Los olvidados radicales del comunismo

Huw Lemmey

03/05/2025

Reseña de Hotel Lux: An Intimate History of Communism’s Forgotten Radicals [Hotel Lux: Historia íntima de unos olvidados radicales del comunismo], de Maurice J. Casey, editado por Footnote Press (2024).

 

Existe una historia apócrifa según la cual, cuando el diplomático norteamericano Henry Kissinger le preguntó en 1972 cuál era, en su opinión, el impacto de la Revolución Francesa, el primer ministro chino Zhou Enlai respondió que era demasiado pronto para poder decirlo. Es una cita que se ha convertido en leyenda, halagadora de esas ideas preconcebidas de Occidente sobre la taciturna y paciente sabiduría oriental, así como de la propensión del Partido Comunista Chino a la planificación a largo plazo.

En realidad, la verdad se perdió en la traducción. Zhou había supuesto que Kissinger se refería a la insurrección de trabajadores y estudiantes de 1968, y no a la revolución de 1789. No obstante, la longevidad de la frase se debe a su profunda veracidad: tanto si su intención era esa como si no, sugería que el impacto de las revoluciones sólo puede entenderse a través de una visión a muy largo plazo. Las historias escritas de carácter convencional suelen seguir esta misma lógica, con subtítulos que llevan fechas que se extienden a lo largo de años, de décadas, incluso de un siglo.

En su nuevo libro Hotel Lux: An Intimate History of Communism's Forgotten Radicals, el historiador irlandés Maurice J. Casey invierte la lógica de los grandes relatos históricos y opta por iluminar la revolución y sus consecuencias a través de pequeñas historias. La promesa radical del comunismo ruso, la febril década de trabajo de sus organizadores y burócratas para asegurar su éxito, y su traición final a manos de una paranoia estalinista a modo de metástasis, nada de ello aparece como narración principal sino como telón de fondo de un apasionante drama no contado: el de un pequeño grupo de activistas comunistas internacionales que se trasladaron a Moscú con el fin de trabajar para la Comintern.

La Comintern era una organización internacional dirigida por los soviéticos para promover y organizar revoluciones comunistas, según el modelo ruso, en todo el mundo, y muchos de sus trabajadores internacionales se alojaron en un antiguo hotel del centro de Moscú, el Hotel Lux, que se estaba desmoronando rápidamente y que se convirtió en un hervidero de teorías revolucionarias, intrigas sexuales y románticas y, quizá inevitablemente, de conspiraciones sectarias internas.

En el centro de este círculo de revolucionarios, procedentes de Alemania, los Estados Unidos, Reino Unido e Irlanda, se encontraba May O'Callaghan, periodista, editora y traductora, originaria de un pueblo costero de Wexford. Nacida en 1881, O'Callaghan ya contaba con una formidable carrera política cuando viajó a Moscú en 1924. De joven había abandonado su hogar para estudiar en Viena, antes de trasladarse a Londres en vísperas de la Primera Guerra Mundial con el ánimo de trabajar en el Woman's Dreadnought, una revista feminista publicada por la sufragista Sylvia Pankhurst. Cuando Pankhurst se desplazó más a la izquierda, abrazando las luchas de la clase obrera, el periódico se convirtió en el Workers' Dreadnought, un centro de voces radicales, entre ellas las de nacionalistas irlandeses y antiimperialistas de todo el imperio. Gracias a su labor en el periódico, May conoció a Rose y Nellie Cohen, dos hermanas judías del este de Londres diez años menores que ella. Las tres acabarían en el Lux, junto al revolucionario y escritor irlandés Liam O'Flaherty, también corresponsal del Dreadnought; Emmy Leonard, ex parlamentaria del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), radicalizada por la Revolución Alemana; Hugo Rathbone, hijo de un diputado liberal; y Joseph Freeman, escritor comunista norteamericano que había huido de su Ucrania natal cuando era niño para escapar de los pogromos antisemitas. A ellos se une un sorprendente elenco de cameos: Maxim Gorky, M. N. Roy, Frida Kahlo, Claude McKay, Boris Pasternak y Simone Weil aparecen como actores secundarios en la vida de nuestro círculo privado de camaradas.

