“Assata me enseñó”. Una conversación con Donna Murch y Naomi Murakawa

Donna Murch

02/10/2022

El último libro de Donna Murch se titula Assata Taught Me: State Violence, Racial Capitalism, and the Movement for Black Lives. Naomi Murakawa habló con ella poco después de su publicación. Lo que sigue es una transcripción editada de esa conversación. El vídeo puede verse vía Labyrinth Books, que acogió el evento.

Naomi Murakawa: Empiezas el libro con el Partido de los Panteras Negras en Oakland en 1966. Los Panteras fueron vistos como una amenaza no solo por su negritud, sino también porque estaban involucrados en una lucha de clases liderada por personas negras que fue profundamente internacionalista y combativa con el Estado. Aquí ofreces una visión más completa de cómo deberíamos comprender a los Panteras y cómo deberíamos entender a Assata Shakur. ¿Podrías decirnos por qué volver a los Panteras de 1966 para lanzar un libro que trata principalmente de explicar el presente?

Donna Murch: mientras que todavía tenemos la iconografía del Partido de los Panteras, con sus tradiciones antiimperialistas y anticapitalistas, es cierto que el partido es más conocido por sus programas de desayunos y sus “programas de supervivencia”. Pero estas no eran formas de ayuda mutua en el sentido en que se concibe esta hoy. Eran explícitamente políticas. La idea era que necesitamos programas de supervivencia, dada la naturaleza miserable y punitiva del Estado de Bienestar, con su regla de “que no haya un hombre en la casa”. Para que las familias pudieran recibir prestaciones monetarias, tenías que dejar pasar a tu casa a un trabajador social para que este se asegurara de que no había ningún hombre viviendo allí.

Los 60’ es un periodo en el que una gran parte de las luchas económicas y materiales del movimiento radical negro y del movimiento por los derechos civiles trataban de forzar concesiones por parte del Estado. Conocemos cómo en los años 30’ la gente negra fue excluida, de distintas maneras, mediante la eliminación de las categorías laborales de trabajador doméstico y trabajador agrícola, que no fueron incluidas dentro de la Social Security Act [1935]. En los 60’ lo que estaba en juego en gran medida era tratar de acceder ahí, diciendo “merecemos tener acceso al Estado”.

El Partido atravesó diferentes periodos en su historia. El más temprano es el de la autodefensa armada y el uso de las patrullas policiales -controlando al Estado- inspirada por los disturbios que tuvieron lugar en Watts un año y medio antes. Después de ese periodo, los Panteras pasaron a lo que llamaron “programas de supervivencia con revolución pendiente”. Así que esencialmente pusieron en marcha estos programas de comida para llevar y otros servicios como una forma de avergonzar al Estado y reivindicar demandas sobre este. Yo creo que es esa tradición la que forma parte del núcleo más importante de la visión de los Panteras, una tradición que es internacionalista y a la vez se identifica con los movimientos revolucionarios y con el socialismo de Estado.

A menudo se nos ha transmitido una visión caricaturizada de todo ello. “Los Panteras llevaban chaquetas de cuero, camisas azul marino y gafas de sol”. Pero en el fondo, el partido era un grupo de gente joven que empleó muchas estrategias diferentes, que evolucionaron y cambiaron a lo largo de su historia.

Pero pensar sobre un partido que es internacionalista y lucha contra el anticomunismo, que era explícitamente anticapitalista y tenía una relación de confrontación con el Estado, al mismo tiempo que sentían que tenían que extraer recursos de ese mismo Estado… para mí, esa es una de las lecciones más importantes del Partido de los Panteras Negras.

NM: creo que una de mis frustraciones, como hemos podido ver en el llamado abolicionismo mainstream, es que existe una tendencia en la política radical a señalar varias cosas que creemos que están mal y decir “¡abolámoslas!”. Siento que hay una especie de confusión fundamental que iguala el anticapitalismo con el antiestatismo, y que sostiene que el antirracismo es también antiestatismo. Pero lo que escucho de ti y de tu libro es que tiene que haber un compromiso mucho más significativo y una disposición a exigir demandas al Estado.

