Siria: Idlib después de Alepo

Ahmed Eleiba

22/01/2017

El acuerdo de Alepo no marca tanto un punto de inflexión en la trayectoria política de la crisis de Siria, como un punto de inflexión táctica en función de los cálculos geoestratégicos del régimen sirio y sus aliados con respecto a sus líneas de actuación para eliminar las bolsas de oposición en las batallas posteriores a Alepo. Estos planes pueden ser contradictorios temporalmente con el proceso político acordados con varias facciones de la oposición. Todo se resolverá, si es posible, en Astana, Kazajstán. Una serie de declaraciones coordinadas emitidas por el régimen de Damasco y Moscú indican que Idlib será el próximo objetivo militar, especialmente contra las milicias de Fatah Al-Sham, anteriormente conocidas como el Frente Nusra. Si Idlib se convierte en "otro Alepo", el régimen habrá perdido su pretexto para reforzar sus posiciones militares y políticas sin atenerse a los artículos del acuerdo de tregua.

El acuerdo de Alepo ha ahorrado a Damasco y sus aliados energías militares considerables que de otro modo habrían tenido que invertir en las próximas batallas. Al mismo tiempo, les ha proporcionado numerosos beneficios políticos. Por encima de todo, ha socavado cualquier escenario de una alternativa al régimen existente. En segundo lugar, ha fortalecido la diferenciación entre la oposición política rebelde y la oposición islamista extremista personificada por el Estado Islámico (EI) y Al-Qaeda. En tercer lugar, ha permitido al régimen limitar la amenaza en las regiones circundantes donde tiene apoyo popular, enclaves estratégicos y donde se concentran las fuerzas aliadas (de Rusia, Irán y Hezbolá). Por último, le ha permitido sellar la frontera con Turquía, que había servido durante mucho tiempo como una ruta esencial de abastecimiento de combatientes y armas para la oposición.

Desde la intervención militar rusa, el régimen ha intentado tácticamente arrinconar a las fuerzas de oposición, de todo tipo, en Idlib. Al mismo tiempo ha estado presionando para erosionar sus bases de apoyo popular en las zonas circundantes, especialmente en Homs, Hama y finalmente en Alepo. Esto ha ayudado al régimen a alcanzar otros objetivos, mientras buscaba asegurar el control de alrededor de la mitad del territorio del país, en el oeste, hasta las fronteras con el Líbano y la costa mediterránea. Tal vez el régimen también intenta aprovechar la ventaja táctica que le concede la posición de Turquía “neutralizada” en relación con las diversas facciones de la oposición, dada la necesidad de Turquía de enfrentarse a las fuerzas kurdas en Manbij y Tel-Abyad y evitar que establezcan una conexión entre los cantones controladas por los kurdos de Afrin, Kobani y Qamishli, que Turquía quiere evitar a toda costa a fin de evitar la amenaza de una entidad autónoma kurda a lo largo de su frontera sur.

A primera vista, las tácticas que el régimen y sus aliados van a adoptar en la batalla de Idlib lo convertirán en otra Alepo, en términos de destrucción masiva y sus repercusiones humanitarias catastróficas. Sin embargo, en términos de gestión de la batalla y las tácticas de combate, Idlib será mucho más violento que Alepo, en gran parte debido a los mayores desafíos defensivos y logísticos, dada la naturaleza del terreno y de las fuerzas en Idlib, lo que exigiría mayores fuerzas que las que están actualmente desplegadas. Actualmente, unos 20 0 25 mil efectivos del régimen se dedican a la protección de las líneas de defensa de Alepo. Al mismo tiempo, se estima que las fuerzas de oposición en Idlib suman más de 70.000 combatientes, de los cuales aproximadamente 50.000 pertenecen a Al-Qaeda. Por lo tanto, el régimen buscará refuerzos de sus aliados, especialmente de Irán y de Hezbolá, con el fin de reunir el mayor número posible de fuerzas de tierra para un ataque. La información filtrada desde Irán sugiere que Teherán puede aumentar sus fuerzas en Siria a alrededor de 70.000 soldados.

Tampoco se espera que el régimen haga grandes esfuerzos para diferenciar entre diferentes grupos de la oposición, como Al-Nusra u otros, o incluso entre éstos y la oposición civil. Al mismo tiempo, Idlib ha sido un importante receptor de desplazados en Siria. De acuerdo con cifras de las Naciones Unidas, alrededor de 700.000 personas han buscado refugio allí, huyendo de los combates en lugares como Daria, Homs y los alrededores de Damasco. Esto requerirá tácticas diferentes de las utilizadas para retomar Alepo, que implicaron avances graduales de limpieza barrio a barrio, la misma táctica que se está empleando en la batalla de Mosul con apoyo aéreo proporcionado por las fuerzas de la coalición occidental.