Uno podría sentir la tentación de llamar a May madre de este dispar grupo de jóvenes radicales, si su actitud hacia el replanteamiento y la revolución de las normas sexuales y de género no hubiera sido un motor tan importante en sus vidas personales. Sin embargo, su experiencia y sabiduría la convirtieron en confidente de muchas de ellas, lo que sitúa su historia en el centro de la historia de Casey. El libro es profundamente íntimo. Reconstruido a través de archivos oficiales e informales que van desde expedientes personales secretos en el Archivo Estatal Ruso de Moscú hasta bolsas de basura con cartas de amor enmohecidas encontradas en un retrete español, el libro de Casey se centra en cómo se sentían sus protagonistas respecto a la época revolucionaria en la que se hallaban y cómo se sentían respecto a sus camaradas. Es un libro sobre el efecto del amor en la política y de la política en el amor. A través de su lucha colectiva, cada uno llega a comprender lo que los demás han invertido en la revolución; debaten y discuten; se cuidan y se abandonan; tienen relaciones sexuales y tienen hijos. En una carta, May reprende a un camarada por la crueldad con la que trata a las mujeres con las que se acuesta, todo ello bajo el pretexto del amor libre; se pregunta si los nuevos modelos soviéticos de vida familiar benefician a las mujeres; y se detiene en cómo la ética sexual de su propia educación en Irlanda ha restringido sus propios deseos.

Para algunos historiadores, los archivos no son más que un catálogo de documentos para validar o refutar sus argumentos. Para Casey, son una fuente viva de significado, y es contagiosa su alegría al descubrir conexiones e historias. Acaso las partes más conmovedoras del libro sean aquellas en las que descubre las huellas archivísticas de los hijos de esta cohorte de radicales: en el periódico dibujado a mano que los hijos de Emmy escribían quincenalmente en el exilio para su padre, el sindicalista holandés Edo Fimmen, combinando sus precoces análisis antifascistas con noticias de sus mascotas; o en la floreciente historia de amor queer que cuentan las cartas entre Emmy y la hija de Nellie, supervisadas con discreta ternura por May.

Hotel Lux es un tesoro inesperado, que desvela el poder de los archivos para reanimar la historia y sus complejidades. En otras manos, la narración de cómo el entusiasmo y la energía del fervor revolucionario de sus protsgonistas se agriaron al quedar subsumidos en la paranoia cataclísmica de las purgas estalinistas podría haber dotado a la historia de un motor narrativo sombrío e inevitable. Lo sorprendente es de qué modo lo evita el enfoque archivístico de Casey. Al vincularnos a sus participantes a través de sus historias personales, nos permite pensar empáticamente a través de ellos, ayudándonos a entender cómo la Gran Purga «se hizo sombríamente inteligible para quienes se vieron obligados a vivirla» y por qué tomaron las decisiones que tomaron. Nos obliga a hacernos las mismas preguntas: ¿en qué momento nos habríamos ido?

Tal vez, lo más convincente sea que, al explicar estos acontecimientos históricos mundiales a través de las relaciones personales de compañeros intelectuales, amantes y camaradas, demuestra exactamente de qué manera estas redes de amigos productivas, generativas e íntimas, que hicieron que la revolución fuera tan poderosa, se convirtieron también en los vectores a lo largo de los cuales se aceleraron la paranoia y el terror de Stalin. Cuidando activamente de tus amigos, aconsejándoles, escribiéndoles cartas, podías estar condenándoles sin darte cuenta, o condenándote a ti mismo, a un juicio rápido y a una ejecución sin contemplaciones.

 

artista y crítico británico, es autor de varias novelas, “Unknown Language” (2020), “Red Tory” (2019) y “Chubz” (2016). Colabora con medios como The Guardian, The Architectural Review, New Humanist y L´Uomo Vogue. Como artista y cineasta, su obra se ha expuesto en el ICA, Lux Biennial of Moving Image, el Mumok de Viena, el Museo de Arte Contemporáneo de Varsovia y el Museo del Diseño de Londres. Junto a Ben Miller, impulsó el podcast “Bad Gays”, del que procede el ensayo, traducido al castellano, “Gays malos: Una historia homosexual” (Verso, Barcelona, 2024).
Fuente:
Tribune, 7 de abril de 2024
Traducción:
Lucas Antón

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