Competir por nada

Júlia Sanchón Soler

02/07/2021

Hace unos meses, Sin Permiso publicaba la traducción de una entrevista a Gloria Steinem en la que le preguntaban sobre Mrs. America, la serie de HBO estrenada en el otoño de 2020 que retrata el movimiento feminista en los Estados Unidos de finales de los 60 y principios de los 70 en contraposición a un pequeño grupo de mujeres de extrema derecha. En la entrevista, Steinem hace referencia a cómo en la serie se representa una confrontación engañosa. Lo que realmente supuso una dificultad en la lucha feminista de entonces (en el ámbito legislativo) no fue ese grupo sino el lobby de las aseguradoras. Además —añade Steinem— lo que realmente fomenta la serie es la reafirmación de la idea según la cual las mujeres nos peleamos entre nosotras y somos nuestras peores enemigas.

La serie incide en esa concepción y muestra el debate dentro del feminismo como una sucesión de peleas y de choques de egos. Aunque sí que visibiliza por encima parte de las problemáticas que las personas feminizadas se encuentran en su día a día, pierde la oportunidad de plantear explícitamente cómo son esos activismos de manera seria sin apelar a la reafirmación de esa noción preconcebida de la competitividad entre mujeres (ya sea por un pedacito de poder mal entendido o por la atención masculina) y no profundiza en las cuestiones que se plantean a partir de la perspectiva de género.

Una vez más, el discurso mediático fomenta una retórica que apela al pathos y no se centra en las cuestiones a debatir, tal y como debería suceder para que el debate político (entendido en términos republicanos) se dé principalmente en base a la razón, sin partir de la moralidad individual de las personas que participan en él y permita concebir la opresión por razón de género como un conflicto político complejo. No solamente se usa de ese modo la retórica como herramienta de manipulación del espectador, para reafirmar esa idea que tiene ya en mente, sino que además representa un debate en el feminismo que operaría de la misma manera: mediante aclamación o a partir de un conflicto generado por las nociones preconcebidas de las participantes. Es decir, al mismo tiempo que retrata una manera de debatir (la de dentro del feminismo), que no se corresponde necesariamente con la realidad, también fomenta esa misma manera de debatir al repetir una idea específica (la de la competitividad y la pelea entre mujeres) en el imaginario del público.

El personaje de la mujer que lidera el grupo de ultraderecha impone sus decisiones por encima de las de sus colaboradoras y las utiliza y manipula sin ser ellas casi ni conscientes de ello. En ese sentido, sí que se muestra cómo esa manera de funcionar no tiene en cuenta las vulnerabilidades de nadie. Cuando vemos el modo de relacionarse e incluso hasta cierto punto el funcionamiento de la toma de decisiones del bloque feminista, también destacan algunas de ellas, las que precisamente tienen más visibilidad en los medios de comunicación tradicionales. Como decía, se presenta casi como una pelea de egos en la cual unas tienen más capacidad decisiva sobre las otras, como si el feminismo fuera solamente lo que hacen esas personas. Incluso como si se tratara en ese momento de una lucha perdida tras el supuesto fracaso de la aprobación de la Equal Rights Ammendment (la Enmienda por la Igualdad de Derechos). Tal y como queda narrado parece que el movimiento se deshincha y queda solamente sostenido por una de las protagonistas de la serie que todavía ocupa un cargo político y que debe “aguantar la puerta a las que vendrán después”.

Esa visión implica varios equívocos. Para empezar, focaliza la lucha feminista de esa época en la aprobación de la ERA. Y, además, no muestra algo clave en el feminismo: muchas personas llegan a él tras un largo periodo de aislamiento y en busca de soluciones a problemas de la cotidianidad. No es que dentro del feminismo de esa época no hubiera diversidad de opiniones, como sucede en los grandes movimientos políticos, la había. Ni tampoco que quede completamente invisibilizada la cuestión de los problemas del día a día. Algunas de las del grupo de extrema derecha ejemplifican opresiones, pero claro, quedan eclipsadas por el glamour de la supervillana.

Evidentemente que el avance legislativo era un tema importante (fundamental), pero no era el único frente abierto en ese momento en la lucha feminista. Además, la mayoría de las protagonistas que apunta la serie como la misma Steinem, continuaron activas, participaron en organizaciones, siguieron publicando e incluso fomentaron que se unieran muchas más que siguieron su ejemplo. Como decía, parece que se produjera un punto y aparte tras la no aprobación de la ERA y que las personas y el movimiento desaparecieran cuando realmente no fue así.

