El Ejército israelí le quitó primero las piernas, después la vida

Gideon Levy

17/12/2017

El viernes, un francotirador disparó y mató a Ibrahim Abu Thuraya, un doble amputado de Gaza, mientras protestaba desde su silla de ruedas cerca de la frontera con Israel

El francotirador del ejército israelí no pudo apuntar a la parte inferior del cuerpo de su víctima - Ibrahim Abu Thuraya no la tenía. De 29 años de edad, Thuraya trabajaba lavando coches y vivía en el campo de refugiados de Shati, en la ciudad de Gaza. Había perdido ambas piernas hasta las caderas en un ataque aéreo israelí durante la Operación Plomo Fundido en 2008. Utilizaba una silla de ruedas para desplazarse. El viernes el ejército israelí terminó el trabajo: un francotirador apuntó a la cabeza y lo mató .

Las imágenes son terribles: Abu Thuraya en su silla de ruedas, empujado por amigos, llamando a la protesta contra la declaración de Estados Unidos reconociendo a Jerusalén como capital de Israel ; Abu Thuraya en el suelo, arrastrándose hacia la valla que aprisiona  la Franja de Gaza; Abu Thuraya agitando una bandera palestina; Abu Thuraya levantando ambos brazos con el signo de la victoria; Abu Thuraya llevado por sus amigos, desangrándose; El cadáver de Abu Thuraya colocado sobre una camilla: The End.

El francotirador del ejército no pudo  apuntar a la parte inferior del cuerpo de su víctima el viernes por lo que le disparó a la cabeza y lo mató.

Se puede suponer que el soldado se dio cuenta de que estaba disparando a una persona en silla de ruedas, a menos que estuviera disparando indiscriminadamente contra los manifestantes.

Abu Thuraya no era un peligro para nadie: ¿Qué peligro podría suponer un doble amputado en silla de ruedas, aprisionado detrás de una valla? ¿Cuánto maldad e insensibilidad son necesarias para disparar a una persona minusválida en silla de ruedas? Abu Thuraya no fue el primero, ni será el último palestino con discapacidad asesinado por los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel - los soldados más morales del mundo, ¿o no?.

El asesinato del joven discapacitado pasó casi inadvertido en Israel. Fue uno de los tres manifestantes que murieron el viernes 15 de diciembre, un día bastante monótono. Es fácil imaginar lo que sucedería si los palestinos hubiesen matado a un israelí en silla de ruedas. Como hubiese estallado la indignación, cuanta tinta hubiese corrido sobre la crueldad y la barbarie. ¿Cuántas detenciones hubiera provocado, cuanta sangre se hubiese derramado en venganza?. Pero cuando sus soldados se comportan de forma bárbara, Israel calla y no muestra ningún interés. Ninguna sorpresa, ninguna vergüenza, ninguna piedad. Una disculpa o una expresión de pesar o de remordimiento son pura fantasía. La idea de exigir responsabilidades penales a los autores de este asesinato es también un espejismo. Abu Thuraya era hombre muerto cuando se atrevió a participar en las protestas de su pueblo y su muerte no interesa a nadie, porque era un palestino.

La Franja de Gaza ha estado cerrada a los periodistas israelíes durante once años, por lo que solo se puede imaginar la vida del limpiador de coches de Shati antes de su muerte - cómo se recuperó de sus heridas en ausencia de servicios de rehabilitación decentes en la franja sitiada, sin posibilidad de obtener unas prótesis de piernas; la forma en que se movía en una vieja silla de ruedas, no una eléctrica, en los callejones de arena de su campamento; cómo continuó lavando coches a pesar de su discapacidad, ya que no hay otras opciones en Shati, incluyendo a las personas con discapacidad; y cómo continuó luchando con sus amigos, a pesar de su discapacidad.

Ningún israelí puede imaginar la vida en esa jaula, la más grande del mundo, que se llama la Franja de Gaza. Es parte de un experimento de masas interminable con seres humanos.

Hay que ver a los jóvenes desesperados que se acercaron a la valla en la manifestación del viernes, armados con piedras que no pudo llegar a ninguna parte, lanzándolas a través de los huecos entre las barras detrás de las que se encuentran atrapados.

Estos jóvenes no tienen ninguna esperanza en sus vidas, incluso cuando tienen dos piernas para caminar. Abu Thuraya tenía aún menos esperanzas.

Hay algo patético pero digna de la foto en la que levanta la bandera palestina, dado su doble confinamiento: en su silla de ruedas y en su país asediado.

La historia de Abu Thuraya es un reflejo fiel de las circunstancias de su pueblo. Poco después de ser fotografiado, su atormentada vida llegó a su fin. Cuando la gente grita cada semana: “Netanyahu a Maasiyahu [ la prisión de]” alguien debe por fin empezar a hablar también de La Haya.

Editorialista político del diario Haaretz, es uno de los periodistas mas prestigiosos de Israel.
Fuente:
https://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.829384
Traducción:
Enrique García

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