Un balance de la política económica de Abe Shinzo

Michael Roberts

08/09/2020

En la última semana de agosto, Abe Shinzo anunció su dimisión como primer ministro de Japón. En noviembre pasado, se convirtió en el primer ministro con más años de servicio en la historia del país. Dimite en medio de la peor recesión económica en la historia de la posguerra de Japón, causada por la pandemia de coronavirus y los cierres. Su popularidad se había desplomado debido a una serie de escándalos de soborno y corrupción en su gobierno y por su gestión de la pandemia.

En el segundo trimestre de 2020, la producción nacional de Japón cayó un 7,8% en comparación con el primer trimestre, es decir, una caída anualizada del 27,8%, una caída trimestral un 60% mayor que en las profundidades de la Gran Recesión de 2009.

Pero Japón ya estaba en una recesión económica clásica antes de que el COVID-19 afectase a la economía mundial. El PIB real ya había caído en el último trimestre de 2019.

De hecho, es un triste final para las grandes esperanzas despertadas cuando Abe asumió el cargo a principios de 2013. Abe anunció entonces que aplicaría una política económica, que pronto se llamaría Abeconomia, que tenía tres 'flechas', para sacar la economía japonesa de su largo estancamiento. Las flechas fueron inyecciones monetarias, estímulo fiscal y reforma estructural. Abe explicó así su misión: “Derribaré todos y cada uno de los muros que se ciernen sobre la economía japonesa y trazaré una nueva trayectoria de crecimiento. Esta es precisamente la misión de la Abeconomia” (2017).

Ahora que Abe ha dimitido, ¿se puede decir que lo que califique de mezcla keynesiana/neoliberal de la Abeconomia, ha funcionado a la hora de impulsar el capitalismo japonés? Es una pregunta interesante, porque la Abeconomia combinó todas las propuestas de política de la teoría economica dominante en una y sus tres flechas fueron elogiadas por los economistas neoclásicos y keynesianos por igual. Así que Japón ha sido el modelo de laboratorio perfecto para comprobar la eficacia de la política económica dominante a la hora de lograr un crecimiento sostenido de la producción, los ingresos y el empleo.

Así que empecemos por considerar los resultados de referencia del propio gobierno de Abe para medir su éxito, tal y como se describe en el documento de progreso económico de la Abeconomia: a saber, el PIB nominal, el desempleo; la inflación; y las ganancias.

El PIB nominal era de 495 billones de yuanes a finales de 2012, cuando Abe asumió el cargo. Estableció el objetivo para su gobierno de llevar la economía de Japón a los 600 billones de yuanes. ¿Qué alcanzó antes de que estallara el COVID-19? El PIB nominal alcanzó los 560 billones de yuanes a finales de 2019, un aumento de alrededor del 2% anual. La evolución del PIB real fue aún peor, un promedio anual de solo 1.2%, casi el peor de las economías del G7, aunque en Italia fue aún peor.

Las razones por las que la Abeconomia no logró cumplir su objetivo de crecimiento y, en cambio, Japón continuó con su trayectoria de bajo crecimiento y estancamiento son múltiples. Primero, la población de Japón ha ido disminuyendo. Durante los últimos 15 años, la tasa de natalidad de Japón ha estado por debajo de su tasa de mortalidad.

De modo que la población "natural" (es decir, excluida la inmigración) ha caído.

Por lo tanto, el aumento de la producción nacional solo podría provenir de un mayor empleo y del crecimiento de la productividad. Bajo Abe, hubo un aumento del empleo (4 millones), principalmente por un crecimiento del empleo femenino (3 millones), pero Japón se ha quedado rezagado respecto al resto del mundo en esta expansión. Irónicamente, esto explica por qué la tasa de desempleo cayó bajo Abe del 4% a menos del 2,5% en 2019 antes de la pandemia. La población japonesa en edad de trabajar cayó de los 80,6 millones de personas a 75,1, mientras que el empleo aumentó. Y por consiguiente, la tasa de desempleo cayó.

Pero la mayoría de los nuevos empleados son mujeres y personas mayores que están asumiendo trabajos de asistencia sanitaria y social, temporales y a tiempo parcial, el extremo inferior del mercado salarial. Más de un tercio de la fuerza laboral japonesa está trabajando en empleos no regulares, incluido un número creciente de personas mayores que se han convertido en trabajadores por contrato o temporales después de la jubilación. El empleo puede haber aumentado bajo Abe y el desempleo ha disminuido, pero los salarios reales y el consumo de los hogares no han mejorado en absoluto. Los salarios reales han caído con Abe.

Fuente: Oficina del Gabinete, cálculos del autor.

Mientras que el consumo de los hogares (lo que obtienes por tu salario) prácticamente se ha estancado (solo un 0,3% al año).

