El movimiento de mujeres comunistas (1921-26)

John Riddell

18/05/2021

El Movimiento de Mujeres Comunistas se fundó en una reunión internacional de mujeres comunistas en 1921, que eligió una dirección, el Secretariado Internacional de la Mujer, que informaba al Ejecutivo de la Internacional Comunista o Comintern. También inició la formación de comisiones de mujeres en los partidos nacionales, que coordinaban el trabajo de los organismos de mujeres a nivel de rama, y convocaba conferencias internacionales de mujeres comunistas.

El Secretariado publicaba un periódico mensual y también había publicaciones de mujeres comunistas a nivel nacional y local. También presentaba resoluciones a los congresos internacionales de la Comintern.

Ese, al menos, era el proyecto. Pasar de las ideas a los hechos fue difícil. Por entonces, las mujeres recién emergían a la ciudadanía y la actividad política. En la Internacional Socialista pre-1914, de acuerdo con Clara Zetkin, las pocas mujeres activistas eran “tratadas como una forma de ayuda doméstica”[1].

Incluso en la Comintern, escribió Zetkin en 1921: “con demasiada frecuencia los dirigentes menosprecian la importancia” del movimiento de mujeres comunistas, porque “lo ven solo como un ‘tema de mujeres’”[2]. En cada uno de los congresos internacionales de la Comintern de de 1920, 1921 y 1922, las mujeres tuvieron problemas para poder presentar y discutir su informe[3].

Clara Zetkin.

Aun así, de conjunto, a pesar de lo que Zetkin llamó “oposición abierta o velada[4]”, las estructuras partidarias para el trabajo entre las mujeres se establecieron durante aquellos años en casi todos los países europeos donde los comunistas podían trabajar de forma legal. Las mujeres que encabezaban este trabajo fueron probablemente el equipo de dirección internacional más fuerte y capaz que haya producido la Comintern. Junto con Zetkin, la dirigente comunista no rusa más respetada, trabajaron Hertha Sturn y Bertha Braunthal de Alemania, Marthe Bigot y Lucie Colliard de Francia, Henriette Roland-Holst de Holanda, Dora Montefiore de Gran Bretaña, Hanna Malm y Aino Kuusinen de Finlandia, Edda Tennenboom de Polonia, Vaersenika Kasparova y Klavdiia Nikolaeva de Rusia, entre otras[5].

Su periódico, Internacional de las Mujeres Comunistas, era una herramienta educacional formidable, que publicó 1.300 páginas durante sus cinco años de existencia. La escritura es sagaz y a menudo poética, como en el siguiente retrato de los trabajadores en la Europa devastada por la guerra:

Quienes recogen la cosecha y hornean el pan tienen hambre.

Quienes tejen y cosen no pueden vestir sus cuerpos.

Quienes crean la base substancial de toda la cultura se consumen,

privados del conocimiento y la belleza[6].

Editado por Zetkin, el periódico expresaba el pensamiento de quienes defendían más conscientemente en la Internacional la política de frente único.

El trabajo de la Internacional de Mujeres se centró alrededor de dos campañas internacionales centrales: construir el Día Internacional de la Mujer y apoyar la campaña de Ayuda Obrera Internacional para la Rusia Soviética, con énfasis en la ayuda a las mujeres soviéticas. Durante el invierno y la primavera de 1922-1923, el secretariado de la mujer en Berlín también encabezó campañas sobre la inflación, el peligro de la guerra, la educación, las leyes anti-aborto y el fascismo, y trabajó directamente con las comisiones de mujeres de los partidos de la Comintern[7].

Segunda Conferencia Internacional de mujeres socialistas en 1910.

¿Movimiento o subcomité?

Sin embargo, es difícil de precisar la naturaleza de la Internacional de las Mujeres Comunistas. ¿Era un movimiento de mujeres? ¿O era una serie de comités partidarios que llevaban adelante tareas partidarias?

Clara Zetkin formuló su tarea central como la de ganar a las masas –específicamente, masas de mujeres– frente a una inminente confrontación con el capitalismo[8]. Anticipaba así la línea general adoptada pocos meses más tarde, después de un debate fraccional, en el congreso internacional de la Comintern.

Las dirigentes veían que esto no podía hacerse sin comisiones especiales para llevar adelante esta tarea. Como señaló Zetkin en otra ocasión, las condiciones sociales de las mujeres han creado una “psicología femenina especial”, de tal manera que las mujeres son “las más rápidas, más astutas y efectivas para reconocer las cuestiones clave de la vida de las mujeres trabajadoras”[9].

