A imitación del hegemón

Pankaj Mishra

03/04/2022

En 1996, mientras Rusia se tambaleaba a causa de la terapia de choque en que se cifraba el precio a pagar por el apoyo norteamericano, Bill Clinton recalcó alegremente ante su principal asesor en asuntos del país: “Hay que seguirle diciendo al viejo Boris [Yeltsin]: “Vale, mira lo que tienes que hacer a continuación: ahí va más mierda a la cara”. La arrogante grosería de Clinton era del mismo género que los embriagadores años 90, década de una hegemonía norteamericana sin trabas, cuando la Historia – a medida que Rusia, China e India abrían sus mercados protegidos al capital y los bienes norteamericanos, con un coro de apoyo formado por buena parte de los medios de comunicación angloamericanos - parecía concluir cumpliendo triunfalmente el deseo personal expresado por Thomas Friedman: “Lo que yo quiero es que todo el mundo se convierta en norteamericano”. 

De nuevo han florecido afectuosas esperanzas de una consumación así, ahora que Putin le ha infligido a Ucrania su amarga fantasía post-soviética de revanchismo. “El espíritu de 1989 sigue vivo”, declaró Francis Fukuyama al Financial Times, pero tenemos que “combatir constantemente” en defensa del “orden liberal existente”. Casualmente, la emulación del modo norteamericano de estar en el mundo se completa en buena medida con la agresión de conmoción y pasmo de Putin, que sigue de cerca la destrucción de la autonomía de Cachemira por parte de Modi, igual que la mano dura empleada por Xi en Xinjiang y Hong Kong y los ultimatums a Taiwán. 

Mientras los Estados Unidos hacían hoguera de las leyes y normas internacionales durante su guerra global contra el terror, Rusia, China e India se entregaban libremente a incendios legales y morales provocados en su suelo. Pero los autócratas del siglo XXI necesitan algo más que regímenes de asesinatos, torturas y detención arbitraria para legitimar su estrecha colaboración con los plutócratas. Su modelo es, una vez más, el hegemón global. Los foráneos envidian desde hace mucho la manera en que el sistema norteamericano, erigido por y para propietarios de esclavos y programado para alentar oligarquías y dinastías, se asegura un consentimiento masivo: mientras unos medios de comunicación dedicados al infoentretenimento generan ciudadanos en estado de patriotismo paranoide, una clase de intelectuales de servicio ensalza la Revolución Americana y el orden liberal internacional.

Han surgido medios de comunicación hiperpatrióticos en la última década en India, China y Rusia, junto a pensadores que han actualizado la autoimagen nacional saludando las glorias de la civilización hindú, el imperio ruso y la armonía confuciana. Conforme los gacetilleros, trols y teóricos de la conspiración de los medios digitales cimentaban esos ecosistemas ideológicos, la disidencia se veía condenada a la impotencia. Hoy en día, las noticias y análisis que recibe la inmensa mayoría de la gente en India y China, así como en Rusia, constituen –en palabras del director del Centro Levada, un organismo independiente de investigación de la opinión pública en Rusia - un compendio de “mentiras y odio a una escala fantástica”. Y así, la brutalización de Cachemira por parte de Modi, la anexión de Crimea a manos de Putin y el confinamiento de los musulmanes uigures en campos de concentración por parte de Xi se han enfrentado a un cuestionamiento tan escaso en el interior de cada país como las inacabables guerras y muertes norteamericanas provocadas en Asia y África. 

La humillación sufrida en Irak y Afganistán, y, con Trump, en el propio país, desmoralizó a los exportadores de la democracia y el capitalismo. Pero las atrocidades de Putin en Ucrania les han proporcionado ahora una oportunidad de que Norteamerica parezca de nueva grande. El oso ruso lleva garantizando desde hace mucho, y con mayor fiabilidad que el “islamofascismo” o que China, ingresos e identidad a mucha gente del complejo militar-industrial e intelectual-industrial. Un “establishment” centrista envejecido –maltrecho por la extrema derecha, sermoneado por los izquierdistas jóvenes que vienen tras Occupy [Wall Street] y BLM [Black Lives Matter], frustrado por el punto muerto legislatvo en Washington- parece repentinamente galvanizado por la perspectiva de definirse gracias a una nueva guerra fría.               

Conforme atacaban las tropas rusas un reactor nuclear, escribía George Packer en la revista The Atlantic que “por vez primera en varios decenios, un presidente norteamericano muestra que él, y sólo él, puede dirigir el mundo libre”. El New York Times se mostró exultante por la determinación recién descubierta del mundo libre: “Se ha revitalizado la OTAN, los Estados Unidos han recuperado el aura de liderazgo que algunos temían se hubiera desvanecido en Irak y Afganistán. Boris Johnson afirmó no haber visto nunca una “línea divisoria entre el bien y el mal” que fuera tan nítida. Más notablemente, Hillary Clinton pidió en [el canal] MSNBC una repetición en Ucrania de la “insurgencia armada” y “muy motivada” que “esencialmente echó a los rusos de Afganistán”. Se puede esperar más de esto, en consonancia con estas líneas revisionistas: los muy motivados yijadistas del 11 de septiembre pueden todavía volver a resurgir como “luchadores por la libertad” (la denominación de Reagan para los rusófobos asesinos de masas) de esta guerra fría. Desde luego, los publicistas del fin de la Historia no predijeron nunca este mimetismo para con estilo norteamericano de guerra, ni nos avisaron de que a los clintonianos se les unirían otras clases dominantes, en medio de un sufrimiento masivo sin control, apilándonos la mierda en la cara.  

ensayista y novelista indio, es colaborador de medios como The New York Times, The Guardian, The New York Review of Books o The London Review of Books. En castellano se han publicado algunos libros suyos, como “Fanáticos insulsos – Liberales, raza e imperio” (Galaxia Gutenberg, 2020), “La edad de la ira – Una historia del presente” (Galaxia Gutenberg, 2017), “De las ruinas de los imperios – La rebelión contra Occidente y la metamorfosis de Asia” (Galaxia Gutenberg, 2019).
Fuente:
The London Review of Books, 24 de marzo de 2022
Temática: 
Traducción:
Lucas Antón

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