Alejandro Nadal
Libby Lunstrum
Patrick Bond
28/09/2016
El tiempo se detiene en Johannesburgo
Alejandro Nadal
Los elefantes tienen un oído extraordinario y pueden escuchar los sonidos que emiten a varios kilómetros de distancia. Además, tienen en la planta de los pies unos biosensores que registran todo tipo de vibraciones. Esto les permite “escuchar” a través de la base de sus poderosas patas. En un fuerte contraste con esta capacidad para escuchar de los elefantes, los humanos parece que no podemos o no queremos escuchar.
Hoy el tráfico y comercio (legal e ilegal) de especies amenazadas es una de las más poderosas fuerzas detrás de la extinción de especies y la pérdida de biodiversidad. La Convención sobre comercio internacional de especies amenazadas (CITES, por sus siglas en inglés) es un instrumento legal para hacer frente a esta amenaza. En estos días se lleva a cabo la decimoséptima conferencia de las partes en Johannesburgo, Sudáfrica. ¿Qué es lo que está en juego aquí? La suerte de miles de especies que son objeto de explotación comercial, legal e ilegal, depende de las resoluciones que adopte esta Conferencia de las Partes (CoP17).
La convención CITES busca controlar y regular los flujos comerciales de flora y fauna silvestre de especies amenazadas. Sin embargo, en muchos casos la misma convención se ha convertido en una organización disfuncional que promueve la liberalización comercial y socava sus objetivos sobre conservación. El ejemplo más sobresaliente es el de los elefantes y el mercado mundial de marfil.
En 1989 la CITES impuso una prohibición sobre el comercio internacional de marfil. Los niveles de cacería furtiva descendieron y durante una década las poblaciones de elefantes pudieron experimentar cierta recuperación. Pero en 1999 la presión para abrir el comercio internacional de marfil logró que la CITES autorizara una primera venta “experimental” y supuestamente única, de marfil. Así se autorizó la venta de 50 toneladas de Botswana, Namibia y Zimbabwe a Japón. Diez años más tarde se autorizó una segunda venta “única” y se dio luz verde a la venta de otras 108 toneladas a China.
O sea que la famosa interdicción de comercio internacional no ha sido tan estricta como mucha gente piensa. El renacimiento del mercado de marfil no se hizo esperar y el efecto sobre las cotizaciones fue inmediato: el precio de marfil subió de 200 a más de mil 400 dólares estadunidenses por kilogramo entre 2002 y 2011.
Al mismo tiempo la cacería de elefantes aumentó vertiginosamente hasta superar los 30 mil elefantes cada año. En promedio cada elefante muerto contribuye con 10 kilos de marfil y eso significa que la masacre de estos animales inyecta unas 300 toneladas de marfil al mercado mundial. De ese total unas 30 toneladas anuales son objeto de decomisos aduanales en los países por donde transita el marfil. Las restantes 270 toneladas anuales llegan efectivamente al mercado ilegal de marfil, sobre todo en Asia.
El vínculo entre el mercado legal y el flujo de marfil obtenido de la cacería ilegal de elefantes es inmediato. Y si alguien no lo cree, que considere los siguientes elementos. El suministro de materia prima (marfil crudo) para los procesadores legales del mercado chino se integra por lo que queda de la venta “única” de 2008. Pero es un débil riachuelo comparado con el torrente que alimenta hoy en día el comercio rozagante y vigoroso de marfil. Esas 270 toneladas de marfil ilegal están siendo lavadas y comercializadas por los conductos que sirven al mercado legal.
Este punto es crucial: la división entre el mercado legal y el tráfico ilegal es una construcción artificial que no corresponde a la realidad. El marfil ilegal que encuentra su camino hasta las tiendas al menudeo utiliza los canales de transporte, almacenamiento y comercialización del comercio legal. Por eso se necesita abolir todos los mercados de marfil, tanto en el plano doméstico como en la dimensión internacional.
