Nino Khelaia
29/12/2018
El 16 de diciembre, Salomé Zurabishvili juró el cargo como primera mujer presidente de Georgia en medio de continuas denuncias de la oposición de fraude electoral. El editor de LeftEast Agnes Gagyi ha entrevistado a Nino Khelaia sobre la situación post-electoral en Georgia y su contexto político más amplio.
¿Qué puedes decirnos sobre las elecciones, cuáles fueron las principales cuestiones en liza?
Para entender las recientes elecciones presidenciales en Georgia, hay que dar un rápido vistazo a la contexto político más amplio del país.
Cuando, en 2012, la nueva coalición de gobierno “Bidzina Ivanishvili - Sueño de Georgia ” llegó al poder y sustituyó al Movimiento Unido Nacional (MUN), las expectativas públicas y la atención se centró en la eliminación del régimen represivo consolidado en torno al MUN, especialmente durante su segundo período. Entonces la gente estaba tan cautiva de la narrativa de la violencia estatal que, salvo unos pocos grupos de activistas, nadie puso en cuestión las duras políticas del programa de liberalización y privatización masiva incontrolada del MUN. Su objetivo era crear un entorno atractivo para las inversiones, sus políticas buscaban situar a Georgia en una posición global “competitiva”. Estas medidas formaron parte del “experimento de liberalismo radical” de 2003-2012, que implicaba un rechazo casi total de cualquier mecanismo de regulación económica.
La liberalización tuvo consecuencias dramáticas para toda la sociedad no sólo a corto sino también a largo plazo. Para mencionar sólo unos pocos ejemplos: el comercio exterior fue casi completamente desregularizado; la provisión de bienes públicos como la educación y la asistencia sanitaria se subordinaron a los mecanismos de mercado; el nuevo código laboral dejó a grandes sectores de la población sin la protección adecuada. Al mismo tiempo, no se produjo ninguna redistribución. Se prohibieron los impuestos progresivos constitucionalmente en 2010, por la famosa “ley de la libertad” . Esta cláusula constitucional estableció una restricción total del derecho soberano del Parlamento para definir la política fiscal del estado. Para resumir, las promesas de la “revolución de las rosas” de 2003, la prosperidad, la democracia, el bienestar, y el “camino correcto” en un estado disfuncional post-soviético, resultó un engaño. Sin embargo, esto no fue la razón principal del fracaso del MUN en las elecciones parlamentarias de 2012. Perdieron las elecciones principalmente debido al descontento público más general con su giro autoritario y sus métodos brutales.
Con la llegada de la coalición Sueño de Georgia en 2012, se limitó la dimensión autoritaria de la política, pero todo el marco de la política económica y social se mantuvo. La única excepción fue un programa de salud pública universal introducido en 2013, que fue revocado en 2017. Esta vía liberal era considerada el único camino correcto. No se elaboraron visiones alternativas de desarrollo ni se buscaron.
Con una desigualdad social de las mayores de la región y con el desempleo y la pobreza en niveles alarmante, el partido gobernante Sueño de Georgia fue claramente incapaz de ganar legitimidad económica. En consecuencia, el partido se limitó a una interminable crítica discursiva, poco atractiva, de los residuos institucionales y políticos del MUN (entre ellos, el manipulador canal de televisión Rustavi2 y los partidos de oposición asociados al MUN). Esta estrategia no pretendía acabar con las injusticias del pasado relacionadas con el gobierno del MUN en los niveles legales, políticos y morales. Más bien, era un dispositivo fácil de auto-legitimación, presentando a Sueño de Georgia como un partido “no-violento y, por lo tanto aceptable”. Este discurso fue perdiendo credibilidad sin que el partido lo percibiese, hasta que la coalición se convirtió en un actor político incapaz e ineficaz.
Desde el inicio de la campaña electoral el 28 de octubre pasado, no parecía que hubiese mucho en juego, ya que el poder de la presidencia fue limitado de manera significativa con la reforma constitucional de 2017, que transformó a Georgia de una república semi-presidencial en una parlamentaria. Sueño de Georgia ni siquiera presentó un candidato propio a las elecciones pero apoyó abiertamente a la candidata independiente, Salomé Zurabishvili - ex diplomática francesa y ex ministra de asuntos exteriores de Georgia en 2004-2005 - la única diputada independiente del Parlamento de Georgia desde 2016.
