Rescatar la historia de las garras de la Historia. Un apunte sobre el fallecimiento de Manuel Pérez Ledesma (1944-2018)

Julio Martínez-Cava

21/04/2018

El pasado domingo 15 de abril falleció el historiador español Manuel Pérez Ledesma, quizás uno de los mejores historiadores del movimiento obrero español y de la historia social en nuestro país. Su rigor analítico lo convirtió en referencia obligada para los estudiosos del tema, y su claridad didáctica le permitió ser también un referente deseable para los legos e interesados. La partida de tantos referentes intelectuales de izquierdas en los últimos años (Francisco Fernández Buey, Antoni Domènech, Jacobo Muñoz, por citar los míos) creo que es un tema que merece una reflexión, para que el vacío que deja su partida no se llene con el sabor amargo de las cenizas y la impotencia, sino que nos permita asumir su muerte, y sepamos celebrar virtuosamente su obra. A esta celebración, esta vez para el académico Manuel Pérez Ledesma, dedicaré las siguientes líneas.

 

La formación y primeras publicaciones de Ledesma tuvieron lugar como parte de la renovación historiográfica de los años 70, en ese momento en el que escribir historia venía acompañado de una vocación por transformar lo existente, como él mismo nos dejó escrito en uno de sus lúcidos momentos de autoconsciencia de su profesión[1].

Decía Christopher Hill que, por el tipo de evidencias empíricas que suelen sobrevivir al paso del tiempo,  los historiadores siempre tienden a capturar con facilidad el punto de vista de las clases dominantes, mientras que que la visión de los dominados debe ser reconstruida, por el contrario, de forma dolorosamente fragmentada y en laboriosa dedicación[2]. Pues bien, a esa paciente y dolorosa tarea se dedicó con esmero Ledesma, consciente de las dificultades que presenta la escasez y ambigüedad de las fuentes (algo sobre lo que también escribiría algunas cosas[3]).

Si bien Ledesma dedicó sus años a la reconstrucción de la historia del movimiento obrero español, de sus intelectuales, su lenguaje, su cultura política y su impacto en las instituciones, no menos importante para él fue la historia del interesantísimo siglo XIX (¡de los radicales de 1812!), con una preocupación manifiesta por hilvanar la historia política con la historia de las ideas sin dejar de lado las complejidades del diseño institucional[4].

No obstante, esa lucidez autoconsciente de las tendencias y límites de su propia disciplina le llevó a finales de los 90 a la tan valiosa como poco frecuente tarea de desbrozar nuevas sendas para la investigación, y a hacerlo en diversos frentes (estudios trasnacionales o comparados, estudios sobre la ciudadanía y el Estado), con el deseo de superar “el ensimismamiento y el localismo” que habían definido la historiografía española de su pasado reciente. El lector juzgará la pertinencia y el valor de estas incursiones, pero el impulso interdisciplinar que las guió merece ser destacado.

Ledesma fue, además, maestro de muchos. En el curso de sus años como profesor dirigió múltiples tesis doctorales sobre temas bien distintos, pero en todo caso relacionados por el hilo común que guiaba su propia investigación, alejado en esto (como en sus publicaciones) de la inclemente presión de un mundo académico sometido a la dictadura de los papers indexados (frente a la publicación de capítulos de libros u otros formatos) y a la acumulación de méritos académicos absurdamente premiados en los rankings.

Me gustaría terminar con una reflexión sobre una cuestión que apuntó el autor hace tiempo. Ledesma señaló que la gran historiografía británica "thompsoniana" o del entorno New Left, que había revolucionado las facultades de historia desde los años 60 en adelante, no había encontrado buen puerto en España, más allá de personajes sueltos o declaraciones retóricas. En 1982 escribió su famoso y más citado artículo[5], en el que reclamó una historia social fuera de dogmatismos y teologías teóricas, una que situase a los movimientos sociales y de protesta popular en el papel que les correspondía. ¡Y eso constituía todo un movimiento thompsoniano! No se trataba de abandonar el análisis de clase, sino más bien de “un llamamiento en pro de la complejidad” ante la nueva realidad social. Quizás su obra pueda leerse desde este movimiento. Porque Ledesma nos enseñó también historia de los conceptos, ese peculiar juego de desplazamientos semánticos que siempre debe leerse en relación a los cambios sociales: recuerdo sus escritos sobre cómo la expresión "movimientos sociales" se refería siempre al movimiento obrero, hasta la emergencia del fascismo y de los movimientos anticoloniales que volverían imposible esa ecuación, siendo cierto que ya para los años 60 hablar de "movimientos sociales" era, precisamente, hablar de lo que no era el movimiento obrero, algo que sería conocido como los “nuevos movimientos sociales” en oposición a aquel[6].