En 1935 George Orwell escribió un pequeño cuento intitulado “Matar a un elefante”. Los acontecimientos se desarrollan en Birmania. Es el relato en primera persona de un policía colonial que es llamado a matar un elefante que se ha rebelado y está destruyendo casas y plantíos. Este policía es el único que tiene un rifle capaz de matar al paquidermo y cuando por fin lo tiene en la mira, todo el mundo y el tiempo parecen detenerse. La muchedumbre que ya se ha reunido espera ansiosamente el disparo fatal. Cuando el policía por fin oprime el gatillo, y aún antes de que la bala llegue a su destino, el animal sufre una misteriosa y terrible transformación: es como si hubiera recibido un golpe y ahora fuera inmensamente viejo, como si le hubiera afectado una indescriptible senilidad. Arrugado y enjuto, el animal se pone de rodillas antes de comenzar una lenta agonía.
Aquí en Johannesburgo el tiempo también parece detenerse mientras se discute la suerte de los elefantes. Si no se logra abolir el mercado mundial de marfil, muy pronto los veremos más avejentados y marcados por el signo de la extinción.
http://www.jornada.unam.mx/2016/09/28/opinion/022a1eco
La militarización de las reservas naturales y la comercialización de la fauna son estrategias no sostenibles
Libby Lunstrum, Patrick Bond
Una cumbre potencialmente trascendental de funcionarios medio ambientales tiene lugar en Johannesburgo hasta el 4 de octubre: la XVII Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de fauna y flora silvestres, más conocido como CITES. Sobre la base de un acuerdo de 182 países, el objetivo de CITES es "asegurar que el comercio internacional de especímenes de animales y plantas silvestres no amenace su supervivencia".
Con el cambio climático cada vez más evidente, también lo es la pérdida de hábitats a gran escala en todo el mundo y la extinción de especies sin precedentes que tiene lugar. Los mercados negros y grises en auge de animales amenazados ya, incluyendo el rinoceronte, el elefante, y los pangolines , empeoran la situación.
A pesar de que el comercio transfronterizo de cuernos de rinoceronte y marfil de elefante probablemente permanecerá técnicamente prohibido cuando finalice CITES, sus delegados corren el peligro de desviarse del objetivo de salvar a las especies en peligro por culpa de:
* Nuevas propuestas para permitir el comercio de marfil de elefante de Sudáfrica, Namibia y Zimbabwe (aunque se oponen Botswana, Kenia y Tanzania), y una propuesta aún más polémica del rey de Swazilandia Mswati de vender 10 millones de dólares de cuernos de rinoceronte almacenados por su monarquía feudal (más otros 600.000 dólares anuales de rinocerontes que mueren de forma natural), y
* La militarización de la conservación de las especies, lo que conduce a una carrera armamentista contra la caza furtiva en las áreas protegidas.
Disparar al problema
La región de África del Sur tiene una larga historia de militarización, con 366 años de conflicto armado entre los colonos blancos y los indígenas (incluyendo la esclavitud); guerrillas de derechas negras (apoyadas por los blancos) como Renamo (Mozambique) y Unita (Angola) que atacaron a los gobiernos surgidos de los movimientos de liberación, y que provocaron más de 1,5 millones de bajas civiles durante las décadas de 1970 a 1990; bastantes mercenarios aún sobre el terreno; y militares de Zimbabwe y Sudáfrica involucrados en operaciones corruptas (por ejemplo, el saqueo de diamante) y una guerra de baja intensidad en África central.
El sur de África no es el lugar para iniciar una nueva carrera armamentistica, aunque sea con la excusa de defender la naturaleza. Sin embargo, en nombre de la conservación del medio ambiente, la región está siendo testigo de nuevos pelotones de soldados y guardas-paramilitares entrenados , con los líderes militares dirigiendo los esfuerzos contra la caza furtiva. Las nuevas tecnologías, incluyendo drones y helicópteros militares, junto con la participación de firmas militares privadas están apareciendo en los parques de la región, aparentemente para salvarlos .
Hay poca discusión pública acerca de los méritos de la militarización en CITES o en el movimiento por la conservación del medio ambiente. A pesar del hecho de que las organizaciones no gubernamentales, tales como Conservación Internacional, Conservación de la Naturaleza y el Fondo Mundial para la Naturaleza fueron denunciadas por el investigador de World Watch Mac Chapin hace una docena de años por participar em aventuras desastrosas conservacionismo militar. Esto incluye lo que describió como "un desprecio inquietante por los pueblos indígenas cuyas tierras dicen proteger como negocios privados".