Los resultados en la primera vuelta demostraron que, del gran número de candidatos, Salomé Zurabishvili (38,64% de los votos) y el del MUN, Grigol Vashadze (37,74% de los votos) eran los principales contendientes. Este resultado fue una sorpresa para Sueño de Georgia. El partido y el candidato habían exhibido niveles excepcionalmente altos de confianza en sí mismos durante la campaña electoral, obviando participación en muchas actividades de campaña. La sorpresa fue compartida por muchos votantes que no apoyaron a Sueño de Georgia , pero que también rechazaron que MUN recuperase ningún poder institucional.
Fue un resultado deprimente y alarmante para el partido en el poder, ya que explícitamente mostraba que el MUN estaba consiguiendo rehabilitar su propia imagen y volver a ser una fuerza política legítima. Para Sueño de Georgia comprenderlo fue como una ducha de agua fría. El partido de gobierno finalmente comenzó a tomar en cuenta problemas reales, socialmente relevantes como la pobreza y el alto endeudamiento. Al menos a nivel discursivo, la importancia de estos problemas fue finalmente reconocida.
Poco después, este reconocimiento se combinó con un paso “clientelista” sin precedentes. Sueño de Georgia anunció su plan de cancelar deudas hasta 2000 GEL (equivalente a 730 Euros) de una lista negra de 600.000 ciudadanos, a través de fondos de la fundación privada propiedad del presidente de Sueño de Georgia, Bidzina Ivanishvili. Para muchas personas, esto supuso gran alivio inmediato. Obviamente, no representaba una respuesta estructural a la pobreza y las altas tasas de endeudamiento, pero con objetivos a más corto plazo en mente, para el partido fue la garantía de que muchas más personas le votarían.
Entre la primera y la segunda vuelta, la campaña se convirtió en un campo de batalla tóxico entre Sueño de Georgia y el MUN. Por último, Salomé Zurabishvili ganó con el 60% de los votos y todos fueron felices: la larga pesadilla electoral había terminado.
De la forma en que acabaron las cosas, se puede decir que la democracia liberal en Georgia, con todos sus requisitos básicos de participación, competencia y derechos políticos de los ciudadanos, se mantuvo a salvo. El ambiente electoral se consideró competitivo, la participación superó el 56%, y se respetaron los derechos políticos en su sentido más amplio (con algunas infracciones leves probables).
La pregunta pendiente, sin embargo, es ¿por qué había una sensación tan extendida de que los ciudadanos no tuvieron una opción real? Sin entrar en todo el gran debate y la crítica de la democracia liberal y sus limitaciones, el contexto actual en Georgia puede ser descrito de la siguiente manera: si, por un lado, la oposición del MUN es totalmente inútil por todas las razones mencionadas anteriormente, por otra parte, el gobernante Sueño de Georgia sigue careciendo de ideas o de una visión políticas que permitan un cambio radical. En un entorno tan frustrante, aún no ha nacido una fuerza alternativa.
¿Qué supone la personalidad y el hecho de que sea mujer la presidenta para futuros procesos políticos en el país? ¿Cómo describirías la situación en cuanto a los derechos sociales y laborales?.
El que la presidenta haya nacido en la emigración política, en una familia georgiana que abandonó el país después de sovietización en 1921, ha sido uno de los aspectos más destacados de su campaña. Los miembros de la familia de Zurabishvili fueron políticamente activos durante la primera República independiente socialdemócrata de Georgia, entre 1918 a 1921 (pero no como miembros de uno de los partidos socialdemócratas), y la forma en que narra su infancia está saturada de una especie de nostalgia de un espíritu patriótico. Durante la campaña, mantuvo esta narrativa general de patriotismo, por una parte, y por otra trató de poner en primer plano sus habilidades diplomáticas profesionales de estilo europeo. En sus propias palabras, esos aspectos serían una garantía de una “Georgia pacífica y unida”, “la defensa de la estabilidad”, “unir a la sociedad”, “la gestión de una colaboración constructiva con otras ramas del poder” y, por último, “llevar a Georgia a Europa y a Europa a Georgia”. Al ser el poder de la presidencia en gran parte ceremonial y simbólico, su narrativa -como se puede ver - no incluyó nada concreto y se limitó a declaraciones generales.