En general, los trabajadores japoneses están gastando un promedio de un 11 por ciento más de tiempo para ganar el mismo salario que llevaban a casa hace unos 20 años, y algunos están trabajando además horas extra no remuneradas. Muchos trabajadores tienen que tener dos o más trabajos para llegar a fin de mes. Algunas personas trabajan 70 horas a la semana en varios trabajos. Según la investigación de Lancers, unos 4,5 millones de trabajadores a tiempo completo en Japón tienen un segundo empleo, donde trabajan, en promedio, entre seis y 14 horas adicionales cada semana, además de las horas extra que registran en su trabajo principal; un pequeño número de ellos trabajan hasta 30 o 40 horas a la semana en sus segundos trabajos. Bajo Abe, las horas de trabajo anuales promedio por empleado disminuyeron, pero solo porque muchos de los nuevos trabajadores lo eran a tiempo parcial o temporales, y las horas trabajadas anualmente de Japón siguen siendo una de las más altas del mundo.

A diferencia del Reino Unido o incluso de Alemania, la inmigración neta no ha impulsado el empleo en Japón. Por lo tanto, la otra razón por la que Abe nunca logró su objetivo de relanzar el crecimiento económico japonés fue el bajo crecimiento de la productividad del trabajo. Japón ocupa el vigésimo primer lugar en productividad laboral de las 36 naciones de la OCDE. La productividad laboral por hora de Japón en 2018 fue de $ 46,8 (equivalente en poder adquisitivo a ¥ 4.744); esto es menos de la mitad del nivel de $ 102,3 en Irlanda y aproximadamente un 60% del nivel de $ 74,7 en los Estados Unidos.

La productividad laboral por hora y per cápita de Japón está por encima del 60% del nivel en los Estados Unidos. Y la brecha que separa a los dos países se ha ido ampliando de manera constante, en comparación con aproximadamente el 70% en 2000 y el 65% en 2010.

Y recuerde, el crecimiento de la productividad en Estados Unidos también ha sido muy bajo desde el final de la Gran Recesión, como lo ha sido en todas las economías avanzadas. En consecuencia, los resultados de Japón sonparticularmente malos.

Y la razón de ello es evidente. La inversión empresarial nacional aumentó solo un poco por encima del 1% anual con Abe. Las corporaciones japonesas no invirtieron mucho para impulsar la productividad, y la productividad languideció. La inversión de capital en relación al % del PIB aumentó del 23,2% en 2013 al 24,2% en 2018, pero ese aumento todavía estaba por debajo del período anterior a la Gran Recesión.

Eso fue a pesar de que Abe intentó desde el principio aumentar la rentabilidad del capital japonés. Ha sido el único objetivo en el que la Abeconomia ha funcionado: aumentar los beneficios empresariales. Como escribí en 2012, el verdadero propósito de la Abeconomia era aumentar la rentabilidad del capitalismo japonés, a expensas de los trabajadores. Esa fue la tercera flecha de la Abeconomia: los llamamientos a las 'reformas estructurales', es decir, la reducción del coste de producción mediante la desregulación del mercado laboral, la privatización y la reducción de impuestos sobre las ganancias, etc. Estas medidas tenían como objetivo ayudar a impulsar la tasa de explotación y la rentabilidad del capital en Japón. Abe recortó drásticamente los impuestos a las ganancias corporativas, al estilo Trump

y aumentó las contribuciones a la seguridad social de los empleados para reducir la carga para los empleadores.

El resultado fue un cambio en la participación de las rentas salariales en el ingreso nacional a favor de las rentas de capital. Las ganancias corporativas se duplicaron bajo Abe de 2013 a 2018, pero luego retrocedieron en 2019 cuando la economía japonesa se encaminó a la recesión.

Aun así, la Abeconomia no logró restaurar la rentabilidad del capital ni siquiera a los niveles anteriores a la Gran Recesión. Y aquí radica la causa subyacente del fracaso de la Abeconomia, a pesar de las esperanzas y expectativas de la teoría económica dominante/keynesiana.

* Esta medición de la tasa de retorno se compila a partir de la serie IRR de las Penn World Tables 9.1 con una actualización estimada para 2018 y 2019 utilizando la base de datos AMECO en NRR.

¿Y qué pasa con el objetivo político clave de recuperar un nivel de inflación en la economía de alrededor del 2% anual? La tasa de inflación anual promedió solo es del 0,8%. Así que la primera flecha de la Abeconomia, las inyecciones monetarias, la flexibilización cuantitativa, etc. ha fracasado estrepitosamente incluso en sus propios términos.

¿Y qué hay del objetivo de reducir los déficits presupuestarios y los niveles de deuda del sector público y depender más de los impuestos que de la emisión de deuda? Con Abe el gobierno siguió teniendo déficits presupuestarios (aunque reduciéndolos) y el ratio de deuda pública siguió aumentando, aunque más lentamente. Por lo tanto, la dependencia de los préstamos (la deuda como parte del gasto) retrocedió, hasta que llegó el COVID-19. Pero todo este estímulo fiscal no evitó que Japón volviera a caer en recesión en 2019. Fracaso de la segunda flecha de la Abeconomia.

Antes de que Abe dimitiera, su gobierno aprobó un presupuesto suplementario para el año fiscal 2020 para incluir la entrega de 100.000 yenes en efectivo para todos los residentes. Esto ha elevado la tasa de dependencia de los bonos al 45,4%. Esto llevará la emisión de bonos del gobierno japonés a un récord de 58,2 billones de yenes en el año fiscal 2020. La ratio se está acercando al nivel de más del 50% de la Gran Recesión.

es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Traducción:
G. Buster

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