EEUU: Un balance histórico del movimiento huelguistico

Johnnie Kallas

Eli Friedman

Leonardo Grageda

09/04/2022

El 8 de marzo de 2021, 700 enfermeras iniciaron la que sería la huelga más larga del país. Reclamaban mejores de trabajo y dotación de personal en el Hospital St. Vincent de Worcester (Massachusetts). Durante casi diez meses, levantaron un piquete de huelga mientras el hospital, propiedad de Tenet Healthcare [una empresa con sede en Dallas que controla unos 57 hospitales en Estados Unidos], contrataba personal remplazante permanente. Las dos partes llegaron a un acuerdo en la mayoría de los temas en agosto, pero el paro laboral continuó durante otros cuatro meses hasta que los miembros de la Asociación de Enfermeros de Massachusetts pudieron obtener garantías de que las y los huelguistas mantendrían sus puestos de trabajo.

A pesar de la importancia de una huelga prolongada de 700 enfermeras, la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS), históricamente la fuente más importante de datos sobre huelgas, no hizo un seguimiento de esta lucha. Desde que la administración Reagan redujo la financiación de la BLS en 1982, la Oficina sólo documenta los paros laborales que implican a 1.000 o más trabajadores y al menos un turno completo. Dado que casi el 60% de las empresas privadas tienen menos de 1.000 empleados, la exclusión de las huelgas más pequeñas no permite que los activistas, los responsables políticos y los académicos conozcan el verdadero alcance de los conflictos laborales.

Remontándose a los disturbios laborales de los años 30 y 40, muchos activistas sugirieron que una ola masiva de huelgas podría obligar a los empresarios a dar a los trabajadores una mayor participación en sus beneficios. Un movimiento obrero fuertemente movilizado representaba una fuerza política a principios y mediados del siglo XX. Y sostienen que una dinámica similar podría conducir en la actualidad a una distribución más equitativa de la riqueza.

No hay duda de que Estados Unidos necesita un movimiento de esta índole. La desigualdad ha alcanzado niveles dramáticos. A finales de 2021, la concentración de la riqueza había alcanzado su punto más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Pero sin una idea clara de la frecuencia de las huelgas, es difícil determinar la fuerza del movimiento sindical para desarrollar y aplicar un programa progresista. Y aunque los índices de sindicalización sean una medida importante de la fuerza colectiva de los trabajadores, el número de huelgas y el índice de huelguistas son esenciales para comprender el poder político y económico emergente. Los paros laborales proporcionan a los trabajadores su mayor fuente de poder colectivo, y el trastorno económico causado por las huelgas ha obligado, históricamente, a los empresarios a negociar con las organizaciones laborales. Asimismo, la amenaza de poner al gobierno en apuros ha llevado a menudo a los gobiernos a adoptar reformas favorables a los trabajadores.

Para superar las limitaciones de las fuentes de datos existentes, lanzamos el Rastreador de Acción Laboral, ILR (ILR Labor Action Tracker), que documenta huelgas y manifestaciones de tipo sindical de cualquier tamaño, independientemente de la existencia o de la importancia de sindicatos. Nuestra iniciativa muestra exactamente hasta qué punto el BLS subestima la magnitud de la acción sindical. En 2021, contabilizamos 265 paros en los que participaron unos 140.000 trabajadores, mientras que el BLS contabiliza sólo 16 que involucran a 80.700 trabajadores. Nuestros resultados también confirman que el mes de octubre del año pasado, conocido como Striketober, tuvo más huelgas y trabajadores en huelga que cualquier otro mes del año. Pero a pesar del aumento relativo a finales de 2021 y de la amplia cobertura mediática que mereció el activismo sindical, los índices de huelga siguen siendo muy inferiores a los de periodos históricos.

Basándonos en nuestra investigación, creemos que la conflictividad laboral no ha alcanzado aún un nivel en que pueda dar lugar a logros institucionales sustanciales, ya que los trabajadores siguen optando mayoritariamente por opciones de "salida" individualizadas. Sin embargo, hay avances positivos debido al número de trabajadores en huelga recientemente, a las nuevas campañas de organización que han tenido éxito [por ejemplo, un avance en Amazon, Starbucks] y a un mayor apoyo público al movimiento obrero.