Como diplomática de carrera francesa durante más de 30 años, ha llegado a la política a través de canales institucionales establecidos y no gracias al apoyo popular. Esto podría explicar por qué le resulta complicado establecer lazos firmes con la población y sus problemas cotidianos, y dejar a un lado las menciones a su elitista experiencia diplomática europea - algo que no interesa mucho a los georgianos. Hasta ahora no ha mostrado ningún conocimiento de las estructuras sociales y de las luchas en el país y no ha utilizado términos que vayan más allá de una comprensión liberal de género, la sociedad y la política. Para ilustrar este punto: durante la campaña presidencial, un sindicato alternativo, Red Solidaria, se dirigió a todos los candidatos presidenciales para hacerles llegar sus posiciones sobre las condiciones y las políticas laborales. A pesar de múltiples intentos, no consiguió ninguna respuesta de Zurabishvili. En un país que tiene una historia reciente de varios cientos de accidentes laborales mortales por falta de protección y malas condiciones de trabajo, esto demuestra un alto nivel de ignorancia.
También hay que decir que carecía de sentido dirigir todas las críticas al partido gobernante y a Zurabishvili durante la campaña. Mucha gente pensó que tales críticas beneficiarían al otro partido. Al no haber todavía mucho capacidad de organización política alternativa, la mera crítica no puede ser una respuesta adecuada en un contexto tan problemático, en el que la gente no tiene la posibilidad real de elegir. Pero el hecho de que lo que se dice esté estructurado por las lógicas del contexto político no quiere decir que la crítica no exista.
El problema principal es que tras casi tres décadas desde la caída del socialismo de Estado, las élites políticas de Georgia están todavía atrapadas en esta situación postsocialista rudimentaria, en la que la crítica fundamental al orden político y económico sigue siendo imposible; las desigualdades sociales y económicas siguen estando despolitizadas; el mercado sigue siendo la solución preferida; las ideas que nutren a las élites e instituciones provienen de las instituciones financieras internacionales, de organizaciones internacionales, o similares; y lo más importante, como en muchos otros estados post-socialistas, la cuestión fundamental de por qué todo tenía que ser privatizado no ha sido planteada. Por otro lado, las organizaciones de la sociedad civil, profesionalizadas al estilo post-socialista, siguen moviéndose en el marco de unas concepciones limitadas y acotadas éticamente de lo que es la democracia, lo que es la sociedad civil, y lo que la acción colectiva puede ser. Todo esto ha obstaculizado significativamente el proceso de construcción de estructuras de solidaridad más amplias o de relaciones que permitirían una acción colectiva más amplia.
La presidenta electa, Salomé Zurabishvili, podría potencialmente desempeñar un papel significativo en los próximos seis años (Nota del editor: Zurabishvili prometió su cargo el 19 de diciembre de 2018). A pesar de su poder institucional limitado, todavía tiene una oportunidad y la plataforma para plantear ciertas cuestiones que van más allá de las grandes nociones ambiguas de “Europa” o de la “democracia”, y ampliar su papel a algo más que el de una alta representante del país.
Alternativamente, podría desempeñar un papel crucial a la hora de formular algunos de los problemas más importantes de la sociedad, como la financiación insuficiente de la educación pública, de los sistemas sanitarios y de las pensiones casi completamente privatizadas, las condiciones intolerables del transporte público, la inexistencia de espacios públicos, la grave crisis de vivienda, y la ausencia de un salario mínimo. Aunque habla de la diáspora nunca se refiere a las miles de mujeres que trabajan fuera de Georgia, cuyas voces han sido silenciadas durante décadas; podría intentar articular sus historias y tratar de dar a las mujeres migrantes una voz política. Hay muchos temas sociales que no reciben atención en el contexto de unos medios de comunicación altamente polarizadas y manipulados, y ella nos podría ayudar a modernizarlos. Todo ello ayudaría mientras la izquierda siga desaparecida.