Terroristas y espías de Sión

Yossi Sarid (1940-2015)

06/12/2015

Yossi Sarid, una de las principales figuras de la izquierda israelí y del campo por la paz, murió el pasado 4 de diciembre con 75 años. Brillante parlamentario, ministro de educación y medio ambiente, fue co-fundador y presidente del partido Meretz de 1996 a 2003. Radicalmente opuesto a la ocupación, escribía todas las semanas una crónica en el diario Haaretz. Su última entrega, brutalmente irónica, es la que reproducimos a continuación, así como uno de sus poemas más conocidos.

Vuestros terroristas judíos son lo primero. No serán demolidas sus casas, sus familias no serán culpadas, porque vuestro Dios castiga los pecados de los padres en los hijos y en la tercera y cuarta generación sólo si lo odian; mientras que vuestro Dios tiene misericordia (de textos antiguos y la "Torat Hamelech") de esos miles de personas que le aman y guardan sus mandamientos. Pero quiero que sepas que ese no es mi Dios.

El magistrado de la Corte Suprema de Justicia Noam Sohlberg sigue los pasos de su Dios: "Entre la población judía, no hay necesidad de disuasión. ... El público judío, por regla general, se contiene y no se altera". ¿Quiénes son esas personas malvadas que han calumniado a los jueces de Jerusalén, como si estuvieran recluidos en una torre de marfil en lugar de morar entre su gente? Ve usted, incluso los jueces comparten nuestra visión positiva de nosotros mismos como pueblo inmune a la pasión. Sólo nosotros, entre todos los pueblos del mundo, no nos convertiremos en una horda de linchadores porque somos el pueblo elegido.

Por si acaso, a los terroristas judíos y los que buscan tomarse la venganza por su mano, se proporciona un apaño. Las autoridades les confieren fuentes de inteligencia sensibles que no pueden ser desveladas al público y en el proceso a los terroristas se les garantiza inmunidad. El primer ministro puede que haya dado un golpe sobre la mesa y emitido órdenes, como es su costumbre, pero Dios no lo quiera, no pretendía hacer daño a la seguridad del Estado. Tal vez sólo ahora, después de cuatro meses y pensarlo por cuarta vez, finalmente se nos permita saber quién fue el autor del incendio de la casa de la familia Dawabsheh. Pero el camino aún es largo, como la misma investigación.

Tu pueblo Israel no necesitan disuasión, porque a Yigal Amir aún no se le han encontrado seguidores. Esta misma semana un conocido escritor amigo me contó una experiencia que había tenido hace poco en una escuela religiosa estatal en un asentamiento de Cisjordania, cuando buscó expresiones de repulsa de los estudiantes y en su lugar encontró simpatías.

Y a decir verdad, ¿por qué intentar disuadir desde el principio, si después de los hechos las sentencias son poco severas e incluso disfrutan de la clemencia? Debido a que somos una gran familia. Hay una línea continua que va de la masacre de 1956 en Kafr Qasem al asesinato de un secuestrador terrorista capturado en el autobús número 300, de la banda HaMahteret HaYeudit (Clandestinidad Judía) a los actuales supremacistas judíos de Lehava (La Llama): todos son prisioneros de Sión y beneficiarios de una política de puertas giratorias, que los jueces mantienen bien engrasadas. Y los fastos de los padres son celebrados por los nietos.

Y Baruch Goldstein, que su muerte sea vengada, está enterrado en un gran escenario, construido para perpetuar el recuerdo de aquella atrocidad, en el asentamiento de Kiryat Arba. Y las multitudes que hacen la peregrinación anual levantan una pierna sobre su tumba y orinan en ella para regar las plantas en honor de Baruch, el Hombre.

Así son nuestros terroristas, como nuestros espías. La versión americana de Der Stürmer publicó esta semana un editorial que saluda la posición adoptada por ese odiado presidente Obama. A ojos de sus partidarios, dice el editorial, Jonathan Pollard es considerado un héroe, aunque violó gravemente la ley, traicionando la confianza de su país. Él no tiene derecho a un trato especial.

Y el New York Times agrega: "En las acusaciones en su contra, el señor Pollard fue descrito como un agente ambiguo que intentó vender secretos no solo a Israel sino también a Pakistán, Sudáfrica y otros países por dinero, que Israel le pagó en grandes cantidades. Muchos hechos siguen sin conocerse, porque el señor Pollard se declaró culpable, y su caso no llegó a juicio".

Y ahora ha sido condenado a otros cinco años de libertad condicional en el gulag de Manhattan. Otro "santo torturado" que ha sido condenado a una libertad condicional permanente no menos vengativa, y a quién los tribunales israelíes le han dado su apoyo.

Así es el mundo. Cada país ayuda a sus propios espías y asesinos que han actuado en nombre del país. Y la tribu judía lo hace mejor que cualquier otra. A pesar de que han pecado, los judíos siguen siendo judíos. Los hermanos de sangre son nuestros héroes gloriosos.

Sólo los palestinos, inflamados por la pasión, glorifican a sus mártires. Son diferentes que nosotros. Tienen que demostrar su santidad con su muerte, de manera individual y de acuerdo con las condiciones de la oferta promocional. Pero nuestra santidad colectiva es axiomática, porque es a nosotros a quienes Dios ha santificado y no necesitamos morir para probarlo.

 

Identificación

Fui al funeral de un hombre famoso.

No conocía a los jóvenes porque eran demasiado jóvenes

y no reconocí a los viejos porque habían envejecido demasiado.

Si en una fila de identificación de la policía tuviera que reconocerme,

me costaría saber quién soy.

Necesitarían fotos mías,

como aquellas expuestas en los tablones de anuncios

de todas las estaciones de mi vida

en aquellos días que era yo el perseguido.

(Del libro Shirim Aharei (Mi legado poético), ed. Even Hoshen 2010)

(1940-2015),una de las principales figuras de la izquierda israelí y del campo por la paz, murió el pasado 4 de diciembre con 75 años. Brillante parlamentario, ministro de educación y medio ambiente, fue co-fundador y presidente del partido Meretz de 1996 a 2003. Radicalmente opuesto a la ocupación, escribía todas las semanas una crónica en el diario Haaretz.
Fuente:
Haaretz, 5 de diciembre 2015
Traducción:
Meir Margalit

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