En otra ocasión, Zetkin escribió que las masas de mujeres tenían ahora “nuevos anhelos, deseos, impulsos, necesidades, que antes estaban escondidos”[10].

Los comunistas de este período no utilizaban el término “opresión de las mujeres”, sin embargo, este aparece concretamente en su pensamiento y acción.

No era suficiente construir coaliciones de acción amplias para influenciar a las masas, aunque era necesario. El objetivo era atraer a las mujeres hacia el partido y formarlas como cuadros y dirigentes. En la mayoría de los partidos, este era un proyecto nuevo, que se enfrentaba a las presiones chauvinistas que excluían a las mujeres del movimiento revolucionario.

En 1925, cuando la Internacional de mujeres era atacada por las fuerzas burocráticas de la Comintern, Zetkin restableció estos conceptos en la forma de un racconto de sus discusiones con Lenin cinco años antes. Ella cita a Lenin para expresar su conocido punto de vista: “Debemos construir por todos los medios un movimiento internacional de mujeres sobre bases teóricas claras”. Más adelante en la discusión, Lenin agregó: “¡No queremos organizaciones separadas de mujeres comunistas! La mujer que es comunista debe ser miembro del partido”, con “los mismos derechos y obligaciones”. Pero el partido necesita organismos especiales “con el propósito específico de despertar a las masas de mujeres”[11].

Las comisiones eran abiertas a todos los miembros del partido, y se alentaba a los varones a participar. De hecho, los varones no se acercaban. Pero ejercían presión sobre las prioridades. Lenin, por ejemplo, le dijo a Zetkin que en las reuniones con mujeres trabajadoras, los comunistas no debían dejar que “los problemas sobre sexo y matrimonio ocuparan el primer lugar”[12]. Zetkin se opuso fuertemente. Y podemos estar seguros de que, cualquiera fuera la agenda formal, las reuniones planteaban una oportunidad para lo que la generación que la siguió llamó “grupos de concienciación”.

Se reclutaban grandes cantidades de mujeres. La proporción de mujeres entre los miembros del partido iba desde un alto 20% en Checoslovaquia y Noruega hasta el bajo 2% en Francia e Italia. En Alemania y Rusia, aumentó gradualmente durante la década de 1920 hasta el 17% y 14% respectivamente[13]. Los números absolutos eran altos: más de 100.000 mujeres eran miembros de la Internacional Comunista.

Programa para la liberación

Estas mujeres adelantaron un programa que buscaba “asegurar derechos sociales totales e irrestrictos para todas las mujeres, para que… puedan desarrollar cada aspecto de su personalidad humana”[14].

El programa de la Comintern para la emancipación de las mujeres incluía “igualdad total de derechos en las leyes y en la práctica”, la integración de las mujeres a la vida política, el derecho a la educación libre y la salud, medidas sociales para aliviar el peso del trabajo doméstico y el cuidado de los niños, y medidas para “acabar con el doble estándar sexual para hombres y mujeres”[15].

Dada la profundidad del sometimiento de las mujeres en ese momento, esto puede parecer una utopía total. Las mujeres comunistas, sin embargo, apuntaban a los avances dramáticos en la Rusia soviética, donde las mujeres habían sido esclavas legales de maridos y padres antes de la revolución. Dejo pendiente para otra discusión un resumen de estas conquistas y sus límites.

“Nuestros cuerpos nos pertenecen”

El manifiesto de la Comintern para la emancipación de las mujeres no hace mención de los derechos reproductivos de las mujeres. Sin embargo, las comunistas hicieron campañas sobre estos temas con éxito.

Las comunistas de la época veían la crianza de los niños como una responsabilidad social, y buscaban ayudar a “las mujeres pobres que les gustaría experimentar la maternidad como la alegría más grande”. En un momento en el que el control de natalidad era defendido por muchos como un medio de control poblacional y eugenesia, las comunistas se opusieron a los intentos de intimidar a las mujeres por tener demasiado pocos o demasiados hijos. Veían el aborto como un símbolo de los males sociales relacionados con la pobreza y el sometimiento de las mujeres. Pero las leyes antiaborto, sostenían las comunistas, castigaban brutalmente a mujeres inocentes. Las comunistas denunciaban la escalofriante cifra de muertes por abortos ilegales y exigían la abolición de las leyes antiaborto”[16].

En Alemania, las comunistas dirigieron una gran campaña contra la ley antiaborto con la consigna “Tu cuerpo te pertenece”[17].

La violencia contra las mujeres raramente se menciona en la literatura de las mujeres comunistas. Sin embargo, señalaron las medidas de la Rusia soviética para garantizar la libertad de las mujeres de casarse y divorciarse según su voluntad y trabajar fuera del hogar como pasos para liberarlas de las relaciones violentas y opresivas. Sin embargo, se encuentra ausente de esta literatura cualquier discusión sobre violaciones o acoso sexual.