DM: Sí, eso es absolutamente cierto. Y es algo sobre lo que he estado pensando mucho últimamente. Yo ahora vivo en Filadelfia. He vivido en diferentes ciudades a lo largo de Estados Unidos y he conocido diferentes tendencias en la izquierda. Y creo que necesitamos volver a los archivos de la lucha radical, especialmente en este periodo de post-Guerra Fría actual. La disposición a exigir demandas al Estado es una de las líneas de fractura más importantes, una que entendemos bien los que somos más viejos y vivimos la Guerra Fría.

Esta brecha generacional realmente importa. Creo que existe una conexión con esos periodos anteriores de lucha, mucha gente llega a la mayoría de edad en Estados Unidos en un momento en el que tener una posición sencillamente anti-Estado tiene sentido. Hemos presenciado cómo se ha destripado una gran parte del Estado de bienestar, hemos asistido al crecimiento del aparato carcelario, y la gente percibe que el Estado es únicamente una fuente de violencia. Por tanto, es comprensible su posición.

Pero precisamente por eso creo que los archivos de las luchas pasadas son importantes, y eso incluye al Partido de los Panteras, incluye a la Liga de los Trabajadores Negros Revolucionarios, incluya muchas otras tendencias que fueron capaces de confrontar al poder del Estado y la violencia estatal, pero que también argumentaron que la mayor fuente de violencia es el propio capital y su relación con el Estado, y comprendieron esto como algo esencial.

NM: el capítulo final de tu libro es una retrospectiva sobre el Movimiento de Black Lives Matter desde la visión de 2021. Ahora estamos a mediados de 2022, y le estoy dando vueltas a la velocidad con la que se ha restringido el derecho al voto, a las prohibiciones de la Teoría Crítica de la Raza que están reformando la educación pública, a la destrucción de las libertades reproductivas, a los ataques a los niños trans. ¿Cómo caracterizas nuestro momento actual?

DM: es ciertamente una época jodida. Quiero decir, que estoy devastada con lo que está ocurriendo. No puedo mentir con esto. Estoy asustada.

La derecha vive su momento. La historia americana está llena de momentos de una violencia terrible. Los que nos dedicamos a enseñar historia afroamericana hablamos de esto continuamente. A veces puede llegar a ser muy duro. Tienes que enseñar la historia del esclavismo y acabas enseñando las resistencias a este. Enseñas la historia de la emancipación, y acabas hablando de la enorme violencia de la Redención y de la violencia que siempre va de la mano de las conquistas negras. Y otras historias similares se podrían contar sobre las poblaciones indígenas y otra gente de color que vive en los Estados Unidos. Pero es jodido. No siempre queremos enseñar la Encuesta Afroamericana entre el profesorado[1]. Nos gusta ir cambiando porque nos gusta dar nuestras clases de tal manera que podamos enmarcar la historia afroamericana en formas que no sean tan devastadoras.

Pero también hablaré como persona, no como académica. ¿Cómo puedo describir este momento? Yo lo caracterizaría como un movimiento muy rápido hacia un dominio de la minoría. Muchas de nosotras somos críticas de la democracia liberal. Conocemos las limitaciones de los Estados Unidos, su sistema bipartidista, sus ley electoral de winner-take-all, su arcaico sistema de colegios electorales. Todo ello se nutria de la esclavitud y el colonialismo y fue diseñado para impedir una verdadera democracia en base a unos patrones de clase, de raza y de género.

Por tanto la democracia norteamericana siempre ha estado profundamente limitada y debilitada, como lo ha estado el liberalismo, pero eso no significa que no podamos tener escenarios que no sean peores. Este es el periodo con más probabilidades de que el fascismo racial se institucionalice en un dominio de la minoría que ya conocemos, y yo no pensé que eso fuera siquiera posible.