Muchos cazadores furtivos están armados y son, en efecto, peligrosos y los "soldados de infantería" del crimen organizado global. Esta realidad se adereza con afirmaciones sin fundamento de que la caza furtiva alimenta el terrorismo, lo que busca crear un mayor apoyo a las soluciones militarizadas.
Precisamente porque queremos que la vida silvestre sobreviva y prospere, no estamos de acuerdo que se necesite más potencia de fuego para detener la caza furtiva comercial. La militarización verde es una respuesta miope con consecuencias graves a largo plazo.
En los últimos años, varios cientos de presuntos cazadores furtivos han sido abatidos en Sudáfrica y docenas de ellos en Botswana. Muchas de estas muertes son el resultado de discutibles políticas de enfrentamiento de disparar tras el primer aviso (oficiales o no), y los cazadores furtivos son asesinados sin darles oportunidad de rendirse.
Esto no sólo viola los derechos humanos, sino que genera una fuerte hostilidad contra el conservacionismo en las comunidades fronterizas marginadas económicamente. Estas son las zonas en las que más se necesita que el conservacionismo sea un compromiso local para que sea eficaz.
Peor aún, la militarización verde ha abierto las puertas de los servicios de conservación medio ambientales a las empresas privadas de defensa. El más caricaturizado debe ser el Paramount Group , de Ivor Ichikovitz, gracias en parte a su célebre Mbombe Parabot , el 'superhéroe' Cyborg africano de CGI.
Estas empresas buscan crear nuevos mercados para sus equipos y servicios, unos mercados que intentan por todos los medios ampliar mediante la explotación de su utilidad técnica para la conservación medio ambiental en ferias militares .
Se trata de una forma perversa de 'lavado verde'. A medida que las empresas nos embaucan con su publicitado compromiso con la protección del medio ambiente, no vemos la destrucción - tanto ambiental como social - que dejan a su paso en zonas de conflicto en todo el mundo.
Poner precio a la conservación
Hay impactos devastadores similares de los mercados, incluyendo no sólo las consecuencias de las crisis económicas (por ejemplo, 1998, 2000-01, 2008), sino también la ideología que ahora se conoce como la " financiarización de la naturaleza", que se basa en la idea de que un problema de mercado, como la amenaza de extinción creada por los cazadores furtivos, puede ser mejor abordada desde los mecanismos del mercado.
Por ejemplo, los políticos que negocian el tratado sobre el clima de las Naciones Unidas fueron persuadidos ya en 1997 (en Kyoto) de que "el comercio de carbono” - la venta del derecho a contaminar en lugar de regular la constante reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero – significaba "la solución de un problema de mercado con una solución de mercado”. En realidad, las experiencias europeas y estadounidenses fueron humillantes -con una caída de los precios del 90% de los primeros certificados de carbono de 2008-14-, y la quiebra del mecanismo en la bolsa de Chicago en 2010 - pero la práctica continúa.
En el mismo espíritu, la estrategia internacional de mercado para los cuernos de rinoceronte propuesta por Swazilandia es, afortunadamente, todavía firmemente rechazada por los principales expertos en medio ambiente. Sin embargo, National Geographic recientemente advirtió que la iniciativa de Mswati puede servir de caballo de Troya para una futura propuesta de Sudáfrica - que perdería actualmente (en un contexto humillante, como anfitrión de la reunión) si fuera puesta sobre la mesa en Johannesburgo en la actual reunión de CITES.
Confusamente, de forma oscilante, los funcionarios de Pretoria dicen que todavía apoyan la prohibición de cuerno de rinoceronte, pero están bajo una gran presión para dejar de defenderla por parte de los ganaderos privados de rinocerontes como John Hume, que es dueño de 1.400 rinos, más que los que quedan en Kenia. Si se concede una exención a Swazilandia, Hume y sus aliados trasladarán los animales a través de la frontera para cosechar sus cuernos y venderlos al mejor postor.