Las comunistas se oponían al castigo o el acoso hacia las prostitutas. Eran partidarias de eliminar las causas económicas del comercio sexual a través de hogares para mujeres desocupadas, formación vocacional y empleo[18].

Frente único

El movimiento de mujeres comunistas señaló que “las demandas del movimiento de mujeres burguesas” buscaban solamente “reformar el orden capitalista para beneficio de las esposas e hijas de las clases poseedoras”. Sin embargo, hacían hincapié en que la radicalización entre las mujeres llegaba a todas las capas sociales. “Las empleadas, especialmente las intelectuales… se están rebelando…cada vez más amas de casa, incluyendo amas de casa burguesas, se están levantando…Debemos utilizar este fermento”, dijo Zetkin en el IV Congreso de la Comintern[19].

Un año antes, Zetkin explicaba en el congreso anterior que “mientras reine el capitalismo, el sexo fuerte amenazará con privar al sexo débil del sustento y los medios para ganarse la vida”. Las mujeres burguesas, insistía, pueden apoyar la lucha –causando escaramuzas, mientras se rebelan y generan confusión en el campo burgués–[20].

En este sentido, al evaluar las reuniones de mujeres no proletarias destacaban los puntos de acuerdo que podían utilizarse como acción común.

En otro contexto, el periódico predice que mediante el frente único, muchas mujeres, tanto obreras como privilegiadas, que todavía evitaban las consignas de la dictadura del proletariado, “estarán presentes, con alegría y determinación, para afirmar sus derechos como madres al bienestar social, la salud y las vidas de sus hijos”[21].

Las comunistas desarrollaron un nuevo término para las víctimas del capitalismo, que hacía una mención sutil con respecto a las mujeres. Frecuentemente hablaban de “die Schaffenden”, una palabra en alemán que combina el significado de “productores” y “creadores”. Los Schaffenden, dice Zetkin, son todos “aquellos cuyo trabajo, sea manual o intelectual, aumenta la herencia material y cultural de la humanidad, sin explotar el trabajo de otros”[22]. Aunque Zetkin no dice esto explícitamente, el término de las comunistas incluye el trabajo doméstico e infantil, así como el trabajo del parto, atribuyéndole significancia productiva.

Disolución de la Internacional de las mujeres

Nacida en 1921, la Internacional de las Mujeres floreció durante dos años y medio y luego fue empujada a la decadencia por el ascenso del estalinismo.

En 1924, la Comintern dio un giro ultraizquierdista alejándose de las políticas de frente único, y las dirigentes comunistas perdieron influencia. A mediados de 1925, se canceló la publicación de su periódico, supuestamente debido a su alto costo. En 1926, la dirección de las mujeres comunistas se mudó de Berlín a Moscú, y fue degradada de secretariado autónomo a departamento del Comité Ejecutivo de la Comintern”[23].

El Zhenotdel soviético, la punta de lanza de los avances de las mujeres en las repúblicas soviéticas, fue clausurado en 1930. Las comisiones de mujeres duraron algunos años en otras partes. Para mediados de la década, sin embargo, el estalinismo impuso una vuelva los valores patriarcales tanto en la Unión Soviética como los partidos comunistas del exterior[24].

El legado de una generación revolucionaria

El logro más evidente de las mujeres comunistas fue extender las ideas y el ímpetu de la lucha por la emancipación de las mujeres en Rusia, y hacer conocidas sus conquistas alrededor del mundo, donde esta experiencia influenciaba movimientos más amplios de trabajadores y mujeres.

En la comprensión de la opresión de las mujeres y el camino a la liberación, las mujeres revolucionarias de esta generación marcaron un avance histórico. Eran hijas de su época, y sobre algunas cuestiones sus opiniones no fueron acertadas. Sobre otros temas, especialmente su comprensión de la interacción entre la liberación de las mujeres y la revolución, sus ideas y experiencia no han sido superadas.

El carácter de la Internacional de Mujeres Comunistas –movimiento autónomo o subcomité partidario– era ambiguo de principio a fin. Su sabiduría yacía en aceptar y manejar esa ambigüedad. Cuando las fuerzas burocráticas impusieron finalmente la consistencia lógica, eliminando la autonomía del movimiento, esto significó su destrucción.