En su interesantísima recopilación de artículos La construcción social de la historia (Madrid, Alianza, 2014) explicó cómo las formas de percibir el conjunto social y la ubicación de los distintos grupos sociales en el seno de este conjunto son construcciones mentales, elaboradas normalmente a partir de experiencias directas que integran en su seno percepciones, actitudes, esperanzas o temores de los grupos sociales. Era por eso que el lenguaje de clase en el sentido moderno (no como un status, sino basado en criterios económicos) se extendió en España durante el período isabelino del siglo XIX, porque fue entonces cuando alcanzaría mayor aceptación entre sectores cultos y entre mayorías. No obstante, nos dirá Ledesma, la identidad de clase “sólo era reconocida por un pequeño sector obrero, pero no había sido asumida todavía por la mayor parte de los trabajadores” . Lo que sí podía considerarse generalizado a finales del XIX entre los ambientes obreros y sus organizaciones (principalmente PSOE y CNT) era este lenguaje de clase basado en una percepción de la estructura social bajo la dicotomía explotadores-explotados frente a otras imágenes que se formaron otras capas sociales (véase la dicotomía ricos-pobres para las clases altas y la dicotomía pueblo-oligarquía entre los republicanos-demócratas) . Esta dicotomía implicaba una visión, como una fotografía, que dividía la sociedad en dos bandos, pero también una serie de presupuestos económicos y morales: los explotados producen la riqueza de la que viven los explotadores, que son quienes se apropian privadamente de lo producido en común.

A los que nos dedicamos a las ciencias sociales y humanas (ya sea la filosofía, la sociología, la economía u otras) no debería resultarnos ajena la producción de los historiadores. Debería ser más bien al revés. El gran sovietólogo E. H. Carr apuntó con razón que “cuanto más sociológica se vuelve la historia y más histórica se vuelve la sociología, mejor para ambas”[7].

Algunos no tuvimos el gusto de conocer en persona a Manuel o de ser alumnos suyos, pero aprendimos una barbaridad con él. La mejor manera de agradecer su labor será, para nosotros, la lectura y difusión de su obra. Que la tierra le sea leve.

Notas:


[1] M. Pérez Ledesma, “Historia social e historia cultural (sobre algunas publicaciones recientes)” en Cuadernos de Historia contemporánea, 2008.

[2] Christopher Hill, Change and Continuity in Seventeenth-Century England, London, Weidenfield & Nicolson, 1975, p. 282-283.

[3] M. Pérez Ledesma, “Historia del movimiento obrero. Viejas fuentes, nueva metodología”, Studia historica. Historia contemporánea, 6-7, 1988-1989.

[4] Véase, por ejemplo, los problemas sobre cómo se articula institucionalmente la idea de “soberanía nacional”, en su lectura de las tensiones entre el poder legislativo y el poder ejecutivo en la historia de España: “Parlamento y poder ejecutivo en la España contemporánea (1810-1936”, Revista de estudios políticos, 93, 1996

[5] Con J. Álvarez Junco, “Historia del movimiento obrero. ¿Una segunda ruptura?” en Revista de Occidente, 1982.

[6] M. Pérez Ledesma, “«Cuando lleguen los días de la cólera». Movimientos sociales, teoría e historia” en Problemas actuales de la historia, Ediciones Universidad Salamanca, Salamanca, 1993.

[7] E.H. Carr, ‘What is History?’, The Listener, 4 July 1961, p. 771.

 

es miembro del comité de redacción de Sin Permiso.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 22 de abril 2018

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