Uno de los expertos mundiales en el comercio de especies silvestres, el economista Alejandro Nadal, advierte que los defensores pro-comercio cometen numerosos errores metodológicos y parten de una serie de falsas suposiciones acerca de la oferta y la demanda.
Tanto la legalización de cuerno de rinoceronte como de marfil y la militarización verde son injusta e insostenibles respuestas al comercio extra-legal de vida silvestre. Tenemos que hacerlo mejor, y podemos hacerlo mejor de varias maneras.
Repensar la estrategia de supervivencia de las especies amenazadas
La única manera segura de detener la caza furtiva comercial es reduciendo drásticamente la demanda. La vida silvestre tiene precios sorprendentes. Un kilogramo de cuerno de rinoceronte, por ejemplo, obtiene en los Estados Unidos 60,000 dólares - más que el oro, los diamantes y la cocaína - por lo que nunca faltarán personas dispuestas a proporcionarlos, incluso arriesgando sus vidas para hacerlo. Hasta que los compradores pierdan interés o se dediquen a una nueva moda (como ocurrió hace un siglo con las plumas de avestruz de Sudáfrica), nunca habrá escasez de personas dispuestas a traficar con la vida silvestre, incluso arriesgando sus vidas para hacerlo.
CITES, meritoriamente, ha hecho un gran esfuerzo para dar prioridad a la reducción de la demanda, especialmente en Asia, donde existen los mayores mercados. Las autoridades de Namibia y Sudáfrica están denunciando públicamente y humillando a los contrabandistas que atrapan. Pero aunque incluso los defensores de la militarización verde a menudo están de acuerdo en que la reducción de la demanda es la respuesta más importante, es vital hacerlo con sensibilidad cultural a fin de evitar que aparezca como una nueva imposición de Occidente.
Tenemos una oportunidad histórica para repensar la conservación medio ambiental. Hay una oportunidad para que sea menos explotadora y más inclusiva de las necesidades y perspectivas de las comunidades que a menudo sufrieron injustamente cuando los parques y reservas naturales fueron creados en sus tierras indígenas. En términos más generales, debido a que la pobreza es habitualmente la impulsora de la caza furtiva en el lado de la oferta , se nos recuerda - una vez más - la necesidad de abordar el problema de la desigualdad global.
Existen precedentes para hacer frente a retos similares. Uno de ellos es la lucha continua de Sudáfrica contra la minería de carbón emprendida por mujeres zulúes pobres rurales, activistas climáticos y conservacionistas (incluyendo abogados progresistas) contra dos empresas de Johannesburgo en las fronteras de la reserva natural de Hluhluwe-Imfolozi, la más antigua de África. Este fue el lugar donde se salvó al rinoceronte blanco de la extinción. La campaña "Salvar nuestro iMfolozi salvaje” es una versión ecofeminista de estrategia climática, con las mujeres de la zona de Fuleni que exigen que el capital y el Estado "!dejar el carbón en el agujero!,' de manera que
* Las mujeres locales no tengan que abandonar su tierra, y el agua sea envenenada por la minería a cielo abierto;
* se contribuya a la lucha contra el cambio climático como resultado de la minería y la posterior quema de carbón; y
* se salve a los rinocerontes del aumento de la caza furtiva y de la amenaza que representa la minería.
Sudáfrica tiene otros precedentes de lucha contra la militarización y los mercados, incluyendo campañas de los movimientos sociales locales y sus aliados globales - el uso de sanciones contra las corporaciones que se benefician del racismo – para poner fin al apartheid hace 25 años. Hace una década, las protestas no violentas de la sociedad civil terminaron con el control de las grandes empresas farmacéuticas de las patentes de los medicamentos contra el SIDA, lo que permitió un posterior aumento de la esperanza de vida de 52 a 62 en Sudáfrica.
Se puede salvar la vida silvestre si se construyen movimientos populares como el de las mujeres de Fuleni - movimientos que eviten la militarización y la lógica de mercado y se basen en valores socio-ecológicos más profundos.
http://www.counterpunch.org/2016/09/23/militarizing-game-parks-and-marke...