En la batalla de Idlib, donde la naturaleza de las fuerzas y los datos demográficos imponen diferentes ecuaciones, el régimen y sus aliados comenzarán sus operaciones con intensos ataques aéreos y de artillería, utilizando barriles explosivos para causar daños materiales masivos e impedir los movimientos de la las fuerzas enemigas. En la etapa siguiente, se pondrá en marcha la ofensiva terrestre que requerirá un mayor número de tropas, suministradas en gran medida por los aliados regionales del régimen (Irán y Hezbolá). También requerirá, por lo menos, el doble de salidas aéreas rusas, lo que será extremadamente difícil. Según el ministro de Defensa de Rusia, Serguei Shoigu, en su informe final sobre las operaciones en Siria en 2016, los aviones rusos realizaron 18.800 misiones, matando a alrededor de 35.000 "rebeldes" en el transcurso de ese año. En Idlib, hay por lo menos el doble de combatientes de Al-Qaeda. Por lo tanto, si el régimen y sus aliados no son capaces de gestionar con eficacia la batalla terrestre, esta podría prolongarse mucho tiempo. Idlib puede ser de gran importancia estratégica para el régimen y sus aliados, pero su conquista plantea muchos más retos que Alepo.

Los desafíos militares: Idlib tiene una extensión rural circundante más amplia, que, como se ha demostrado en batallas anteriores, es difícil de controlar para las fuerzas del régimen. El régimen y sus aliados tendrán que utilizar más fuerzas de tierra que alrededor de Alepo, y las operaciones exigirán más tiempo, tanto más dada la necesidad del régimen de salvaguardar sus líneas de defensa y retaguardia en caso de que el alto el fuego se rompa o no en caso de violaciones, como ya ocurre, por parte de algunas de las milicias rebeldes. Otro problema geográfico es la larga franja de territorio que se extiende a lo largo de las fronteras entre Alepo e Idlib, que podría convertirse en una plataforma para acciones militares destinadas a desgastar a las fuerzas del régimen y sus aliados.

Los desafíos regionales: Turquía, sigue constituyendo uno de ellos. A pesar de ser uno de los garantes del acuerdo de tregua junto con Rusia, Ankara podría verse obligada a tomar medidas en el caso de que las fuerzas del régimen ataquen en Idlib a fuerzas de oposición que firmaron el acuerdo. Ankara, en ese caso, podría volver a prestar apoyo transfronterizo a esas facciones de la oposición. Esto, a su vez, podría obligar al régimen a coordinarse con Turquía, firmar nuevos acuerdos con Ankara y la oposición e incluso comprometer su objetivo de recuperar la totalidad de Idlib.

La naturaleza de las fuerzas combatientes: Una repetición de la victoria Alepo puede ser difícil dada la naturaleza de las fuerzas enemigas. Al Qaeda ve Idlib como su principal bastión. Sus tácticas de combate serán diferentes y la probabilidad de que las fuerzas en Idlib negocien con el régimen o un tercero serían considerablemente menores.

El comportamiento del régimen: Si, en la fase post-Alepo, el régimen vuelve al bombardeo sostenido de posiciones rebeldes, pondrá en peligro la tregua, haciendo muy difícil para los partidos de oposición nacional respetarla, empujándoles a alinearse con la oposición islamista. Según el diario del Kremlin, hay indicios de dicha coordinación entre grupos del Ejército Libre de Siria y las milicias de los "Leones del Oriente".

En una entrevista exclusiva con Al-Ahram Weekly, el miembro de la oposición siria Bassam Al-Malik ha señalado que el régimen ha insinuado que atacará Idlib ahora, una vez que ha empujado a las fuerzas de oposición en esa dirección. Sobre la posibilidad de que el régimen utilice milicias iraníes para ello, dijo: "nos oponemos a toda presencia de iraníes, iraquíes y otras milicias en territorio sirio. Esta es una exigencia básica”. Señaló que los rusos están de acuerdo con esa exigencia, que sitúa al régimen en una posición incómoda con respecto a Irán y Hezbollah, "sus aliados regionales que se han atrincherado dentro de Siria y que ahora tienen una mayor influencia en el desarrollo de los acontecimientos que el régimen". Añadió que las diferencias entre el régimen y sus aliados se han mantenido bajo la superficie, pero que se han incrementado desde Alepo, y naturalmente se reflejarán en cualquier acción que el régimen quiera llevar a cabo en Idlib.

Sobre la evolución reciente en Wadi Barada, Al-Malik dijo: "el régimen está fabricando una crisis. El suministro de agua fue interrumpido debido a los daños causados a la infraestructura. Sin embargo, el régimen está utilizando la escasez de agua como pretexto para atacar Wadi Barada. El pueblo de Wadi Barada solo quiere que se levante el cerco y el envío de ayuda médica".

En última instancia, aunque sea posible otra “batalla de Alepo” en Idlib, los retos y los riesgos serán mucho mayores para el régimen y sus aliados. No será capaz de preservar los logros ganados si pone en peligro el acuerdo de tregua alcanzado en Alepo. Esto debería obligar a Al-Assad a explorar planes alternativos, intensificando su política de división de las fuerzas de oposición y, también, ofreciendo concesiones con respecto a sus relaciones con Hezbolá e Irán.

Un último factor es que la batalla por Idlib causaría un gran número de víctimas civiles, lo que daría lugar de inmediato a una intervención del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Politólogo egipcio, colaborador de la revista digital Al Ahram Weekly.
Fuente:
http://weekly.ahram.org.eg/News/19300/19/Idlib-after-Aleppo-.aspx
Traducción:
Enrique García

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