cuando las colonias judías en tierra palestina –que alguna vez apoyó con fervor– siguieron creciendo.

Cuenten, si pueden, cuántas veces la palabra “paz” se usará en los obituarios de Peres en los próximos días. Y luego cuenten cuántas veces aparece la palabra Qana.

http://www.jornada.unam.mx/2016/09/29/opinion/027a1mun

Escritor y veterano activista por la paz israelí, co-fundador de Gush Shalom.
Corresponsal del diario británico The Independent en el Oriente Medio.
Fuente:
Varias
Traducción:
Enrique García
Jorge Anaya

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