En los últimos meses una gran cantidad de personas alrededor del mundo han podido ver lo que representa el aislamiento en la esfera privada y qué efectos tiene para el individuo, pero cabe destacar que muchas de ellas ya lo conocían, lo habían vivido e incluso habían emprendido una lucha en contra. En Calibán y la bruja, Silvia Federici nos cuenta como la resignificación de la palabra inglesa gossip, cuyo uso actual corresponde principalmente al término en castellano cotilleo, pasó de ser utilizada para denominar a las amistades de las mujeres a cargarse de connotaciones negativas hasta llegar a su significado actual. Sucedió principalmente gracias al discurso oficial (y mediático) predominante en la época que a su vez justificaba la caza de brujas, el asentamiento del capitalismo en Europa y el colonialismo en buena parte del mundo. No se trató de una coincidencia, sino de un uso del lenguaje intencionado en concordancia a la intención política de hacer ocupar un lugar y unas tareas concretas a la mujer: la esfera privada y el trabajo reproductivo en soledad.

La división generada entre mujeres en esos tiempos es la que desde el feminismo se intenta vencer. Frente a la competición para ser más visibles individualmente, se busca la horizontalidad tanto en los activismos dirigidos a la esfera pública como en los dirigidos a la esfera privada, y esto a pesar de la insistencia del discurso mediático en identificar a personas concretas dentro del estereotipo de mujer que encajen en el marco de pensamiento de culto al líder.

En el biopic que Julie Taymor le dedica también a Gloria Steinem, The Glorias (2020), vemos cómo se busca incorporar la diversidad en forma de autocrítica y de oportunidad de cambio para dar lugar a una inclusividad real. En la película se muestran al mismo tiempo problemáticas feminizadas como el aborto y las diferencias que genera entre las protagonistas, pero también la unión y compasión que se da al tratar ese tipo de temas. Es una película que presenta de otro modo las relaciones entre mujeres.

Y, para mostrar cuan no baladí es la cuestión de la división, podemos pensar en ejemplos como la carga mental y la normalización del dolor menstrual. Se trata de dos opresiones que se padecen en soledad e individualmente pero que al ser colectivizadas pueden ser afrontadas como un problema político. Nos sirven para ver el largo camino que todavía queda por recorrer y que apenas se empieza a romper la barrera de lo privado.

Darse cuenta de la existencia de la carga mental es un salvavidas para muchas personas que sin saberlo la asumen y que sin perspectiva de género seguramente no serían capaces de identificarla tan fácilmente. Se trata de una ejemplificación de cómo en ese aislamiento no somos conscientes de las opresiones que nos atraviesan (las normalizamos), pero al conocerlas de la mano de otras personas que las sufren nos damos cuenta de ellas.

El dolor menstrual, por desgracia, también forma parte del día a día de muchísimas personas y ha estado normalizado durante mucho tiempo. Afortunadamente, cada vez se investiga más cuáles son sus causas y son más las personas que reconocen su existencia como algo habitual pero no normal. Compartir ese malestar con otras personas que también lo viven, en primer lugar, tiene el efecto de hacer evidente su existencia en una sociedad donde parece que efectivamente eso no sucede cíclicamente a tantísimas personas. Es una violencia más que atraviesa el cuerpo feminizado que ha perdido potestad sobre sí mismo por culpa precisamente de ese aislamiento. Ha sido necesaria la persistencia año tras año de muchísima gente para que el sesgo de género en la medicina empiece a verse como una realidad que afecta a la salud tanto física como mental de las personas.

En el aislamiento en el cual se quería mantener a la mujer cuando la palabra gossip perdió ese significado que evocaba la sororidad propia de los grupos de mujeres que socializaban en los lavaderos (o tomando vino) y que no habían perdido el saber colectivo heredado sobre cómo manejar los medios de reproducción, es decir, su propio cuerpo, se sufría en soledad. No se podía avistar remedio alguno que no fuera aquel que le proporcionaba alguien con ninguna experiencia empírica en aquello que se vivía ni con ningún saber heredado. Así es como se empezó a perder el conocimiento sobre el ciclo menstrual y como se estableció un tratamiento de la sexualidad femenina y un parto en una posición que realmente solo le era útil al doctor y, una vez más, al poder económico (no cabe entrar a hablar de la extensa patologización de los procesos por los que pasan los cuerpos cíclicos tan frecuentemente solucionados con medios farmacológicos). Junto con la expansión del capitalismo, que Federici retrata en su texto, además de perder el derecho a ocupar espacios también nos perdimos las unas a las otras y por el camino el conocimiento de nuestros cuerpos.

Esos son los espacios y los cuerpos que desde el feminismo se intentan recuperar igual que el derecho a una voz propia y la confianza mutua. Poco tiene que ver el retrato de Ms. America (y el discurso actual de gran parte del poder mediático), con lo que realmente sucede en la lucha feminista y bien estaría que se hicieran más populares otras representaciones de las relaciones interpersonales.

es traductora licenciada por la Universitat Pompeu Fabra. Ha cursado el Postgrado en Traducción Jurídica de la Universitat Autònoma de Barcelona y el Máster de Ciudadanía y Derechos Humanos en la Facultad de Filosofía de la Universitat de Barcelona.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 02-07-2021

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