El número de paros en 2021 fue casi 20 veces menor que en los años 70, la última década durante la cual el BLS contabilizó paros de todos los tamaños (seis trabajadores o más). Hay varias razones que explican esta disminución de las huelgas. La baja del nivel de sindicalización, el aumento de la movilidad del capital y la tercerización, el paso de una economía manufacturera a una de servicios, y la creciente resistencia de los empresarios, dispuestos a sustituir permanentemente a los empleados en huelga, elementos que se han combinado para hacer que la huelga sea más difícil y más costosa. Los esfuerzos por promulgar una reforma legal nacional favorable a los trabajadores -incluyendo la facilitación del proceso de sindicalización y la limitación de la capacidad de los empresarios para sustituir a los trabajadores en huelga- han fracasado sistemáticamente en las últimas décadas.

Ante estas realidades políticas y económicas, la mayoría de los trabajadores que buscan mejorar sus condiciones abandonan simplemente sus puestos de trabajo. Frente a los aproximadamente 140.000 trabajadores en huelga a lo largo del año, más de 4,5 millones de trabajadores abandonaron sus puestos de trabajo durante el mes de noviembre de 2021. El hecho de renunciar a su trabajo es una respuesta racional a una situación que no ofrece vías colectivas para mejorar los medios de vida. Pero las acciones individualizadas en el mercado laboral no detendrán la ola creciente de desigualdades.

Incluso con un amplio apoyo público y con victorias ocasionales de alto nivel, el movimiento sindical se enfrenta a una situación difícil. Los obstáculos a la huelga y a la sindicalización siguen siendo elevados, pero el nivel de rebelión necesario para catalizar una respuesta política que aborde esos mismos obstáculos no ha aumentado lo suficiente aún. Existen señales de malestar creciente y de avances en la sindicalización -como las huelgas de profesores de 2018 y la organización actual en Amazon y Starbucks- que muestran el potencial de un movimiento sindical revitalizado. Pero el movimiento sindical no es todavía lo suficientemente importante desde el punto de vista económico como para obligar a los empresarios a aceptar voluntariamente reformas profundas, ni está lo suficientemente desarrollado como para ser una fuerza política significativa a nivel nacional.

A pesar de este panorama pesimista, nuestros datos muestran que los trabajadores están empezando a resistir colectivamente, incluso allí donde aún no existen estructuras sindicales. Los trabajadores no sindicalizados organizaron una tercera parte de todas las huelgas registradas en 2021, lo que sugiere que, incluso cuando no existe una organización formal, cada vez hay más personas que reconocen que la construcción de estructuras para conseguir cierto poder y obtener mejoras económicas requiere una acción colectiva. Estas huelgas fueron también acompañadas de una forma híbrida de resistencia, la cual convirtió la renuncia a su empleo en un acto colectivo. En los restaurantes de comida rápida y en los supermercados de todo el país se produjeron ejemplos de dimisiones masivas, en las que los trabajadores abandonaron colectivamente sus puestos de trabajo debido a los bajos salarios y a la falta de personal.

Algunas de las huelgas más impactantes desde 2018 surgieron al margen de las estructuras de negociación colectiva. Desafiando a los dirigentes sindicales, cientos de miles de docentes protagonizaron las huelgas de 2018 de Red for Ed [movimiento en defensa de la educación pública] en estados, como Carolina del Norte y Oklahoma, considerados generalmente hostiles al movimiento sindical [por ser de mayoría republicana]. Los trabajadores volvieron a descubrir la huelga como herramienta para avanzar en las reivindicaciones sobre la injusticia, más allá de las cuestiones económicas inmediatas. En el verano de 2020, la violencia policial contra la población negra desató conflictos a nivel sindical, especialmente cuando los jugadores de la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA) organizaron una huelga salvaje para protestar por el asesinato de Jacob Blake [un hombre afroamericano de 29 años que recibió varios disparos por la espalda en Kenosha (Wisconsin)].

La huelga ha vuelto al discurso público como un medio para avanzar en las reivindicaciones económicas y sociales. Queda por ver si la fuerza colectiva de los trabajadores podrá ampliarse y causar suficientes trastornos como para que las élites económicas y políticas accedan a sentarse a negociar.

 

realiza un doctorado en la ILR School de la Universidad de Cornell y es director del proyecto ILR Labor Action Tracker.
profesor asociado de Trabajo Internacional y Comparado en la ILR School de la Universidad de Cornell.
estudiante de maestría en la Escuela ILR de la Universidad de Cornell y asistente de investigación en el rastreador ILR Labor Action Tracker.
Fuente:
https://www.thenation.com/article/society/strikes-tracker-labor/
Traducción:
Correspondencia de Prensa

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