Recuerdo en una de las reuniones del Foro de Izquierdas (Left Forum), hace años, Immanuel Wallerstein (que descanse en paz) nos dijo “actualmente tenemos un conjunto de pactos sociales. Pero es muy posible que en las próximas décadas veamos otros pactos”. Lo dijo con mucha parsimonia.

La toma del control del Tribunal Supremo dentro de la estructura de esta limitada democracia estadounidense permite desmantelar los logros anteriores. Piensa en la última opinión sobre el caso Roe vs. Wade, y la definición de que se encuentra fuera de la tradición histórica de los Estados Unidos, y podemos mencionar también la anulación de las leyes de sodomía y el matrimonio gay en el mismo momento. Esto también es una amenaza para el matrimonio interracial. Y solo diré, para recordar lo cerca que estamos de esa historia, que vengo de una familia interracial. Mis padres son de San Luis. Se conocieron en 1966 y, para casarse, tuvieron que mudarse al Norte. Esto ocurre en mi propia familia y en nuestro propio tiempo vital.

Así que yo caracterizaría esta época como una amenaza real de fascismo racial. Yo predije que el ataque del 6 de enero sobre el Capitolio iba a ocurrir. No sabía la forma que tomaría, pero esperaba que hubiera violencia con la elección de las certificaciones porque los fascistas están construyendo un movimiento que es a la vez legal y callejero. Durante las protestas del Black Lives Matter en Filadelfia salían a las calles, con bates de baseball, y atacaban a la gente en Fishtown. De hecho yo misma me fui de la zona vieja porque había demasiada presencia nacionalista blanca allí.

He estado pensando mucho sobre Latinoamérica y sobre cómo distintos países – Argentina, Brasil, Chile- han atravesado periodos autoritarios en su historia pero han conocido movimientos contestatarios y han superado esos periodos. Uno de los peligros del excepcionalismo norteamericano es que sientes “oh, nuestra democracia se va a acabar y con ella se acaba la Historia”. Pero creo que mirar a otros países y ver cómo lidian con sus propios movimientos fascistas organizados es crucial.

La organización de la izquierda tiene lugar de muchas formas: organizarse en sindicatos, formar organizaciones basadas en miembros fijos. Las asociaciones de inquilinos son muy importantes, porque la crisis de la vivienda es gigantesca. Y, por supuesto, las organizaciones contra la violencia estatal. Creo que el desafío, sin embargo, es conseguir juntar esas luchas materiales (que tienen que arraigar en la vivienda, en la educación, en los trabajos y en los hechos materiales que hacen la vida posible) con la lucha contra la violencia estatal.

 



[1] La The National Survey of Black Americans es una serie de encuestas que busca conocer y poner de relieve las limitaciones de la literatura de investigación existente sobre el estudio de la población negra norteamericana. Pretende ofrecer un enfoque teórico y empírico adecuado de los conceptos y métodos en el estudio de aquella, cubriendo aspectos económicos, sociales y psicológicos. La primera encuesta tuvo lugar en 1977 [NdT].

 

Profesora en la Rotgers University. Autora de "Living for the City: Migration, Education and the Rise of the Black Panther Party in Oakland" (University of North Carolina Press) queue ganó el Phillis Wheatley prize en diciembre de 2011. Escribe habitualmente para Sunday Washington Post, Guardian, New Republic, Nation, Boston Review, Jacobin, Black Scholar, Souls, the Journal of Urban History, Journal of American History, Perspectives y New Politics y ha aparecido en la BBC, CNN, Democracy Now y en el documental de Stanley Nelson’s, "Black Panthers: Vanguard of the Revolution".
Fuente:
Tempest Mag, 30 de agosto de 2022 https://www.tempestmag.org/2022/08/assata-taught-me/
Temática: 
Traducción:
Julio Martínez-Cava

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