Las mujeres comunistas apoyaron la búsqueda firme de la unidad militante del movimiento obrero. Buscaron unir a las mujeres de todos los sectores sociales que estuvieran preparadas para enfrentar de forma activa los males del capitalismo. Fueron impulsoras de la búsqueda hábil de un terreno común con las corrientes no comunistas entre las mujeres y en el movimiento obrero. Al hacerlo, jugaron un rol significativo en formar la dirección de la Internacional Comunista de conjunto.

Este es quizás el legado más importante que nos han dejado. La Internacional de Mujeres Comunistas prefigura el rol dirigente de las mujeres en los movimientos por el progreso social tanto hoy como en el futuro.

Notas:


[1] Protokoll des III. Kongresses der Kommunistischen Internatinale (de aquí en adelante III Congreso), Hamburgo, Verlag der Kommunistischen Internationale, 1921, p. 910.

[2] Kommunistische Fraueninternationale (de aquí en adelante KFI), vol. 1, nº 2–3 (1921), p. 55.

[3] En el congreso de Baku, “una propuesta para elegir tres mujeres para la presidencia… causó fuertes objeciones de algunos delegados no partidarios, y le siguió un largo y pesado debate. Cuando las tres mujeres fueron elegidas por unanimidad para la presidencia en la quinta sesión, sin embargo, todo el congreso las saludó con una gran ovación”. John Riddell, ed., To See the Dawn: Baku 1920, First Congress of the Peoples of the East, New York, Pathfinder, 1993, p. 25.

[4]III Congresoop. cit., p. 910.

[5] Bernhard H. Bayerlein, “Zwischen Internationale und Gulag” en International Newsletter of Communist Studies, vol. 12 (2006) nº 19, p. 27.

[6] KFI, vol. 2 (1922), op. cit., nº 5–6, p. 519.

[7] Bericht der Executive der Kommunistischen Internationale, 15. Dezember 1922–15 Mai 1923, Moscú, Verlag des EKKI, 1923, pp. 15-16; Bayerlein, p. 34.

[8] KFI, vol. 1, nº 2-3 (1921), op. cit., pp. 47-48.

[9] Protokoll des Vierten Kongresses der Kommunistischen Internationale(de aquí en adelante Cuarto Congreso), Hamburgo, Verlag der Kommunistischen Internationale, 1923, vol. 2, p. 727.

[10] KFI, vol. 1, nº 1 (1921), op. cit., p. 6.

[11] Los extractos citados en este trabajo son una traducción de la versión en inglés “Lenin on the Women’s Question”, en www.marxists.org/archive/zetkin/1925/lenin/zetkin2.htm.

[12] Ibíd.

[13] IV Congreso, vol. 2, op. cit., p. 738; Bayerlein p. 36; Akina Grossmann, “German Communism and New Wome”, in Helmut Gruber y Pamela Graves, ed., Women and Socialism: Socialism and Women, New York, Berghahn Books, 1998, p. 139.

[14] John Riddell, ed., Workers of the World and Oppressed Peoples, Unite! Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920 (de aquí en adelante II Congreso), vol. 2, New York, Pathfinder Press, 1991, pp. 977–78.

[15] II Congreso, vol. 2, op. cit., pp. 990-92.

[16] Ver Ketty Guttman, “Zum internationalen Kampf gegen die Bestrafung der Abtreibung”, en KFI, vol. 3 (1923), op. cit., nº 5, pp. 959-68.

[17] Grossman, op. cit., pp. 142–4.

[18] KFI, “Massnahme zur Bekämpfung der Prostitution in Sowjetrussland”, en KFI, vol. 3 (1923), nº 2, op. cit., pp. 851–55.

[19] IV Congreso, vol. 2, op. cit., p. 734.

[20] III Congresoop. cit., p. 911. La palabra en alemán puede significar “clase media” así como “burgués”.

[21] KFI, vol. 2 (1922), op. cit., nº 5-6, p. 528.

[22] De un discurso al Reichstag (parlamento) alemán, 7 de marzo de 1923, publicado ese año por el Partido Comunista Alemán y citado en Tânia Puschnerat, Clara Zetkin: Bürgerlichkeit und Marxismus, Essen, Klartext Verlag, 2003, p. 346.

[23] Bayerlein, pp. 34-40.

[24] Wendy Goldman, Woman, the State, and Revolution: Soviet Family Policy and Social Life, 1917-1936, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1993, pp. 338–41 [hay edición en castellano: La mujer, el Estado y la revolución, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2010]; León Trotsky, The Revolution Betrayed, New York, Pathfinder Press, 1972, pp. 144–59.

Traducción de Celeste Murillo para IPS, Argentina

es un respetado historiador del movimiento obrero y activista marxista canadiense.
Fuente:
https://www.ips.org.ar/?p=2817

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